UN MAL PASO ARRUINA TODA LA EXISTENCIA

...MARTA:...

Cuando llegamos al puerto, el tal Duque Dorian estaba allí, era un hombre muy hermoso, con piel blanca como porcelana, cabello largo y brillante. Tan impresionante que me sentí como algo muy indefenso, aunque eso siempre solía pasarme con todos los hombres.

— No te moriste — Suspiró aburrido al ver al esposo de mi amiga ¿Qué clase de amigo era ese? Roguina puso los ojos en blanco, como si estuviese acostumbrado a aquel trato tan cruel, pero a la vez parecía divertirle a ambos.

— Vaya, vaya, me sorprende que vengas hasta acá a recibirme, eso significa que soy mucho más importante que tú.

El duque resopló — Ni te creas tanto, solo quería ver si había noticias de un pasajero faltante, alguien que se hubiese tirado a la borda.

O'Brian respondió con un gruñido bajo.

El Señor Robert sostenía las pequeñas, pero la sirvienta que acompañaba al duque se aproximó y le ayudó con una, ambos sujetos se dieron miradas extrañas.

Me presentaron y dudé un poco de tomar la mano de aquel hombre tan intimidante, pero sonreí forzadamente y lo hice, murmurando mi nombre, después de eso alquilamos un carruaje, ya que el duque solo había traído uno y era de su uso.

Les dí la dirección de mis tíos para que me dejaran de camino allá. Yo no conocía Floris, pero había obtenido esa dirección gracias a mi madre, preguntándole como si sintiera curiosidad.

¿Qué estaba pensando ella de aquel escape? Era una pena, mi madre no era un problema, era cariñosa y atenta, aunque no estaba de acuerdo con que fuese monja, me seguí tratando con amabilidad, excepto una vez le había hecho un comentario sobre la extraña forma en que me observaba mi padre y cambio había recibido una bofetada. Me advirtió que dejara los inventos, que un hombre como mi padre jamás haría algo así.

Desde ese instante supe que no tenía su apoyo y su comprensión.

— Cuando puedas me envías una carta, te mandaré la dirección de nuestro nuevo hogar para que nos visites, tardarás un poco, ya que cuando entres al convento no te dejarán salir por un tiempo— Dijo Roguina, cuando se detuvo el carruaje frente un camino recto que llevaba a una casa de dos pisos.

— Muchas gracias, amiga, jamás olvidaré esto — Posé mi mano en la suya — Te debo mucho.

— No es nada, los amigos se apoyan — Sonrió.

Observé a O'Brian — Adiós, Señor O'Brian, espero que tenga éxito en Floris.

Inclinó su cabeza — Muchas gracias, yo espero que tengas suerte y te vaya bien en el convento.

Tomé las valijas y bajé del carruaje.

El carruaje se marchó y suspiré pesadamente, sosteniendo mi sombrero sobre mi cabeza ante el viento fuerte.

Floris era muy frío y los árboles soltaban sus hojas.

Estaba conociendo el otoño y era hermoso, me gustaba mucho mi nuevo reino. Solté una sonrisa optimista y avancé por el camino, subí la casa de aquella casa de campo, dejé una de mis valijas en el suelo para tocar la puerta, después de tres golpes, se abrió.

Revelando a una señora de vestido gris con botones hasta el cuello y un moño desarreglado.

Me dió una mirada de pies a cabeza, con el ceño fruncido.

— ¿Quién eres tú?

— Soy Marta Ladino, la sobrina de Adolfo Ladino.

Su expresión cambió por sorpresa.

— Ah, la sobrina.

— Así es — Extendí mi mano — Mucho gusto, señora.

No tomó mi mano, en cambio observó mis pertenencias.

— ¿Piensas quedarte aquí?

Mis ánimos decayeron.

— Solo será hasta que me acepten en uno de los conventos.

Planeaba que ellos me dijeran donde quedaban.

— ¿Le avisaste a tu tío que vendrías? — Preguntó, sin darme la bienvenida, ni dejarme entrar, apoyando su peso en el marco de la puerta.

— No, no le avisé, es que no me dió tiempo...

— ¿Traes piezas para pagar tu estadía? — Se cruzó de brazos.

Me desconcerté — ¿Piezas?

— Exacto, no voy a darte techo y comida gratis.

— ¿Dónde está mi tío? Tengo que hablar con él — Dije, con un tono más serio.

— Está de viaje, tratando de encontrar fuentes de dinero, llegaste en muy mal momento, niña — Dijo, con expresión insensible — Estamos pasando por una mala racha.

— ¿En serio?

— ¿En qué mundo vives? — Escupió y tensé mis hombros — Tu madre se olvidó de su hermano, viviendo con comodidades mientras nosotros sufrimos.

— Lo siento yo...

— Paga tu estadía, sino vete por donde viniste — Gruñó la doña, extendiendo su palma — ¿No tienes piezas? ¿Cómo llegaste hasta aquí? — Bajó su mano cuando no me moví — Claro, entiendo, como eres hija de papá y mamá pretendes que te mantenga y te sirva como si tuvieras corona... No voy a mantener a otra vaga.

