EL MUNDO ES UN PAÑUELO

...LEAN:...

Me sentía tan dolido, como si la Señorita Marta me hubiera clavado un puñal en el pecho, lo había hecho, pero no era su culpa, sino mía, yo había dado por sentado que sentía lo mismo por mí. Debí cerciorarme antes de apresurarme, para no recibir tal rechazo y que estuviese bajo el mismo techo no ayudaba a sentirme mejor. Con razón no correspondió a mis besos y me abofeteó.

No podía soportar ni verla, pero cumplí con su petición y le hablé solo para darle órdenes, estaba de pésimo humor y no podía evitar pagarlo con ella, que mis impulsos se activaran apenas la veía, no ayudaba. Me recordaba que había elegido a una mujer que no me correspondía, que era la solución a mi problema y la única que me gustaba, era perfecta para mí, pero no podía hacer nada si no sentía lo mismo.

Así que la solución para olvidarla era elegir a otra mujer, casarme para poder despegar de mí aquella afición por la Señorita Marta.

Conocía a Penélope desde niño, era hija de un vizconde de otra región cercana a la capital y su esposa era una amiga muy estrecha de mi madre. La señorita tenía una tía y pasaba la mayor parte en la zona costera, por eso no había tardado nada en llegar a la mansión.

Yo le gustaba, pues siempre desde niña me observaba con ilusión, yo en cambio la observaba como una hermana y con mi problema, nunca me atreví a alimentar aquella ilusión.

Así que me reuniría con ella, para cortejarla y ver si podía sentir alguna cosa con Penélope, pero lo que no me esperaba era encontrar a Marta afuera del salón, como si estuviese expiando a mi madre y la Señorita Penélope.

Le exigí que era lo que hacía, pero me tomó por sorpresa que dijera que quería hablar conmigo. Se veía con el rostro decaído y había súplica en sus ojos, quise tanto sucumbir y aceptar, más cuando me confesó que no había sido sincera, pero no permití que la ilusión me dominara y le dejé en claro que tenía una reunión con mi futura esposa.

Eso aún no lo había decidido, pero lo dije para desquitarme y entré en el salón.

Ya era demasiado tarde cuando me arrepentí de haberle soltado esas palabras. ¿Y si sí quería ser mi esposa? ¿Por qué me rechazó entonces? ¿Por qué no fue sincera si quería que la cortejara? No me gustaba nada las indecisiones, tampoco que jugaran conmigo, el asunto que yo traté con ella había sido muy serio para que se pusiera en ese plan de hacerme sentir mal.

¿Qué rayos le sucedía a Marta? ¿Ahora sí quería ser cortejada? Justamente cuando yo había tomado la decisión de buscar otra candidata.

Me irrité por su falta de determinación.

— Conde Lean, hace tanto tiempo que nos nos vemos — Saludó la Señorita Penélope, levantándose de su asiento, haciendo una reverencia.

Me incliné y posé mis labios en la mano que me ofreció.

— Señorita Penélope, es muy cierto, no nos vemos desde hace dos otoños. Está usted muy rozagante.

Sonrió, encantadora, pero no tuvo ningún efecto en mí.

— Y usted está muy guapo. Acepto que mi intriga mucho ésta invitación tan repentina — Sopesó y volví a mi seriedad.

— Por supuesto, tome asiento — Le ordené, así lo hizo.

Me senté junto a mi madre. Ella tenía una expresión de desacuerdo, advirtiendo con una mirada discreta que no tomara una decisión de la que podía arrepentirme.

¿Y si Marta tenía una buena explicación de su forma de actuar? Si me comprometía con Penélope, no habría vuelta atrás y ya no podría buscar a Marta.

No, no podía decirle la razón por la que la invité, no sin escuchar lo que Marta tenía que decirme.

— De hecho, la invité para saber como ha estado, recordar viejos tiempos de nuestra amistad — Dije y mi madre me observó sorprendida, no era eso lo que iba a tratar, ella lo sabía.

Penélope tuvo que disimular su desconcierto, por supuesto que ella esperaba otra cosa.

— Si, tiene razón, hace mucho que no nos reuníamos — Dijo, fingiendo una sonrisa — De hecho, deberíamos ir al jardín a pasear mientras nos contamos todo en nuestra ausencia.

— Si así lo prefiere, perfecto, aunque la presencia de mi madre es necesaria, debido a que ella debe supervisar que nuestra reunión no sea inapropiada — Observé a mi madre, conocía las normas y una señorita a solas con un hombre soltero, no era buena idea, Penélope podría intentar algo o inventar que me propasé para amarrarme en un matrimonio, no es que tuviese esas mañas, pero la mayoría de las señoritas hacían cualquier cosa cuando estaban interesadas en un hombre que no les correspondía.

