" calmate y enfocate", se instó a sí misma mientras Diego seguía sonriendo.
—Lo que me estás planteando podría desembocar en un desorden total —insistió, bajando la voz como si Boucer pudiera entenderla. Visualizaba el caos que aquel perro realmente podría causar en la casa cuando de repente, la idea que había estado esperando toda la velada se le ocurrió. Las ideas llegaban en su momento, no cuando uno quería.
—¿Qué pasa? —preguntó al ver que Diego fruncía el ceño. Bueno, me largo.
—No, espera —le detuvo Iones, decidida a poner en marcha su idea.
"¿Ya me extrañas?" —preguntó Diego con ironía.
"Para nada" —respondió Iones de manera cortante—. De hecho, no te apresures en volver. Eso hizo que Diego sonriera.
"Me encanta cuando las cosas salen bien" —declaró—. ¿Y a ti no? —añadió al ver que Iones apretaba los dientes para no responder—. Me tomaré mi tiempo para volver, por supuesto. Entiendo que necesites un momento para prepararte para mi regreso.
"¿Prepararme para tu regreso? ¿Quién te crees que eres? ¿El sultán de Dubai?" Lo dijo porque quería trabajar un rato y molestas.—aseguró Iones.
—Iones no lo tomes como algo personal –murmuró él –. Eres una chica muy aburrida. ¿Nos vemos después del gimnasio? –le preguntó mirándola de manera peligrosa.
–Sueño con ese momento –contestó Iones con sarcasmo. Vivir con un ligón no iba a resultar fácil, al menos le acababa de llegar gran idea. ¡Bravo! ¡Iones la publicista!.
Diego se obligó a concentrarse en su rutina de ejercicios, pero la imagen de Iones seguía rondando su mente, aumentando su frustración. No encontraba una solución clara: no podía deshacerse de ella por Helena ni traer a otras mujeres a casa con Iones presente. La tensión lo consumía mientras buscaba desesperadamente una salida a su dilema.
Cuando terminó su sesión de entrenamiento, Diego recogió a Boucer en la recepción del gimnasio, pero su ánimo no era el mejor. Después de un largo día, no tenía ganas de llegar a casa y encontrarse con el desorden habitual que Iones había dejado a su paso. La idea de ir a un hotel cruzó su mente, pero con Boucer era imposible. Así que su única opción era el ático de Helena.
Habría sido perfecto si no hubiera habido una inquilina inesperada en él. Diego se dijo que necesitaba establecer algunas normas claramente. "Vamos, Boucer", animó a su mascota, "vamos a poner un poco de orden en todo esto".
Mientras Diego estaba en el gimnasio, ella había recogido y preparado una sopa. Además, se aseguró de que hubiera suficiente hielo en el frigorífico para el gin-tonic que suponía que Diego tomaría antes de cenar. Se quedó atenta para ver qué hacía Diego y notó que se estaba duchando. ñ Se dio cuenta de que, para convivir en armonía, no debía interponerse en su camino. Iones bajó la tapa del ordenador portátil, preparó su mejor sonrisa y se levantó para darle la bienvenida a Diego.
Iones lo observó morocho, fuerte e increíblemente atractivo.
–Hola –lo saludó Iones con simpatía–. Espero que te hayas divertido en el gimnasio.
Diego ladeó la cabeza, mirándola confundido, y Iones comprendió que no podría seguir adelante con esa situación. Tener delante a un hombre con tanto músculo y el pelo aún húmedo de la ducha le hizo darse cuenta de que no podía simplemente ser una compañera de piso sin volverse loca.
–¿Quieres tomar algo? –le preguntó, cuestionándose si esa vocecita era realmente suya–.
—Una cerveza.
–Una cerveza, está bien.
–Qué amigable te veo –comentó Diego, con recelo.
—Será que me siento un poco culpable por no haberme dado cuenta cuando nos conocimos en Atenas", contestó Iones encogiéndose de hombros.
—Por cierto, ¿qué te ha contado Helena de nosotros? —Diego preguntó, haciendo que Iones se sonrojara. Pero no era una amiga desleal.
–Supongo que estarás cansado –comentó Iones para cambiar de tema– y algo molesto por no tener la casa para ti solo, como creías, pero...
—Tranquila –le sugirió Diego.
La estaba mirando de tal manera que Iones sintió como si tambaleara el piso. Había elegido cuidadosamente su atuendo, pero ahora se daba cuenta de que quizás no había sido suficiente. Los vaqueros anchos y la camiseta vieja no habían logrado ocultar su atracción hacia él. Sospechaba que Diego se había dado cuenta y que estaba consciente de la respuesta femenina que su presencia estaba provocando en ella.
—¿Qué hay de mi cerveza? —preguntó Diego, notando que ella lo miraba fijamente. Iones se dio cuenta de que fingir ser una diosa doméstica sumisa no sería tan fácil como pensaba.
– Ya lo habia olvidado –respondió, obligándose a moverse.
—Gracias –le dijo Diego, aceptando la cerveza. Se había duchado con agua fría para intentar recuperar el control, pero la imagen de Iones era un problema. Notó que le temblaban las manos y supuso que aún no se había recuperado por completo de la relación tumultuosa que Helena le había descrito. Rogándole que por favor se comportara, Helena había confesado que Iones aún no se fiaba de sí misma para juzgar a los hombres. Pero para él, no había ningún problema. Podía resistir perfectamente la tentación de aquella compañía inesperada, por muy atractiva que fuera."
