Helena era una mujer con un temple de acero. Parecia de hielo cuando quería, pero por debajo tenía que haber una mujer fragil. En lo referente a los negocios, no tenía escrúpulos. Acabar con su oposición era el primer objetivo de Angelos.
Como cualquier macho dominante, sintió el cambio en el aire según Helena se acercaba hasta él, el olor de la fresca fragancia que llevaba. Menuda,con unas preciosas curvas, llevaba una falda entallada negra con intención de impresionar. Era más hermosa de lo que sugerían las fotografías, con un brillante pelo castaño recogido impecablemente. Las mujeres hermosas habitualmente utilizaban su belleza como un instrumento para llamar su atención, pero Helena Athanasiou era diferente, y no solo porque tuviera los ojos verdes más impresionantes que hubiera visto nunca. Tenía algo más... El resultado sería el mismo. Acabaria con ella y se iria.
Los periódicos e informes financieros decían que Helena tenia el atributo de un macho depredador, y la sensualidad de una mujer. La tentadora visión de sus pechos concedía alguna credibilidad a los rumores. Fuera o no así, tenía el inevitable deber de ponerla de rodillas.
Angelos solo dedico unos segundos a su análisis. Pasara lo que pasara en la reunión, tenía que encontrar la llave de Sociedades Papadousky. Todas las empresas los tenían. Junto a su gente analizaría cuidadosamente los informes hasta que descubriera dónde estaba. En cuanto descubriera el talón de Aquiles, golpearía.
Mientras todo eso sucedía, Helena llegaba a algunas rápidas conclusiones.
Su agenda estaba ajustada al milímetro y no le gustaba alterarla. La reunión con Rousakis Inc. se había programado para más tarde esa mañana. Ella tenía algo que vender; Rousakis Inc. siempre tenía ofertas que hacer.
Helena casi ni había tenido oportunidad de ingresar en el edificio cuando le anunciaron su llegada. Ejecutivos hechos y derechos estaban nerviosos con el solo anuncio de su presencia.
Rousakis Inc. había hecho una oferta por una de las filiales de Sociedades Papadousky, una empresa de pequeña maquinaria que había dado buenos resultados en el pasado. La empresa ya no se ajustaba a su visión estratégica del núcleo de la corporación y la inyección de dinero resultante de la venta era interesante.
Rousakis Inc tenía dinero y a ella le interesaba la venta. Pero eso no explicaba por qué Angelos Rousakis se tomaba un interés personal en el asunto. ¿Porque quería Sociedades Papadousky entero? Eso era lo que le decía su olfato.
Cuando lo vio mirándola, los rumores que había oído sobre él le vinieron a la mente: le gustaba cazar a su presa. Se había reído, pero en ese momento no parecía muy divertido. Un típico magnate: despiadado, determinado y sin corazón. Tampoco ella era un caramelo, sería un combate épico.
—Buenos días, caballeros —saludó Helena. No necesitaba levantar la voz para atraer la atención.—Es un placer conocerle —dijo ella, estrechando su mano.
El único placer para cualquiera de los dos sería un trato que inclinara la balanza a su favor. La mirada de Angelos Rousakis era tan dura como la suya. Le hubiera gustado saber algo más sobre él antes de la reunión, pero era un hombre oscuro y misterioso, un hombre que vivía tras un muro de secretismo. Nunca circulaban rumores sobre él. Aparentemente era anonimo, sin familia conocida, sin vida fuera de su formidable imperio económico.
Dirigía una de las mayores corporaciones del mundo. Comprar empresas era su forma de crecer. Pero su empresa no estaba en venta pensó Helena apretando las mandíbulas mientras le sostenía la mirada.
—¿Nos sentamos, caballeros? Angelos le acercó la silla como un perfecto caballero. Había notado lo territorial que era ella. —Gracias, señor Rousakis —dijo sentándose.
—Por favor, llámeme Angelos.
—¿Quiere sentarse ? —dijo Helena señalando un lugar en la mesa, ignorando su intento de rebajar la formalidad.
Quería estudiarlo. Su elección de ropa era casi un insulto: una chaqueta informal. Su espeso pelo negro era demasiado largo, y llevaba barba de por lo menos un día.
Helena estaba acostumbrada a tener caza empresas husmeando alrededor. Todos pensaban lo mismo: una mujer era una presa fácil, ése era su error.
La reputación de Sociedades Papadousky estaba en la línea de fuego, por no mencionar la suya propia.
La reunión entre Sociedades Papadousky y Rousakis Inc se desarrolló como un amable partido. Mientras tanto Helena se concentraba en lo que sucedía por debajo: Rousakis había localizado una empresa que pensaba que encajaría bien en la suya.
—¿Se va tan pronto? He encargado que pusieran algo de comer en la sala de al lado. Creo que podríamos ajustar los últimos detalles —a él no le interesaba era el momento jugar—. No hemos terminado, señor Rousakis.
—Yo sí termine.
No estaba acostumbrada a que la miraran como lo estaba haciendo Rousakis. No estaba acostumbrada a que nadie le llevara la contraria.
—Lo lamento, tengo otro compromiso —dijo sosteniéndole la mirada
Helena no creía que lo lamentara. Empujó la silla y se levantó para encararlo. No iba a dejar que eso pasara. Si Rousakis se había bajado de su torre de marfil para relacionarse con ella y había pensado que no era peligrosa, había calculado mal.
—En absoluto, señor Rousakis —le dirigió una mirada de despedida—. Como su decisión de asistir a esta reunión ha sido claramente algo de última hora, no le retendré. Estoy segura de que nuestra gente podrá arreglar otra reunión por si quedan temas pendientes dijo Helena.
—¿Digamos que cenamos a las nueve para discutir esos destacados temas pendientes?, dijo Angelos
—No —antes de que pudiera decir más, Helena se encontró en la puerta—. Caballeros, se terminó la reunión —dijo recobrando el control—. Mañana por la mañana me vendría bien conocer la respuesta. Solucionalo, por favor. Ordenó Helena.
Esa tarde cuando salió de la oficina Helena se dirigió al piso que poseía en Roma.
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Comments
Norma Alvarez Vega
como te quedo el ojo Angelo.
2025-02-04
0
Blanca Idalia España Lozano
Me encantó Helena y su determinación hacia este arrogante Sr Angelo
2024-09-29
0
Vika Lugo
tampoco del esposo de elena
2024-08-18
0