— No lo malinterprete, sabe como son las normas.

— No, entiendo perfectamente, vamos, entonces.

Nos levantamos, acompañé a mi madre y la señorita al jardín, aunque debido al otoño, hacía mucho frío.

Mi madre ordenó al mayordomo que ordenara a las sirvientas traer un pequeño picnic para merendar frutas en los bancos del jardín.

Penélope paseó muy recta, con porte de princesa, dedicándome sonrisas en ocasiones.

Nos sentamos en los bancos.

— ¿Recuerdas cuándo venía con mi tia y jugábamos aquí en el jardín? — Preguntó Penélope, sentada junto a mi madre.

— Claro, como olvidar eso, recuerdo que solías jugar a las escondidas — Dije y se rió.

— Siempre me atrapabas, nunca lograba librarme de que me encontrara, aunque solías aburrirte mucho porque ya estabas adolescente y pensar que luego terminé jugando con tus hermanas.

— Si es cierto, aspiraba a otras cosas, pero sin duda, volvería a desear ser niño.

— Como nos divertíamos — Suspiró.

— ¿Cómo está tu familia? — Preguntó mi madre a la chica.

No pude seguir escuchando, me perdí por completo en la señorita que venía entrando al jardín junto con otra.

Marta, mi corazón se aceleró y otra vez me sentí duro de solo verla llegar con una bandeja cubierta con una tapa.

— Mi lady ¿Dónde coloco esto? — Preguntó a mi madre.

— Aquí, en la mesa, pero primero el mantel — Dijo ella, señalando la mesa de piedra entre los bancos.

La otra sirvienta extendió el mantel y ella colocó la bandeja allí.

Levantó la tapa, pero solo podía concentrarme en su rostro en la tensión que estaba generando su cuello descubierto. Esto sería una tortura.

— Fruta picada, eso está mucho mejor, nada que engorde — Dijo Penélope, ella empezó a repartir las cuencas — Sirvienta ¿Le pusiste durazno?

— No, señorita — Respondió la otra.

— Excelente, porque soy alérgica al durazno.

Marta seguía inclinándose y apreté mi mandíbula cuando sus pechos se tensaron contra la brisa fría, los pequeños pezones se le marcaron por encima de la tela e imaginarme que no llevaba nada debajo aumentó la tensión contra mis pantalones.

Se me secó la boca, necesitaba aliviarme, ausentarme para poder deshacerme de aquella necesidad.

Marta tomó la cuenca de Penélope y sus ojos se desviaron hacia mí.

No pude desviar la mirada para disimular, en seguida notó lo que estaba viendo y bajó su mirada a su pecho.

Maldición.

Se sonrojó tanto, tornándose tan nerviosa que se le resbaló la cuenca sobre el vestido de Penélope.

Salí de mi embeleso cuando ella soltó un grito y se levantó de golpe, indignada cuando la fruta ensució su impecable vestido.

Me dió un poco de gracia, pero no me reí.

— ¡Oye, ten más cuidado, sirvienta! — Gimió, alzando sus palmas — ¡Mira, arruinaste mi vestido! — Hizo un gesto de dolor.

— Lo siento, señorita, fue un accidente — Dijo Marta, apenada.

— ¿Accidente? ¿Tienes aceite en las manos?

— Fue un accidente, no te pongas así, Penélope — Intervino mi madre — Esas cosas pasan siempre.

— Pero, madrina, este vestido me lo obsequió mi padre, es muy valioso para mí.

— Nada que no se arregle con un poco de agua — La tranquilizó ella y luego observó a Marta — Llévala a uno de los baños.

— Si, mi señora — Marta inclinó su cabeza y luego observó a Penélope — Venga conmigo, señorita.

— Señorita Penélope para ti — Se quejó ella, enojada por el desastre, pero siguió a Marta hacia la casa.

Mi madre me observó detenidamente.

— ¿Qué? — Dije, incómodo.

— ¿Por qué cambiaste de opinión?

— No he cambiado de opinión, simplemente estoy considerando mis opciones.

— ¿Considerando tus opciones o a Marta? — Estrechó sus ojos y solté una risa irónica — ¿Crees qué no me di cuenta que fue por tu culpa que se resbaló la cuenca?

— ¿Mi culpa? — Me hice el ofendido.

— Ay, vamos, estabas como bobo, no le quitabas la mirada de encima.

Me tensé — Madre, deja de hostigar mi paciencia.

