CASADOS O SEPARADOS

...LEAN:...

Los tres días pasaron volando. Me mantuve concentrado en el trabajo y pasé la mayor parte del tiempo ayudando a mi madre con los detalles, solo financieramente, ya que yo no sabía de decoración.

El jardín estaba listo, limpio y con un arco de flores artificiales y listones. Ya que por el otoño, era casi imposible encontrar una planta o flor natural. Colocamos pocas sillas, Eleana y Dorian fueron los primeros en llegar, con mis tres sobrinos en sus brazos.

— Todo está quedando lindo — Dijo Eleana, tomando asiento en una de las sillas frente al arco, llevaba un vestido verde esmeralda y el cabello recogido — Me pone muy feliz que en unos minutos serás un hombre casado.

Tenía un susto en el estómago, un dolor que no me dejaba comer, ni tranquilizarme. Los nervios me estaban matando y también la idea de que pronto estaría casado, con una hermosa joven.

— Tengo los nervios de punta — Confesé, limpiando mis manos de la ropa.

— Ve a vestirte — Dijo Dorian, sentándose junto a Eleana, él como siempre vestía de negro y demasiado simple — Búscame después de la ceremonia, tal vez tengamos tiempo de darte algunas recomendaciones para tu noche de bodas.

— ¡Dorian, por favor! — Se quejó Eleana.

— Solo quiero ayudar, el pobre no sabe nada...

— Shhh — Lo callé — Creo que ya has ayudado bastante — Me avergonzó que Eleana escuchara tal cosa.

Emiliana y Sebastian llegaron, los saludé a ambos.

— ¿Cuándo pensabas decirme que ibas a casarte? — Preguntó mi hermana, con desaprobación en su mirada — Esto ha sido toda una sorpresa, ni idea de que estabas cortejando a una señorita.

— Lo siento, pero no me dió tiempo de contarles.

— ¿Quién es la afortunada? ¿Es Penélope? — Preguntó, llevaba un hermoso vestido color vino y el cabello con rizos rojos sueltos.

— No, no es Penélope.

— ¿Entonces quién es? — Emiliana se impacientó.

— Es una señorita de Hilaria, ya la conocerás — Le sonreí y alzó sus cejas.

— Con tal de que sea la indicada, lo demás no importa — Dijo Sebastian, llevando de la mano a mi sobrina.

— Muchas gracias.

Pasaron a sentarse en la fila detrás de Eleana y Dorian.

O'Brian y Roguina llegaron con un bebé cada uno en su brazo, también los acompañaba el Señor Robert y Lira, la sirvienta personal de Eleana.

Al parecer habría más niños que invitados adultos.

O'Brian estrechó su mano con la mía, vestía como todo un caballero, con un traje gris, pañuelo al cuello y botas pulidas, incluso se había peinado el cabello hacia atrás.

— Conde, felicitaciones por atreverse a casarse, Marta es una buena mujer, le hará muy feliz — Dijo, muy gentil, aún no me acostumbrada a su forma de tratarme, él había ordenado a sus hombres darme la paliza de mi vida, hasta dejarme inconsciente, pero luego me había sacado del calabozo donde desperté confundido y lleno de pánico.

Ahora era un hombre renovado, con hijas y esposa.

— Gracias por los buenos deseos.

— Mi lord, cuide bien de Marta — Me advirtió Roguina, sosteniendo a una niña de cabellos blancos, idéntica a su esposo — No la haga sufrir, ella es una chica muy buena que merece ser tratada como princesa. Si le hace daño, vendré a hacerle pagar — La amenaza me hizo tragar con fuerza, para ser una mujer delicada era muy ruda.

— No se preocupe, así lo haré — Incliné mi cabeza.

El sacerdote llegó.

Cuando estuvo todo listo me marché a mi habitación a vestirme.

Me coloqué un traje azul marino, con hilos y botones dorados, el chaleco también era del mismo tono, con una camisa blanca debajo y un pañuelo del mismo color.

Peiné mi cabello hacia atrás y me apliqué fragancia.

Salí de la habitación y volví a entrar en el jardín, colocándome bajo el arco, junto al sacerdote, quién ya tenía su túnica puesta y su libro abierto sobre las palmas.

Sebastian estaba a un lado del arco, con un violín en las manos. Seguramente mi madre le había pedido tocar la marcha nupcial.

