EN EL PALACIO DEL DUQUE

...LEAN:...

Maldito Dorian, parecía un brujo o algún mago.

De alguna u otra forma había logrado su propósito y su idea dió resultado. La amiga de Roguina resultó ser la misma señorita con la que querían emparejarme y vaya que lo habían logrado, aquella mujer me estaba volviendo loco y más con esa dulzura.

Lo que si me pesaba en la conciencia, es que sabía que no había sido un ensañamiento en contra de Marta, el que no la recibieran en ningún convento, sino que fue algo minuciosamente preparado. Si llegaba a saberlo, esperaba que no se molestara conmigo, no quería que las acciones de Dorian arruinaran mi avance. Ella no iba a saberlo.

La esperé en el vestíbulo cuando se marchó a cambiarse el uniforme por una ropa más presentable.

— ¿Vas a salir? — Preguntó mi madre al observar que traía una chaqueta para el frío.

— Claro que sí.

— ¿A dónde?

— Voy al palacio de Dorian — Dije y alzó las cejas.

— ¿Cuál es el motivo? ¿No me digas que su relación se ha hecho más llevadera?

— No, por supuesto que no — Fruncí el ceño y ella se rió — Voy con la Señorita Marta.

— ¿Con la Señorita Marta?

— Así es, te lo contaré luego, pero para resumir el asunto, la Señorita Marta es amiga de la esposa de O'Brian y perdieron contacto, así que voy a ayudar a que se reencuentren — Tomé una postura erguida, bastante orgulloso de mi mismo.

— Vaya casualidad, muy ventajosa para ti — Mi madre sonrió — No me hace falta preguntar que volviste a considerarla tu futura esposa.

Eso me recordó el problema de su familia, por el miedo de Marta a que los contactara, la relación con ellos no estaban bien, no hacía falta ser un genio para percatarse de eso. El hecho de que hullera a otro continente me lo dejaba en claro, pero tal vez podría convencerla de que los contactara y así yo podría intervenir para aceptaran el compromiso. Con mi ayuda, tal vez ella podría volver a reconciliarse con ellos.

— Puede ser, todavía tengo que conocerla más a fondo.

— Eso no es lo importante.

— Si lo es.

— Tienes toda una vida para ellos, cásate pronto, antes de que suceda algo y la pierdas, no es tuya todavía — Me aconsejó.

— Lo sé, pero descuida, me encargaré de no perderla.

Marta apareció en el vestíbulo y me quedé sumergido en ella, bebiendo cada parte de su ser. Llevaba un vestido floreado de color crema, con unas zapatillas bajas y tenía el cabello recogido en una larga trenza, con mechones cortos rozando sus mejillas.

Mi cuerpo reaccionó, con más ansiedad. Sería una tortura no tocarla aunque fuese un poco, pero es que no podía hacerlo antes de la boda y si la situación era complicada, la espera se iba alargar y yo necesitaba toda la fuerza de voluntad para sobrellevarlo, más si se empañaba en acercarse.

Se sonrojó ante mi escudriño y aparté mi vista de ella.

Se acercó tímidamente.

— Gracias por el vestido, mi lady, me ha gustado mucho — Dijo, tomando su falda.

— Te dije que te quedaría bien.

Observé a ambas.

— ¿Le regalaste ese vestido? — Le pregunté a mi madre.

— Ese y otros más, la pobre llegó solo con la ropa que llevaba puesta, le di la ropa que Emiliana ya no usa — Dijo, yo era el primero en saber que ella no llevaba nada más que una prenda atrevida que dejaba mucha piel a la vista cuando la ví por primera vez, recordaba esos malditos buitres creyendo devorarla, pero gracias a mí no la dañaron y ahora me moría por tocarla toda, quería que fuese mía hasta el último aliento.

Mi miembro estaba sufriendo mucho por eso, pero debía ser paciente y estaba en mí controlarlo.

— Estoy tan agradecida, la ropa es muy bonita — Marta sonrió, hermosa.

— De nada, tranquila.

No tenía ni ropa, pero yo me encargaría de darle todo.

— Ya nos vamos — Avisé y ondeé mi mano hacia la salida y ella asintió con la cabeza.

Mi madre nos deseó suerte y salimos.

El carruaje ya estaba listo, le tendí la mano a la Señorita Marta para subiera. Llevaba mis guantes de cuero, pero su calor se extendió, era tan delicada, pero fuerte.

Me senté frente a ella y el carruaje empezó a andar.

Marta observó por la ventanilla, al paisaje café y naranja de las colinas y montañas.

— ¿Le gusta la vista? — Pregunté y giró sus ojos celeste hacia mí.

— Si, es bonita, pero muy diferente a Hilaria.

— He escuchado que es un lugar muy cálido — Dije, por las quejas de Dorian al regresar, sobre el calor y la gente que vestía extraño, al igual que las frutas y todos los alimentos, era un reino con clima muy favorecedor para la siembra y el crecimiento de algunas plantas que no podían sobrevivir aquí.

