Celeste

Celeste

EL CONDE Y SU MALDICIÓN

...LEAN:...

— Elige una — Dijo mi madre, trayendo la lista nombres... Ni recordaba cuantas listas de señoritas de familias ricas y nobles había puesto sobre mi escritorio, como si eso me fuese de mucha ayuda.

Resoplé y la tomé con desdén.

— Jessica, Darla, Carolina... — Leí en voz alta, me cansé de nombrar y terminé leyendo en mi mente — Ninguna me suena.

— Tómate el tiempo de conocer aunque sea a dos.

— Es lo que he estado haciendo, hablar con innumerables mujeres durante un año y ninguna me agrada — Me froté los ojos, ya ni recordar la cantidad de bailes a los que había asistido, las reuniones que organizaba con cualquier excusa, invitando a muchas familias con aspirantes a esposas.

Mi problema no era la timidez, nunca lo fue, de hecho era muy bueno conversando con las damas, pero no me agradaban en lo absoluto. No es que estuviesen mal, es que no me causaban nada, ni una chispa de interés o algo carnal.

— Entonces elije una al azar, que sea bonita y educada, cásate.

— No voy hacer eso — Me levanté, obstinado, debido a mi problema, mi mal humor había aumentado — No con mi asunto — No me avergonzaba decírselo a mi madre, ella era la única a la que podía contarle, porque no se burlaba de mí y trataba de comprenderme.

— Tal vez cuando la veas desnuda la noche de bodas, puede que...

— He visto a muchas mujerzuelas desnudas y ninguna causó ningún efecto en mí — Me desaté la chaqueta y fui por un trago.

Esperaba no volver a caer en la bebida y el juego.

La primera vez que lo intenté había sido algo tan bochornoso, la mujerzuela se había burlado de mí debido a que amigo no despertaba, la desgraciada había hecho sentirme tan inseguro que salí corriendo y terminé llorando en una esquina. En ese instante tenía dieciocho y ahora con veintisiete, la situación no había cambiado.

Me cansé de frecuentar los club, queriendo perder mi castidad con cualquier mujerzuela como todos los jóvenes nobles, pero ninguna había logrado despertarme, estaba muerto por dentro, ni las caricias, ni los besos y vaya que había besado a muchas de las mujerzuelas.

Por eso evité el matrimonio a toda costa y también tratar con señoritas, pero eso provocó habladurías a mis espaldas, mi querido cuñado no era el único que especulaba que tenía gustos hacia los hombres, cosa que estaba lejos de ser real. Los hombres causaban el mismo efecto que las mujeres. Si hubiese tenido gustos por ellos, no me avergonzaría tanto.

— Esto requiere un poco de paciencia, pero tal vez es porque ninguna mujer te ha gustado, hay hombres que simplemente no tienen esos impulsos si no sienten nada — Dijo mi madre, queriendo consolarme.

— ¿Cómo cuáles? — Bebí un sorbo de mi whisky.

— Ah... No he conocido, pero deben haber muchos casos.

— Claro — Gruñí con sarcasmo — Estoy eunuco.

— No digas eso — Me regañó, acercándose, tomó el vaso de mi mano y lo colocó sobre la vitrina — No te vuelvas un borracho por eso... Tal vez si te ve un doctor.

— No — Corté y frunció el ceño — Si se llega a saber de esto, seré la burla de todo el mundo y mi honor quedará por el suelo, mi masculinidad se cuestionará y la tarea de encontrar esposa se volverá mucho más que imposible.

— Conseguiré unos afrodisíacos, de los curanderos — Me consoló y puse los ojos en blanco.

— Tendrás que pedir el más fuerte para revivir este muerto — Me reí de mi mismo.

— Mi niño, te prometo que pronto quedará solucionado — Posó su mano en mi mejilla y luego me dió un pequeño abrazo — Además, todavía te queda tiempo para conseguir esposa, Dorian se casó a los treinta y cinco.

— No me estés comparando con ese ser, no es un ejemplo, se casó porque me amenazó con matarme.

Puso los ojos en blanco.

...****************...

Eleana estaba de visita con mis sobrinos, los tres hacían destrozos en el salón mientras yo trataba de conversar con ella, pero con esos pequeños traviesos tocando las cosas era casi imposible.

Mi madre estaba jugando con ellos.

Lo que si me agradaba es que la casa se llenaba de muchos ruidos y se sentía agradable, cuando no estaban era silenciosa y solitaria.

