EL PLAN DESCABELLADO

...LEAN:...

Me marché al estudio para dejar trabajar a Marta. Necesitaba terminar las cuentas, pero no podía de la emoción. Ella estaba en mi propia casa y aún no podía creerlo, quería saber más sobre esa misteriosa chica, de dónde era y si tenía familia.

Alguien llamó a la puerta.

— Adelante.

Mi madre entró y se acercó, ya sabía que que venía, quería interrogarme, guardé mi sonrisa y torné una expresión seria, escribiendo con mi pluma sin levantar la mirada.

— Hijo mío, quisiera saber la razón de ese cambio tan repentino — Dijo, con una expresión insinuante, mi madre era una experta en deducir cualquier situación y al entrar en la habitación se había percatado de nuestras actitudes nerviosas.

— Ya te dije, recordé que tenía que terminar éstas cuentas — Mantuve la vista en el papel.

— Estabas al tanto de que tenías trabajo, a mí no me engañas.

— ¿De qué hablas? — Elevé mis ojos hacia ella y apoyó las manos en sus caderas.

— Hablo de que seguramente la razón por la que no te quisiste ir, fue la sirvienta que encontraste en tu habitación — Dijo, sin miramientos.

Resoplé — Vaya, madre ¿Piensas que estoy tan desesperado como para interesarme por la primera mujer que vea cerca?

— No por la primera, pero si por Marta, esa señorita es muy hermosa y tiene una personalidad dulce, es normal que te sientas atraído.

Maldita sea, no podía esconderle nada a mi madre.

— Es la primera vez que la veo.

— No hace falta mucho para que te atraiga alguien — Insistió y negué con la cabeza — Y ésta chica te ha hecho quedarte, incluso te puso de un humor tolerable.

— Déjate de ideas.

Ya tenía suficiente con Dorian queriéndome emparejar con una monja para que mi madre tratara de incitar a que cortejara a la sirvienta.

— Te gustó la chica ¿Qué tiene de malo?

— Es la sirvienta — Corté y frunció el ceño.

— Eso no es impedimento, puedes experimentar con ella, acercarte, ver si... — Hizo un gesto con la mano, levantando su dedo y abrí los ojos como platos.

— ¡Madre! ¿Pero qué barbaridad estás diciendo? — Dije, abochornado.

Me observó como si estuviera exagerando.

— Ay, hijo, no tengo porque hablarte con recato, soy tu madre y tu eres un hombre hecho y derecho.

— Aún así, me parece una vulgaridad — Me froté el rostro con las palmas — No voy a acercarme a la doncella, tampoco voy a tratarla como conejillo de indias, lo que propones es muy bajo.

— No es tratarla así, si hace que se solucione tu problema, te casas con ella.

— Madre, te estás juntando mucho con Dorian — Me quejé — No se nada de ella.

— Eso tiene solución.

Estreché mis ojos — ¿Qué otra intención tenías a darle trabajo? — Recordé que me insistió en subir a la habitación antes de que ella terminara.

Me enseñó las palmas — Ninguna más que la generosidad.

— ¿Estás segura?

— Claro, hijo.

— Tu me conoces, pero yo también, eres una tramadora.

— Pienso que con Marta si funcionará — Aceptó y resoplé.

— Es moralmente cuestionable que me meta con la sirvienta.

— No la vas a usar y desechar, si despierta tus pasiones te casarás, no voy a permitir que la mancilles y la deseches.

— ¡Madre! ¡No es un hecho! ¡No voy a prestarme para experimentar con ella, parece que no me conocieras!

No después de que la secuestraran y vendieran en un burdel.

— Te conozco y si es ella, tienes que poner manos a la obra, usa todos tus encantos y tu atractivo — Me insistió y apreté mi mandíbula — Ella se veía muy nerviosa, obviamente no le eres indiferente.

— Harás cualquier cosa para convencerme de ésta locura.

No sabía que era peor, el plan de Dorian sobre arruinarle la vida a una desconocida o el de mi madre, que consistía en un plan de seducción para que Marta me hiciera despertar las pasiones.

¡Qué bajo había caído!

— Es por tu bien, solo quiero ayudar.

Estaba harto de que quisieran ayudarme, como si yo no pudiera hacerlo solo.

— No, yo puedo solo.

Sonrió — Lo sé, querido ¿Eso significa que lo harás?

