Ese renacuajo.

—¿Qué haces en el baño de mujeres? ¿Acaso no sabes leer? —interroga Abi a Chris mientras lo fulmina con la mirada.

—Obvio que sé leer, pero vengo a que limpies mi camisa—. Ella lo observa y dibuja sobre sus labios una sonrisa socarrona. —Deja de burlarte de mí, ¡Abigaíl Scott! Primero me ignoras durante casi ocho meses y ahora me lanzas de la nada el café encima —exclama Christopher, molesto y con un tono de voz elevado.

—En primer lugar, bájale dos rayitas a tus alaridos —le dice Abi, mostrando con sus dedos—. Él solo rueda sus ojos y respira profundamente.

—Pitufina, de verdad que te llevas el premio a la mujer más desconcertante, porque no aceptas que te mueres por este cuerpecito —expresa el pelirrojo señalándose.

—¡Ja! —Vocifera exasperada. —Ni que fueras el último hombre sobre el universo—. Él se aproxima y la acorrala contra el lavado y su cuerpo, haciéndola estremecer, acercando sus labios e invadiendo su boca, jugando con su lengua. Ella solo cierra los ojos y se deja llevar. Se separan porque el aire les hace falta.

—¿Ahora, qué vas a decir? —La indaga. Abi lo escanea y nota que ese chico está como quiere realmente, pero ella hace muy poco cumplió sus 19 años, por lo que no quiere una relación y mucho menos con alguien tan cercano a la familia.

—Pues nada fuera de lo normal. He tenido mejores —Chris achica los ojos, ya que es la primera chica que menosprecia sus besos.

—¿¡Ah, con qué esas tenemos!? — La toma de la cintura y la atrae hacia él, volviendo a apoderarse de sus labios —te voy a besar hasta cuando mis besos sean los mejores y te olvides del resto—. Le susurra al oído. Mientras su mano baja suavemente a sus glúteos, ella la siente deslizar y lo empuja, dándole un fuerte pisotón con sus tacones de aguja. —¡Ay! ¡Estás loca! —grita Christopher de dolor, separándose.

—Agradece que no piso esa mano de pulpo —dice la Pelinegra, asesinándolo con la mirada.

—Algún día desearás que mis manos recorran tu cuerpo —masculló entre dientes.

La puerta se abre ingresando Mar y Hannah. La Pelirroja mira a su hijo sorprendida.

—¿Qué haces en el baño de mujeres? —le pregunta a Chris.

—Hola, mami, la señorita aquí presente me estrelló y derramó su café sobre mi camisa, por lo tanto, ella muy amablemente me iba a ayudar a limpiarla—. La pelinegra lo mira y le provoca lanzarle un baldado de agua para que deje de decir mentiras.

—No me culpes de que seas un cegatón y no te fijes por dónde caminas, mientras andas viajando por Marte atropellando a las personas —le expresa con furia Abigaíl.

Mar sonríe, las miradas de ese par dicen otra cosa distinta a su tonta discusión.

Hannah se acerca a Christopher saludándolo y dejando un beso cerca de la comisura de sus labios, observando cómo su prima enrojece de los celos. Luego se aproxima a ella y se saludan con un beso en la mejilla.

—Yo de ti no besaba a ese renacuajo traicionero —dice Abi, ante la atenta mirada de Mar.

—¿Por qué me dices así? —interroga el Pelirrojo.

—¿¡No creí que tuvieses tan mala memoria!? ¿Acaso no te estabas besando con Catrina en la tarde? —Abigaíl escupe la rabia que tenía comprimida en el pecho.

—¡Ah! ¿Por esa razón estás tan furiosa conmigo? —La pelinegra elevó una ceja, interrogándolo—. Para tu información, yo no la besé, ella se lanzó sobre mí, sorprendiéndome y estampando sus labios en mi boca. —Mar siente que está presenciando la primera discusión entre su hijo y su futura nuera.

—¡No entiendo por qué me das explicaciones que no te pedí! —se defiende Abi. Él se acerca cojeando por su pie adolorido del pisón que recibió y, sin importar que su madre esté allí, besa a la Pelinegra, quien trata de alejarlo, pero la abraza con fuerza, evitándolo y dejándola sin aliento.

—¡Cof! ¡Cof! —la Francesa finge un ataque de tos haciendo que la parejita se separe. —Creo que lo mejor es que vayas por el cambio de ropa que mantienes en el auto y dejes de acosar a la pequeña —dice su madre delatándolo. Él solo rodó los ojos y le robó un último beso a Abi antes de salir, aún con su pie resentido. Mientras la Pelinegra sentía su rostro arder de la pena, ese tonto la había dejado en ridículo, pero ya buscaría la forma de desquitarse.

—¿Qué te traes con Chris? —le pregunta Hannah directamente a su prima. Mientras Mar ingresa a uno de los cubículos del baño.

—Nada —responde ella. Mientras añora un nuevo beso.

—Eso no fue lo que yo vi —manifiesta la pequeña Mulata.

—Viste cómo ese abusivo Pelirrojo me besó sin mi consentimiento, pero te aseguro que me las pagará —pronuncia Abi, haciéndose la víctima.

—Lo que yo vi fue que él te besó y tú le correspondiste—. Hannah hace una pequeña pausa para continuar. —Creería que hasta que deseas que se repita —Abi mira hacia el techo y deja escapar un suspiro.

—¡Está bien! Ese tonto Pelirrojo me gusta y mucho, ¿pero si no funciona? —expresa la Pelinegra mientras muerde su labio.

—Pues no funciona y ni modo —responde la Minihechicera.

—No es tan sencillo, él es parte de la familia prácticamente, sus padres y mis padres viven dentro de la misma villa. Por lo tanto, siempre me lo encontraré. Además, soy muy joven para una relación —explica Abigaíl. En ese momento, sale Mar del cubículo uniéndose a la charla. Mientras lava sus manos.

—Debes pensar muy bien lo que deseas, ya que puede suceder que la tal Catrina se te adelante—. La Pelinegra se enfada de solo imaginarlo. —Además, no es que se vayan a casar de inmediato y me vayan a hacer abuela —dice Mar mirando las expresiones de su futura nuera.

—¡Eso sí que no! —exclama Abigaíl. —Yo lo que quiero es jugar con la selección de mujeres y recorrer el mundo. Tal vez cuando tenga unos 25 años, ahí sí me casé y hasta piense en tener hijos, pero antes no están incluidos en mis planes —la Pelinegra hace una pausa para continuar hablando. —Suegra, sus nietos deben esperar algunos años para venir al mundo—. Carcajean las mujeres.

La francesa se da cuenta de que su hijo no la tendrá fácil, pero le gusta esa chica.

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Al día siguiente en los entrenamientos .

—¡Ay! —se escucha un grito de dolor...

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