LOS MALENTENDIDOS SIGUEN

...LEAN:...

— ¡Por favor! ¡Escucha! — Golpeé de nuevo, pero no hubo respuesta — ¡Marta! — Esto no podía estar pasando.

— ¡Déjame sola! — Protestó entre llantos.

— ¡Yo jamás le haría algo así!

Maldición. ¿Por qué justamente ahora? Recién casados y con éste malentendido, mi noche de bodas claramente estaba arruinada, no solo mi noche, sino todo mi matrimonio, debía hacerle entender que yo no tuve esa mala idea y que no jugué con su vida.

Sabía que saldría manchado con todo esto, pero no había forma de que ella no me relacionara en todo este lío, no debí hablar de eso, no debí hacerlo.

Maldito Dorian.

Maldito O'Brian.

Eran culpables de que todo esto se hubiera complicado.

Lo que más me dolía era que creyera capaz de secuestrarla y hacer que la vendieran en una subasta ¿A caso no le había demostrado lo digno y respetuoso que era? ¿Lo caballeroso? Yo jamás haría algo así, tampoco usar mis influencias para negarle la entrada a los conventos.

Le iba a partir el hocico a mi cuñado.

Pensé en Eleana y Roguina, ellas tal vez podrían ayudarme.

Me marché a la celebración, dejando la chaqueta colgada en la manecilla de la puerta.

Eleana estaba junto a Roguina y Emiliana. Mi madre estaba hablando con el Señor Robert y los dos idiotas estaban reunidos con Sebastian, como si quisiera evitar el problema que se había formado.

— Tienen que ayudarme — Dije a Eleana y me observaron desconcertadas.

— Lean ¿Qué sucedió? ¿Por qué tienes esa cara? — Me preguntó Emiliana.

— Es Marta, me odia y no quiere escucharme.

— ¿Qué fue lo que le hiciste? — Exigió mi madre, acercándose al escuchar lo que dije.

— No hizo nada — Intervino Dorian junto a O'Brian.

Eleana y Roguina le lanzaron miradas de irritación.

— ¿Qué rayos hicieron? — Gruñeron las dos a unísono.

— Fue nuestra culpa, lo que te había mencionado sobre los conventos y sobre juntar a Lean con Marta, ella lo escuchó y culpó a mi cuñado de todo — Confesó Dorian y Eleana se levantó con postura erguida, expresión enojada.

— ¡Tu y yo hablaremos de esto luego!

— ¿Qué cosa? ¿Qué convento? — Exigió Roguina, igual de airada y posó sus ojos en O'Brian, no me gustaría estar en sus zapatos en estos momentos — ¡O'Brian! ¿Qué rayos has hecho? ¡Me vas a escuchar!

— Solo queríamos ayudar — Intentaron defenderse.

— ¿De qué están hablando? No comprendo — Dijeron Emiliana y mi madre.

— Luego les explico — Dije, suspirando pesadamente — Necesito que me ayuden, Marta no quiere oírme.

— ¡Ay! Si ustedes le arruinaron el matrimonio a mi hermano, me van a oír — Gruñó Eleana, caminando hacia mí, Dorian estaba pálido y O'Brian sonrojado.

— Eleana tu lo sabías — Dijo Dorian, para defenderse.

— Jamás estuve de acuerdo con esto, pero tú no quisiste escucharme. Empieza a cobrar las deudas con piezas y deja de jugar con la vida de los demás.

Dorian no respondió ante eso.

— Roguina... — O'Brian entornó una expresión suplicante.

— No, no me hables, si mi amiga no puede ser feliz por tu culpa, te las verás conmigo.

O'Brian se estremeció, uno de los hombres más despiadados de Floris se estremeció ante la amenaza de su esposa.

— Llévanos con ella — Dijo mi hermana.

— Nosotros también vamos — Se ofreció Dorian.

— ¡No! ¡Ya han hecho bastante y Marta no querrá escucharlos a ustedes! — Gruñí, enojado también — ¡No confiaría en la palabra de dos supuestos cómplices! ¡Solo ellas pueden arreglarlo!

Las cuatro mujeres me siguieron a la mansión.

— Todavía no comprendo nada — Dijo mi madre — ¿Ya conocías a Marta?

— Es cierto, yo me siento como si me hubiese perdido de muchos acontecimientos — Se quejó Emiliana — Siempre me ocultan las cosas.

— Es un cuento largo, después me animaré a contarles.

Llegamos a la puerta, todavía estaba mi chaqueta colgando de la manecilla.

— Vete, es mejor que no te vea o se negará a hablar con nosotras — Dijo Eleana.

— Ojalá puedan solucionarlo.

— Tranquilo, ellas la convencerán — Me animó Roguina y agradecí.

Me alejé a la fuerza, preocupado, volviendo a la celebración para beber unas cuantas copas de vino.

Definitivamente, la mala suerte me seguía persiguiendo.

Dorian se acercó, sin expresión burlona.