— Te sugiero disimular lo que te provoca Marta y más delante de Penélope.

— ¿Tanto se me nota? — Me sentí apenado.

— Claro, hasta un ciego se daría cuenta de lo que te sucede.

— Carajo — Escupí.

...MARTA:...

Guié a la susodicha a uno de los baños para invitados y entró, mirándome como si quisiera matarme. Esperé pacientemente, queriendo marcharme, pero sonreí sin poder evitarlo, me sentía un poco satisfecha por ensuciar su vestido. Ay, no ¿En qué me estaba convirtiendo al burlarme de las desgracias ajenas? Me caía pésimo, su vocecita chillona y su forma de observar al conde era demasiado insoportable, además que observaba por encima de su hombro, creyéndose lo mejor.

Si lo hubiese hecho al propósito, no habría salido. Lamentablemente, fue a causa de mis nervios, cuando sentí la mirada del conde posada en mí, en mis senos, con tanta intensidad que me torné acalorada.

La tal Penélope salió al fin, con una mancha de agua en la falda de su vestido, muy irritada.

— Eres una torpe e inútil sirvienta, deberían echarte de aquí — Gruñó, observándome de pies a cabeza con despectiva — Eres patética.

— Fue un accidente — Dije, no con sumisión, sino con expresión seria, devolviéndole la mirada.

— Si, claro ¿Crees qué no me di cuenta como observabas a mi conde? — Se acercó, tratando de intimidarme — Eres una pobre sirvienta, jamás se fijaría en ti, así que sugiero que apartes tu atención de mi futuro esposo, cuando me mude aquí, voy a encargarme de echarte.

Si supiera que el conde me había propuesto ser su esposa, a mí, a una simple sirvienta y que no me quitaba la mirada de encima.

— No se de que habla.

— Mosca muerta — Gruñó, empujando su dedo índice en mi hombro, quise tomar esa mano para romperla, pero si la tocaba, iba a perder, en mi posición no podía tomarme esa clase de libertades — No te hagas la inocente, solo puedes aspirar a ser un juguete desechable.

— Tiene mucha experiencia en eso — Gruñí y enrojeció de la ira.

— ¿No te enseñaron a respetar a tus superiores y patrones?

— Usted no es ninguno de ambos, así que no tengo porque soportar su irrespeto hacia mí — Sostuve su mirada.

— Pronto lo seré y cuando éste aquí, voy a encargarme de mostrarte lo que es aprender a respetar.

Se alejó, muy digna la mujercita.

...****************...

Esperé a que la visita se marchara para entrar al estudio del conde, lo esperé allí, muy pacientemente, aprovechando que tenía un tiempo libre y que el ama de llaves había salido de compras al mercado, con Leila.

Estaba nerviosa, limpiando mis manos de la tela de mi falda a cada segundo.

Cuando la puerta se abrió, me levanté del sillón.

El conde se sorprendió al hallarme allí.

— ¿Qué hace aquí? — No dejó su seriedad de lado, ni su tono severo.

— Quiero hablar con usted ¿Lo recuerda?

— Ya dejó todo en claro — Se quedó junto a la puerta.

— No, realmente no.

— No me agradan éste tipo de comportamiento — Se cruzó de brazos — Se supone que usted me dió una respuesta y ahora resulta que no fue sincera.

— Tuve una razón al mentir — Confesé, observando a ese rostro duro — Usted me gusta — Se me calentó el rostro y se tensó — Mucho — Tragué con fuerza, dió un paso, pero retrocedió.

— ¿Qué le hace pensar que le creeré? Su palabra es de dudar.

— Mentí, por mi familia — Lo observé a los ojos.

— ¿Su familia?

— Así es, jamás aceptarán que nos casemos.

Frunció el ceño — ¿Y eso por qué?

— Porque me escapé, ellos no saben donde estoy.

Se llenó de sorpresa y colgó sus brazos a los lados.

— ¿Por qué escapó de su propia familia?

— Yo quería ser monja y ellos querían obligarme a casarme, así que no me quedó de otra que escapar — Confesé, por más que quisiera, no podía decirle lo de mi padre, él jamás creería que un hombre mirase con malos ojos a su propia hija, ni mi madre lo quiso creer — Si le envía una carta, vendrán inmediatamente, pero para llevarme de vuelta a Hilaria, no para darle el consentimiento.

Se acercó — No puedo cansarme con usted sin permiso de su familia, tal vez si hablo con ellos podremos...

— ¡No! — No pude evitar sonar desesperada, pegando mi cuerpo al suyo, enterrando mis manos en la tela de su camisa — Jamás van a darle el permiso, si me encuentran, será mi fin.

