—¿Bonita? —repitió la princesa, Shun no respondió—. ¿Te parezco bonita? —repitió sin recibir ninguna respuesta. Decidió no insistir más, puesto que su escolta se veía avergonzada. Se limitó a simplemente sonreír. Se acercó a ella y colocó su cabeza en su hombro—. Gracias, Shun —musitó aun sonriendo, como las veces
anteriores, no recibió respuesta, pero no le importó.
Se quedaron largos minutos en silencio. Shun analizando su estupidez, mientras que la princesa contemplaba el fuego recargada en el hombro de la guardia. Luego de unos cuantos minutos, Chari soltó un bostezo, comenzaba a sentirse algo cansada. Levantó la mirada hacia Shun, quien tenía la vista clavada en la entrada de la cueva.
—Shun. —la llamó, ésta solo asintió como respuesta—. ¿Me dejas sentarme en tu regazo? —la guardia la miró rápidamente arqueando una ceja—. ¿Me dejas? —Shun pensó unos segundos, para luego asentir y apartar sus brazos de su regazo con una sonrisa. La princesa se sentó en sus piernas como antes y se acomodó en su pecho, cruzando sus brazos por la cintura de ella a modo de abrazo—. Gracias —sonrió cerrando sus ojos. Como la vez anterior, Shun no sabía dónde colocar sus manos; no quería volver a cometer un error como el de antes.
—Soy una idiota. —pensó—. ¿Por qué dije algo como eso? —bajó la mirada hacia su protegida—. No es como que no me parezca bonita, pero debo mantenerme callada. Ella es una princesa, está completamente fuera de mi alcance —desvió la mirada hacia la entrada de la cueva, decidiendo abrazarla por fin. Chari, aún despierta, se acurrucó contra ella, para luego esbozar una pequeña sonrisa.
Shun permaneció despierta toda la noche, vigilando que no entrasen animales que las pudiesen atacar o algún soldado registrando la zona en busca de japoneses. Por la mañana, cuando la lluvia había cesado y las nubes dejaban pasar algún que otro rayo de sol, bajó la mirada hacia Chari, quien seguía dormida plácidamente abrazada a ella. Shun no pudo evitar que una sonrisa asomara en su rostro. Le apartó suavemente un mechón de cabello de la cara, para luego posar la mano en su mejilla y acariciarla igual de suave que antes; no quería despertarla y que la descubriera.
Luego de un rato, Chari despertó. Levantó la mirada hacia su guardia, que se encontraba distraída mirando quien sabe qué. Apartó sus brazos de la cintura de Shun y se restregó los ojos un poco amodorrada. Se colocó boca arriba como si fuese una niña pequeña y la miró, recibiendo la mirada de su escolta.
—Buenos días, princesa —la saludó cariñosamente, mostrándole una sonrisa algo cansada.
—Buenos días. —le devolvió la sonrisa, para luego volver a cerrar los ojos—. No me llames princesa, Shun —la nombrada sonrió al escuchar el regaño adormilado.
—¿Tienes hambre? —la princesa asintió con la cabeza sentándose.
—Quiero ir contigo a buscar comida. —abrió los ojos y la miró—. Quiero salir a caminar —Shun desvió la mirada hacia la entrada, desde allí podía ver el barro que se había cumulado gracias a la intensa lluvia.
—Te ensuciarás, será mejor que te quedes aquí —la princesa negó rápidamente, se levantó, tomó su abrigo y se lo colocó, que había dejado sobre una roca, luego la miró y sonrió.
—Vamos.
Notando que la princesa no cambiaría de idea, Shun decidió simplemente asentir y levantarse. La guardia se calzó rápidamente la armadura, ató sus armas a su cintura como siempre y salieron.
—Parece que volverá a llover —comentó la princesa levantando la vista hacia el cielo.
—Tendremos que apresurarnos entonces.