Lo ignoré completamente, bebiendo como si no estuviera de pie a mi lado.

— De acuerdo, fue una mala idea, lo acepto — Dijo, pero lo ignoré por completo — Solo quería ayudar y también molestar a O'Brian.

— Es muy tarde para aceptarlo — Gruñí, observándolo de reojo — Pero supongo que me lo merezco, tantas veces que fui como una piedra en tu zapato cuando no aceptaba tu matrimonio con Eleana. Es justo que esto me este pasando.

— Si, fuiste demasiado molesto, pero eso ya pasó y aunque me cueste aceptarlo, eres parte de mi familia, no se le hace eso a la familia, acabo de arruinar tu matrimonio y eso no es justo, se lo que cuesta ganarse el cariño y la confianza de la compañera de vida — Soltó una larga respiración — Por mi causa te odia.

— Y por tu idea acabas de ganarte un problema con Eleana, al igual O'Brian con su esposa, eso es suficiente lección, así que no voy a romperte la cara como te lo mereces, jamás he usado la fuerza bruta para solucionar mis problemas, solo en casos extremos — Terminé de beber.

— Deberías hacerlo, hace sentir mejor.

— ¿Quieres qué te rompa la cara aquí mismo?

Se encogió de hombros — Dudo que lo logres, pero adelante.

— No, no voy a hacer eso frente a los niños.

Se rió — Típico de ti.

— Soy un caballero.

— Descuida, la Señorita Marta vendrá hacia ti pidiendo disculpas.

— Es demasiado bueno para que suceda — Suspiré.

— ¿Por qué no la llevas a los viñedo? — Me propuso — Es un lugar solitario y lejano, allí podrán solucionar los malentendidos sin que nadie los moleste.

— Esa si es una buena idea.

Me observó con suficiencia — Te dije que soy el mejor, formando problemas y arreglando.

O'Brian se acercó.

— Conde, siento lo sucedido, esto ha sido una fatal idea. Mis intenciones no eran generar un problema.

— No, no te romperá la cara — Le dijo Dorian.

— Como le dije a Dorian, que se hayan ganado un problema con sus esposas, es suficiente castigo para ustedes.

— Ahí si nos distes en la herida — Confesó O'Brian, tensando su mandíbula.

Me marché a mi habitación cuando la tarde llegó, cuando mi familia se marchó de la celebración. Eleana, Roguina y Emiliana, me aseguraron haber hecho entrar en razón a Marta y que todo iba a solucionar.

Me quitaron un peso de encima, pero decidí dejar a Marta sola, sin ir a presionarla, cuando estuviese lista para hablar, vendría hacia mí.

Me quité el traje, colocándome una prenda más cómoda.

Unos pantalones y una camisa de cama.

La puerta sonó y mi corazón se aceleró.

Marta.

Caminé y la abrí.

Mi sonrisa se borró.

Era la ama de llaves.

— ¿Qué hace usted aquí?

— Vine a ver si desea algo — Se ofreció, pasando a la fuerza.

— No gracias, no deseo nada, puede retirarse — Ondeé mi mano hacia la puerta — Quiero descansar.

— ¿No me diga que su esposa no quiere estar con usted? — Se acercó, rompiendo la distancia.

— Eso no es de su incumbencia, por favor obedezca, quiero estar solo.

Elevó sus manos y tocó mi pecho.

— La otra noche me demostró que no quería estarlo...

— ¿Qué rayos le sucede? Váyase — La tomé de las muñecas, pero se me lanzó encima y me dió un beso.

...MARTA:...

Volvieron a tocar.

— ¡Dije que me dejara sola!

— ¡Marta, soy yo, Roguina!

— ¡También estoy aquí! — La voz de Eleana se oyó.

— ¡Hija, abre la puerta! — Ésta vez fue la condesa.

— ¡Cuñada, queremos hablar contigo! — Emiliana.

Me levanté de la cama, limpiando mis ojos. Observé mi reflejo en el espejo, tenía el maquillaje corrido y el peinado deshecho.

— ¿Lean está con ustedes? — Me acerqué a la puerta.

— ¡No, no está!

Tomé la perilla y abrí la puerta.

Las cuatro mujeres me observaron detenidamente. Eleana tenía la chaqueta de Lean colgando de la mano.

— ¿Podemos pasar? — Preguntó Roguina y asentí con la cabeza.

Todas entraron y cerré la puerta, no cambian en aquel pequeño cuarto.

— ¿Qué fue lo que sucedió? — Preguntó la condesa — Hace nada estaban tan felices con la boda ¿Por qué estás así?

— Mi lady — Tragué con fuerza, sentándome sobre la cama, las cuatro se colocaron a mi alrededor — Lean me ha engañado.

— ¿Cómo dices?

— Sabía que yo vendría a Hilaria con Roguina, mucho antes de que lo conociera, él sabía de mí, por el duque y O'Brian... Hizo todo lo posible para que nos encontramos, usó sus influencias para negarme la entrada a los conventos...