Se llevó el instrumento a la barbilla y empezó a tocar cuando la Señorita Marta entró al jardín.

Mi familia se levantaron de sus asientos cuando mi madre llegó al medio de las sillas, llevando de la mano a mi futura esposa. El corazón se me aceleró cuando dejó a la novia en el pasillo, sobre la alfombra de terciopelo que guiaba hasta el arco.

Ella empezó a caminar, con el velo ocultando su rostro y un vestido de falda de campana, con mangas semi abultadas y escote en forma de corazón. Llevaba un ramo de lirios.

hasta que se posicionó frente a mí.

Le sonreí y pude visualizar que me devolvía la sonrisa, con un poco de nervios.

La ceremonia empezó hasta que llegó la frase decisiva.

— Acepto — Dije sin dudar cuando me preguntó.

— ¿Y usted Señorita Marta Ladino? ¿Acepta a Lean Roster como su esposo? — Preguntó el sacerdote.

— Si, acepto — Dijo y solté una larga respiración.

— Entonces lo declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Me acerqué y le aparté el velo hacia atrás, llevaba su cabello rozando sus hombros, en un hermoso tocado con peinetas adornadas con perlas.

El maquillaje era sencillo, pero lindo, había un lindo collar rodeando su cuello y también aretes pequeños que destellaban.

Me incliné y le dí un corto beso en los labios.

Mi familia aplaudió y Marta se sonrojó por completo.

— Ya es mi esposa.

Tomé su mano.

...MARTA:...

Roguina y Eleana me saltaron encima para abrazarme y felicitarme cuando empezó la pequeña celebración.

Ya era una mujer casada y todavía no podía creerlo, estaba tan emocionada que bebí dos copas y comí pastelillos.

Los niños de Eleana jugaban con los de Emiliana, mientras la música se oía de fondo, un músico había llegado para suplantar al cuñado de Lean y toda la familia estaba charlando y riendo en el jardín.

— Eres toda una mujer — Dijo Roguina, ella le había dejado las niñas a su padre, para poder beber y conversar conmigo.

— Aún no me lo creo.

Emiliana se aproximó.

— Oigan, no conozco a la novia, no personalmente — Dijo, deteniéndose junto a Eleana — Yo soy Emiliana, tu cuñada.

— Encantada de conocerte, soy Marta Ladino.

— Me pareces conocida.

— De hecho ya nos habíamos visto, yo trabajaba como sirvienta para el Conde Lean.

— Ah, ya decía yo que me eras familiar, eres muy bonita — Me elogió y sonreí, las mejillas no dejaban de arder — No deberías referirte a mi hermano como el conde, ya es tu esposo.

— Si, es que no me acostumbro.

— Entiendo, a mí me costó un poco con Dorian, no podía dejar de tratarlo con formalismo — Confesó Eleana — Pero, pronto dejarás de hacerlo.

— Nuestras bodas no fueron como la de Marta, ella no se casó obligada — Emiliana bebió de su copa — ¿O si? Dímelo con toda confianza, si Lean te obligó, me va oir.

Sacudí mis manos — No, no, él no me obligó, yo acepté casarme.

Observé hacia el otro lado del jardín, Lean estaba hablando con sus dos cuñados y con O'Brian.

— ¿Estás lista para ésta noche? — Me preguntó Roguina, al oído.

— No lo sé... No he pensado en lo que debo hacer... — Susurré.

— Nos disculpan, vamos por otros bocadillos — Se excusó Roguina y me tomó del brazo, para guiarme hacia la larga mesa de aperitivos.

— Roguina, dime ¿Qué es lo que tengo que hacer cuando estemos en el lecho? — Le pregunté, con más libertad.

— Déjate besar, tocar, concéntrate en solo eso y no te dolerá, si hay atracción y deseo de por medio, eso bastará — Mordió una fresa bañada en chocolate.

— ¿Nada más con eso?

— Supongo que el conde tiene sus trucos, como todo hombre — Se encogió de hombros y me sentí más nerviosa, quería que llegara la noche, pero a la vez no.

— ¿Cuáles trucos?

— Los trucos que adquirió de sus pasadas experiencias — Me explicó, estaba hermosa, con el cabello en un rollo alto y un vestido color amarillo pálido — Supongo que tuvo unas cuantas amantes, sabes muy bien que los nobles siempre andan metidos de cabeza en clubes.