— No... No pretendo...

— Lárgate, no estoy de humor, no he desayunado y pretendes que te dé estadía y comida sin pagar por ello — Volvió adentro, sin dejarme hablar cuando cerró de un portazo.

Me quedé sin asimilar nada.

Vieja a amargada, mi tío no estaría de acuerdo con eso.

No tenía muchas piezas, las tenía destinadas para el alquiler de un carruaje para poder trasladarme, ya le debía demasiado a Roguina para pedirle más.

Necesitaba encontrarla para que me diera estadía, por lo menos hasta que marchara al convento.

Tomé mis valijas y volví al camino.

Observé a ambos lados, todo estaba tan solitario y silencioso.

Ya ni se divisaba el carruaje y había una división más allá.

¿Cómo iba a saber a donde ir?

Decidí regresar al puerto, tal vez podría preguntar a cualquier persona sobre como hallar el convento, con suerte me internaría ese mismo día sin necesidad de quedarme a dormir en alguna posada.

Caminé de vuelta al puerto, por lo menos volver allí era sencillo, aunque estaba un poco lejos y el camino estaba solo.

Me daba un poco de temor, mi único consuelo era la daga escondida en mi muslo, para emergencias.

Duré como veinte minutos caminando, con pasos tan rápidos, que me dolieron las piernas.

Los cacos de unos caballos se escucharon y también las ruedas de un carruaje.

Apuré el paso cuando me percaté de que se disminuía la velocidad.

— ¡Oiga! — Gritó alguien desde adentro del carruaje, no me detuve — ¡Señorita, espere!

Me detuve y observé por encima de mi hombro. Había un hombre con la cabeza sacada por la ventana del carruaje, sonriendo amablemente y apreté la haza de mis valijas.

— ¿A dónde va tan sola?

No respondí.

— ¡Yo puedo llevarla, este camino es peligroso! — Se ofreció, pero no sentí la confianza de avanzar a la puerta que abrió para mí.

— No gracias.

— Oh, vamos, usted no debería caminar sola ¿Va al puerto? Puedo dejarla de pasada — Dijo el sujeto de barba.

Observé el camino, demasiado solo, solo los árboles susurrando contra el viento.

Tal vez no tenga malas intenciones, no podía tachar a todos de ser igual.

Me giré y caminé hacia la puerta, me tendió la mano para ayudarme a subir, pero no la tomé y entré en ese carruaje.

En seguida me arrepentí, había dos hombres más allí y posaron sus ojos en mí. Eran fornidos, como los guardaespaldas que trabajan para los padres de Daila y el pánico me hizo mantenerme alerta.

El carruaje empezó moverse.

— ¿Usted no es de por aquí verdad? — Preguntó ese sujeto de la barba, muy bien vestido.

No respondí.

Se rió ante mi silencio — Comprendo, no tiene que darle explicaciones a un desconocido, solo quería pasar el tiempo conversando con una hermosa dama.

La sensación de asco que era familiar me recorrió, la forma en que me observaba aquel hombre, como mi padre.

Los dos fornidos se observaron.

No insistió en seguir hablando y el carruaje siguió moviéndose, hasta que se desvió hacia un camino distinto al puerto y empecé a asustarme, bajé mi mano a mi falda y hurgue sin que me vieran, tomando la daga.

Sabía defenderme un poco, a menudo observaba los entrenamientos de O'Brian, con la esperanza de aprender algo de eso. Roguina me invitaba a entrenar con ellos y aprendí gracias a eso.

Aunque tenía la esperanza de no estar obligada a usarlas.

— ¿No se dirigía al puerto?

El hombre sacó un pañuelo de su bolsillo.

— Estamos cazando chicas hermosas — Explicó y fruncí el ceño.

— ¿Qué?

El corazón empezó a saltarme y el miedo me invadió.

— Jefe, por ella pagarán mucho, es muy hermosa — Dijo uno de los grandotes.

Aferré mis dedos a la daga escondida entre mis faldas.

Antes de que pudiera salir ese hombre se me echó encima, dirigiendo el trapo a mi rostro.

Elevé mi daga de forma impulsiva, encajando hasta el mango en debajo en su costado.

El hombre gritó, cayendo sobre el asiento.

— ¡Maldita desgraciada, se encargan de ella ahora mismo! — Gritó en medio del dolor.

Observé la puerta y traté de abrirla. Roguina me había contado que para escapar se había aventado de un carruaje en movimiento, yo estaba apunto de hacer lo mismo.

No tuve oportunidad, lancé patadas y manotazos cuando me tomaron de la cintura.

Golpeé a uno en el rostro con el codo y también le pinché los ojos al otro.

Maldijeron y gritaron, mientras el tercero agonizaba por la apuñalada.

Eran hombres y eran más fuertes, me sostuvieron de manos y piernas, mientras que sacaban otro pañuelo y lo estampaban contra mi nariz y mi boca.

