DECISIONES QUE PESAN

...MARTA:...

¿Casarme? ¿Era en serio?

El conde tenía una expresión muy seria para estar bromeando. Me observó detenidamente, esperando mi respuesta y mi corazón estaba al trote, tan descontrolado.

Estaba soñando, un hombre dispuesto a cortejarme y casarme conmigo, además de tener sangre noble y ser atractivo, un caballero.

Me besó porque le interesaba, yo, una chica común. No podía evitar sentirme emocionada y nerviosa.

— ¿Acepta que la corteje? — Preguntó, ansioso.

— ¿En serio quiere casarse con una sirvienta? — Lo observé a los ojos — ¿Una chica de sangre común?

— ¿Qué tiene de malo? — Se encogió de hombros.

— Eso jamás ha pasado.

— Yo quiero que sea usted — Mantuvo su mirada fija y mi estómago se agitó — Si usted me acepta entonces la voy a cortejar y luego pediré su mano, si quiere casarse conmigo me dará la dirección de su familia y yo enviare una carta para que ellos vengan, hablaré y les demostraré que mis intenciones hacia usted son de un buen interés.

La ilusión en mí se desplomó como árbol cortado. Mi familia no, yo había huido de ellos y si él enviaba una carta indicando donde encontrarme, entonces vendrían y me arrastrarían de vuelta a Hilaria, mi padre jamás iba aceptar que me casara, ni siquiera con un noble, porque él no me quería para nadie y mi madre, ella lo apoyaría como siempre. Todo terminaría cuando el conde enviara esa carta, lo iban a rechazar y siendo un hombre tan caballeroso, apegado a las tradiciones, no podríamos avanzar más de ahí.

Ni siquiera mi hermano sabía donde encontrarme, había usado la excusa de ir a despedir a Roguina al puerto para poder escapar.

Mi familia no podía encontrar y si eso significaba que debía rechazar la propuesta del conde, entonces lo haría, muy a mi pesar.

Me hubiera gustado ser su esposa y más después de que me besara.

Lo observé de forma firme, sintiendo mucho dolor por dentro.

— Lo siento, pero no puedo aceptar.

Su expresión cambió, tornándose desilusionada.

— ¿Por qué no puede hacerlo?

— No estoy interesada — Dije, conteniendo las lágrimas y el músculo de su mandíbula se tensó.

— ¿Está segura de eso?

— Si, lo estoy, honestamente, jamás podría verlo con otros ojos que no fuesen los de agradecimiento, usted es mi patrón, me ayudó, pero más allá de eso, no le correspondo.

El brillo en su mirada se opacó.

— Entonces lo malinterprete, pensé erróneamente que yo le interesaba.

Tragué con fuerza.

— Le recuerdo que fue usted quien me besó y si fui a buscarlo, fue para aclararle que no quiero tener ninguna relación más allá de la de sirvienta y patrón, pero no me dejó hablar y si la bofetada no fue suficiente prueba, entonces queda aclarado — Cada maldita palabra me pesó en el alma, pero el conde ocultó lo que sucedía en su interior.

Me atreví a rechazar a un conde, al primero en interesarse verdaderamente en mí y lo había arruinado.

— Entiendo, ya me queda claro, Señorita Marta y descuide, no volveré a importunarla, ni hacerle sentir incómoda — Dijo, con una expresión tensa — No le quito más su tiempo, buenas noches — Inclinó su cabeza y luego se giró, alejándose por el pasillo.

Me apoyé de la pared y derramé lágrimas, silenciosas.

Queriendo ir tras él.

...****************...

Al día siguiente, subí a la habitación del conde, preparándome mentalmente para acercarme a él, sin aceptar su propuesta y disculparme por haber acabado con sus ilusiones.

Toqué la puerta varias veces.

— Adelante — Gruñó, entré, pero el ya estaba vestido, observando por la ventana de su habitación.

— Mi lord ¿En qué puedo servirle?

Se giró y me observó sin ninguna emoción, solo indiferencia.

— Cambie las fundas de la cama, también las cortinas y ordene mi armario — Ordenó, con voz autoritaria, ya no había sonrisas, ni palabras amigables — Debe lavar las fundas y las cortinas, limpiar las alfombras y pulir el suelo, el espejo y las ventanas, que todo quede pulcro.

Tanto trabajo, era demasiado para mí.

¿A caso se estaba vengando de mí por el rechazo? No lo culpaba, no podía hacerlo, todo era mi culpa.

