Draco se preparó para asistir a una cena, afortunadamente para él, sería uno de los pocos que no tendría compañía.
Suspiró. Extrañaba la intimidad, pero, siendo sincero, y solía serlo, no extrañaba a Cass en particular y no lamentaba haber decidido terminar su breve y mutuamente satisfactoria conexión.
Porque Cass había cruzado una línea. Había comenzado a usar el plural en sus comentarios: "Podríamos visitar a mis padres". "Mi hermana nos ofreció su cabaña de esquí".
Draco se reprochaba no haber detenido eso en su momento, pero tenía que admitir que el sexo era realmente bueno.
No fueron los evidentes intentos de Cass por establecer una relación con Chloe lo que le preocupaba a Draco, sino el comentario que su hija le hizo de camino a casa.
—"No seas demasiado brusco cuando la dejes, ¿de acuerdo, papá?".
Entonces comprendió su error: había permitido que una de sus relaciones casuales se involucrara en su vida familiar, algo imperdonable para él.
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Se arrodilló y esperó en silencio junto a la orilla del río durante lo que se le antojó una eternidad a que llegaran los pájaros. Cuando lo hicieron, bandadas enteras de ellos inundaron el cielo y Helena se maravilló de la belleza del momento, que le dio una paz maravillosa. Pensó que el mundo no era perfecto, que solo había momentos perfectos, como aquel, habitados por seres humanos imperfectos como ella, que solo intentaban vivir lo mejor posible. Era consciente de que no iba a poder disfrutar de aquella belleza por siempre, no siempre disfrutaría de las cumbres nevadas de los Andes ni volvería a aspirar el olor a hierba.
Esa noche volaria New York, luego a Italia, y por fin regresaria a casa allí donde su corazón latía con fuerza.
Helena abordó su Jet privado pronto cumpliría veinticinco años, tenía más de lo gastaría en su vida, era la mujer más rica del mundo.
Seguía creando fortuna, porque seguía invirtiendo en diferentes negocios, había heredado el talento de su padre para amasar una fortuna debió reconocer...
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"No pierdas la perspectiva, Iones. Ha sido una semana difícil y aún no ha terminado", se recordó apartando la mirada de las largas uñas rojas que agarraban con gesto posesivo la manga del hombre.
–Hola, Amber –saludó Draco Giulliano con una inclinación de cabeza, ya conocía a la mujer.
–Iones, qué alegría verte –Amber la saludó con un beso en las mejillas, inundando el aire con su perfume intenso–. Y qué buen momento. Aprovecho para decirte que estoy disponible.
Draco observó la expresión de Iones, estaba claro que no sabía de qué hablaba la rubia. Contuvo una risa.
–¿Ah, sí? –preguntó Iones a Amber.
—Mi representante dice que sigue esperando una llamada de tu oficina para la nueva campaña. Me comentó algo sobre que esta vez no vas a utilizar modelos –Amber puso los ojos en blanco–.
—Lo siento, Amber, pero he estado fuera del país. Ya se han elegido a las mujeres para la campaña de Lencería de Madeleyne Beaumont.
—Pero tú tendrás la última palabra, ¿verdad?.
Iones estuvo tentada de decirle que la llamaría, pero ganó su innato sentido de la honestidad. No sería justo engañar a la joven. –La verdad es que tu representante tiene razón, la diseñadora decidió utilizar mujeres reales. No es que tú no seas real, pero no eres común. Lo que quiero decir es…
—Lo que quiere decir es que las mujeres comunes no pueden aspirar a tener un aspecto como el tuyo, Amber. Si otra persona hubiera hecho aquel comentario, Iones se habría sentido agradecida. Pero tuvo que morderse la lengua.
—Eres encantadora –Amber depositó un suave beso en la mejilla de Draco. Iones puso los ojos en blanco, y los ojos oscuros de Draco se encontraron con los suyos. Sonrió, y a Iones le recordó a un zorro observando a una presa indefensa. Entornó los ojos y alzó la barbilla en silencioso desafío. No estaba indefensa ni era tan ingenua.
–Pero ¿no es esa la idea? Se trata de que crean que si compran ese producto se parecerán a mí –dijo confundida. Iones suspiró. No tenía tiempo ni ganas de darle explicaciones a esa mujer. Sus ojos se volvieron hacia su arrogante y alto acompañante.
–Lo siento, no es mi decisión, solo soy la publicista, tengo que irme. Me ha encantado verlos –notó la falta de sinceridad en su tono, pero no se quedó para ver si los demás también lo habían percibido. Se dirigió con la cabeza baja hacia el aparcamiento subterráneo, solo deseaba llegar a casa con su hijo.
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Comments
Eliana Artigas
Me encanta que todas tus novelas están conectadas 😊
2024-08-06
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