Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Un Escape
—Vamos, hija, levántate—, dijo mi padre, su voz suave pero firme. —Tenemos que bajar. Si no lo hacemos, vendrán aquí y no sé qué nos pueda suceder—.
Me levanté lentamente, sintiendo un peso en mi corazón. Mi madre me abrazó y me besó en la frente, con sus ojos llenos de lágrimas.
—Te amo, hija—, susurró. —No te olvides de eso, pase lo que pase—.
Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta. Mi padre me tomó de la mano y me llevó hacia la puerta.
—Baja conmigo—, dijo. —Y no digas nada. Deja que yo hable—.
Bajamos las escaleras en silencio, mi corazón latiendo con ansiedad. ¿Qué iba a pasar cuando llegáramos abajo? ¿Qué me esperaba? La incertidumbre me estaba matando.
Cuando llegamos al pie de las escaleras, vi al hombre que había estado sentado en el sofá. Estaba de pie, con una sonrisa en su rostro. Me miró de arriba a abajo, y luego se volvió hacia mi padre.
—Excelente—, dijo. —Veamos si podemos llegar a un acuerdo—.
El hombre se acercó a mí y me miró con una expresión que me hizo sentir incómoda. —Eres una joven muy hermosa—, dijo. —incluso más que tu otra hermana—.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda al escuchar sus palabras. No quería estar allí, no quería ir con él. Quería huir, escapar de esta situación.
Mi padre se interpuso entre nosotros, su rostro se tenso. —¿Qué vas a hacer con ella?— preguntó.
El hombre se encogió de hombros. —Lo que haga con ella no es tu asunto—.
sentí un pánico creciente. ¿Qué quería decir con eso? ¿Qué planes tenía para mí? La incertidumbre me estaba matando.
Mi madre se adelantó, con su rostro lleno de lágrimas. —Por favor—, suplicó. —No le haga daño. Ella es inocente—.
El hombre la miró con una sonrisa cínica. —No se preocupe—, dijo. —La trataré bien... si se comporta bien—.
Sentí un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. La oscuridad se cernía sobre mí, y no sabía qué hacer para escapar.
—Llévenla al auto—, dijo el hombre, y yo entré en pánico. —Papá, mamá, no permitan que me lleven, por favor— gritaba, aferrándome a ellos con desesperación.
Mi madre se derrumbó conmigo, abrazándome con fuerza y llorando desconsoladamente. —No se la lleven, es mi pequeña por favor—, suplicaba.
Mi padre se le salió una lágrima y se acercó al hombre. —Al menos permítale recoger sus cosas—, pidió, temblando.
Pero el hombre se encogió de hombros con indiferencia. —No las necesitará—, dijo. —Tendrá todo eso y más—.
Me sentí como si estuviera siendo arrancada de mi vida, de mi familia, de todo lo que conocía. No quería irme, no quería dejar atrás a mis padres, a mis amigos, a mi novio, mi casa.
Los hombres me tomaron de los brazos y me arrastraron hacia la puerta. Mi madre gritaba y lloraba, mi padre intentaba seguirme pero estaba retenido por los hombres.
—¡Viviana, no!—, gritaba mi madre. —¡No te vayas, hija mía!—.
Me llevaron al auto y me empujaron dentro. Me volví hacia atrás y vi a mis padres en la puerta, llorando y gritando mi nombre. El auto arrancó y me alejo de mi casa, de mi familia, de mi vida.
Me encogí en el auto a llorar, pero sabía que no podía rendirme. No podía dejar que ganaran tan rápido. Me sequé las lágrimas y miré a mi alrededor, buscando una oportunidad para escapar. En el auto solo iban dos hombres en la parte delantera y uno atrás, sentado a mi lado.
Intenté abrir la puerta, pero el hombre a mi lado se dio cuenta y trató de detenerme. Sin embargo, no estaba dispuesta a dejar que me atrapara. Lo golpeé tan fuerte en el rostro que se retorció de dolor, llevándose las manos a la nariz.
Volví a abrir la puerta y esta se abrió de par. Salí del auto descalza, corriendo por toda la carretera oscura. La grava y el asfalto me pinchan los pies, pero no me importaba. Solo necesitaba huir.
Oí los gritos y los pasos de los hombres detrás de mí. Tres de ellos venían corriendo, intentando atraparme. Aceleré el paso, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. La oscuridad de la noche me envolvía, pero no me detuve. Seguí corriendo, sin saber adónde iba, pero sabiendo que tenía que seguir adelante.
