*Actualizaré diariamente*
Noah, es un cirujano cardíaco, que vive su vida sin preocupaciones, tomando el sexo como una herramienta para disfrutar en lugar de una muestra de afecto. Es entonces que conoce a alguien que le hace cambiar su forma de ver el amor y la vida.
*Atención, está es una historia "Yaoi" ”Ga1s" si no te gusta este género, por favor, no sigas adelante y no hagas comentarios agresivos sobre este género, gracias ❤️
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Capítulo 1- El Doctor Prada.
El corazón, ese órgano vital, pequeño pero poderoso, es capaz de cosas sorprendentes. Apenas del tamaño de 3/4 de un puño, tiene la fuerza suficiente para bombear entre 4.7 y 5.7 litros de sangre por minuto. Suena increíble, pero lo hace unas 72 veces por minuto, sin descanso. Si una persona vive en promedio 66 años, su corazón habrá latido alrededor de 2.5 millones de veces. Un músculo que funciona de forma autónoma, sin control consciente, manejando impulsos eléctricos que lo hacen latir constantemente. Es fascinante cómo este órgano también se ha entrelazado con historias de amor, pero el doctor Noah Prada lo veía desde una perspectiva diferente.
Noah salió de la sala de cirugía, dejando atrás un trasplante de corazón exitoso. Mientras se limpiaba el sudor de la frente, uno de los enfermeros que había estado presente se le acercó con cierta timidez.
— Doctor Prada, la reunión del departamento está programada para esta tarde —le informó, intentando no interrumpir su proceso de relajación.
— ¿Ah, sí? —respondió Noah con una leve sonrisa, su mente aún en la cirugía—. Gracias por recordármelo.
Su trabajo era todo menos rutinario. Cada día traía un nuevo reto, un nuevo caso que le absorbía toda su energía, pero a cambio le ofrecía una estabilidad económica envidiable. El hospital estaba a solo veinte minutos de su apartamento, y para su alivio, nadie parecía incomodarse por su orientación sexual. Aunque había rumores, él mantenía su vida privada lo más separada posible del trabajo. No hablaba mucho de sus asuntos personales y, aunque era consciente de las miradas que despertaba, nunca dejaba que aquello afectara su concentración. Su interacción con los compañeros se limitaba a saludos ocasionales y charlas superficiales junto al bebedero.
Después de cambiarse y ponerse la bata blanca que lo identificaba como uno de los cirujanos principales del hospital, Noah se dirigió a la sala de espera, donde los padres del joven al que acababa de operar lo aguardaban con ansiedad. Al informarles que la operación había sido un éxito, los rostros de ambos se iluminaron, y las lágrimas no tardaron en brotar.
Mientras les explicaba algunos detalles del proceso, Noah no pudo evitar notar las miradas furtivas de algunos enfermeros que, desde la distancia, mantenían una conversación en voz baja.
— Él es tan genial... —murmuró Erick, un enfermero de 27 años que solía perderse en sus pensamientos cada vez que veía a Noah.
Su compañero Camilo, que estaba a su lado, siguió la dirección de su mirada y esbozó una sonrisa resignada.
— ¿Estás hablando del Doctor Prada? —preguntó con un tono de burla—. Pero si es un hombre. ¿Acaso eres gay o algo así?
Erick lo miró de reojo, evidentemente molesto.
— ¿Y qué si lo soy? No es gran cosa en estos días —respondió, restándole importancia—. He oído que el destello de determinación en sus ojos mientras opera es de ensueño. Míralo... Tiene una mirada tan intensa. Si alguna vez me mira directamente, creo que me derretiría...
Camilo dejó escapar un suspiro antes de responder con seriedad.
— No te conviene involucrarte con él —dijo, bajando la mirada a unos papeles—. Dicen que el Doctor Prada no es precisamente alguien de relaciones serias. Muchos enfermeros han salido con él... pero nunca llega a nada. No es más que un jugador en ese sentido.
— ¿En serio? —Erick parecía más intrigado que antes—. Wow...
