Viaje A Suruga

Viaje A Suruga

I

—Debe servir el té de esta manera, princesa. Debe ser delicada al hacerlo, sobre todo si se trata de su esposo —Chari escuchaba cada palabra, pero no prestaba atención. No le importaba en lo más mínimo aprender como atender a un hombre, menos si se iba a tratar de su dichoso esposo. Ella no quería ser una princesa, ni hacer ninguna de las cosas que le obligaban a hacer como aquello.

Se preguntó por un segundo que clase de hombre había escogido su padre para venderla, o si lo habría hecho ya. En cualquier caso, estaría en total desacuerdo con el hombre con el que se tendría que atar para el resto de su vida.

De repente, Sugano, la concubina encargada de convertirla en una “señorita digna de casarse”, tuvo que retirarse de la habitación. Chari aprovechó para apartarse del kotatsu y acercarse a la ventana. Desde allí, podía ver a unos cuantos soldados entrar al palacio en fila. Uno de ellos, un poco más atrás que los demás, levantó la vista hacia la ventana donde se encontraba ella, dándole la impresión de que la estaba mirando, pero el soldado rápidamente apartó la mirada y se apresuró a entrar con los demás. Seguramente son los nuevos carceleros que su padre había conseguido para mantenerla recluida en el palacio. Desde que la guerra contra el imperio chino comenzó, su padre no dejaba que Chari saliera del palacio siquiera para ir al jardín, por lo que la joven solo podía ver la luz del sol desde la ventana. La princesa estaba harta de que su vida sea así, de que su padre la tratase así. Decidió, de repente, que quería salir del palacio, al menos por unos instantes, sentir el sol y que era medianamente libre.

Se acercó rápidamente a la puerta y escuchó unos instantes; las concubinas suelen ser bastante ruidosas si no está su padre cerca, por lo que las escucharía hablar si estuvieran allí. Para su fortuna, parecía no haber nadie en el pasillo, así que, deslizó lentamente la puerta y se asomó, el pasillo estaba vacío. Esbozó una pequeña sonrisa y salió de la habitación. Caminó con cautela hasta el final del pasillo y se detuvo en la escalera; Chari podía escuchar la voz de Sugano retumbar abajo. La joven soltó un suspiro pesado, resignándose a que se tendría que quedar allí encerrada, pero la resignación se esfumó cuando escuchó que la voz de la concubina se alejaba.

—Es mi oportunidad —susurró y bajó rápidamente las escaleras, deteniéndose a dos escalones de llegar al pie. Miró la sala con atención, agudizando el oído lo más que podía. No quería toparse con Sugano por error, ni con ningún sirviente a poder ser; ninguno que la delatara con Sugano o su padre.

La princesa cruzó rápidamente la sala que se encontraba frente a ella y dobló a la derecha en el otro pasillo. Levantó su kimono y corrió hasta la siguiente sala intentando no hacer ruido.

Por fin, llegó a la sala donde su padre solía recibir invitados. Deslizó lentamente la puerta y salió igual de lento. Se quitó los tabi y bajó al jardín, sin importarle que estuviera descalza. Respiró profundo y cerró los ojos unos instantes. Se alejó de la sala para que no la vean desde dentro, o al menos para intentar que no lo hagan; realmente necesitaba disfrutar el aire libre unos instantes.

Intentó alejarse lo más que pudo en el gran jardín imperial. Se alejó de las concubinas y la mayoría de los sirvientes que pululaban por el palacio. Se sintió relajada cuando vio que lo había dejado un poco atrás.

Mientras ella paseaba, Sugano se dedicaba a enviar a las demás concubinas y a los sirvientes a buscarla. Si la encontraban antes de que el Emperador se diese cuenta, no recibiría un castigo; ninguno de ellos lo recibiría si lograban encerrarla nuevamente en el palacio, como el Emperador quería.

La buscaron por su cuenta por más de una hora hasta que Sugano decidió informarlo al Emperador, quien, luego de una reprenda hacia sus sirvientes, envió a unos cuantos guardias a recorrer los jardines en busca de su hija.