— Todos los días del año es cálido — Confesó.

— ¿Lo extrañas?

— Un poco, pero aquí también me gusta — Se frotó los labios y tragué con fuerza.

— ¿Aún quiere seguir siendo monja?

Quería estar seguro de que mi cuñado no le hubiese arruinado el sueño.

— No, mis horizontes han cambiado — Se sonrojó nuevamente, su piel se la pasaba de ese rico color rosa la mayoría del tiempo o al menos en mi presencia — Fuí lo suficientemente clara con lo que le confesé en el estudio.

— Solo quería estar seguro.

Me gustaba ese contraste de chica recatada con atrevida.

— No volveré a mentirle, descuide — Se apartó un mechón que le rozaba el rostro y lo colocó detrás de su oreja.

— Eso es suficiente para mí.

...****************...

Llegamos al palacio, el capataz abrió la rejilla del jardín para que el carruaje entrara. Lo recordaba por el accidente y porque había estado hospedado en mi propia casa mientras se recuperaba, Josefino, así se llamaba.

— Mi lord, un gusto verlo — Saludó cuando bajé del carruaje.

— Igualmente, Señor Josefino.

Al igual que Eleana, él quedó con una cojera.

— ¿Quién es la señorita? — Preguntó con curiosidad cuando Marta salió del carruaje, observando todo y tratando de luchar contra el viento gracias al acantilado sobre el que estaba construido el palacio.

— Ella es mi futura esposa — Dije y Marta giró sus ojos hacia mí, atónita por presentarla de esa forma.

— Felicidades, mi señor, mucho gusto, señorita — Saludó y Marta inclinó su cabeza — Josefino, a su servicio.

— Muchas gracias, Señor Josefino, es un gusto conocerlo.

Guié a Marta a la entrada después de que el capataz nos anunciara.

Entramos en el vestíbulo y allí estaba Eleana, batallando con tres traviesos que jugaban sobre la alfombra.

Se acercó, ordenando a una de las sirvientas tenerles cuidado mientras se acercaba con su bastón en la mano.

— Lean.

Le dí un beso en la mejilla.

— Eleana, veo que llegué en muy mal momento — Señalé a los tres niños sobre la alfombra.

— No, para nada — Se abanicó el rostro con la mano — Si quieres, me puedes echar una mano.

— No, no, mejor no me acerco al fuego.

Me dió una mirada de desaprobación y me reí.

Eleana desvió sus ojos hacia Marta y se sorprendió de verme junto a una mujer, no pudo esconder su reacción. Jamás me había visto con una dama, no tan cerca y menos como acompañante.

— ¿Quién es la linda señorita que te acompaña? — Preguntó.

— Ella es la Señorita Marta, la amiga de Roguina.

Marta extendió su mano — Es un placer, Su Gracia, Roguina me habló mucho de usted cuando estábamos en Hilaria. Me contó que se hicieron muy buenas amigas.

Eleana sonrió ampliamente y le tomó la mano.

— Un gusto conocerte, Marta, yo también he oído mucho sobre ti estos días.

— ¿En serio?

— Si, está muy preocupada por ti, ya que desapareciste — Contó y Marta hizo un gesto de tristeza — Pero, cuando te vea se alegrará, más porque has venido con mi hermano.

— Si, él es un buen hombre — Dijo Marta y me sonrojé cuando Eleana me dirigió una mirada insinuante.

— ¿Está Dorian por aquí? — Pregunté, para salir de la incomodidad.

— ¡Escuché mi nombre! — Gruñó Dorian, apareciendo por el pasillo, siempre como un salvaje, con el cabello largo hasta los hombros y suelto — ¡Espero que no estén hablando mal de mí!

Resoplé.

— No, amor, no nos diste chance — Bromeó Eleana, entrelazando su brazo con el de él.

Dorian observó hacia mí, sorprendido de verme — Vaya — giró su rostro hacia Marta y la sorpresa aumentó — ¡Vaya, Vaya!

— Su Gracia — Saludó Marta, con una reverencia, se notaba que había tratado con nobles antes.

Dorian me observó, haciéndome preguntas con los ojos.

— Lean ¿Qué haces con la amiga de Roguina? — Soltó, en alto, esperaba que no metiera la pata con alguna burrada sobre su plan de que nos encontramos, me preparé para soportar su alardeo sobre haber triunfado. Ya lo imaginaba.

— Es un cuento largo, pero necesito que le avisen a Roguina o darnos la dirección para que ella sepa que la Señorita Marta está bien — Incliné mi cabeza a un lado.

Dorian observó a Eleana.

— Claro, por supuesto, le daremos la dirección — Dijo, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones.

— Muchas gracias, la verdad es que necesito contactarla — Marta hizo otra reverencia.

— Necesito hablar contigo, en privado — Dije a Dorian.

