Un chico solitario, incrédulo de lo fantástico, ve su vida tranquila y aislada tras tocada por un encuentro inesperado con lo desconocido.
Ese momento cambiará todo: su corazón, antes apagado, latirá con fuerza, y la soledad que lo envolvía comenzará a desvanecerse poco a poco.
Ahora deberá enfrentarse a una decisión que definirá su destino:
¿Elegirá la luz o se rendirá ante la oscuridad?
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Una semana aburrida
29/01/2019
Mientras mi cuerpo descansaba, mi mente divagaba. Pensaba en cómo ganarme la confianza de Elena y qué favor podría pedirme. Sin embargo, había un pensamiento que se aferraba más tiempo: ¿Cómo serán los padres de Elizabeth?
Por lo que ella me contó, su madre se convirtió en vampiro después de pasar dos años como híbrida. Pero su padre… ¿qué clase de vampiro será?
Todas estas preguntas se apoderaron de mí, girando en mi mente como un torbellino, hasta que el sonido de la alarma me sacó de mis pensamientos.
Eran las siete de la mañana del martes. Después de completar mi rutina habitual, me despedí de Elizabeth y caminé rumbo a la escuela.
Las horas pasaron lentamente, y con cada una de ellas, la soledad se hizo más pesada. Primero perdí a mi mejor amigo, Max, y ahora Elizabeth tampoco puede estar aquí conmigo.
Cada minuto se volvía una eternidad. Como era de esperarse, el murmullo de mis compañeros no tardó en aparecer. Siempre tienen algo que decir a mis espaldas, y la tensión aumentó desde aquella pelea con Daniel y Haziel. Para ellos, soy poco más que un blanco fácil para sus burlas.
Aun así, finjo no escuchar nada. Pero entonces, un rumor llegó a mis oídos, y no pude ignorarlo.
Compañero 1: (Casi susurrando) —¿Escuchaste el rumor? Dicen que Elizabeth está saliendo con Losert.
Compañero 2: (Sorprendido, con tono burlón) —¿En serio? ¿Con el inadaptado? Qué mal gusto. —Ríe. Seguro que solo está jugando con él.
Compañero 1: (Ríe también) —Tienes razón. Quizá sea de esas chicas que se divierten jugando con los demás.
Compañero 3: (Interviniendo en la conversación) —¿Y no se les hace raro que faltaran los dos ayer?
Al escuchar sus burlas, sentí cómo la ira corría por mis venas, encendiéndose con cada palabra. Podía soportar que se burlaran de mí, pero ahora habían involucrado a Elizabeth, y eso era algo que no podía permitir.
Intenté mantener la calma, aunque fuera por un instante, pero sus risas seguían retumbando en mi cabeza, perforando mi paciencia.
Sin poder soportarlo más, me levanté de golpe, golpeando la paleta del pupitre con mi mano. El sonido resonó en el salón, haciendo que todos se giraran hacia mí. Mi mirada se clavó en ellos, y sin dudarlo, caminé hacia los tres.
Se sorprendieron al principio, pero no tardaron en dibujar esas mismas sonrisas burlonas en sus rostros, como si esperaran exactamente esta reacción de mí.
Compañero 1: —¿Qué pasa, rarito? —dijo con un tono amenazador—. ¿Acaso te molestó lo que hablamos de ti?
Compañero 3: (Riendo) —Míralo, trata de intimidar, pero solo da lástima.
Compañero 2: (Con desdén, mirándolo de arriba abajo) —Solo arruinas el recreo. Mejor desaparece de nuestra vista.
Serre los dientes con fuerza, mirando al suelo. La rabia corría por mi cuerpo como un fuego imparable, y mis puños se apretaron tanto que sentí la cálida humedad de la sangre en mis palmas.
Losert: (Con un tono bajo, amenazador y lleno de ira) —Escuchen con atención. De mí pueden decir lo que quieran, pero con Elizabeth no se metan.
