TRECE

Clarisa

Son casi las dos de la mañana, he estado observando cada diez minutos si el jefe ha vuelto a su habitación pero no hay señales de él y empiezo a preocuparme. Abro la puerta de mi habitación asomo la cabeza y nada, no está.

¿Y si la mujer esa le hizo algo?

O peor aún ¿Si regresó a la ciudad y me dejó aquí abandonada a mi suerte?

Sacudo la cabeza para deshacerme de todos esos malos pensamientos y salgo de la habitación, la primera opción que tengo es el restaurante, quizá se quedó a cenar o tal vez fué al bar; aunque no creo que sea posible, no creo que alguien como él sea de los que beben cuando están tristes.

Caminó con paso presuroso por el largo pasillo y a lo lejos veo lo que parece ser un pequeño accidente,  algún huésped se ha caído y no puede levantarse, otro señor trata de ayudarlo pero cae de nuevo y me acerco para intentar ayudar.

Cuando estoy a unos metros  distingo una figura familiar y siento una punzada en el pecho al ver de quién se trata, mi jefe está súper borracho, desaliñado y con sangre en la nariz y parte de su boca.

Siento pena de verlo de esa forma, quizá él no sea la persona más buena del mundo pero yo no podría ser tan cruel de dejarlo ahí.

— Déjelo yo me encargo, gracias — El señor que lo estaba ayudando asiente y se retira con su equipaje.

Tomo a mi jefe del brazo e intento hacer que se mantenga de pie pero es una tarea complicada, coloca todo su peso y casi lo tengo que llevar arrastrando por suerte estamos hospedados en la primera planta y no tengo que subir escaleras o usar un elevador.

Lo arrastro por el largo pasillo, de vez en cuando el coopera y logra caminar unos pasos haciendo que la tarea sea más sencilla.

Decido llevarlo a mi habitación, no se donde tenga la tarjeta de la suya y tampoco me apetece buscar en sus bolsillos. Cuando llegamos a la habitación lo sujeto del cuello para poder sacar la tarjeta de mi bolso, escucho que murmura algo que no logro entender y acto seguido me da un empujón.

Mi cara golpea contra el marco de la puerta y siento escozor en la mejilla.

— Maldición.

¿Porqué no solo lo dejaste tirado fuera de su habitación? Me regaña mi subconsciente y estoy de acuerdo con ello.

Tomo nuevamente de su brazo y cuando intento llevarlo hacia adentro el e desvanece cual hoja de papel.

¡Genial! Lo que me faltaba. Deposito su inerte cuerpo en la alfombra y me dirigo hacia el minibar para sacar una bebida fria que pueda poner en mi mejilla, me recuesto en la cama y cierro los ojos.

Despierto debido al ruido del exterior, no se en que momento me quede dormida y tampoco me importa, siento mi cuerpo cansado y me duelen un poco los brazos; no entiendo cómo en las películas lo hacen lucir tan sencillo, llevan un cuerpo lo entierran por ahí y luego se van corriendo como si nada.

Me incorporo y observo de reojo si mi jefe sigue ahí, y para mí desgracia sí.

— ¿Jefecito? — Pregunto en tono bajito y voz ronca, no obtengo respuesta y suspiro de alivio. Sigue inconsciente.

Salgo de la cama, busco mi móvil y aprovecho para revisar que el jefe siga respirando, son las siete de la mañana que horror. Tomo una ducha rápida, claro está con la puerta cerrada y el seguro puesto y me visto ahí mismo, dentro del baño.

Veo mi rostro en el espejo y ahogo un grito cuando veo mi mejilla con tonos morados y verdes.

¡Rayos! Parece que me dieron una bofetada.

¡Y una buena!

— Al menos no se inflamó — Trato de consolarme.

Vuelvo a la habitación y mi jefe aún no sé despierta, debe estar muy mal. Como no hay mucho por hacer mientras pasa el tiempo decido llamar a Lena y contarle lo de anoche, seguro que le interesará saber que él frío Alexander Ikannov si tiene corazón.

— ¿Clarisa? — Pregunta confundida, creo que la desperté.

— ¡Hola! Lena si soy yo ¿Quién más te llamaría de mi número tonta? — Bromeo y ella ríe.

— Lo lamento Clari, aún estaba durmiendo — ¡Lo sabía! — ¿Cómo te va en tu nuevo trabajo?

— Bien creo, anoche recibí un golpe en la mejilla. — Y justo cuando empezaba a contar el motivo me interrumpió.

— Espera ¡¿Qué?! ¡¿Ese infeliz te golpeó?! — Sus gritos hicieron que alejara la bocina de mi oido, cierro los ojos al darme cuenta del error que cometí.

— No Lena por favor escúchame no es lo que piensas, de verdad. — Intento calmarla pero ella está despotricando en contra de mi jefe.

— ¡No! Escúchame tú a mí, no tengas miedo, no me vengas a decir que él no tiene la culpa, que te lo merecías y bla bla bla, porque entonces voy y te golpeo la otra por ser tan tonta.

— De verdad no fué culpa suya, fué un accidente — Necesito que escuche lo que pasó, esta mujer es de cuidado e incluso yo le tengo miedo cuando está enojada.

— ¡Suficiente! — Su grito hace que de un salto del susto. — Vas a tomar el primer vuelo de regreso, te quiero aquí cuanto antes y no te preocupes Iván va a arreglar todo, vamos a demandar a ese desgraciado.

Quiero decir algo más pero veo que mi jefe se está moviendo cuál zombie en noche de terror, entro en pánico y exactamente no sé si es por lo que Lena me está diciendo o porque mi jefe escuche la conversación.

Cuelgo la llamada sin decir nada más y me apresuro a enviar un mensaje de texto para explicar la situación y evitar que cometa una locura.

Lena, en verdad no es lo que creés, anoche tuvimos una cena y él se encontró con un viejo amor, se emborrachó y me tocó llevarlo a su habitación... En el traslado perdí el equilibrio y me pegue contra la puerta.

¡No hagas una locura por favor!

¡Aborten misión!

Tengo la esperanza de que se calme en cuánto lea mi mensaje. Dejo el móvil por ahí y voy hacía donde se encuentra mi jefe para saber cómo está.

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