Todo porque fuera realidad.

Stefano ingresó a la habitación. Soledad aún no está. 

—La sesión de diálisis le ha sentado muy mal y la ha dejado muy agotada, sumado a que lleva días en que lo que come lo devuelve— habla la doctora. Necesita que él esté preparado para el panorama que viene. —Por lo tanto, se le está suministrando suero con algunos nutrientes para poder estabilizarla—. Cada palabra que emite la especialista lo llena de tristeza y admiración por su esposa; indudablemente, ella es la mujer de Acero. —En un momento la traeremos, debe brindarle su apoyo, trate de que esté calmada—. Concluye la profesional. Él asiente y ella se retira.

Después entra al baño de la habitación, lava su rostro y trata de tomar fuerzas, solo sabe que de ahora en adelante será como el siamés de su mujer. 

La dirección de su empresa se la entregará a Alessandro. Es joven, pero sin duda posee el talento de su padre. Por algo es el empresario revelación del año. 

Christopher le ha solicitado una oportunidad, aunque es muy chico en este momento, lo necesita. Tiene la mente brillante de Kevin y la astucia de Mar, ya terminó dos carreras universitarias y las ha alternado con el balompié.

Escucha voces en la habitación, sabe que han traído a su esposa, toma la última bocanada de aire para salir. Solo le pide a Dios que le dé muchas fuerzas para no derrumbarse frente a ella.

Al estar en la habitación, la observa con los ojos cerrados. La enfermera que está junto a ella lo mira por un instante y se retira.

Se acerca hasta llegar cerca de la cabecera de la cama, se inclina tomando su mano con delicadeza, no quiere que se asuste.

Soledad piensa que está alucinando al sentir las manos de su esposo junto con las suyas y oler esa exquisita fragancia varonil que siempre lleva. Al pensar ello, rueda por su mejilla una gruesa lágrima.

—Princesa, aquí tienes a tu súbdito—. Será que hasta allí llegan sus delirios, lo ha extrañado tanto que cree que la mente está jugando con ella y daría todo porque fuera realidad en este momento, que siente que la vida se le escapa.

Stefano ve que se niega a abrir los ojos, se acerca y le da un pequeño beso en la frente, mientras con sus pulgares limpia las lágrimas de la Rubia. Se repite en su mente una y otra vez. No vas a llorar, ni vas a mostrar que la puedes perder, estás aquí para darle ánimo y fuerzas.

Al sentir esos labios que tanto ha deseado y ese roce delicado sobre su rostro, abre sus hermosos ojos azul celeste y observa la figura del hombre que perturba sus sueños.

— Stef…— él cierra sus labios dando un pequeño beso. Sol siente el corazón galopar y mil preguntas vienen a su mente.

— No hables, amor, la doctora dijo que debes descansar y yo estoy aquí para velar tus sueños—. Ella abre los ojos buscando respuestas y su esposo lo comprende de inmediato—. ¡Eres mi mundo!Soledad Massin Martín, ¡yo existo porque tú existes! Así que esta pelea la vamos a dar juntos.

Escuchar a su hombre decir esas palabras, hace que tantos sentimientos la invadan, que no sabe cómo expresarlos, pero ella no lo puede condenar a sufrir a su lado. A tener que verla marchitar, entonces, se arma de valor y le dice.

—Stefano, debes irte, no puedes quedarte a mi lado luchando una batalla que pronto perderé—. Sus palabras le aprietan el corazón. Él cierra sus ojos antes de mostrarle tristeza, le duele creer que se haya dado por vencida, pero no está allí para marcharse.

—¿Quién te dijo que me podías echar de tu vida? ¿Y qué esta guerra es solo tuya? — Mientras habla, retira su chaqueta y la acomoda sobre el sofá, luego quita sus zapatos, todo frente a la mirada expectante de su amada. —De tu lado no me voy a separar, por más que me eches y te juro amor, que ni la muerte lo logrará hacer, porque contigo me iré. Así que no solamente tienes que luchar por una vida, sino por dos—. Termina de hablar y se sube sobre la cama, abrazándola por la cintura y acariciando su rostro.

Sol ha quedado desarmada, lo conoce, sabe que no se marchará y realmente no quiere que lo haga, por lo tanto, solo se acomoda en su pecho. Está cansada y no quiere discutir.

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Mientras tanto, en otro lugar del mundo.

Los nuevos esposos han llegado al hotel, durante el camino solamente han devorado sus labios.

Suben a la habitación, Antón carga a la Princesa en sus brazos, ella abre la puerta con la llave electrónica. La recámara fue decorada con ayuda de Chris, quien llamó para que lo hicieran. Hay una botella de champán que contiene cero licor. Ya que está prohibido para menores de 21 años. Velas, globos y pétalos de rosas en el piso, enseñando el camino hacia la cama y sobre ella un corazón dibujado. 

Eylin se siente en el cielo. Ese hombre que conoce desde niña es el más romántico y caballeroso, además es solo suyo.

Él la baja con delicadeza, la observa, ella es hermosa, cada curva de su cuerpo definida, la recorre con sus ojos, ella siente el corazón acelerar, lleva tanto deseando ese momento.

Antón retira el chaleco de su disfraz para sentirse más cómodo, se siente nervioso, toma la botella de champán, la destapa y sirve dos copas. Le ofrece una a su Princesa, realiza un brindis por su amor y beben.

Se acerca y la besa traza un pequeño camino desde su cuello hasta sus senos. Desliza la cremallera de su enterizo, observando que no hay nada de bajo, algo que hace que su cuerpo arda en deseo.

Quiere ser muy considerado, sabe que es su primera vez y desea brindarle la mejor de las experiencias. No tiene afán de hoy en adelante, la tendrá para siempre en su cama.

La besa en sus labios con delicadeza y la toma en sus brazos. Ella enreda sus manos en su cuello.

—Te amo, Princesa — le susurra mientras la acomoda sobre la cama y termina de desvestirla, retirando sus botas. Eylin no tiene nada de experiencia, por lo tanto, se deja guiar. 

—Te amo muchísimo, grandote eres mi todo…

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