— Te lo digo en serio —continuó Camilo—. Si te acercas demasiado, te convertirás en uno de sus juguetes. Y aunque salir con chicos no sea tan serio como salir con chicas para algunos, cruzar esa línea solo te llevará a lastimarte. Además, —Camilo sonrió con malicia—. Aunque se acueste con cualquiera, probablemente tenga sus estándares.
Erick lo fulminó con la mirada mientras Camilo se alejaba, pero no pudo evitar preguntarse si realmente tenía alguna oportunidad con el doctor.
Noah, ajeno a la conversación entre los enfermeros, se encontraba en la cafetería del hospital, observando a través de la ventana. La tarde estaba tranquila, y apenas había unas pocas personas en el lugar. Una manzana descansaba en su bandeja, la única comida que había decidido tomar para el almuerzo. No le gustaba comer en exceso a esa hora del día, ya que prefería cenar ligero.
De pronto, una bandeja se colocó junto a la suya, y al levantar la mirada, vio a Dylan, un joven enfermero que le sonrió con cierta timidez.
— No te importa si me siento aquí, ¿verdad, doctor?
Noah sonrió con suavidad y negó con la cabeza.
— Adelante, siéntate. ¿Quién podría rechazar a alguien tan encantador como tú?
Dylan soltó una pequeña risa y tomó asiento.
— Vaya, siempre tan encantador, doctor —comentó, dejando que sus miradas se cruzaran por un momento—. ¿Eso es lo único que comerás? —preguntó, señalando la manzana y la ensalada que Noah tenía frente a él—. No parece suficiente para alguien con tu energía.
— Ya me acostumbré —respondió Noah, llevándose la manzana a la boca—. No me gusta sentirme demasiado lleno durante el día.
Dylan se inclinó ligeramente hacia él, reduciendo la distancia entre ambos.
— ¿Y qué tal los dulces, doctor? —susurró con un tono insinuante, acercándose aún más a su oído—. ¿Te gustan los pequeños y dulces descansos después del almuerzo?
Noah lo miró de reojo, masticando tranquilamente la manzana antes de responder.
— Con gusto —dijo, con una sonrisa apenas visible.
Minutos después, en una de las habitaciones privadas destinadas a los doctores, Noah tenía a Dylan contra la pared. El joven enfermero gemía de placer con cada embestida, sus manos aferrándose a los hombros de Noah mientras su cuerpo temblaba.
— Ah... No puedo... —gimió Dylan, su voz entrecortada.
Noah mordió suavemente el lóbulo de su oreja, susurrando con un tono provocador.
— ¿Qué es lo que quieres que haga? Vamos, muñeco, ruégamelo con esa hermosa voz que tienes...
Los gemidos de Dylan llenaron la habitación mientras Noah continuaba, intensificando cada movimiento hasta que el joven alcanzó su clímax. Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, recuperando el aliento. Luego, comenzaron a vestirse en silencio.
Dylan, mientras ataba los cordones de sus zapatos, intentó retomar la conversación.
— Parece que el doctor Edgar del departamento de pediatría será transferido a final de mes —comentó, sin mirar a Noah—. Están planeando hacerle una fiesta de despedida. Quizá podamos ir juntos, si no estás muy ocupado este viernes.
Noah, ahora completamente vestido, abrió la puerta de la habitación.
— Gracias por la invitación, pero creo que pasaré. No soy fan de las multitudes. —Hizo una pausa antes de añadir—. Y no me sigas ahora. Espera unos minutos antes de salir.
Dylan hizo una mueca, acostumbrado ya a los rechazos de Noah. El doctor salió de la habitación sin mirar atrás, sus pensamientos vagando mientras caminaba por los pasillos.
*¿Amar con el corazón?* —pensó Noah mientras sus pasos resonaban en el silencio del hospital—. *No, eso es estúpido. El dolor que sientes cuando las cosas no van bien... eso no es más que una reacción química. Un corazón roto es solo una respuesta del cuerpo al rechazo, un cúmulo de químicos que te hace sentir miserable. Pero una vez que entiendes cómo funciona, puedes evitarlo. Si no quieres ser presa de tus emociones, lo único que necesitas es tomar el control. Es mejor ser el cazador que el cazado.*
Noah sonrió para sí mismo mientras el eco de sus pasos se desvanecía en la distancia.