Pasaron más de una hora dando vueltas por los alrededores hasta que encontraron algunas bayas, las cuales Chari recogió, mientras Shun simplemente vigilaba que nada la pusiese en peligro.
—Mira, Shun, —se acercó a ella—, tengo suficientes para que comamos ahora. —dijo con una sonrisa en el rostro, tomó un puñado y se los llevó a la boca, manchándose con estos las comisuras de los labios. Shun sonrió al verla, acercó su mano a su rostro y limpió sus comisuras con el pulgar—. ¿Quieres? —preguntó ignorando completamente la acción de su guardia, acercó unas cuantas bayas a su boca, Shun se quedó observándola unos instantes sin darle una respuesta—. Pruébalo —abrió la boca prácticamente sin darse cuenta. La princesa le dio a probar en la boca las bayas, las cuales no había prestado atención en absoluto, simplemente se quedó observándola, aprovechando la cercanía que tenían. Bajó su mirada hacia los labios de la princesa que se curvaban en una sonrisa.
—Contrólate.—se dijo—. Es tu protegida —desvió la mirada del rostro de Chari.
—¿No te han gustado? —inquirió su protegida de manera un tanto infantil.
—No he dicho eso. —contestó apartándose de ella y dirigiéndose hacia donde se encontraban las bayas—. A ti te gustan mucho, ¿verdad? Podemos llevar más —comenzó a cortar más frutos, logrando juntar una gran cantidad rápidamente.
Luego de juntar las bayas, volvieron a la cueva. Chari cortó la parte inferior de su kimono y colocó las bayas en el trozo de tela, Shun la miró, pensando en lo que le diría el Shogun cuando la viese con el kimono rasgado, pero no dijo nada; se limitó a apartar aquel pensamiento de su cabeza y desayunar junto con la princesa.
Por la tarde, después de haber almorzado un par de liebres que Shun había conseguido cazar, ambas se sentaron en la entrada de la cueva. Hacía unos minutos había comenzado a lloviznar nuevamente, por lo que, aquél día tampoco seguirían camino. De repente, Chari tomó la muñeca de Shun, levantó su brazo y lo cruzó por sus hombros, haciendo que ésta la abrazase.
—¿Te molesta? —preguntó levantando la mirada hacia su guardia, ella negó con la cabeza sin mirarla; no se atrevía a hacerlo, continuaba teniendo aquellas ganas de besarla. Chari la miró unos instantes sin comprender por qué su guardia algunas veces no quería siquiera mirarla. ¿Le molestaría la cercanía? ¿Se lo diría? Shun realmente no hablaba sobre lo que le molestaba, no le había escuchado quejarse en lo que llevaban de viaje, o no de ella al menos. Infló las mejillas, desvió la mirada y soltó un suspiro. Por su parte, Shun luchaba con su cabeza y sus pensamientos.
—¿Es que realmente lo hace porque soy la princesa? Tal vez simplemente siente que debe hacer lo que yo quiero —miró la llovizna con un dejo de tristeza; tal vez solo está siguiendo órdenes implícitas.
De repente, Shun la acercó un poco abrazándola, ésta vez la tomaba de la cintura en lugar de los hombros. La princesa se sintió confundida ante esta acción por parte de su escolta, pero decidió ignorar lo que había estado pensando y aceptar el abrazo que le daba su guardia.
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No recordaba cuando se había quedado dormida, solo que se encontraba sentada junto a Shun mientras ella la abrazaba. Ahora, se encontraba más o menos igual, solo que ahora ambas se encontraban acostadas en el suelo. Shun aún estaba dormida. Sonrió sin poder evitarlo al verla, pensó que se veía linda cuando se encontraba así de tranquila, pero no se detuvo mucho a mirarla. Se sentó y miró hacia afuera, el sol comenzaba a caer y las estaba dejando a oscuras.
