Sinopsis: "La Felicidades No Está Hecha Para Mí" es la desgarradora historia de un joven que lo pierde todo. Después de que su familia muriera en un trágico accidente automovilístico, su mundo se derrumba por completo. Sumido en la desesperación y el dolor, el joven lucha por encontrar un sentido a su vida. Sin embargo, en medio de su sufrimiento, el joven encuentra un rayo de esperanza cuando conoce a alguien que logra despertaren él un sentimiento que creía perdido: el amor. A medida que su relación avanza, el joven comienza a vislumbrar un futuro más allá del abismo de la tragedia. Pero la felicidad que parecía al alcance de su mano se ve truncada cuando, de forma inesperada, su nuevo amor es brutalmente asesinado. Devastado por este nuevo golpe del destino, el joven se enfrenta a la dolorosa realidad de que la felicidad tal vez no esté hecha para él.
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La Vida Antes De La tragedia
Capítulo 1: La Vida Antes de la Tragedia
Hoy es uno de esos días en los que me despierto con una sonrisa en el rostro. El sol se filtra a través de las cortinas de mi habitación, llenándolo todo de una cálida luz dorada. Estiro los brazos y exhalo profundamente, sintiendo cómo la pereza de la noche da paso a la energía del día.
Me levanto de la cama y me acerco a la ventana, contemplando el hermoso paisaje que se extiende frente a mí. Nuestra casa está rodeada de una vasta extensión de campos verdes, con algunos árboles dispersos y a lo lejos, las montañas que se recortan contra el cielo azul. Es un lugar idílico, tranquilo y alejado del bullicio de la ciudad, justo como a mí me gusta.
Sonrío al imaginar a mi familia despertándose también, listos para un nuevo día lleno de posibilidades. Puedo oír los pasos de mi madre en la cocina, preparando el desayuno, y los jugueteos de mis hermanos pequeños en el patio. Mi padre debe estar ya revisando los campos, asegurándose de que todo esté en orden para la época de cosecha.
Salgo de mi cuarto y me dirijo hacia la cocina, donde mi madre me recibe con un cálido abrazo y un beso en la mejilla. "Buenos días, mi amor", me dice con esa sonrisa que tanto me reconforta. Le devuelvo el gesto y me siento a la mesa, donde mi padre ya está leyendo el periódico mientras bebe su taza de café.
"¿Listo para otro día de trabajo en el campo?", me pregunta con una sonrisa. Asiento entusiasmado, pues disfruto mucho de las labores agrícolas. Desde que era niño, me ha fascinado todo el proceso, desde preparar la tierra hasta cosechar los frutos. Es una labor dura, pero saber que el resultado de nuestro esfuerzo alimentará a nuestras familias y a la comunidad me llena de orgullo.
Desayunamos juntos, entre risas y charlas sobre los planes del día. Mis hermanos más pequeños, Mateo y Lucía, nos cuentan emocionados sobre el juego que inventaron ayer en el patio. Mi madre les escucha atentamente, dándoles consejos y alentándolos a seguir explorando su creatividad. Yo me siento afortunado de tener una familia tan unida y cariñosa.
Una vez terminado el desayuno, me dirijo con mi padre al campo. Juntos revisamos que todo esté en orden, inspeccionamos los cultivos y preparamos las herramientas que usaremos durante la jornada. Mi padre me enseña nuevas técnicas y yo le ayudo con las tareas más pesadas, disfrutando de este tiempo a solas con él.
Trabajamos arduamente bajo el sol, pero el esfuerzo se ve recompensado cuando vemos cómo nuestros cultivos crecen y prosperan. Mi padre me sonríe, orgulloso de ver cómo me he convertido en un joven responsable y dedicado. Yo me siento igual de orgulloso de poder contribuir al sustento de nuestra familia.
Después de un breve descanso, regresamos a casa, donde mi madre y mis hermanos nos esperan con un almuerzo delicioso. Comemos juntos, riendo y compartiendo anécdotas sobre nuestro día. Lavo los platos junto a Lucía, mientras Mateo y mi padre se sientan en el patio a fumar un cigarrillo.
Por la tarde, decido ir a visitar a mi mejor amigo, Alex, que vive unas cuantas casas más abajo. Él también trabaja en los campos con su familia, así que entendemos perfectamente nuestras rutinas y nos apoyamos mutuamente. Charlamos por un rato, comentando nuestros planes para el fin de semana. Quizás podamos ir juntos al pueblo a visitar la feria.
Cuando regreso a casa, mi madre me recibe con una taza de té caliente y galletas recién horneadas. Me siento a su lado en el porche y disfrutamos del atardecer juntos, hablando de todo un poco. Le cuento sobre mi visita a Alejandro y ella me sonríe, feliz de ver que mantengo una amistad tan cercana.
Poco a poco, el cielo se tiñe de naranjas y rosas, hasta que finalmente la noche cae sobre nosotros. Mi padre enciende las luces del patio y mi madre llama a mis hermanos para la cena. Nos sentamos alrededor de la mesa, degustando el delicioso estofado que ha preparado. Conversamos animadamente, riendo y compartiendo nuestras experiencias del día.
Después de la cena, me dirijo a mi habitación para prepararme para dormir. Me asomo por la ventana una vez más, contemplando las estrellas que brillan en el cielo nocturno. Me siento afortunado, rodeado del amor de mi familia y viviendo en este hermoso lugar. No puedo evitar sonreír al pensar en lo feliz que soy.
Me acuesto en la cama, sintiendo cómo el cansancio del día me invade. Cierro los ojos, deseando que mañana traiga más momentos como estos, llenos de amor, risas y tranquilidad.
Sé que no todo será perfecto, que habrá días difíciles y desafíos que enfrentar. Pero con mi familia a mi lado, sé que podremos superarlo todo. Son mi mayor tesoro y la razón por la que soy tan feliz.
Mientras me dejo llevar por el sueño, una última sonrisa se dibuja en mi rostro. No puedo imaginar que mi vida pueda cambiar tan drásticamente en tan solo unas horas. Ojalá pudiera quedarme para siempre en este momento de completa dicha y serenidad.