Me quedé sopesando sus palabras.

Si Marta era la solución, entonces me encargaría de conquistarla para que se acercara y ver si por fin acababa con mi problema.

— Si, lo haré.

Sonrió abiertamente — Excelente.

...****************...

Después de dos días estaba sumergido en mi trabajo, no había hablado con Marta, pero de vez en cuando la observaba trabajar desde lejos, por la esquina de un pasillo o a través de una puerta, en la cima de las escaleras. Lo hacía sin que se diera cuenta, observaba como limpiaba las ventanas y pulía el suelo junto a las otras doncellas.

Reía y conversaba, con su rostro dulce tan delicado que era como un ángel. El gorro le cubría todo el cabello, pero aún así lucía preciosa.

¿De dónde había venido? ¿Cómo me había perdido todos estos años de semejante criatura? Estaba babeando ¿Para qué negarlo? Pero lo que necesitaba para saber si no era un inservible era seducirla y que me dejara acercarme sin asustarla.

Me sentía nerviosa de solo pensar en buscar una excusa para hablarle de nuevo.

No tenía el valor para acercarme, no todavía.

¿En serio sería capaz de seducir a un ángel? Alguien que rebosaba dulzura e inocencia.

La punzada en mi estómago volvió.

— Oye ¿Qué estás observando? — Preguntó alguien detrás de mí y me sobresalté.

Me aparté antes de que me descubrieran y empujé a Javier antes de que me delatara, él era uno de mis socios en los viñedos.

— ¿Cómo llegaste aquí? — Protesté.

— Tu madre me dejó pasar, dijo que estarías en el estudio, pero no te encontré allí, busqué por los pasillos y resulta que estás aquí, acosando a las doncellas con tu mirada — Se burló asomándose por la esquina — No sabía que tenías esa clase de gustos ¿No me digas que eres de esos patrones que abusan de las doncellas y las tiran a la calle cuando salen embarazadas?

— Calla, por supuesto que no — Gruñí, enrojeciendo un poco — Solo estaba supervisando que estén haciendo su trabajo.

— ¿Supervisando? — Se asomó de nuevo — Estabas supervisando sus bustos, curvas y rostros.

— Yo no soy como tú.

Elevó una ceja — Oye, esa de allá es nueva, no la había visto.

Seguí su mirada oscura y me hallé con Marta, agachándose en el suelo para sumergir el paño en el agua del balde.

— Si.

— Vaya, ya entiendo el acoso — Se quedó como bobo y fruncí el ceño — Es hermosa, muy hermosa.

— Mantente lejos de ella — Gruñí, sin poder evitarlo y me observó con diversión en su mirada.

— ¿Tan loco te tiene que la celas?

— No es eso, es que te conozco, eres un maldito mujeriego y no voy a permitir que te metas con mis empleadas, ellas están prohibidas.

Enseñó sus palmas y apartó su vista maliciosa de Marta.

— Tranquilo, entiendo, si yo tuviera una sirvienta así, no dejaría que ningún otro hombre la tocara, excepto yo — Dijo, sonriendo con dobles intenciones — De solo imaginar a esa joven sin nada de ropa, con las piernas abiertas para mí, cielo santo, empiezo a...

— ¡Cállate, maldito! — Me dió un ataque de ira, empujándolo para que dejara de observar.

— Caramba, solo es una broma.

— Deja de estar diciendo estupideces y vamos a trabajar — Ordené, caminando con ímpetu hacia el estudio.

Me siguió, riendo por lo bajo.

Si un tipo como Javier se acercaba a Marta, sería mi perdida. Ese idiota era un experto en la seducción y tenía un atractivo que era irresistible para las mujeres, yo era testigo de sus técnicas y todas terminaban en él marchando con una dama diferente del brazo, hacia sus dormitorios por supuesto, porque el muy desgraciado no era un hombre serio, solo le gustaba divertirse.

Lo que yo tenía de teoría, él la tenía de práctica. Muchas veces le pedí consejo y el muy idiota se ensartó en una conversación detallada sobre sus técnicas de cama, incluso me mandó una larga lista de datos importantes para complacer a las mujeres.

Por supuesto, jamás le dí uso.

No quería a Javier cerca de Marta, lo peor del asunto es que donde ponía el ojo, no había nada que le impidiera endulzar para lograr su cometido.