Chari siguió caminando, alejándose cada vez más por el gran jardín que rodeaba el palacio, ignorante del revuelo que había provocado con su pequeño paseo. No tardaron en encontrarla y arrastrarla hasta delante de su padre, éste la miró con severidad, luego paseó la mirada por los guardias y volvió a mirar a su hija.

—¿Qué hacías afuera? —preguntó seriamente, pero Chari no tenía ganas de hablarle, ni siquiera de estar en su presencia—. ¡Te he dicho que no salieras! —se acomodó en su trono—. Como parece que no entiendes lo que digo, estarás vigilada. —la princesa levantó rápidamente la vista hacia su padre, pero él ya no la miraba, se encontraba meditando cuál de sus guardias sería el mejor.

Luego de unos instantes, se decidió por fin por uno de los muchachos. Lo señaló, Sugano rápidamente se acercó a él e hizo que se sentase junto a la princesa.

—Tú te encargarás de que mi hija no salga del palacio. Serás su niñero todo el día, no la dejarás ni un segundo sola. —el Emperador miró a su hija—. Ahora no podrás desobedecerme. Ahora vete a tu cuarto y tú, —se dirigió hacia el guardia—, irás con ella y te quedarás fuera de su habitación —hizo un ademán con la mano, Chari se levantó seguida por su nueva sombra.

—Lo que me faltaba. —gruñó la princesa—. Estoy encarcelada y con un niñero —miró por encima de su hombro al muchacho que la seguía con la mirada clavada en el suelo. Chari soltó un suspiro pesado, volviendo su vista al frente.

Cuando estuvieron frente a la habitación de la princesa, ella entró, mientras que su guardia se quedaba en el pasillo junto a la puerta. Chari se acercó a la ventana frustrada; realmente odiaba estar en ese maldito palacio, rodeada de gente que quería convertirla en algo que ella no deseaba, para terminar siendo un objeto que su padre, tarde o temprano, regalaría a un hombre. Se recostó en el futón y miró al techo, no tenía mucho que hacer ahora que todos los sirvientes la enviarían a su cuarto ni bien la viesen caminando por el palacio.

—Bien, ahora no puedo hablar con nadie más que conmigo misma y las paredes. —se frustró aún más. Debería buscar algo para hacer mientras durase su castigo, sino se volvería loca allí dentro sin siquiera hablar con Sugano—. Hasta me gustaría hablar con Sugano ahora mismo —reconoció la princesa.

Las horas pasaron tan lentas que Chari podría haber jurado que estuvo encerrada una semana entera. Al fin la habían ido a buscar para que cenase con su padre, como la mayoría de las noches. Su guardia personal la escoltó hasta el comedor, donde ya se encontraba su padre sentado.

El Emperador solo se dedicó a comer sin prestarle mucha atención a su hija. De todas maneras, Chari no tenía muchas ganas de hablarle hoy, por lo que le importaba poco que no le prestase atención. Cuando su padre terminó de cenar, se levantó de la mesa y se retiró junto con las concubinas dejando a su hija cenando con su alma y su nuevo niñero. La princesa terminó de cenar, se levantó de la mesa, percatándose de la presencia de éste, lo miró unos instantes en silencio.

—¿Vas a seguirme por todas partes? Estaba con mi padre, no podría ir a ningún lado —el samurai asintió con la cabeza sin mirarla.

—Son mis órdenes, princesa, no debo dejarla sola nunca —ella bufó ante la respuesta mecanizada de su niñero.

Decidió no hablar más con él; no le serviría de nada que le hable como todo los demás sirvientes: respuestas copiadas directamente de las palabras de su padre. La princesa enfiló hacia la escalera en dirección a su cuarto, mirando, cada tanto, a su sombra por encima de su hombro.

—¿Por qué solo miras el suelo? No necesitas tanto protocolo conmigo como con mi padre —dijo vagamente, como si fuera que se hablara a sí misma y no con su guardia. Una vez frente a su habitación, se detuvo y lo miró, el guardia seguía con la cabeza a gachas, soltó un suspiro pesado y entró a su cuarto. Tal vez, si debía pasar tanto tiempo con él, sería bueno comenzar a hablarle; tal vez no se sentiría tan sola.