— Como ordene, mi lord.

— Cuando termine, no vaya a molestarme, estaré ocupado — Caminó hacia la puerta, pasando a mi lado sin observarme y sentí un nudo en la garganta.

Empecé con las mantas y fundas de la cama, luego las cortinas.

Di varios viajes para llevarlas al lavadero, allí las lavé y tendí antes de volver a la habitación.

Pasé toda la tarde limpiando, puliendo el suelo y dejando las ventanas pulcras, mientras derramaba lagrimas de vez en cuando.

Yo misma le pedí que no quería otra relación que no fuese entre patrón y sirvienta. Así que no estaba bien quejarme, mi conde, lo había arruinado y todo para que mi padre no volviera a encontrarme, porque si lo hacía, era capaz de encerrarme y perjudicarme.

La tarde llegó y terminé tan exhausta que me costaba.

Me dolía todo el cuerpo, pero no más que el alma.

— ¡Necesito que laves los trates! — Ordenó la ama de llaves cuando llegué a la cocina, en la noche, no había tenido ni tiempo de comer y ya me estaba mandando a hacer otra cosa.

— No he comido, primero cenaré.

La mujer iba a protestar, pero me lo dejó pasar y me senté a comer.

Empecé a lavar la enorme torre cuando terminé de comer.

Ya era muy tarde cuando me marché a dormir, pero unas voces se escucharon por el pasillo. No pude evitar acercarme a expiar hacia el salón, me quedé escondida tras la pared, cuando me percaté de que era la voz del conde y la de su madre.

— ¡Necesito que mañana invites a la hija de tu amiga! — Ordenó el conde, con voz severa.

— ¿Y eso cómo para qué?

— La voy a elegir como mi esposa — Gruñó y mi corazón dolió.

— ¿Cómo? ¿Pero qué hay de Marta?

Ella lo sabía, su madre estaba al tanto del interés del conde hacia mí.

— Hablé con ella y no está interesada.

— Debe haber una confusión...

— No hay ninguna confusión, me dejó todo en claro, solo puede verme como su patrón, así que no tengo más nada que hacer ahí — Gruñó el conde y las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

— Tal vez se asustó por la forma abrupta y precipitada con la que se lo propusiste, insiste, debes conquistarla, ella es la indicada para ti.

— No, no siente lo mismo, los consejos de mi cuñado no aplican a los rechazos, si ella no quiere, no tiene caso obligarla — Cortó el conde, con tono amargo — Así que mi otra opción es esa señorita, ella si tiene interés en mí.

— A ti no te gusta, no tomes decisiones precipitadas.

— No soporto las burlas de las personas, sus especulaciones y habladurías.

— De eso siempre habrá, Lean, piensa bien en lo que vas hacer ¿Y si resulta que con ella no te funciona? ¿Si solo es con Marta? — Preguntó la condesa — Esa señorita destruirá tu reputación si se entera de tu problema.

¿A qué se referían con eso? ¿Qué problema tenía el conde?

— Me arriesgaré y si no es con ella, intentaré con la larga lista de señoritas, pero de que me caso, me caso.

— Si esa es tu decisión, la respeto, pero espero que no te arrepientas.

— Me arrepiento, pero de haber confesado mi interés a una señorita que no siente lo mismo por mí — Gruñó, me dolió tanto, que me alejé de allí y entré en mi habitación.

Al llegar me lancé en la cama y abracé la chaqueta.

Solté un sollozo.

¿Qué hice? Me dolía mucho imaginarlo con otra mujer, siendo esposo de otra. Ya no iba a insistirme, estaba determinado a buscar esposa gracias a mi rechazo, lo había lastimado y ahora me dolía que quisiera reemplazarme por otra.

¿Cómo iba a reemplazarme si no era suya, si no le di la oportunidad? Por miedo, por miedo a mi padre había perdido al conde y ahora me arrepentía de causarle ese dolor, de que pensara que yo no sentía nada por él.

No podía dejar de pensarlo, todo el tiempo, recordaba sus besos y su forma de observarme, deseando que volviera a pasar.

Lo necesitaba, pero estaba a punto de perderlo.

...****************...

Después de tres días de trabajo pesado y del conde ignorando mi presencia y hablándome solo para ordenarme.

La condesa me ordenó llevar té y galletas al salón. Tendría una visita y ya me suponía quien sería la invitada, me ordenó quedarme allí mientras ella salía a recibirla.