Ella era mía, yo sería quien la seduciría.

...****************...

Trabajamos, luego nos marchamos al comedor para almorzar y seguir en el trabajo.

Javier se sentó frente a mí, mientras esperábamos que entraran las sirvientas a servirnos la comida.

— Mezclar dos tipos de licores es una idea prometedora — Dijo, siguiendo con la conversación de nuestra nueva idea para sacar una nueva línea de vinos Roster, con sabores distintos.

— Si, pero no es sencillo, debemos hacer pruebas, debemos tener en cuenta los efectos que podrían ocasionar.

— Claro, es el problema.

Las sirvientas entraron con las bandejas y mi interior se agitó cuando Marta entró.

Su mirada se encontró con la mía mientras se acercaba con una jarra de limonada en los brazos.

Sus mejillas se sonrojaron y sonrió débilmente.

No pude devolver la sonrisa, no con Javier observándome.

Ella le sirvió a mi socio mientras que las otras dos llenaban los platos.

El idiota se percató y le dió una mirada descarada.

Elevé mi pie y le dí un puntapié en la pierna.

Se tensó y me observó fulminante.

Marta rodeó la mesa y se acercó a mí.

Me tensé cuando se inclinó un poco hacia mi vaso, para verter la limonada.

Evité observarla mucho, no quería ponerla más nerviosa de lo que ya estaba, su garganta subía y bajaba mientras terminaba de llenar mi vaso.

— Muchas gracias, Señorita Marta — Dije cuando dejó la jarra sobre la mesa.

La caballerosidad era mi mejor arma para seducir. Un hombre guapo y caballero era irresistible, no tenía más que ofrecer.

— A su servicio, mi lord — Murmuró, alejándose junto a las otras dos, hicieron una reverencia.

— Buen provecho, caballeros — Dijeron a unísono y se marcharon en fila.

El cuello de Marta era esbelto y lindo.

Mis labios allí serían mis felices.

— ¿Y me vas a negar que no quieres estar dentro de esa sirvienta?

Desvié mis ojos hacia Javier, convirtiendo mi expresión en una de desagrado.

— No todo se basa en el placer.

Resopló — A mí me parece que eso es cuestionables, somos como los animales, tenemos instintos cuando vemos a una hembra de nuestra especie, la naturaleza nos pide reproducirnos cuando se dan condiciones favorables y en este caso, esa doncella es muy favorable en todos los sentidos.

— Los humanos son los únicos que dividen el placer de la reproducción, lo tuyo es lujuria, no ganas de ser padre.

Por un lado, envidiaba a aquel sujeto, él si sabía lo que era el placer, yo no, pero si hubiese sido dotado, no sería como ese infeliz. Lo suyo era un vicio, mucho e exceso era malo, él seguramente terminaría aburrido, tarde o temprano.

— Es cierto ¿Tú qué quieres con la sirvienta? — Preguntó, llevándose un trozo de zanahoria a la boca.

— Lo que quiera con ella, no es de tu incumbencia.

Otra de las razones por las que no le contaba mi vida pasada, era que alardeaba mucho de ser el mejor amante y eso era intolerante. No quería un bufón, mofarse de mi miserable fracaso no era nada grato.

Así que para Javier, mi vida personal era todo un misterio.

— Yo si sé lo que quiero — Insinuó y apreté mi mandíbula.

— Te lo advertí, no te atrevas.

— Me ha gustado la sirvienta — Confesó y me provocó aventarle el tenedor — Pero, la dejaré quieta para que tu la conquistes.

— No confío en ti cuando se trata de mujeres, pero si llegas a tocarle aunque sea un pelo, voy a cortarte tu parte favorita

Se tensó, pero luego sonrió.

— De acuerdo.

Tenía que ponerme manos a la obra, ese idiota no iba a quedarse sin hacer nada ¿Por qué tuvo que verla?

Marta era para mí.

Ese asqueroso solo la ensuciaría.

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Comments

Sara Ramírez

Sara Ramírez

Autora muyyyyyy buena su novela muchas felicidades por su ingenio e imaginación .Cómo lectoras recomiendo cada una de sus novelas.

2024-05-04

5

Ale M.

Ale M.

Jajajaja cuando sepa que es la misma

2024-05-14

0

Raquel Sanchez

Raquel Sanchez

Te comprendo muy bien, Lean

2024-05-14

0

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