Santino al fin encontró a quién amar, pero todos ya habían decidido lo que él debía sentir por aquella mujer, al final él era el hombre del corazón de hielo, en el que solamente había amor para la familia.
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Dos
Dos días después del que se debía celebrar el acontecimiento más feliz de la vida de la chica, ella estaba acostada en una tumbona a la orilla de la piscina de uno de los tantos cruceros de lujo que pertenecían a la familia Roberts, empresa para la que trabajaba.
Ese viaje había sido el regalo de matrimonio de su jefe, todo un mes en la suite principal del barco, la que se reservaba solo para la familia dueña, con todos los gastos cubiertos y escatimando en nada, ella podía sentirse una reina por esos días y nadie le reclamaría.
La chica se había negado a recibir el regalo después de los últimos acontecimientos, incluso se había presentado a trabajar el día que debía de celebrarse la boda, lo que menos quería era quedarse en su casa revolcándose en su dolor, pero para su sorpresa la recibió un enfadado señor Roberts, ordenándole que se fuera a buscar su maleta, que él mismo la llevaría hasta el crucero para asegurarse de que subía a bordo.
Su jefe era ya un hombre mayor, viudo desde hacía muchos años, y solamente tenía un hijo al que había terminado de criar él sólo después de la muerte de su esposa, un hijo al que nunca veían por la empresa aunque el padre se lo pidiera, él tenía otras funciones que cumplir y prefería no estar detrás de un escritorio.
Y allí estaba Denisse sola, subió al crucero bajo la amenaza de que de no hacerlo sería despedida y aunque ella sabía de sobra que el señor Roberts no lo haría, obedeció, ya no le quedaban fuerza para discutir y menos con alguien que se había portado con ella como un verdadero padre desde que había comenzado a trabajar en aquella empresa.
- Es muy agradable estar aquí- le dijo un hombre acostado en la tumbona de al lado de la suya y la chica quiso pensar que no le hablaba a ella- A veces necesitamos alejarnos de todo y descansar.- ella siguió sin mirarlo y sin contestar.- Y conocer gente que no imaginamos.- Denisse ni siquiera lo miró, tomó su toalla y se fue del lugar, no quería hablar con nadie y menos con un hombre, su agradable habitación y un buen libro eran lo mejor para ella.
Cuando cayó la noche salió a cenar, buscó una mesa apartada y se sentó sola, pero en esa ocasión no perdió la oportunidad de mirar a las personas que tenía alrededor en aquel viaje, todos reían, parecía que aquel era un mundo paralelo al que ella estaba viviendo en ese momento, un mundo en el que nadie tenía preocupaciones o nadie sufría por nada.
- ¿Puedo sentarme aquí?- escuchó la misma voz de la piscina.
- Puede hacerlo, ya me voy.- le respondió y se levantó sin mirarlo como la vez anterior.
Después de salir de allí Denisse decidió dar una vuelta por la parte superior del barco, todo estaba tranquilo, la noche era hermosa y la brisa del mar le daba en la cara sin molestar, era un paraiso para ella, sin embargo no estuvo todo lo relajada que hubiera querido, en todo momento tuvo la sensación de que la observaban.
Otro día de despertar en la ciudad flotante perteneciente a los Roberts, otro día que salió a caminar la chica, pero esta vez todo lo bajo que se le permitió llegar, quería escuchar el sonido de los motores del barco, eso era música para sus oídos, debido a el puesto que tenía en la empresa y a los estudios que casi terminaba, sabía ciertas cosas propias de las embarcaciones y el sonido que emitía cada parte era importante para conocer sobre su funcionamiento.
Denisse estuvo todo el día yendo y viniendo en lugares en los que podía saber de la embarcación y a pesar de que se seguía sintiendo vigilada, pasó el día en paz, sin pensar en todo lo que le había ocurrido a lo largo de la semana y que quería mantener alejado de su mente.
En la noche volvió a subir a la parte más alta del barco, y esta vez no se sentó en una de las sillas preparadas para descansar, esta vez buscó un lugar donde no molestara el paso y se acostó en la cubierta mirando al cielo estrellado.
- El cielo es hermoso visto desde un lugar como este.- volvió a escuchar la voz del misterioso hombre parado a su lado.
- ¿Me está siguiendo?- le dijo sin miedo alguno al extraño sujeto al que no se había molestado en mirar ni una vez- Si es así quiero saber por qué, a lo mejor lo saco de dudas y puede seguir su camino y olvidarse de mi.
- ¿Por qué la estaría siguiendo? Estamos en un crucero, somos como vecinos, nos podemos encontrar sin querer.- trató el hombre de disuadirla de su creencia persecutoria.
- Este crucero tiene más de dos mil camarotes en sus dieciocho pisos; en cada uno de sus pisos tiene una piscina , varias tiendas y un restaurante entre otras cosas, y usted intenta convencerme de que nos estamos encontrando por casualidad.- le dijo con sarcasmo.
- Si que sabe usted de cruceros. - le contestó el hombre.
- Si que sabe usted como desviar una conversación para llevarla a donde quiere.- él ahora no contestó nada, en cambio se tumbó en la cubierta al lado de ella.
- Espero que no le moleste que me quede aquí a mirar las estrellas.- le habló bajo, pero con un volumen que ella escuchó perfectamente.
- No se preocupe, no soy la dueña del barco, puede ponerse donde quiera, solo deje de seguirme o me obligará a no salir de mi camarote.
- ¿Tan mal le sienta que le hablen?- le preguntó y la chica no le contestó nada- Vamos a hacer un trato, podemos hablar por una semana, encontrarnos por casualidad en cualquier lugar del barco, compartir la cena, o la comida, o el desayuno, lo que prefieras, no tienes que contarme nada de tu vida ni yo le contaré de la mía, pasar las noches aquí viendo las estrellas y conversando de cualquier cosa que se nos ocurra, y si después de una semana, sigue odiando que le hable, la dejaré tranquila y no insistiré más. - ella siguió en silencio, sin ni siquiera virar el rostro para mirarlo- ¿No le parece un trato justo?- volvió a preguntar.
- ¿Me jura que me dejará en paz?- le contestó con otra pregunta.
- Lo haré, pero tenga en cuenta que intentaré por todos los medios hacerla cambiar de opinión. - él se había girado y estaba acostado de lado, con la cabeza apoyada en su mano izquierda.
- Quiero decirle que no me sienta mal que me hablen, pero necesito estar callada, y al parecer usted no conoce de sutilezas, sólo por eso acepto la locura de trato que me está proponiendo y del que todavía no sé que gano yo.
- ¿Cómo qué que gana? Hablar conmigo ¿ Le parece poco?- la chica sonrió sin voltear la cara a mirarlo- La vi sonreir, no lo puede negar, ya no soy tan pesado, aunque sea de payaso le sirvo.
- Sí, aunque sea eso.- le dijo y siguió mirando al cielo estrellado.
- ¿Ahora que ya tenemos un trato puedo saber su nombre?
- Denisse- le contestó.
- ¿Sólo Denisse ?
- Solo Denisse.
- Bueno solo Denisse, aunque no hayas preguntado el mío soy Arthur Davies, y es un gusto compartir contigo este espacio en medio del mar- le extendió la mano derecha y ella levantó la suya sin voltear a mirarlo.