Compañero 1: (Burlón) —Vaya, así que lo que te molestó es que habláramos mal de tu novia.
Compañero 2: (Riendo sin control) —Qué caballero, preocupándose por lo que digan de su "amada".
Compañero 3: (Levantándose y tratando de encararme) —Míranos a los ojos y déjanos ver lo patético que eres.
La ira que sentí en ese momento fue tan intensa que al alzar la mirada, los tres se congelaron en seco. Sus rostros palidecieron como si hubieran visto a un animal salvaje frente a ellos.
Losert: (Con una voz firme y fría) —Si mencionan a Elizabeth una vez más, se las verán conmigo.
Compañero 3: (Titubeando, impactado, retrocede hasta sentarse) —L-lo lamento… —murmuró, mirando al suelo con miedo.
Compañero 1: (Con ojos aterrorizados) —Solo bromeábamos… Perdón.
Compañero 2: (Con pánico, evitando mi mirada) —No la mencionaremos más, lo juramos.
Losert: (Con una mirada implacable, sin apartar la vista de ellos) —Si se repite, no seré compasivo.
Caminé de regreso a mi pupitre, y cuando pude relajarme un poco, me di cuenta de que más de uno había visto mi actitud. Esto me hizo pensar que ahora hablarían peor de mí, pero mientras Elizabeth no estuviera involucrada, no me importaba.
Cuando el recreo terminó, las clases siguieron como siempre, sin nada que sobresaliera.
Al final del día, caminé por los pasillos, sabiendo que la noticia de lo que había ocurrido en el salón durante el recreo ya se había esparcido por toda la escuela. Pero, por alguna razón, me daba igual. Solo quería llegar a casa, relajarme y platicar con Elizabeth.
Al llegar, la encontré recostada en el sofá. Me acerqué y la saludé, pero no reaccionaba. Por un momento, pensé que solo estaba dormida, pero un extraño ruido me hizo ir hacia ella para ver qué sucedía.
Losert: (Asustado, con voz temblorosa) —¡Eli, qué te pasa!?
Elizabeth: (Quejándose como si fuera un zombi, medio despierta) —Haa...
Losert: (Sacudiéndola, preocupado) —¡Eli, reacciona, por favor!
Elizabeth: (Con voz débil y arrastrada) —Hambre...
Losert: (Frunciendo el ceño, parado en seco) —¿Eh?
Elizabeth: (Dando un suspiro profundo) —Tengo mucha hambre...
Losert: (Con los ojos desorbitados y respirando agitadamente) —¿Solo eso? ¡Me diste un susto de muerte, idiota!
Elizabeth: (Se incorpora rápidamente, se enoja) —¡¿Qué?! ¡No he comido nada y me dejas sin comida! ¡Son casi las 2 de la tarde!
Losert: (Se señala a la cocina con el dedo, ya molesto) —¡Hay un montón de cosas en la nevera y en la alacena! ¿Por qué no te preparaste algo de comer, eh?
Elizabeth: (Mirando sus manos, avergonzada) —Es que... no sé cocinar...
Losert: (La mira con cara de incredulidad) —¿En serio? ¿Y por qué no comiste cereal con leche? ¡Es lo más fácil!
Elizabeth: (Avergonzada, se da cuenta de lo obvio) —Es verdad...
Losert: (Se tapa los ojos con desesperación) —Dime que no comías fideos instantáneos del minisuper... ¡Por favor!
Elizabeth: (Pensativa, con voz baja) —Sí... Fideos instantáneos, ya preparados...
Losert: (Se sienta en el sofá, golpeando la cabeza con la palma de la mano) —¡No puedo creerlo! ¿Eso es lo que comías?
Elizabeth: (Le toma el brazo con expresión de "perrito triste") —¿Puedes hacerme algo, porfa?
Losert: (Mira sus ojos de cachorro y suspira rendido) —¡Está bien! ¡Prepararé algo!.
Continuará...