Sofia acaba de divorciarse luego de un matrimonio tranquilo en el que la falta de comunicación entres ella y su exesposo Erik los llevo al divorcio. En esta etapa de su vida ella decide renacer y hacer todas esas cosas que nunca hizo por lo que primero empieza con un nuevo trabajo.
Alessandro es el nuevo jefe de Sofia, el ayuda a la mujer a mejorar cada día mientras que poco a poco se va acercando a ella con el fin de no dejarla jamás.
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capitulo 13
Otra mañana y llego bien temprano al gimnasio para comenzar con mi rutina. Esta vez comienzo en la cinta de caminata y como la cobarde que soy me traje mis auriculares. Necesito esa barrera entre mi gruñón y cualquier cosa que me lo haga imaginar sin ropa.
Definitivamente eso no es saludable.
Tener constantemente este recuerdo me está volviendo loca. Anoche prácticamente soñé que hacíamos el delicioso. Lo más raro fue la forma.
Me considero una persona tranquila. Nunca, desde que comencé a tener relaciones, fui desenfrenada o alocada. La típica del misionero. En mi sueño era todo lo contrario y el usaba mi cuerpo a su antojo, amoldándome a su gusto, manejando mi placer, extendiéndolo de una forma que me despertó con ganas.
Es difícil ignorar todo lo que paso y lo que viene a mi mente mientras lo tengo cerca, pero solo se ha limitado a indicarme mis ejercicios y nada más. Cuando termino, en silencio me ayuda a estirarme y ambos terminamos jadeando.
Es innegable la atracción sexual que flota en el aire y debo admitir que me hace sentir bien. De cierta manera me rejuvenece, pero también me pone a la expectativa del que pasara.
Luego, cuando ya estoy en el vestuario de mujeres, encuentro mi ropa del dia anterior. Toda esta limpia y doblada meticulosamente. Me sonrojo inevitablemente y cuando salgo de la ducha por un momento me quedo mirando el pequeño montón pensando en que si realmente él se ocupó de ello. Si él fue el que lavo y doblo mi ropa.
Salgo del vestuario y me dirijo a la cocina para tomar una colación y encuentro la misma bandeja del dia anterior con fruta y jugo exprimido. Junto a ella una nota que dice que Laura se hará cargo del gimnasio hoy ya que es el dia de las mujeres.
Tomo la bandeja y la llevo a mi oficina para organizar mi dia y comer lo que me había preparado.
Al medio dia no se si preparar comida para ambos, pero lo hago de todos mudos. Cuando falta unos minutitos para que esté lista, me sorprende ingresando a la cocina.
—Buenos días —saluda.
—Buen dia, llegaste justo a tiempo —farfullo indicándole que tome su lugar habitual.
—Me trajo el aroma de tu deliciosa comida —admite con una cálida sonrisa en su rostro y se acomoda en su lugar.
—No te quedaste hoy —señalo algo que me pareció raro y que supuse que el estaría para checar algunas mujeres, pero no fue así.
—No, tenía asuntos pendientes —dice esquivando mi mirada.
—¿Todo bien? ¿Necesitas ayuda en algo? —ofrezco.
—Si, todo bien y con respecto a la ayuda necesito que te comuniques con mi publicista —le dejo su porción de comida y me acomodo con la mía en frente de él.
—Bien, ya me mando un correo con una nueva publicidad para que apruebes —digo.
—Ok, reenvíame el correo —pide y comenzamos a comer en silencio.
Cada tanto levanto la mirada y él ya me está mirando, todo el almuerzo siento su mirada en mí. Terminamos de almorzar y mientras yo recojo y coloco todo en el lavavajillas él se concentra en su celular.
—No tienes clientes para tu consulta hoy? —pregunto porque en su agenda no vi ningún turno y me pareció raro.
—No, los días como hoy no atiendo —dice levantando la mirada.
—Oh, bien —asiento—. Vuelvo a mi trabajo.
—Bien, mándame un correo con los pacientes que me toca atender mañana junto con sus historias clínica —pide—. Vas a ver que en el sistema están las historias clínicas con un numero cada una, junto a cada nombre pon su número y mándame el correo para que lo revisé en mi apartamento.
—¿Porque no aquí? —pregunto, el me mira por un momento.
—Hay mucha... gente —duda y luego dice eso y me deja pensando.
—Siempre hay mucha gente —digo.
—Si, pero por lo general son hombres, cuando vienen mujeres yo no bajo —dice confirmando que su departamento está en algún lugar de este complejo—. Tercer piso —agrega como leyendo mis pensamientos.
—Mmm... ¿Que tienen las mujeres? ¿Te acosan? —pregunto divertida, pasándome un poco de la raya.
—No, pero no las soporto —dice con un tono más frio que un iceberg.
—Pero yo soy mujer —balbuceo.
—Lo sé, mi excepción —dice con un tono diferente, como de anhelo.
—¿Tu excepción? —juro que mi boca tiene vida propia.
—Si —afirma y su gran cuerpo me coloca entre la pared, acorralándome—. Es raro, no sé qué pensar al respecto, pero solo quiero ver más —susurra tan cerca de mí, mira mis labios y vuelve a mis ojos.
Siento que mi corazón late desbocado, estoy tan pegada a la pared que parece que me estoy fundiendo. Miro sus labios y necesito sentirlo más cerca. Parece adivinar mis pensamientos porque se aleja.
—¿Ya viste demasiado? —pregunto viendo cómo se aleja.
—Por hoy, si —dice sin voltearse mientras sigue el camino y luego lo pierdo de vista.
Me quedo petrificada hasta que la respiración alocada de mi pecho se calma y solo entonces puedo llegar a mi oficina y hacer lo que me pidió antes de irse.
