Ella es alegre, divertida, atrevida, rebelde, y de un gran corazón, pero a los ojos del mundo está defectuosa. Él es guapo, adinerado, malcriado y caprichoso, es el más popular y codiciado por todas. ¿Qué pasará cuando se encuentren? Averigüémoslo juntos.
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Capítulo Dos
Cuando Rose llegó a su casa se encontró con su padre. La noticia de lo que había hecho ya había llegado a sus oídos.
_ ¡¿Suspendida por una semana?! - gritó su padre al verla - ¿Sabes, lo mucho que me ha costado hacerte ingresar ahí?
La muchacha bajó la cabeza, era cierto. Ella había insistido en ir a esa escuela y ahora lo estaba arruinando.
_ Lo siento, papá. Te prometo que no volverá a ocurrir. - La muchacha tenía los cachetes algo rojos, su melena castaña clara y ondulada se veía desparramada. Una de sus mechas de colores, se había desteñido con el sudor de haber ido corriendo hasta ahí, y podía verse un hilo de pintura azul correr por una de sus mejillas.
_ ¿Qué fue esta vez? ¿Qué fue lo que dijeron? - Su padre y hermanos sabían muy bien del bullying que ella sufría. Siempre había sido así, pero en ese colegio el acoso se intensificó. No era que su hija pesará trescientos kilos, y si así fuera, ella seguiría siendo hermosa al menos él lo pensaba. Solo tenía unos pocos kilos de más y la trataban como si ella fuera una ballena, horrible e incapacitada. Él no entendía por qué se empeñaba, en continuar yendo a ese lugar.
_ No te preocupes por eso, papá. ¿Quieres que prepare el almuerzo?
_ Sí me muero de hambre - la muchacha iba a irse - hija, asegúrate de que la próxima vez no te pesquen - le guiñó un ojo y la chica entró riendo.
Estaban almorzando. Sus dos hermanos Lían y Tiago Aston eran cinco y dos años mayores que ella respectivamente, ella tenía diecisiete años y estaba en su tercer año de preparatoria. Ellos no habían querido seguir estudiando en la universidad. Lían se había dedicado a la carrera militar y Tiago daba clases de kickboxing y karate junto a ella y su padre en el dojo. Sus dos hermanos eran muy sobreprotectores. La cuidaban muchísimo, siempre la estaban defendiendo, pero Rose no quería que se metieran en sus cosas ni que la hicieran ver débil. Así que ella y su padre, les ocultaban muchas cosas y la suspensión, sería una de ellas.
_ Esta semana entrante, Rose no tendrá clases - mintió su padre - ¿Qué les parece si vamos de campamento y nos desconectamos de todo?
_ Eso sería buenísimo, la verdad lo necesito - dijo Lían.
_ Ni bien terminemos de almorzar vamos a poner en condición la lancha, ¿Te prendes Rose? - la invitó su hermano Tiago
_ Sí, claro que sí - aceptó contenta.
Durante la semana, Franco se paseó por la escuela. Esperaba volver aquellos ojos que lo cautivaron, pero no volvió a hacerlo así que se dio por vencido.
El lunes por la mañana, él, Vanessa y otros amigos estaban en la entrada del instituto junto a su auto. Vanessa estaba prendida al brazo de él como uno de esos animalitos que se aferran a las ramas de los árboles.
_ Ahí viene Rose - dijo ella. Franco la miró, era una chica de un metro sesenta más o menos. Tenía el pantalón del uniforme deportivo debajo de la falda del uniforme colegial y la chaqueta deportiva sobre el chaleco del uniforme, con la capucha puesta.
_ Mira nada más encima de gorda y salvaje. También payasa - dijo en voz alta Vanesa. La chica los ignoró - Franco has algo, dijiste que harías que se vaya.
Uno de los chicos sacó un sándwich de su mochila, se lo pasó y lo instó a arrojárselo. Él tomó el sándwich le sacó la envoltura y se lo arrojó a la espalda.
El sándwich se desarmó en su espalda manchándola con los aderezos y demás ingredientes. Él y lo demás comenzaron a reír.
_ Comételo - le dijo haciendo que los demás explotaran en un coro de risas burlonas.
La chica se bajó la capucha del abrigo y dejó ver su hermosa cabellera castaña clara llena de mechas de colores. Se volteó y los vio, ahí estaban esos hermosos ojos color avellana del otro día. Franco tragó saliva y se sintió terriblemente arrepentido de lo que hizo. Pensó que la chica haría algo por la forma en que lo miró, pero solo se sacó la chaqueta y continúo. Los demás reían y uno de ellos comenzó gruñir como cerdo. Eso no era algo que él haría, no solía meterse con la gente, así porque sí. Pero eran sus amigos y estaba saliendo con Vanessa. Quería dejar de reír, pero no lo hizo.
Esa misma mañana, se cruzaron en la clase de gimnasia. Rose estaba con su única amiga, Laurita, una muchacha muy bajita de anteojos grandes a la que también sus amigos molestaban. Estaban haciendo parejas para jugar quemados. En eso, el profesor se molestó con un grupo de chicas que no dejaban de charlar y reírse. Así que decidió que él armaría las parejas.
_ Vanessa, tú con Cristian - el chico hizo un gesto de victoria - van contra Laura y Teo. Marcos y Tania van juntos, contra Franco y Rose.
_ No, yo no quiero ser su pareja - se quejó él, en realidad solo lo hizo porque sus amigos lo veían.
_ No me interesa lo que tú quieras ¡A sus puestos! ¡A calentar! - gritó el profesor.
Franco hizo picar la pelota demasiado fuerte, Rose justo se acercaba a él, la picó contra el piso rebotó y fue a dar justo en la cara de ella rompiéndole la nariz.
Automáticamente, la chica comenzó a sangrar. Los demás chicos se rieron, pensaron que lo hizo a propósito.
_ ¡Franco Ibáñez a la dirección! - gritó furioso el profesor, mientras auxiliaba a Rose.