—¿Tienes hambre, Diego?" –le preguntó su compañera de piso, girándose hacia él sin previo aviso.
Al sentir sus ojos sobre él, Diego experimentó un inesperado puñetazo en la boca del estómago.
–Estoy muerto de hambre –reconoció.
–Te noto de mejor humor después del gimnasio –comentó Iones
—Sí, corazon–contestó Diego, en tono burlón.
—Vaya, parecía que te habías el mal genio en el gimnasio –comentó Iones. Al instante, se sonrojó y se mordió la lengua, pero Diego sabía que su llegada no había sido precisamente agradable. Elevó la botella de cerveza para brindar a su salud y se la llevó a la boca.
Iones estaba descalza y vestía unos vaqueros y una camiseta que le daban un aire informal pero atractivo. No llevaba maquillaje y se había atado un delantal, un detalle que revelaba su afición por la cocina y su despreocupación por ocultarlo. Estaba radiante.
La camiseta le sentaba de maravilla, y Diego tuvo que hacer un esfuerzo para apartar la mirada de cómo resaltaba su figura.
–¿Será suficiente cena para ti? –preguntó Iones, concentrada en la sopa.
—Por ahora, sí –respondió Diego,–. Esta sopa huele genial –añadió, acercándose a la cacerola–. Normalmente, suelo pedir comida para llevar o hacer un pedido, y también como mucho fuera... –explicó, observándola, con la tentación de besar su piel en la nuca–. ¿Estás segura de que quieres compartir tu cena conmigo? –murmuró.
—Hay mucha –aseguró Iones, volviéndose hacia él.
—Voy a poner la mesa –anunció Diego, intentando distanciarse.
–Siento mucho lo de esta tarde. Espero que podamos hacer las paces con la sopa.
—Yo también lo siento –se disculpó Diego–. No he sido precisamente encantador –reconoció, recordándose a sí mismo que Iones era la mejor amiga de Helena y merecía ser tratada con respeto, sin intentar seducirla–. ¿Por qué no lo olvidamos y empezamos de nuevo? –canturreó–. Mi sopa preferida.
—¿De verdad? –se sorprendió Iones–. Pensé que preferirías algo más elaborado.
–No, no,
—Date prisa, tengo hambre –bromeó, esperando que el juego los distrajera a ambos, especialmente a su entrepierna.
Iones sonrió y negó con la cabeza.
—¿Hablas así con todos tus empleados?
–¿Mis empleados?
–La gente a la que pagas para que hagan cosas por ti –bromeó Iones.
—¿Eso fue un chiste? –preguntó Diego, dándose cuenta de que no podía apartar la mirada y de que no quería hacerlo.
–¿Qué crees? –se rió Iones.
–Creo que estás entrando en un territorio peligroso –exclamó Diego.
Era como intentar ganarse la confianza de un caballo salvaje. No podía revelar sus sentimientos, tenía que ganarse su confianza y esperar a que ella se acercara a él.
Observándola dar de comer al perro, pensó que era elegante, amable y divertida. Se estaba divirtiendo mucho con ella.
Mientras se sentaban a ambos lados de la mesa para disfrutar de la sopa, Diego pensó que, como amiga de Helena, Iones era prácticamente parte de la familia y merecía su protección. Lo irónico era que él necesitaba protección de ella.
—¿Te gusta la sopa?
–Está deliciosa –respondió sinceramente, dándose cuenta de que Iones no era consciente de lo bien que cocinaba y de que quizás tampoco era consciente de sus otros encantos.
–Me gustan los hombres con apetito.
–¿Boucer está roncando? –preguntó, viéndolo, para ocultar su incomodidad.
–¿Intentas hablar con un perro dormido? –se burló Iones.
–¿No está permitido? –bromeó Diego, fijándose en sus hermosos ojos.
–Parece que le tienes mucho cariño –sonrió Iones, poniéndose en pie–.
–Te ayudo –respondió Diego, dándose cuenta de que se había ofrecido a recoger las cosas solo para estar cerca de ella.
Aquella mujer lo hacía reír. Aquella mujer conseguía que se relajara. Aquella mujer lograba que se divirtiera sin necesidad de intimidad.
Una hora después, seguían riendo. Iones tenía un gran sentido del humor y sabía sacarle gracia a todo. Diego se había relajado tanto que se reía a carcajadas escuchando sus anécdotas de adolescencia.
—Una vez, en mi etapa gótica casi me expulsan del colegio por teñirme y casi me quedo calva. ¿Y tú qué? Diego se quedó pensativo.
–A los quince me escapé de casa y me fui a vivir como un salvaje al medio del campo.
— La adolescencia es terrible, te das cuenta cuando maduras. ¿ después que paso?
— En los veintitantos era muy engreído, nadie me aguantaba...
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 93 Episodes
Comments
Herlinda Luna
jajajaja todavía lo es 😂
2024-07-31
1
Acuario 🦋🇺🇾
hola aquí en Uruguay se le dice morocho a la persona de piel oscura..
2024-06-07
0
Maura Pericana
en Venezuela morocho significa que nacen 2 en el parto, que significa morocho autora?
2024-05-26
0