A la hora de salida tomo mi bolso y me dirijo a la salida del gimnasio. Veo a Laura que está dando instrucciones a una mujer mayor. Me saluda, pero me pide que me quede un momento.
—¿Sofí, tienes un momento? —pregunta.
—Si —digo y me indica una esquina que permanece vacía.
—¿Hablaste con mi hermano? —pregunta.
—Si, a la hora del almuerzo vino a almorzar conmigo como lo lleva haciendo desde que estoy aquí —ella me mira con asombro y luego sonríe.
—¿Desde que estas aquí almuerzan juntos? —pregunta, afirmo—. Eso es bueno. ¿Te comento algo?
—¿Algo como qué? —pregunto.
—Sobre porque no viene un dia como hoy —responde.
—Si, pero no dio muchas explicaciones —corroboro—. Me hizo sentir rara —admito.
No todos los días viene un hombre sexi como el y te dice que eres la excepción.
—Supongo que con el tiempo te dirá más, pero quiero decirte que me pone feliz que este saliendo del pozo en el que estaba gracias a ti —dice, me abraza y me despide para volver con la mujer mayor que ya está solicitando nuevamente su ayuda.
No sé cómo sentirme al respecto, pero no puedo evitar sentirme especial. Justamente como él había dicho anteriormente. Aunque también me siento super confundida.
¿Que se supone que significa eso?
Llego a mi casa y luego de una cena rápida y tranquila me vuelvo en mi sofá para ver un capítulo de la serie que estaba viendo.
Tres horas más tarde y maldigo al mundo asiático por entretenerme de tal manera que pierdo la noción del tiempo y me dirijo a mi habitación para descansar y rogar no quedarme dormida.
Gracias a la triple programación de alarmas, logro no quedarme dormida. Eso no quita que llegue con un sueño que me patea y un humor endemoniado.
—Buenos días —me saluda mi gruñón.
—¡Que tiene de bueno! —respondo invirtiendo el papel de gruñona.
—¡Opa! ¿Mala noche? —pregunta.
—Quete —gruño.
—¿Quete? —pregunta él y lo fulmino con la mirada.
—Que te importa —suelto, en este momento es mi profesor de gimnasia no mi jefe por lo que me puedo permitir gruñirle.
Se ríe por mi respuesta.
—¿Quieres saber cómo te puedo quitar lo gruñona? —pregunta mirándome desafiante.
—¿Como? —un temblor me recorre porque lo primero que pasa por mi mente, tiene mucho que ver con trabajo cardio intensivo.
—Bueno... —me mira divertido por un momento— yo creo que la mejor manera es haciendo ejercicio al aire libre —expresa y me quedo mirándolo como si me estuviera contando un chiste.
—¿Que? —pregunto cómo tonta, sin encontrarle la gracia.
—Vamos a hacer ejercicio fuera —señala y toma mi bolso—. Ya verás como te sientes mejor después.
—Yo preferiría...
—No sea testaruda, ahora vamos —abre la puerta de calle y me quedo mirándolo como si realmente se hubiera vuelto loco.
Luego toma mi mano logrando que un escalofrío recorra todo mi cuerpo y tira de mi hacia el exterior.
—Sabes que no podre seguirte el ritmo —me quejo.
—Ya verás que sí, anda hermosa —pide mientras comienza a trotar a mi alrededor y yo increíblemente hago lo que me dice solo porque me dijo hermosa.
No puedo creer lo fácil que soy. Un alago y ya me tiene comiendo de su mano.
Lo mejor de trotar a esta hora de la mañana es que no hay mucha gente que me vea sudar como puerco en matadero. Me alienta y me hace reír con sus ocurrencias mientras me hace hacer diferentes ejercicios en la plaza que está cerca del gimnasio.
—Vemos hermosa, tú puedes —me anima a correr otra cuadra más, mientras siento que mi lengua toca el pavimento.
—No me digas eso... —balbuceo casi sin aliento.
—¿Por? —pregunta con interés divertido.
—Que descarado —me rio inevitablemente mientras sigo trotando a su lado o eso trato—. Me puedo llegar a creer tú piropos —digo y él se voltea para correr mirándome a la cara.
—Eres hermosa, no es un piropo —dice y luego vuelve a su posición inicial dejándome ver su espléndida espalda.
El sudor deja una V marcada en su musculosa que termina en la cintura de su pantalón de deporte, acentuando la redondez de su trasero.
—Dan ganas de morderlo.
—¿Qué cosa? —pregunta y me sonrojo al percatarme que lo pensé en voz alta.
—No doy más —digo viendo que ya estamos cerca.
—¿Una carrerita? —pregunta como si tuviera oportunidad de ganarle— El que gana le da un masaje al otro —ofrece como si fuera la cosa más inofensiva del mundo, prendiendo en mí el deseo de ganar, aunque sea una vez, algo en esta jodida vida.
—Hecho —digo y aminora la marcha para que lo alcance.
—Bien, ¡Ya! —dice sin darme tiempo a reaccionar, dejándome atrás.
—¡Tramposo! —me quejo poniendo todas mis fuerzas en el último tramo, tratando de pasarlo.
Llegamos al gimnasio siendo la perdedora, sudada como nunca en mi vida, pero con una sonrisa que cubre toda mi cara.
—Viste que lograría alegrar tu dia —alardea y entramos al gimnasio.
—Si, pero perdí por lo que te has ganado un masaje —gruño.
En realidad, estoy muy complacida de tener que darle un masaje. Tener mis manos en ese monumento es algo que merece todo el reto perdido.
—Lo siento cariño, pero la prenda era al revés —dice y me mira como si fuera un león y yo su jugosa presa.
¡Hay caramba!