Me sacudí, ahogándome en el fuerte olor del sedante.

...****************...

Desperté en una habitación extraña, sobre una cama que olía a humedad.

Me levanté, con un dolor horrible en la cabeza, asustada por lo que había sucedido, recordé en unos segundos lo que me habían hecho y me levanté a prisa de aquella cama.

La habitación no tenía ventanas, solo antorchas y una puerta de hierro.

Empecé a llorar y luego sollocé.

Había huido a Floris para tener una vida de paz, para cumplir mi sueño, pero el mundo me seguía demostrando que no había espacio para ilusiones. La realidad me había golpeado de nuevo, enseñándome la maldad de los hombres por segunda vez.

¿Qué iban a hacerme?

Intenté hallar algo puntiagudo para defenderme, pero la puerta se abrió y unas mujeres con trajes exhibicionistas y maquillaje exagerado entraron en grupo.

Había un fornido detrás de ella, cruzando sus brazos cuando se aproximaron a mí.

Le dí un puñetazo a la primera y las otras retrocedieron asustadas cuando cayó al suelo.

— ¡Déjenme ir! — Grité, elevando mis puños cuando trataron de acercarse — ¡Malditos! ¿Dónde estoy? ¿Qué quieren conmigo?

El fornido se acercó y sacó una espada de su cinturón.

— Deja el maldito problema o voy a cortarte la garganta, ya me enteré que mataste a uno de los jefes y si no quieres que les pida que te sostengan para saciarme contigo, mejor coopera.

El hombre me observó de la misma forma que mi padre.

Derramé lágrimas de pánico mientras bajaba la guardia, jamás podría contra un hombre tan musculoso, abusaría de mí.

— Tranquila, solo vamos a vestirte para el evento — Dijo una de las mujeres, acercándose.

— ¿Qué evento? ¿Qué quieren de mí?

— Sin preguntas — Gruñó el fornido, alejándose a la puerta para apoyarse en ella.

— Desnúdate — Pidió otra, con una ropa extraña colgando de su brazo.

— ¿Qué? — Jadeé, temblando mucho más — ¿Qué van hacerme?

— Deja las malditas preguntas o voy a usarte antes de que te vendan.

¿Venderme? Derramé lágrimas silenciosas mientras me quitaba los botones del vestido. Ese horrible sujeto no se marchó, sino que se quedó a observar como me desvestían.

Quedé desnuda, muerta del pánico y la humillación y empezaron a colocarme dos prendas, tan cortas y pequeñas que solo alcanzaban a cubrir mis senos y mis partes privadas.

De encajes negros y con perlas incrustadas.

Me peinaron, dejando el cabello suelto, adornado con una diadema plateada.

El maquillaje era el mismo que llevaban ellas.

— Ya está lista — Dijo una de las ellas.

Estaba en shock, así que no podía retener sus apariencias.

El hombre avanzó y quise retroceder, asustada, pensando en lo peor que iba hacerme.

— No llores, si estropeas el maquillaje te cortaré una oreja, creeme te va a ir peor si nadie te compra — Tomó mi brazo, presionando tan fuerte que gemí de dolor.

Me sacó a la fuerza de aquel lugar, llevándome a un pasillo a rastras.

Había otras chicas caminando adelante de mí y con las mismas expresiones aterradas.

Estaba descalza así que sentía el frío del suelo.

Me guiaron por unas escaleras hasta que llegamos otro pasillo más decente.

Cuando cruzamos una puerta la música me golpeó los oídos.

Había muchos hombres enmascarados, bebiendo y tocando a las mujeres que bailaban para él en el salón de aquella extraña casa.

Los silbidos y palabras obscenas me siguieron, me sacudí contra el agarre cuando la multitud de hombres se acercaron.

— ¡Nada de tocar antes de la subasta! — Gritó el fornido, haciendo que me tropezara cerca de un hombre alto y fornido.

Sus ojos verdes se clavaron en mí a través de la máscara negra con bordes dorados que llevaba puesta.

Me guiaron al frente, obligando a formar fila con otras chicas, que eran como quince.

Todas amenazadas por los hombres fornidos.

¿Qué era aquel lugar? ¿Qué era aquella perversión?

Me percaté de que había caído en el mundo de los hombres más pervertidos o rastreros.

Todos nos observaban como depredadores.

Supe en ese momento que iban a subastarme como a un objeto,reprimí el gesto de caer de rodillas para sollozar y suplicar.

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Comments

Ale M.

Ale M.

Bien cariñosos!! Jajaja

2024-05-14

0

Eleonor Baker

Eleonor Baker

cascos

2024-05-13

0

Topy71

Topy71

No puedo creerlo... Dorian y el otro tarado planearon eso??? Y si no lo hicieron, como pudieron dejarla ahí e irse como si nada sin comprobar que entrará a la casa y que estuviera bien? Ese Dorian y ese OBrian son unos idiotas, unos brutos, solo le importan de ellos mismos 🤬

2024-04-15

5

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