 

Al salir de su habitación temprano por la mañana, se percató de la presencia de su guardia.  Él se encontraba sentado en el suelo junto a la puerta, parecía dormido aún, así que aprovechó para salir sin hacer ruido, pero de poco le sirvió cuando él levantó la cabeza para mirarla. La princesa no tuvo más que detenerse soltando un suspiro.

—Supongo que mi castigo sigue en pie y no me dejarás sola. —soltó otro suspiro mientras que el guardia se limitaba a asentir con la cabeza—. Bueno… Si vas a ser mi sombra, deberíamos hacerlo un poco más llevadero para ambos, niñero. —él solo se le quedó mirando sin decir absolutamente nada—. Dime tu nombre, así sabré como llamarte si necesito que me ayudes —le dedicó una pequeña sonrisa.

—Sakine Shun —contestó el guardia, Chari sonrió; al menos ahora sabría como llamar a su nueva sombra mientras ésta tenga ordenes de quedarse con ella. Luego de la breve conversación, la princesa se dirigió al comedor, donde una de las concubinas la esperaba para servirle el desayuno.

—Sírvele a Sakine también, estoy segura de que aún no ha desayunado —la concubina se limitó a obedecer. Luego de servirle el desayuno a la princesa, le sirvió a Shun, quien se encontraba sentado a las espaldas de Chari.

Cuando la princesa y su escolta terminaron de desayunar, la concubina se llevó las cosas dejándolos solos. Chari se quedó sentada en la mesa completamente en silencio; ahora que no podía salir del palacio y que tenía un niñero para cerciorarse de que no lo hiciese, no tenía mucho que hacer hasta que Sugano fuera a buscar para alguna otra lección.

De repente, Chari se levantó y comenzó a caminar hacia la biblioteca, Shun la siguió hasta allí y se sentó en el suelo cuando vio que la princesa tomaba uno de los libros. Ella se sentó en frente al kotatsu colocando el libro en él, pero antes de hacerlo, le dirigió una mirada a su guardia.

—¿Has leído “El relato de Genji”? —le preguntó la princesa con una pequeña sonrisa, su guardia negó con la cabeza.

—No sé leer —bajó aún más la cabeza avergonzado.

—¿No sabes? —negó con la cabeza—. Entonces te enseñaré —Shun alzó la vista a ella rápidamente, pero la bajó igual de rápido. Por su parte, Chari se levantó, tomó otro libro y se acercó a él—. Podemos empezar con esto. Es para niños, te será fácil aprender con este —Shun permaneció con la cabeza a gachas.

—No debe hacer eso, princesa. Soy un simple súbdito, no debería aprender a leer o escribir —Chari hizo caso omiso a lo que decía su guardia y se sentó junto a él—. Princesa… —protestó, pero no le hizo caso, abrió el pequeño libro que contenía una corta leyenda que ella había leído miles de veces cuando era pequeña.

Chari se pasó el tiempo que le quedaba hasta su clase con Sugano enseñándole a leer a Shun, quien, simplemente, se dedicaba a ver el esfuerzo que la princesa estaba haciendo por él; algo que realmente no debería hacer alguien de la realeza, o al menos con un simple sirviente.

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Comments

Yuki-lee

Yuki-lee

Muy buen comienzo y presentaciones de los personajes asi mismo como los signos de puntuación y viñentas me gusto bueno enisio de la Historia

2024-09-18

1

Elsa Elena Isasa

Elsa Elena Isasa

Excelente narrativa. Buen uso de los signos del dialogo y las acotaciones. En lo formal me parece el primer párrafo muy largo, los demás son adecuados. La temática versa sobre una princesa japonesa que seguro será obligada a casarse. Por ahora entabló amistad con su guardaespaldas. Éxitos 💞🇦🇷

2024-05-17

5

G. mᥱrᥴᥙrі᥆ᥲᥣᥱs

G. mᥱrᥴᥙrі᥆ᥲᥣᥱs

me cae mal el emperador, le voy a pegar :3

2023-04-10

4

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