Diego Azzarini extendió las piernas mientras conversaba con su hermano Emiliano, quien lo llamaba desde Argentina.
Observando a través del elegante ventanal de su residencia en Londres, se percató de que disfrutaba tanto de esa ciudad como de las vastas llanuras salvajes de la Patagonia. El contraste era notable y los desafíos diversos, pero igualmente estimulantes.
¿Y las mujeres? blancas, siempre apuradas con tantas prendas encima que resultaba casi imposible imaginarlas desnudándose para intimar...
–¿Estarás en casa para el torneo de polo anual? –repitió, volviendo a centrarse en la pregunta de su hermano mayor–. No me lo perdería por nada del mundo. Asegúrate de conseguirme un buen corcel, uno capaz de enfrentarse al monstruo de Helix, y jugaré a tu lado, Emiliano...
—¿Y la compañía? –interrumpió su hermano.
–Vamos muy bien. He completado la reestructuración. Solo falta designar uno o dos empleados más. De ahora en adelante, dividiremos el tiempo entre Argentina y Londres, pero...
–Pero nunca olvidarás a la familia que tienes al otro lado del mundo, Diego –intervino Emiliano–. Eres el vínculo que nos mantiene unidos a todos.
—Los lazos pueden debilitarse –subrayó Diego. A Emiliano no le agradó que pusiera en duda su autoridad.
—¿Has oído hablar de lo de Vanesa?
–¿Qué le sucedió a Vanesa? No, no tengo idea –respondió Diego, serio–. ¿Hay algún problema?
–Nuestra hermana ha vuelto a desaparecer, cambió de número de teléfono –dijo Emiliano, odiando cuando sus hermanos menores se desviaban del camino.
— Vanesa nunca ha sido sencilla –recordó Diego, pensando que no era sorprendente teniendo cuatro hermanos mayores vigilándola siempre–. No te preocupes, me ocuparé de averiguar.
Emiliano pareció contento de que Diego se hiciera cargo del último problema familiar, porque su tono de voz cambió radicalmente. –¿Ya tienes pareja?
Diego se rió. –No, pero un perro me ha adoptado –contestó, acariciando al can que se le había acurrucado entre las piernas–. Aprovechando que la puerta de casa estaba abierta mientras me traían unos muebles, este encantador can se coló y se acomodó frente a la chimenea, ¿verdad, Boucer?.
Al otro lado de la línea, se escuchó una maldición que Diego optó por pasar por alto.
—¿Le has dado un nombre?
–Por supuesto, Boucer ya es parte de la familia –respondió Diego.
–No cambias más –se quejó Emiliano retomando su tono de hermano mayor–. Siempre te han conmovido los perros abandonados. ¡Despídete de ese can, por favor! –exigió Emiliano.
—Déjame en paz –respondió Diego, pues ya no eran niños y Emiliano no tenía autoridad para exigirle nada. Además, su hermano debería comprender que él era un gran amante de los animales y no estaba dispuesto a abandonar a ningún perro en la calle.
–Nos vemos para el partido de polo –gritó Emiliano–. ¡Y no traigas al perro! Emiliano había asumido la responsabilidad de sus hermanos tras la muerte de sus padres, y a veces olvidaba que ya eran adultos y que Diego, era independiente y tenía éxito. Boucer percibió su irritación y gimió, así que Diego lo acarició para tranquilizarlo.
—¿Debería ser más comprensivo con Emiliano? –se preguntó Diego mientras el perro lo miraba con sus ojos expresivos, pidiendo salir a pasear–. Sí, vamos a salir –dijo levantándose.
Su hermano dirigía un negocio en Argentina y manejaba todos los asuntos que poseían, aunque en los últimos años había ido delegando.
Por otro lado, un perro tan grande como Boucer merecía varias horas de ejercicio al día. Diego se observó en el espejo y decidió que él también. No había pasado una buena noche. Ninguna de las mujeres que había conocido en Londres le atraía, todas eran demasiado delgadas, llevaban demasiado maquillaje y demasiado tinte rubio en el pelo.
Para ser completamente honesto, estaba harto. Tal vez Emiliano tenía razón y lo que debía hacer era regresar a Argentina y buscar a una mujer sofisticada, de ojos oscuros, una latina y que fuera una buena compañera de vida.
****************
Iones estaba en Londres, observando por la ventana del automóvil cuando este se detuvo frente a un imponente edificio donde se alojaría mientras organizaba la oficina de la ciudad. En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que su vida había cambiado.
Helena le había facilitado el ático. Tal vez en el futuro debería considerar mudarse a Londres; con el niño, no sería un problema, ya que Connor tenía negocios en la ciudad y pasaba bastante tiempo allí. Eso lo decidiría más adelante...
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Comments
Eliana Artigas
Aquí está Emiliano 😍
2024-08-06
1
Angeles Loza Felix
Creo que Iones va ser la indicada
2024-05-23
0