Los hombres gritaban y maldecían detrás de mí, pero no me detuve. Corrí con todas mis fuerzas, mi respiración agitada y mi corazón latiendo con desesperación.
Uno de ellos me atrapó y caí sobre el pavimento con un golpe seco. El dolor fue intenso y me retorcí en el suelo, llevándome las manos a la cabeza y al cuerpo.
Los otros dos llegaron agitados y me tomaron levantándome del suelo sin miramientos. No podía moverme debido al intenso dolor y a los raspones que había sufrido en la caída.
Me llevaron de vuelta al auto, donde me esperaba ese hombre de pie junto al vehículo, con las manos metidas en los bolsillos. Su rostro estaba serio y enfadado.
Al llegar, los hombres me bajaron y me quedé de pie, tambaleándome ligeramente debido al dolor.
El hombre se acercó a los hombres y les preguntó con incredulidad: —¿Cómo es posible que una niña se les escape en sus narices?—.
Los hombres se miraron entre sí y dijeron al unísono: —Lo siento, señor—. El hombre se enfureció y le dio una bofetada a uno de ellos, que se tambaleó hacia atrás. Luego observó al otro, que sangraba por la nariz.
De forma sarcástica, dijo: —Qué buen golpe te ha dado esta niña—. Luego se fijó en mí y me tomó con sus manos, apretando mis mejillas con fuerza.
—Mira, niña—, dijo. —Le prometí a tu llorona madre que no te haría daño. Pero no me tientes, ¿ok?—
Mi rostro estaba enrojecido y sudado, mi cabello estaba esparcido por toda mi cara, con algunas heridas y raspones.
El hombre me obligó alzar mi cara para verlo, y me dijo: —Ahora te subirás al maldito auto para poder irnos a casa tranquilos—.
—Entendido— dijo, volvió a gritar, agachándose para llegar a mi cara: —¡Entendido!—. Su voz era tan fuerte que me hizo temblar.
Rechinar sus dientes fue lo que más me asustó. Asentí con la cabeza, sintiendo el dolor en mis mejillas debido a su agarre.
—Lo entendí—Dije como pude, finalmente, me soltó con brusquedad, haciendo que mi cara se fuera a un lado. Me tambaleé ligeramente, pero logré mantenerme en pie.
Me subí al auto con dificultad, sintiendo el dolor en todo mi cuerpo. El hombre está vez se sentó a mi lado y me miró con una expresión seria.
—No vuelvas a intentar escapar asi—, dijo. —La próxima vez no seré tan amable—.
Asentí con la cabeza, sin atreverme a mirarlo a los ojos. El auto arrancó y nos pusimos en marcha. No sabía adónde nos dirigíamos, pero sabía que no iba a ser a un lugar agradable.
El hombre no dijo nada más durante el viaje, simplemente se quedó sentado a mi lado, mirando su celular. me quedé en silencio, tratando de procesar todo lo que había sucedido.
Después de un rato, el auto se detuvo frente a una gran casa. El hombre salió del auto y me indicó que lo siguiera. Salí del vehículo, sintiendo el dolor en mis pies y en mi cuerpo. La casa era grande y lujosa, pero no me importaba. Solo quería saber qué iba a suceder conmigo.
Me tambalee un poco y caí al césped, él me observo y ordenó a unos de sus hombres que me levantara.
Trate de levantarme pero no pude, mi cuerpo estaba débil y adolorido, —Cargala y llévala adentro— dijo
No pude ver nada, tenía mis ojos cerrados, y solo sentí un trayecto largo y oscuro. Me sentía mareada y dolorida, y no sabía dónde estaba ni qué estaba sucediendo. Después, sentí que me acostaban en una cama suave, y el colchón se hundió bajo mi peso.
Con mis ojos cerrados, solo pude escuchar la voz de ese hombre, que parecía estar hablando con alguien más.
—Llama a la doctora—, dijo. —Necesito que venga a revisarla—. La otra persona respondió con un murmullo, y luego escuché pasos que se alejaban.
Me quedé quieta, tratando de procesar todo lo que había sucedido. ¿Dónde estaba? ¿Qué me había pasado? La cama era suave y cómoda, pero no me sentía segura. La voz de ese hombre todavía resonaba en mi mente, y no sabía qué iba a suceder conmigo.
La oscuridad detrás de mis párpados cerrados era total, y solo podía escuchar los sonidos débiles de la casa. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me llevaron ni cuánto tiempo más iba a estar allí...