El conde no parecía de esos, pero era un hombre y tal vez era caballeroso, seguramente tuvo sus amantes a pesar de ser reservado.

Yo era su esposa, la importante, así que no sentí celos de las que seguramente pasaron por su cama.

— Si tienes razón.

— Tienes que relajarte y dejarte ir, te encantará, es sumamente exquisito — Buscó otro aperitivo mientras lo decía.

Estar con un hombre, con el conde, tenerlo dentro de mí. De solo pensarlo esa necesidad se asentaba en mi centro, siendo tan molesto que quería ir hacia él para que la aliviara.

— De acuerdo, haré lo que tu dices.

— Eso sí, tu también debes tocarlo y besarlo.

— Obvio si — Solté una risita y se rió.

— ¿Qué diría Daila si estuviese aquí?

— Seguramente, estuviera dando una explicación detallada sobre el rito de unión — Me reí.

— Realmente me hace falta, deberíamos invitarla a que venga.

Eso me hizo recordar algo.

— Roguina, tengo que decirte algo.

— Ya te pusiste seria ¿Qué sucede? — Dejó de comer.

— Mis padres están en Floris.

— ¿Qué? — Jadeó y asentí con la cabeza — Ellos, vinieron a buscarme.

— ¿Y por qué no están aquí en tu boda?

— Los ví en la ciudad del puerto y me escondí, Roguina, por nada del mundo pueden saber mi ubicación, si te los encuentras, no le digas nada, por favor — Le pedí y me observó preocupada.

— ¿Por qué?

— Porque me llevarán de vuelta a Hilaria. No les va a importar si estoy casada con un conde.

— Una cosa es que no quieran que seas monjas, otra muy diferente que quieran arrastrarte a la fuerza con ellos — Estrechó sus ojos — Marta ¿Hay algo que no me has dicho sobre tu familia? Eso de escapar y no querer que te hayen me parece demasiado grave como para una simple razón.

Escondí mis emociones y mi expresión.

— Roguina, no me presiones, por favor, solo has lo que te pido, no le digas nada.

Me observó detenidamente y suspiro.

— Está bien, tranquila, no lo haré.

— Gracias, amiga.

...****************...

Fui a buscar a Lean para bailar alguna pieza, pero no estaba en el jardín.

— ¿Viste por dónde se marchó Lean? — Pregunté a Roguina, quien se había sentado en una de las sillas para darle pecho a una de las gemelas, su padre estaba con ella, entreteniendo a la otra.

Los niños de la duquesa rondaban de un lado a otro, jugando a perseguir a la niña de Emiliana.

— No lo sé, Marta.

— Los ví entrar a la mansión — Dijo el Señor Robert — Con el duque y O'Brian.

— Gracias.

Me marché a la mansión, tomando mi falda para no enredarme con el vestido.

Entré por la puerta principal.

La condesa venía saliendo con una cesta con golosinas, seguramente para repartirlo a los traviesos del jardín.

— Marta ¿Qué haces aquí? Deberías estar celebrando tu matrimonio con Lean.

— Lo estoy buscando ¿Sabe dónde está?

— Fue al salón, seguramente a hacer un último brindis con Dorian y O'Brian — Dijo y salió por la puerta.

Me dirigí, haciendo ademán de entrar, pero me detuve en seco al escuchar las voces que se proyectaban hacia el pasillo.

— ¡La idea resultó, al fin y al cabo, terminaron casados! — La voz del duque se oyó.

— Acepto que aunque fue un poco descabellada, pero viendo como está Marta por ti, me quedo más tranquilo — Dijo O'Brian y fruncí el ceño.

— Ni lo mencionen, eso de hacer que no la aceptaran en ningún convento para que se terminara emparejando conmigo es algo que ni deseo recordar, Marta no puede saberlo nunca — Fue Lean quien habló y caí en cuenta.

No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Lean había hecho que me negaran la entrada a los conventos? No, no podía creerlo ¿Con qué propósito?

— Descuida, a partir de hoy no mencionaremos más el tema, eso ya está zanjado — Dijo el duque — Hoy podrás saciar tus ansias con la Señorita Marta, para eso te casaste. Por eso estabas tan desesperado.