No era muy frecuente, sino recibía la visita de Eleana, recibía la de Emiliana, quien también tenía una niña idéntica a ella, llamada Silvina.

Corrí hacia Daimon cuando trató de tomar un carbón caliente de la chimenea.

Lo cargué y le dí una vuelta para llevarlo Fon mi madre.

— Acabo de salvar a este travieso de quemarse las manos — Dije a Eleana y ella puso los ojos como platos, tomando al pequeño de mis brazos.

— Ay no, es demasiado tremendo, gracias por hacerlo.

— No debería sorprende, son iguales a su padre — Dije y ella se rió.

— Eso es muy cierto.

—Por cierto ¿Por qué no está aquí molestando con su fanfarrona presencia?

Eleana colocó al pequeño sobre la alfombra donde estaban los juguetes.

Daimon tomó un caballo de madera y se lo llevó a la boca para morder y llenar de saliva su cabeza.

— Hoy llega el barco de O'Brian y Roguina.

Aún no podía creerlo, cuando Eleana llegó de aquel viaje a Hilaria, trajo una historia casi increíble. Resulta que el malvado hermano de la reina se había vuelto un hombre de bien y no solo eso, también se había casado.

Genial, hasta él tenía más suerte que yo.

No tenía nada en su contra, me sacó de aquel calabazo.

Lo más increíble de la historia era que Dorian se había vuelto amigo de O'Brian, los sujetos más peligrosos de Floris y los que más se odiaban ahora se querían y eran panes de Dios, no tanto así, Dorian seguía siendo un lunático, pero su nombre ya no se escuchaba como cuento de terror.

— Como buen amigo fue a recibirlos.

— Lo hizo porque yo se lo pedí — Dijo ella, no había otra persona que doblegara a Dorian, solo mi hermanita.

— Así que la familia creció mucho más en ese viaje.

— Si, seré madrina de una de sus pequeñas, en la carta que me envió hace meses decía que tuvo gemelas, una de ellas nació como O'Brian y es la que quiero como mi ahijada — Dijo con emoción, como pasaba el tiempo, mis hermanas eran mujeres casadas y eran madres, lo días de jugar y entrenar con ellas se habían acabado.

— Ya veo que se han hecho muy buenas amigas, hasta conseguiste una ahijada.

— Eso me recuerda que serás el padrino de Diamon — Le sacó el juguete de la boca a mi futuro ahijado y el niño empezó a llorar, ella lo regañó, la abuela intervino, cargando al pequeño, pero los otros dos empezaron a llorar de celos.

— No, mejor busca a otras personas, necesito estar casado para eso.

— Esperamos a que te cases — Se encogió de hombros, como si fuese tan sencillo.

— Cuando me case, Diamon ya será un adulto y yo estaré encorvado.

Se rió — Si eres exagerado.

— No soy exagerado, soy realista.

— ¿Tan mal te va?

Mi hermana no sabía de mi gran defecto. Tal vez en mi otra vida fui un promiscuo libertino y mujeriego, porque semejante problema debía ser un castigo.

— Quiero sentir aunque sea atracción por mi esposa, no deseo casarme por conveniencia y sin sentir absolutamente nada.

Sonrió — Eres tan tierno.

— Gracias, hermana.

— Estoy segura de que encontrarás una señorita que te haga sentir todo tipo de emociones.

— Eso espero.

Estaba por aceptar las innumerables invitaciones del Rey Adrián, aunque fuesen extrañas, muchas incluían cenas demasiado reservadas para un simple conde. Asistir me traería mucho más prestigio, pero el rey era un hombre sumamente afeminado, con esa esposa que tuvo quien no cambiaría de gustos.

Era sumamente incómodo para mí, ya que no tenía ese tipo de apetencias, por eso no había asistido a ninguna de esas invitaciones.

Tal vez había alguna mujer de prestigio esperando ser tomaba en cuenta en una de las celebraciones del rey.

Lo usaría como última opción.

...****************...

Al día siguiente fui interrumpido mientras trabajaba en mi estudio, Dorian ni siquiera se molestó en llamar a la puerta, entró como perro por su casa, pero eso ya era costumbre en él.

Se sentó sin permiso en uno de sus sillones.

— ¿Qué haces aquí? — Gruñí, sin dejar de escribir con mi pluma, estaba calculando los gastos del último mes.