— Claro, vamos al estudio — Ondeó su mano y luego observó hacia Marta — Bienvenida, estás en tu casa.

— Gracias.

— Ahora vuelvo, Señorita Marta ¿No le importa quedarse aquí con mi hermana? — Mi tono cordial y amable no fue desapercibido, tuve que soportar la mirada de Eleana y Dorian.

— En lo absoluto, de hecho me siento como en casa.

Le sonreí y caminé con Dorian hacia el pasillo, abrió la puerta cuando entramos soltó una carcajada.

— ¿No me digas lo que creo que es?

Puse los ojos en blanco.

— Si, la Señorita Marta es la misma sirvienta que está trabajando para mí y la que me trae loco — Acepté y el aplaudió una vez.

— Mi plan funcionó — Entornó una expresión arrogante.

— No, no funcionó.

— Claro que sí, logré que se encontraran y además que te volviera loco tu amiguito, es un triunfo apoteósico, quiero ver la expresión que pondrá O'Brian cuando le restriegue en la cara que mi plan funcionó y que ya no me debe nada — Se frotó las manos una contra otra.

— No, no se encontró conmigo por tu descabellado plan ¿A menos que hayas sido tu que la mandó a secuestrar, la llevó a ese burdel para venderla y que yo la comprara?

— Tengo límites y jamás mandaría a secuestrar una señorita para que la vendan en un burdel, estoy loco, pero no soy un enfermo.

— La hallé por mi propia cuenta.

— ¿En serio la compraste? — Me acusó con la mirada — Mi perfecto cuñado cometiendo semejante aberración ¿Quién te viera?

— ¡No lo hice por ese sucio motivo! ¡Lo hice para salvarla, después de sacarla de allí la dejé en una posada, luego se dirigió a los conventos y fue rechazada! — Le lancé una mirada y sonrió victorioso — ¡Casualmente terminó pidiéndole trabajo a mi madre, eso tampoco fue parte de tu plan!

— ¡Puse mi grano de arena y funcionó, así que ahora eres tú quien me debe nuevamente!

— ¡Ay, por favor, déjate de esas tonterías, conmigo no vas aplicar lo mismo de la vez pasada, aún no me caso!

— Pronto, con mis consejos si lo estarás, esa señorita está babeando por ti y de las dos formas — Dijo, me acerqué y lo tomé del cuello.

— No vuelvas a decir algo así o te mato.

Se soltó de mi agarre y se limpió con la mano, donde lo había tomado.

— Primero te mato yo, si me vuelvas a tocar.

— Sigo sin poder controlarme — Confesé y soltó una risita — No es de gracia, esos consejos tuyos no funcionan.

— ¿Sabes a qué hombre no le molestaría si se te levanta el sable frente a él? — Se burló y lo fulminé con la mirada — Al Rey Adrian.

— Claro, tu tienes experiencia en eso, ya que el estuvo metido en las secciones que tuviste con la reina — Me desquité con un golpe bajo y volvió a la seriedad.

— Saldrás de aquí eunuco si vuelvas a decir algo así, no te conviene en lo absoluto, no con esa señorita esperando que estrenes tu masculinidad en ella — Se cruzó de brazos.

— Si mi hermana te oyera.

— Mi forma de ser es lo que enamoró a Eleana, puedo decir lo mismo frente a ella, pero te pondría en una posición muy humillante.

— Le gusto, pero eso está lejos de pasar — Me despeiné.

— ¡Quedaste como todo un salvador ante ella y no solo eso, por ti, ella está a salvo y eso la hace sentirse en deuda contigo, sin contar que terminó en tu mansión, con trabajo, ella ya es tuya, solo tienes que casarte y listo!

— Ese es el problema — Abrí mis brazos — Al parecer la relación con su familia es complicada y no aceptarán mi petición de mano.

— Eso es lo de menos, casate sin ese permiso.

— Tengo una reputación que cuidar, a diferencia de ti. Cualquier cosa que haga mal afectará mi vida social y mis negocios.

Se frotó la barbilla — A mí me daría igual la maldita gente.

— Lo sé, con una mina de diamantes como garantía ¿Quién no?

— Exageras, no perderás tus negocios solo por casarte sin permiso y con una mujer de sangre común, si cometieras más errores, te darías cuenta de que la perfección es aburrida y que la sociedad tiene la cabeza hueca. No vale la pena comportarse rectamente cuando al primer error, te juzgan y te dan la espalda, yo actuo libremente, según mi criterio y no para satisfacer a los demás o para mantener sus bocas cerradas — Me aconsejó — Piensa en eso.

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Comments

Ale M.

Ale M.

Excelente consejo y lleno de verdad

2024-05-15

2

Ale M.

Ale M.

Jajajaja se pasa!!! Pero tiene razón

2024-05-15

0

Ale M.

Ale M.

Ayyy ese Dorian y sus planes locos!!!

2024-05-15

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