— Eso no lo hizo Lean — Gruñó Eleana y la observé.

— Pero él lo mencionó cuando estaba hablando con O'Brian y el duque.

— Porque Dorian fue quien usó sus influencias para que no te aceptaran — Dijo Eleana, sentándose a mi lado.

— ¿Por qué tú esposo haría algo así?

— Por una deuda que tenía con O'Brian cuando estuvieron en Hilaria, el duque lo ayudó y le cobró la ayuda, pidiendo una esposa para su cuñado — Confesó Roguina, con rostro apenado — Y cuando le mencioné que venías con nosotros, él pensó que tu serías la indicada para Lean.

Aquello sonaba tan descabellado.

— ¿Qué? ¿Y tú estuviste de acuerdo? — Fruncí el ceño hacia ella — Me usaron como pago a una deuda que ni siquiera conocía.

— No quería que te metieras en un convento, se que fue una mala idea y una falta de consideración, pero tu decisión de ser monja, me parecía algo drástica, no quería que perdieras tu vida encerrada allí, sola — Confesó ella y derramé lágrimas, desilusionada.

— No iba perder mi vida, era mi decisión, tenías que respetarla, no actuar sucio, jugando con mis decisiones — Me enojé.

— Marta, lo siento tanto, pero hasta hace nada te veía más feliz casada con Lean que cuando tomaste la decisión de ser monja.

— Mi hermano no sabía de esto, no tenía ni la menor idea de que nuestros esposos estaban llevando a cabo ese estúpido plan de encuentro — Dijo Eleana, observándome a los ojos — Solo lo supo cuando Dorian le contó que Roguina había llegado con una amiga y que sería una buena candidata como esposa.

— ¿Y lo de los conventos?

— Dorian ya había hecho de la suyas cuando le contó a Lean, movió sus influencias para que no te aceptaran, pero mi hermano jamás tuvo que ver en eso, de hecho no estuvo de acuerdo en ningún momento — Dijo, de forma firme, tomando mi mano — Así que te pido que no sigas despreciando a Lean, cuando él solo te a tratado con respeto y cariño.

— Me secuestraron y me llevaron a un burdel donde me vendieron, Lean estaba allí y pagó por mí ¿Eso también fue una casualidad? ¿Me van a decir que él no sabía quién era yo en ese momento? — Las observé, la condesa y Emiliana soltaron gemidos de asombro, no lo sabían.

— Porque conozco a Lean, se que él jamás actuaría de mala forma, fue casualidad, si Lean estaba en ese lugar, fue bajo engaño, no porque hubiese tramado un acto tan horrible como ese, de hecho, deberías estar agradecida de que estuviese allí y de que te hubiese ayudado a escapar — Gruñó Eleana, un poco molesta conmigo y las demás asintieron.

— Mi hijo siempre ha sido todo un caballero, muy respetuoso — Dijo la condesa — De haber querido jugar contigo, no se hubiera casado.

Lo mismo me dijo él.

— Lean es un hombre único, de hecho, siempre a tratado a las damas con respeto y se ha mantenido a distancia de ellas — Dijo Emiliana — No lo desprecies solo por un malentendido.

¿Qué hice?

...****************...

Me limpié el rostro y salí del cuarto cuando la tarde llegó a hablar con Lean después de que las mujeres se marcharan.

Subí las escaleras hacia la habitación de mi esposo.

Al pensar en eso mi estómago se agitó.

Había sido una tonta al no escucharlo, al dejarme llevar por la ira.

Lean era el mejor hombre que había conocido, un caballero intachable y me lo había demostrado desde que lo conocí. ¿Por qué dudé de eso? ¿Cómo pude olvidar todos sus detalles y su trato?

Llegué al pasillo y observé que la puerta estaba abierta, cuando me asomé, toda mi emoción se empañó.

Lean estaba con la ama de llaves y estaban besando. La imagen me provocó sensaciones amargas.

— ¡Lean! — Grité.

Él se apartó bruscamente de la mujer y giró su rostro hacia mí, con los ojos como platos y lleno de pánico.

— ¡Marta!

La ama de llaves, se limpió la boca y sonrió.

— ¡Lárgate de aquí! — Le grité a la desgraciada, enojada.

— Te lo dije, no eres la única.

Se marchó con expresión altiva.

Entré a la habitación y cerré la puerta de un azote.

— Marta, puedo explicarlo, maldita sea, esto no es lo que piensas — Se acercó desesperado — ¿Por qué ahora? No, esto no puede ser. Esa mujer me saltó encima.

Me quedé en silencio.

— No habrá noche de bodas.

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Comments

Ale M.

Ale M.

Esa visita suena a peligro!!! Córrela de tu casa!!!

2024-05-15

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Ale M.

Ale M.

Jajajaja ayyy Dorian!!

2024-05-15

0

Paola Martiz

Paola Martiz

pero es que es idiota xq no la puso en su sitio o mejor la hecho pa que respete 🙄

2024-05-13

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