Un Último Deseo

Capítulo 11:

El gran salón del Palacio de Lumdestand lucía resplandeciente, transformado en un escenario digno de una celebración real. La decoración combinaba tonos dorados y azul oscuro, los colores del escudo real, con detalles de cristal que reflejaban las luces de los cientos de candelabros que pendían del techo. Mesas redondas cubiertas con manteles de terciopelo estaban adornadas con arreglos florales, mientras la orquesta en un extremo del salón tocaba música clásica, creando una atmósfera elegante.

Los invitados, miembros de la realeza, nobles y dignatarios de todo el Reino, desfilaban con atuendos impecables. Los hombres llevaban trajes negros de corte tradicional, algunos con insignias familiares bordadas, mientras que las mujeres deslumbraban con vestidos de gala que oscilaban entre colores suaves y brillantes, decorados con joyas que parecían competir entre sí por su esplendor.

Alexander, vestido con un esmoquin negro clásico con detalles dorados en los puños y el escudo del Reino bordado en el pecho, estaba de pie junto a su madre y su hermana en el centro del salón. La reina Isabel llevaba un vestido azul noche con una fina capa que caía por sus hombros, y Charlotte, con un vestido de tul en tonos dorados, parecía tan radiante como su madre.

A medida que los invitados ofrecían sus felicitaciones al príncipe, Alexander se esforzaba por mantener su mejor sonrisa, aunque su mente seguía enfocada en el anuncio que su madre haría más tarde. Lucas y Ethan, quienes también estaban presentes, vestidos con trajes elegantes pero mucho más cómodos, se mantuvieron cerca de su amigo, asegurándose de aliviar la tensión con comentarios discretos, y obviamente Charlotte también estaba cerca de su hermano.

— ¿Ya estás listo para escuchar a la mitad de esta sala susurrar sobre tu viaje?— le dijo Lucas en voz baja con una sonrisa divertida.

— Es parte de lo que esperé al tomar esta decisión — respondió Alexander, aunque su mirada se desvió un momento hacia el Consejo Real, cuyas miradas ya parecían perforarlo.

Ethan intervino con calma.

— No te preocupes por ellos. Es tu derecho, Alex. No pueden decir nada al respecto.

La música cesó cuando la reina levantó la mano con elegancia, llamando la atención de los presentes. Los murmullos se apagaron, y todos giraron para mirarla. Isabel, se adelantó unos pasos, tomando una copa de cristal que un sirviente le ofreció, y con una sonrisa cálida, comenzó a hablar.

— Queridos amigos y aliados del Reino, esta noche no solo celebramos el cumpleaños número veintiuno de mi hijo, el príncipe, sino también un momento importante en su vida como futuro soberano.

Hubo aplausos mientras Alexander se ponía de pie, esbozando una ligera sonrisa de agradecimiento. Isabel continuó:

— Como todos saben, nuestras tradiciones son el pilar de nuestra identidad— dijo— Una de las más importantes para los herederos al trono es que antes de ser su coronación tienen la oportunidad de pedir un mes de gracia al cumplir los veintiun años, un tiempo para conocerse a sí mismos antes de asumir responsabilidades mayores.

Hubo murmullos entre los asistentes. Algunos asintieron, mostrando aprobación, mientras otros, especialmente los miembros del Consejo Real, intercambiaron miradas inquietas. La reina, sin embargo, no titubeó.

— Me enorgullece anunciar que Alexander ha decidido ejercer este derecho. Después de considerar sus opciones, ha pedido viajar a un lugar fuera del Reino, donde pueda disfrutar de este mes de libertad en el absoluto anonimato.

El salón se llenó de murmullos más altos esta vez. Algunos nobles aplaudieron, reconociendo la importancia de la tradición y todo lo que sobre vendría antes de que Alexander fuera coronado, mientras otros, especialmente aquellos con intereses en la inminente boda, no pudieron ocultar su descontento.

— ¿Otro país? ¿Es eso prudente?— murmuró el duque de Harrington, inclinándose hacia uno de los miembros del Consejo.

— Es su derecho, no podemos impedirlo— respondió el conde de Vaux, aunque su expresión reflejaba su propia desaprobación.

Isabel, consciente de las reacciones, alzó la voz con firmeza.

— Entiendo que algunos de ustedes puedan sentir preocupación, pero este mes es un derecho inviolable. Una tradición que ha sido respetada por generaciones, y como tal, merece ser honrada.

Alexander respiró hondo mientras su madre lo defendía con elegancia.

— El viaje comenzará poco después de esta celebración, y, como dicta la costumbre, el compromiso y la boda se llevarán a cabo una semana después de su regreso— añadió la reina.

Esta última declaración provocó otra ronda de murmullos, pero era un recordatorio claro de que la tradición también tenía límites.

Cuando Isabel terminó de hablar, alzó su copa, invitando a los presentes a brindar.

— Por Alexander, por su futuro, y por el Reino.

Todos levantaron sus copas, aunque algunos lo hicieron con más entusiasmo que otros.

Más tarde, mientras los invitados se dispersaban, Alexander se reunió con sus amigos en los jardines del palacio.

— Bueno, eso salió mejor de lo que esperaba— dijo Ethan, dándole un leve empujón en el hombro.

Lucas, con su sonrisa traviesa de siempre, añadió:

— ¿Viste las caras del Consejo? Parecía que hubieran tragado limones.

Alexander rió por primera vez en toda la noche.

— No importa lo que piensen. Ya está decidido.

— ¿Alguna idea de a dónde iremos?— preguntó Ethan.

Alexander negó con la cabeza.

— Aún no. Mi madre me revelará el destino que tendremos mañana. Pero, sea donde sea, será nuestra aventura.

— ¡Qué no te quepa duda, amigo mío! ¡Será un gran aventura!— exclamó Lucas poniendo su mejor sonrisa.

Los tres chocaron sus copas, sellando la promesa de un mes que sería inolvidable.