Desvió la mirada hacia la pila de ramas hechas casi cenizas en un círculo de rocas, luego miró hacia la pila de ramas que había traído Shun para que se secasen y prender una nueva fogata, o avivar una. Se acercó al montón, tomó unas cuantas, las colocó sobre las casi carbonizadas ramas de la fogata anterior y tomó un par de piedras; había visto como su guardia encendía las fogatas. Chocó las rocas, pero, a pesar de que soltaron unas pequeñas chispas, no logró encenderla, solo logró despertar a Shun.
—¿Chari? —la princesa no le prestó atención—. Yo lo haré. —se incorporó y se acercó a ella, pero Chari volvió a intentar ignorándola totalmente. La guardia, lejos de molestarse, se sentó detrás de ella y tomó sus manos—. Mira, —dijo—, puedes hacerlo de ésta manera. —golpeó con fuerza las dos rocas haciendo que unas cuantas chispas saltaran logrando llegar al montón de ramas, pero sin encenderlas—. Inténtalo. —soltó sus manos, la princesa asintió y golpeó de una vez las piedras, logrando que unas cuantas chispas saltaran hasta las ramas encendiéndolas—. Aprendes rápido —Chari la miró, ella simplemente le sonrió.
—Gracias, Shun. —ésta negó con la cabeza—. Lamento haberte despertado con esto —la guardia volvió a negar con la cabeza.
La princesa dejó las rocas de lado y la miró, recibiendo nuevamente una sonrisa por su parte. Chari reparó en los rasgos de Shun; la había observado antes, pero, cada que lo hacía, no podía apartar la mirada de ella. Por su parte, la guardia se encontraba en las mismas, aunque siempre terminaba observando los labios de su protegida y luchando con las ganas de besarla.
De repente, un rayo hizo que se sobresaltaran volviendo a la realidad. Shun desvió rápidamente la mirada hacia la entrada de la cueva y rogó que no hubiera caído en algún árbol cercano y lo prendiera fuego, o tendrían que volver a caminar debajo de la tormenta. La guardia se apartó de la princesa y se acercó rápidamente a la entrada de la cueva, observó unos segundos los alrededores, salió unos instantes, observó nuevamente y volvió dentro, algo mojada por la copiosa lluvia, miró a Chari; gracias a la pequeña distracción, Shun logró relajarse un poco. Realmente se sentía tensa cuando simplemente se miraban en silencio. Se sentó del otro lado de la fogata, frente a la princesa y se dedicó a mirarla unos instantes. La distancia ayudaba a que reprimiera mejor el impulso de besarla, aunque le gustaba encontrarse cerca de ella. De repente, una ráfaga de viento frío entró en la cueva, haciendo que ambas se estremecieran. La guardia se levantó, se acercó al montón de ramas, tomó unas cuantas y las puso en la fogata, avivando el fuego. Luego, desvió la mirada hacia Chari, notó que temblaba, así que, se sentó detrás de ella y comenzó a frotar sus brazos intentando que recuperase el calor; no podía abrazarla, se encontraba mojada por haber salido minutos antes, humedecería su kimono y haría que sintiera aún más frío que en aquel momento.
Cuando por fin la ropa de Shun se secó, Chari se abrazó a ella en busca de calor. Luego de unos minutos, ambas se recostaron en el suelo, la princesa se encontraba dándole la espalda a su guardia, pegada a ella, disfrutando del abrazo de esta. En cuanto a la escolta, se encontraba utilizando su brazo a modo de almohada, mientras miraba el fuego, casi hipnotizada con este. Escuchaban la lluvia fuera, que se amplificaba más gracias al silencio.
—Shun, —la llamó repentinamente la princesa—, quiero preguntarte algo.
—Dime.
—¿Por qué evitas mirarme a veces? —inquirió, logrando hacer desaparecer cualquier rastro de sosiego en el cuerpo de Shun.
—Bueno… —comenzó a decir, pero no supo cómo debía continuar; no tenía mucha idea de que decir, o de como se lo tomaría Chari.
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