Julia jamás se imaginó lo caprichosa de la vida aquella noche. Un grupo de borrachos la persiguen, se esconde en el auto de un extraño provocando su ira. Como cereza del pastel, presa del miedo se lanza a los brazos de aquel hombre que sin saberlo convertirá su vida en un carrusel de descontrol. ¿Quieres saber en que termina? Entonces sumérgete en este intrigante relato, en donde los caprichos del destino están a la orden del día.
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Capitulo 2
¿Fortuna o infortunio?
No podía ni siquiera moverme aun de mi sitio, inmersa en esa mirada intensa de subyugación y silencio inquietante. De repente salí de esa hipnosis al escuchar como el grupo se acercaba buscándome con ahínco, el terror me embargo de nuevo, desesperada mire aquel hombre de nuevo y una idea fugaz paso por mi mente, el grupo pareció identificar el auto acercándose lentamente hacia él, y sin miramientos me lance a sus brazos para luego besar aquellos cálidos labios de aquel extraño. Aquel beso estaba lleno de reticencia al inicio por su parte, cerré mis ojos e insistí en seguir atrapando sus labios con más intensidad impidiéndole que me soltara, como un salvavidas en mar abierto. Deslicé mi mano por su nuca sintiendo como empezaba a volverse reciproco aquel beso, su respiración empezó a volverse rápida, y jadeos impulsivos salieron de su boca, sentí su mano posarse en mis caderas, acelerando mi corazón, sus movimientos eran torpes, como si no estuviera en sus cinco sentidos, pero el miedo no me dejaba pensar con claridad.
—Fuera… de… Aquí… —propino alejándome con cólera cuando le di tiempo a soltar sus labios, me miro con tanta rabia que sentí que el mundo se me venía encima. ¿Me estaba rechazando?
¶
Estaba igual o más sorprendido que el señor Mendoza al ver como esa chica entraba en el auto y lo besaba sin su consentimiento, como podía tener la osadía de siquiera meterse en el auto de una de los magnates más importantes de los Ángeles. ¿Es que acaso no se había dado cuenta de quién era? Quien es su sano juicio tendría siquiera la valentía de enfrentar al señor Mendoza, ni siquiera yo su chofer de años podía dirigirle cinco palabras sin que su mirada dominante me aplacara.
—Fuera… de…. Aquí… —oí que propino con dureza el señor Mendoza, mire por el espejo retrovisor como el extraño grupo de jóvenes borrachos que recorrían en una extraña actitud, ahora golpeaban el auto propinando insultos hacia la mujer. Seguramente estaban tan atontados en alcohol como para no darse cuenta del auto que estaban golpeando, con rapidez me aparte de aquella desconcertante escena de la mujer, y me baje del auto para acatar las órdenes del señor Mendoza.
—¿Qué creen que están haciendo? Sabéis de quien es el auto que están golpeando —los tipos parecían estar buscando a la chica, me miraron y luego miraron con rapidez el auto reculando con miedo. Uno empujo al otro para advertirle y dijeron.
—Olvídalo… fíjate bien, esa es la mujer de los Mendoza. —Se miraron entre sí, y rebulleron como cucarachas despavoridas.
¶
Inerte por sus contundentes palabra y mirada penetrante, me percate de su respiración descontrolada y su excesiva sudoración, este hombre no estaba bien, y más que excitado quería matarme. Los fuertes golpes insistentes de aquel grupo me hicieron saltar, el chofer del que hasta ahora me percataba de su presencia, salió amenazándolos con una frase que se quedó revoloteando en mi cabeza, los chicos parecieron palidecer al escuchar aquel apellido, Mendoza. Reconociendo su error cuando y cuando estuvieron a punto de irse asustados. De repente tomo mi muñeca con fuerza, le mire desconcertada y propino con la quijada tensa.
—¡Te dije que te fueras! —miré fuera del auto viendo como los tipos volvían escuchando lo que me había gritado el tal Mendoza ese, dándose por enterado del teatro que había creado, el miedo de nuevo me atrapo negando incrédula al ver como volvían a acercarse.
—¡Bájate!