Se tensó, quedándose inmóvil y rígido cuando elevé mi mirada hacia él.

— Debe haber alguna forma de convencerlos.

— Los conozco y se que si los vuelvo a ver, van a llevarme con ellos. Nada podrá hacerlos cambiar de opinión.

— No podemos casarnos, no sin su permiso — Su voz se volvió un poco ronca, sus ojos brillaron — Hay normas que me obligan a seguir un protocolo, cualquier cosa que haga mal o inadecuado repercute en mi vida social y en mis negocios, es una pena que todo se base en la impresión de la gente, pero es así como funciona la nobleza, si me caso con usted sin permiso de su familia, habrá muchas especulaciones, ya de por si será un escándalo que me case con una sirvienta de sangre común. Por eso la presencia de su familia tiene mucho peso.

Me pareció injusto, que no hubiese libertad de decisiones en su mundo, pero comprendía que así funcionaba todo y aún así, el conde me eligió.

— Su familia debe estar preocupada...

— No, no quiero que me encuentren, si eso pasa, nos van a separar — Dije, con un nudo en la garganta, mis ojos se humedecieron y observó mi rostro.

— Tranquila, está bien, hallaremos otro modo — Sopesó, alejándose como si mi cercanía la quemara.

— ¿Se casará con esa señorita?

Me observó — No, no le propuse nada, porque estaba esperando su explicación.

Sentí un nudo en mi estómago.

— ¿Entiende por qué mentí? Lo de mi familia será un obstáculo para nuestros planes y no quería causarle estos problemas.

— Lo entiendo, pero insisto en que la comunicación puede ser la solución, soy un conde y tengo suficiente prestigio para que acepten el matrimonio.

Negué con la cabeza — Debe haber otra forma — Se percató del miedo en mi expresión.

— Pensaré en algo.

— Gracias por comprender.

No pude evitar acercarme nuevamente y lo abracé.

El contacto le hizo estremecer. Su cuerpo se sentía firme y poderoso, cálido y agradable.

No me devolvió el abrazo, no durante unos segundos.

Envolvió mi espalda me abrazó, apretándome con un poco de fuerza.

Cierre mis ojos, sintiendo su espalda ancha contra mis manos.

Aparté mi rostro de su hombro y di con el de él.

Algo duro y firme se encajó contra mi abdomen.

Se me cortó la respiración, gracias a Daila sabía lo que era.

Su miembro y estaba endurecido para mí. No sentí bochorno, ni indignación, solo la respuesta entre mis piernas, un ansia demasiada pesada.

Su mirada se oscureció.

Observó mi boca.

No me besó, se apartó, tomando distancia, caminando hasta posicionarse detrás del escritorio.

Se aclaró la garganta.

— ¿Así qué quería ser monja?

— Sí, así es — Dije, tomando aire para poder controlar mis nervios — Estaba en eso cuando me secuestraron.

Se quedó sopesando mis palabras.

— ¿Llegó sola a Floris? — Se acarició la barbilla, tenía una barba incipiente.

— No, una amiga me ayudó, nos separamos debido a que yo me quedaría en la casa de una tía, pero no pudo recibirme así que perdí contacto con mi amiga, no sé donde está viviendo ahora.

Se quedó pensativo.

— ¿Fue a los conventos?

— Al día siguiente de que me dejara en la posada, empecé a buscar los conventos, pero extrañamente, en ninguno quisieron aceptarme — Confesé y él se tornó más atento, hasta sorprendido, me observó de pies a cabeza.

— No puede ser — Jadeó.

— ¿Qué sucede?

— ¿Su amiga se llama Roguina?

Me sorprendí.

— Si, es ella — Sonreí, emocionada — ¿Usted la conoce?

— Recientemente — Estaba atónito — Conozco a su esposo, de hecho es amigo de mi cuñado, el Duque Dorian.

— ¿Su cuñado es el Duque Dorian? — Solté sorprendida y asintió con la cabeza.

— ¿Usted sabe dónde está mi amiga?

— No, pero Dorian si debe saberlo. Podemos ir a su casa ¿Si quiere?

— Por supuesto.

— Entonces saldremos de inmediato.

Lo observé, agradecida por aquella causalidad tan grande.

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Comments

Eleonor Baker

Eleonor Baker

espiando

2024-05-14

2

Edith Villamizar

Edith Villamizar

que lindo Conde

2024-05-02

0

Daiana Ibarra

Daiana Ibarra

con los metodos de Dorian seguro la dejan casarse

2024-03-23

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