Un marido frurioso

Luciano desplegó el periódico, lanzó unas palabras en griego y luego se sumió en silencio. Al unísono, ambos hombres se volvieron hacia Olivia.

Olivia los observó con una expresión inocente. Luciano abrió la puerta nuevamente y el guardaespaldas se retiró.

—Eres una conspiradora despreciable -la acusó de repente, cruzando la habitación con dos grandes pasos y levantándola del sofá con una sola mano.

—¿Qué sucede? -preguntó Olivia, sorprendida por la furia reflejada en sus ojos.

—¡Lo pagarás caro!

—¿Pero qué he hecho?

—No sé cómo pude confiar en ti. Mis abogados me lo advirtieron. ¿Por qué no los escuché? -se lamentó Luciano, mientras la miraba con tanto odio y disgusto que Olivia palideció y comenzó a temblar. La soltó y ella se dejó caer de nuevo en el sofá.

—¿Realmente quieres conocer la experiencia de estar casada conmigo? -amenazó Luciano. Sus ojos lanzaban chispas-. Cuando termine contigo, rogarás haber permanecido en tu mugrosa casa y lameras el suelo que piso para que te de el divorcio.

Con dificultad, Olivia logró controlar su respiración para calmar sus nervios.

—Todavía no entiendo de qué estás hablando...

—¡No me engañes! -gritó Luciano.

Olivia miró con curiosidad el periódico que él había dejado sobre la mesa. Luciano se lo mostró. <>, rezaba el titular en la primera página. Olivia tragó saliva al ver su fotografía.

—Patrick... -susurró, comprendiendo todo, porque solo podía ser él quien había filtrado esa fotografía a la prensa.

—¿Patrick? -repitió Luciano, con una expresión de satisfacción exaltada-. Voy a darle su merecido.

—¡No pudo haber sido Patrick! -corrigió Olivia, horrorizada al ver cómo Luciano apretaba los puños. Comenzó a temblar y se humedeció los labios resecos con la lengua-. No fue Patrick, fui yo.

—¿Por qué intentas protegerlo? ¿Fue tu cómplice? Seguro que lo llamaste para decirle dónde estamos.

—Sí, lo llamé por teléfono -murmuró Olivia. La tensión le hacía doler los músculos del cuello.

—¿Comprendes lo que has hecho? -le espetó, con un tono que parecía golpearla como un látigo, lo que le erizó la piel-. Sonia se enterará de que nos hemos casado y querrá una explicación por mi extraña conducta. ¿No pensaste en eso? Olivia se asustó y las lágrimas afloraron en sus ojos. -No, claro. Te ciega la avaricia. Andreas no te dejó un penique y estás resentida, ¿verdad? -condenó Luciano.

—Tomaré un taxi y me iré a casa. Luciano comenzó a reír.

—Vendrás a Grecia conmigo. Es la única opción que tienes, y créeme... -amenazó-. Si tengo que amarrarte estoy dispuesto a hacerlo.

—¿A... a Grecia? -tartamudeó Olivia.

—Debemos hablar con Sonia -Luciano la miró con desdén-.

—Me da igual las explicaciones que tengas que dar, pero prefiero no ir a Grecia -aseguró Olivia, levantándose.

—Si es necesario, te vestiré yo mismo. -Olivia encontró su mirada. Se dirigió al dormitorio. Luciano la siguió -. A partir de ahora, no hablarás con nadie. Vístete -le ordenó.

Entró al baño y se miró en el espejo. ¿Cómo se le habría ocurrido a Patrick hacer algo así? ¿Por qué habría contactado con los periódicos?

****************

Iones entró al loft de Helena y se descalzó para preservar el suelo de madera impecable. Luego, se sacó el abrigo, lo colocó doblado sobre una silla y encima puso su bolso, maletín, periódico y varias revistas, junto con la bufanda.

Sí, si le iba bien como publicista, tal vez algún día podría tener una residencia como esa. Una vivienda con un amplio hall de mármol, una sala con una cúpula de cristal desde donde se pudieran ver las estrellas y con obras de artes que valian fortuna. No solo tendría que contar con una gran fortuna para adquirir una casa así, sino también aprender a desenvolverse con elegancia.

No sorprendía que se moviera con sumo cuidado por esa casa, ya que un simple estornudo podría arruinar su vida. Por ahora, sin embargo, ese ático era su hogar, así que lo mejor que podía hacer era disfrutarlo

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