— Vine a solucionar tu ardua búsqueda.

— ¿Si es otro de tus chistes de ser amante del rey, pierdes tu tiempo? — Detuve la pluma y lo observé.

— No haría gracia si lo repito — Se pasó una mano por su largo cabello, inclinándose sobre el asiento, poniendo sus botas mugrosas sobre el escritorio, cerca de mis papeles.

Tragué con fuerza para no perder la paciencia.

— Habla y lárgate.

— Tu sequía te está poniendo de muy mal humor.

— ¿Mi sequía? — Arqueé las cejas.

— Lo tuyo ya no es verano, es una sequía.

Empujé sus botas cuando comprendí el sentido de sus palabras.

Se rió, bajando sus piernas.

— Largo de aquí.

— Hablando en serio, tengo una idea que te encantará.

— Ve al grano — Renuncié a seguir con las cuentas, dejando la pluma en el tintero.

— La esposa de O'Brian, vino con una amiga...

— ¡Cierra la boca! — Gruñí, harto.

— Escucha por favor — Enseñó sus palmas — La observé en el puerto y no está nada mal, rubia, ojos azul claro, con el rostro un poco inocente, pero es perfecta para ti.

— ¿Por qué razón querrías estar vendiendo a la amiga de esa tal esposa de O'Brian? Nunca has sido del tipo caritativo.

— Ayudé a O'Brian en una misión en Hilaria y él me lo debe, así que como no tiene hermanas, me pagará el favor, ayudando a que esa señorita y tu se encuentren.

— Vaya, no me sorprende que dos hombres de dudosa reputación hayan planeado algo tan bajo... Tu siempre tiendes a cobrar deudas forzando a pobres señoritas inocentes a casarse.

— No es una mala idea, la señorita sería una excelente esposa para ti, casi que tiene tu misma personalidad.

— ¿Y esa señorita sabe que está siendo objeto de un estúpido plan de dos hombres que no tienen más oficio que colmar paciencias?

— No, pero no vamos a ponerle una espada en la garganta para obligarla a casarse contigo — Dijo, despreocupado y estreché mis ojos — Acepto que lo hice contigo, pero es que no quisiste entregarme a Eleana por las buenas.

— No necesito tu ayuda, ni la de tu nuevo compinche.

— Solo quiero hacerte las cosas más fáciles, además, el encuentro debe ser cuanto antes, la señorita planea meterse en un convento y si lo hace la perderás.

Muchas veces pensé en dejar mi título para meterme a sacerdote, pero fue en un momento de desesperación. Ser sacerdote no era lo mío.

— ¿Cómo voy a perder a alguien que ni siquiera conozco? Si quiere ser monja, déjenla hacerlo y no le arruinen la vida.

— Al menos aceptas que eres como un granito en el trasero y que soportar tu mal humor como esposo debe ser una tortura, pero tal vez esa chica te mueva el suelo.

— No me interesa conocer a ese señorita y mucho menos que le cambien los planes por una maldita deuda — Volví la atención a mi libreta — ¿Si ya terminaste puedes irte?

— Es muy tarde, ya empecé a mover influencias para que no la acepten en ningún convento.

— ¿Qué? — Me sobresalté.

— Es solo para demostrarte, que muy en el fondo me agradas.

— No voy a formar parte de un plan en contra de una chica desafortunada que tuvo la mala suerte de cruzarse con O'Brian y contigo.

— Ya está en proceso y me lo agradecerás — Se levantó.

— ¿Eleana sabe de todo esto?

— No y si le cuentas le diré que fuiste tú quien pidió mi ayuda.

— ¡Maldito infeliz!

— De nada — Sonrió y se marchó antes de que pudiera aventarle el tintero.

Ese esfuerzo sería inútil, yo iba a formar parte de ningún plan descabellado y menos arruinarle la vida a esa desconocida, era preferible ser monja que terminar casada con un hombre que no sentía absolutamente nada ante las mujeres.

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Comments

Hasley Aysanoa Murillo

Hasley Aysanoa Murillo

necesito saber si hay una historia de el

2024-05-14

3

zenda

zenda

primera vez que leo autoría una historia tuya y me a gustado el primer capítulo seguiré leyendo a ver si me quedo leyendo tus demás novelas

2024-05-14

1

Raquel Sanchez

Raquel Sanchez

Ahora es peor, Dorian encompinchado con O'Brian

2024-05-14

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