La rabia se apoderó de mí. ¿A caso Lean hizo todo esto para usarme? No fue casualidad encontrarnos, no se acercó a mí porque le interesara realmente, solo porque sentía mucho deseo, comprendí de inmediato sus arranques de descontrol.

— Cállate — Siseó Lean.

Entré apresuradamente, los tres hombres giraron sus cabezas hacia mí.

— ¿Así que todo era un plan para envolverme? — Gruñí.

Lean casi derrama su trago.

— Señorita Marta ¿Cuánto tiempo lleva escuchando?

— ¡El suficiente para saber lo sucio y asqueroso que es! — Apreté mis puños, mi voz se cortó y las lágrimas picaron en mis ojos.

— Marta, puedo explicarlo, esto no es lo que crees.

— O'Brian ¿Cómo pudiste ser cómplice de esto? — Gruñí, observándolo decepcionada y él se apenó.

— Marta... No lo malinterprete, el conde no...

— ¡Déjenme a solas con el conde! — Demandé y el duque apretó su mandíbula.

— Señorita Marta, usted tiene que escucharnos esto...

— ¡Dije que me dejen a solas, ustedes no tienen nada que ver en esto! — Derramé las lágrimas.

Ambos observaron a Lean.

— Váyanse — Dijo él y se disculparon con la mirada antes de salir del salón.

— Supongo que usted ya sabía quién era yo antes de que nos conociéramos — Di un paso hacia él.

— Si había oído de usted, pero yo no...

— ¿También fue idea de ustedes secuestrarme y que me llevaran a ese burdel? — Exigí, sintiendo toda la rabia del mundo.

Lean dejó su trago sobre la mesa.

— ¡No! ¿Cómo crees que voy a hacer algo así?

— Hasta hace nada pensaba que usted era un hombre caballeroso y de conducta impecable, pero eso fue antes de saber que usó artimañas para que no me aceptaran en ningún convento — Dije, decepcionada de él, su expresión se tensó — Con razón se le hizo fácil sacarme de ese burdel, ya todo estaba planeado para que quedara como un héroe y para impresionar, usted ya sabía que yo estaría allí.

— Jamás haría algo así, no soy ese tipo de persona, yo no jugaría con la vida de ninguna mujer, tampoco trato con mafiosos — Gruñó, sus ojos brillaban con fuerza — Fue todo casualidad, yo no sabía que usted y la amiga de Roguina eran la misma persona, tampoco que la terminaría encontrando aquí... Marta, tiene que creerme, yo no hice nada malo... Mis intenciones hacia usted son nobles — Se acercó, pero retrocedí.

— No, no puedo creerle a un hombre que jugó con mi sueños y mi vida, como si tuviera todo el derecho — El dolor en mi pecho era demasiado fuerte — Con razón le urgía casarse, con razón era tan caballeroso y amable... Solo quería envolverme para obtener de mí lo que todos los hombres buscan.

— Marta, si yo hubiera querido aprovecharme de usted, yo no me habría casado, lo hubiese conseguido de otra forma, si fuese como Javier o como los hombres del burdel, no le habría propuesto matrimonio, entienda, lo de los conventos, no fue mi idea, por favor... Fue todo una casualidad, aunque cueste creerlo — Intentó tomar mi mano, desesperado, con la expresión de súplica.

Me alejé, derramando lágrimas.

— No puedo, no puedo creerle, usted jugó con mi vida... De saberlo antes, no me hubiera casado con usted.

Me marché del salón, a toda prisa, escuchando como me llamaba.

Me arranqué el velo y lo dejé en el suelo. Encerré en mi habitación, pasando el seguro a la puerta.

— ¡Marta! — Lean tocó la puerta — ¡Abra por favor! ¡Todo ha sido un mal entendido!

Caminé hacia la cama, tomé esa chaqueta y abrí a la puerta, solo para aventarla en su rostro.

— ¡Déjeme sola! — Cerré de nuevo.

— ¡Marta, por favor!

Me acosté y hundí mi cabeza en la almohada.

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Comments

Clodin Sldb

Clodin Sldb

mendiga costumbre de no querer hablar!
después viene el drama!
no me quejo, bueno si pero es q ya se pasa de pendeja!🤣

2024-05-10

3

Ale M.

Ale M.

A la sesión de consejos para la noche jejeje

2024-05-15

0

Ale M.

Ale M.

Jajajaja bien puesto para los consejos

2024-05-15

0

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