Su verdugo

Los titulares en los diarios y las revistas deportivas del mundo «Sander Scott, el mejor jugador de la década de los 90 y los primeros años del dos mil. Ganador del balón de oro en 5 ocasiones y bota de oro en 4 oportunidades, ha muerto en un aparatoso accidente junto a su esposa. Nuestras más sinceras condolencias para sus dos hijos». 

Para Hannah y Antón, sin pensarlo haber viajado con sus padres, fue lo mejor, estar alejados de la prensa amarillista y metida que quiere poder captar cada mueca que sus rostros imitan.

Trebor brindó declaraciones a la prensa alegando que las exequias se llevarían a cabo en total privacidad y agradecían a la fanaticada sus expresiones de cariño, pero que era un momento familiar e íntimo. Y de acuerdo con la memoria de su hermano, sus sobrinos permanecerán en el anonimato. No faltaron los diarios que comenzaron a circular las fotos que tenían de los chicos.

La más reconocida era Hannah, su piel canela.  Su cabellera rubia y larga, sus ojos azules zafiro iguales a los de su padre. Por tal razón y para su protección, debió efectuar un cambio de imagen. 

Cortó su cabello arriba de los hombros, derramó lágrimas mientras lo hacía y lo pinto de negro.  Estas dos pequeñas cosas hacían lucir su piel más oscura y parecía de mayor edad. 

Los chicos decidieron con sus padres vivir en California y cambiarse de universidad. Ahora estudiarán en Stanford. Están justo a tiempo para iniciar en el segundo semestre del año. 

Eylin y Cristopher estudiarían en la universidad de Harvard, pero en último momento cambiaron y decidieron estudiar en Stanford también. 

Sander y Mil obtuvieron nuevos documentos de identidad, otorgados por los detectives, que los incluyeron en un programa de testigos protegidos. Compraron una hacienda en California, en la ciudad de Santa Clara, a 50 minutos de Stanford. Todo, obviamente, lo adquirió Trebor a nombre de sus sobrinos y él como albacea. Por el momento ellos están analizando la ciudad para saber qué negocio, además de la hacienda y sus sembradíos, es bueno.

Sander, por amenaza de su Mulata en la hacienda y un poco retirado de la casa principal, construyó en tiempo récord 6 apartaestudios para los chicos. No importaba que sus sobrinos no estuviesen, pero cuando vinieran tendrían su lugar.  Al igual que en la casa principal, construyó 3 apartamentos más para sus amigos.

Soledad Massin y su esposo mueren por ir al lado de su hija como lo han programado, sin embargo, los nuevos acontecimientos los detienen. Por primera vez, ella está considerando seriamente vender el Club, siente que pierde tiempo valioso lejos de su hija y que cada día se gana su hostilidad.

Stefano, como de costumbre, la sostiene y le pide que lo haga con calma, que sus amigos del alma están al lado de su princesa. 

Mar y Kevin están igual de embolatados, su confianza es que sus casi hermanos están cerca de su hijo y prácticamente a diario hablan con él.

Mientras tanto, ellos viajan una vez al mes, para visitar a sus hijos. La distancia mejora la relación entre la mujer de Acero y su hija. Lo cual le da tranquilidad, pero igual está estudiando ofertas para vender el Club Deportivo Manches.

Ahora llegó el covid-19, cerrando todas las ciudades, declarando una pandemia y generando un antes y después para todos. Una cuarentena de un año, que arrancó a principios. Del 2020, el mundo comenzó a manejarse a través de las redes. 

La angustia de contagiarse o de que algún familiar lo haga es agonizante.

Mil quiere prestar sus servicios médicos, pero su esposo y sus hijos se lo impiden.

La tía Tere volvió al ruedo de la medicina y desafortunadamente no regresó. 

El abuelo Abraham, con su edad avanzada y sus patologías, tampoco sobrevivió.

Las investigaciones sobre el atentado contra el exdelantero y su esposa se congelan.

Durante esta pandemia, Sander se dedica además de los sembradíos a entrenar a los chicos. Convirtiéndose en su peor pesadilla, es un entrenador exigente; no ha perdido la costumbre de madrugar a las tres de la mañana.

Cada día está de pie esperándolos, ni Eylin se salvaba; en esos momentos siente que su madre es un bello cordero al lado de su verdugo. Sí, le gusta el ejercicio, pero no a ese nivel de caer rendida y con todos sus músculos doliendo y eso que entrena la tercera parte que los chicos y menos de la mitad que Hannah.

Gracias a Dios y para todos existe Mil, que es la salvadora. Sus masajes, sus terapias, reconstruyen sus cuerpos.

Ese entrenamiento hace que la pequeña de papá, la Minirubia, comience a desarrollar su cuerpo. Sus senos, las caderas y los muslos le crecen ganando un admirador. 

Antonny comienza a mirar a Eylin de forma diferente, ya no es la princesa malcriada de su padre. Poco a poco se convierte en una bella mujer más madura, más segura y que muestra su inteligencia. Además del deseo de no rendirse.

Eylin empieza a ver la parte tierna y protectora de ese grandulon, ya no le parece que es solo músculo. Ve a un hombre inteligente y astuto. 

Ahora cada uno se pierde en los ojos del otro y se sonrojan al encontrar sus miradas. Pero ella tiene el carácter de su madre y no es de las que se anda con rodeos. Así que enfrenta al grandulon.

— Dime, ¿hasta cuándo me vas a esquivar?  

— ¿De qué hablas? —Ella, con sus ojos azules celestes, le lanza una mirada de reproche y él trata de ignorarla.

—No me respondas con otra pregunta y habla — Antón levanta su ceja y la mira fijamente, haciéndola enojar. Le encanta cuando se enfurece y sus ojos se oscurecen. —¿Cuándo vas a aceptar que te gustó? —Nunca espero que ella se atreviera a preguntarle.

—¿De dónde sacas eso? —le indaga mientras peina su cabello, un gesto que hace cada vez que está nervioso. Lleva admirándola durante los últimos dos años y medio que ha estado allí. Sin embargo, siente que es algo imposible, es como su prima.

—Vuelves a replicar con una interrogante —. La Rubia, que ahora es toda una mujer, se acerca a sus labios y le susurra —la forma en que me miras, lo nervioso que te colocas cuando estoy cerca de ti y el sonido acelerado de tu corazón—. Esa chica está a punto de hacerlo flaquear, ella es delirio. —Hoy cumplo 18 años y ¡quiero que me hagas mujer!…

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