Una mujer morena de cabellos rizados entró al salón, era hermosa, con un unos mechones sujetos con horquillas y el resto suelto por sus hombros. Tenía un vestido verde manzana, con mangas abultadas y escote sutil, joyas adornaban su cuello y sus orejas, además de tener el rostro maquillado.

Me quedé en el lugar que me habían asignado. Junto a la chimenea.

— Madrina, me dió mucho gusto recibir tu invitación a la mansión, hace mucho que no conversábamos — Dijo, con una voz melosa, entrelazando sus manos cubiertas por guantes de encaje.

— Penélope, quería conversar contigo, pasa y siéntate — La condesa ondeó su mano, la mujercita se acercó y tomó asiento en uno de los sillones, la madre del conde se sentó frente a ella — ¿Quieres té? ¿Galletas?

— Té, está bien, no quiero comer harinas de más, voy a engordar — Tomó una postura recta, con esa sola frase me cayó pesada.

— Marta, sirve el té — Me ordenó la condesa, asentí con la cabeza y me aproximé a la pequeña carretilla que había traído para transportar los aperitivos.

Tomé la tetera y serví las dos tazas, luego me aproximé y las coloqué sobre la mesa, frente a ambas.

— Mi lady ¿Usted si desea galletas?

— Si, Marta, muchas gracias.

Coloqué la pequeña taza con galletas cerca de ella.

— ¿Quiere algo más o ya me puedo retirar?

— Ya puedes retirarte — Concedió ella.

Tomé la carretilla y salí del salón, pero no me marché, sino que volví a colocarme tras la pared para poder escuchar.

— Oh, vamos, madrina, sospecho que éste llamado tiene que ver con mi lindo Lean — Dijo la susodicha y tragué mi irritación.

— Acertaste, mi hijo me mandó a llamarte, ya que quiere tratar un asunto contigo — La voz de la condesa no estaba llena de emoción, estaba muy agradecida de que ella se hubiese puesto de mi lado anoche y que pensara en mí como la indicada.

— Ay, ya me imagino de que va — Rió la mujer — Por fin me va a cortejar, me convertiré en su prometida y nos casaremos.

— Si es así, te lo dirá él.

— Por fin se dignó, mi Lean, siempre supe que era el indicado, no se preocupe, suegra, yo seré una buena esposa y una buena nuera, ya lo verá.

Apreté la agarradera de la carretilla.

— ¿Qué hace usted aquí?

Me sobresalté.

El conde estaba en el pasillo, frunciendo el ceño al verme allí parada, muy sospechosa. Estaba tan hermoso, como siempre, con su ropa elegante y varonil, pensar que se había puesto así de guapo para esa infeliz aumentaba mi enojo.

— Estaba yéndome a la cocina — Dije, observándolo, pero me ignoró completamente e hizo ademán de entrar al salón — Espere — Solté, sin poder contenerme.

Se detuvo y me observó de reojo.

— ¿Qué es lo que quiere?

Estaba muy amargado y pensar que todo era por mi causa.

— Necesito hablar con usted.

— ¿De qué tendría que hablar conmigo? — Se cruzó de brazos.

— Sobre lo que pasó hace cuatro días — Me atreví y su ceño se volvió más marcado.

— Ese asunto ya está finalizado, le pido no volver a tocarlo, solo la estoy tratando como usted lo pidió, es mi empleada y yo su patrón, nada más.

Sus palabras eran despiadadas, pero sabía que era mi culpa.

— No le fui sincera del todo — Confesé, derramando dos lágrimas y su expresión se ablandó por segundos — Por eso, necesito que hablemos.

— Ahora no puedo, mi futura esposa me espera en el salón — Volvió a su expresión dura y se marchó.

Me limpié las lágrimas y volví a la cocina con los ánimos por el suelo.

No iba a rendirme, hablaría con él, si o si.

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Comments

Eleonor Baker

Eleonor Baker

casarse

2024-05-14

2

Edith Villamizar

Edith Villamizar

Marta ahora tienes que ver como haces con Lean ya que lo lastimaste

2024-05-02

0

Johannapeliculas Zambrano

Johannapeliculas Zambrano

hay Martha q te costaba decir sii y ya mira ahora estas q sufres verlo con otra es de verdad q aveces hay mujeres q nos gusta sufrir 😒🙄

2024-03-22

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