Siente que se derrumba.

—Señor Sarmiento, ese fue el contrato que firmó con su representante —declara el director administrativo del Club deportivo Santa Clara.

—Ustedes le agregaron cláusulas que no estaban —respira profundamente, Antón, antes de continuar hablando, tiene demasiada furia. —¿Cómo, así que no podré jugar con ninguna otra selección? La cual no sea la de este país por los tres años de este contrato—. Los directivos se miran, es su forma de asegurar los buenos elementos para la selección de su país. Pero Antonny está que mata y come del muerto, cada vez que lee, por lo tanto, continúa diciendo.  —Además, esa cláusula de que mi pase no podrá ser transferido a ningún otro Club. So pena de pagar una multa de 1000 millones de dólares y tres años en prisión en caso contrario. Esto es una arbitrariedad —expresa indignado.

—Estamos en nuestro derecho, allí muy claramente dice que se podrá agregar otro sí, siempre y cuando no afecte ni altere el bienestar del jugador. Como puede ver, nosotros le ofrecemos muchos más beneficios a cambio de exclusividad y dedicación. Se consignó un bono de 100 millones de dólares a su cuenta bancaria, el cual se volverá a consignar al final de cada temporada, al igual que al inicio. Si acepta jugar con la selección de nuestro país, los beneficios serán el triple. —Los directivos han amarrado todo, ningún jugador nunca se ha negado. 

Les sorprende la nacionalidad de Antón, que sea Inglos, cuando su apellido es latino. 

—¿A ustedes, quién les dijo que me iban a comprar con ese dinero? Además yo quiero jugar con la selección de mi país, por lo tanto, no lo haré para la de ustedes. Y sus beneficios no me interesan. —pronuncia muy decidido el nuevo delantero.

—Es su decisión, pero como le dijimos, estamos al inicio de una nueva temporada, usted es la figura, por lo tanto, no le podemos dar ningún permiso. Si tiene alguna duda con el contrato, lo puede consultar con su abogado y su representante. —Expresa muy seguro el abogado del Club.

—Téngalo por seguro que así será. Y gracias por nada —se despide Antón, levantándose de la silla y saliendo de ese lugar que echa fuego. 

Ahora tendrá que esperar hasta el próximo domingo por la tarde para hacer un viaje relámpago y poder ver a su esposa.

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En la noche, mediante una videollamada, sus padres los colocaron al tanto de lo que sucedía con Sol, también les informaron que se quedarían allí por el tiempo que tardará en recuperarse. Que la hacienda será manejada por el administrador y ellos estarán pendientes a la distancia.

Todo eso fue como un baldado de agua fría, Hannah con sus prácticas encima y él con un puto contrato amarrado. Pero le pediría a su tío Kevin que lo revisara, echaría a su representante y ajustaría cuentas con el abogado de su padre por idiota.

Le timbra a su tío sin obtener respuesta. Así que le llama a su padre y le cuenta cada detalle. Él le pide que envíe una copia del contrato y lo revisarán cuando llegue Kevin. Además, que por el momento no le queda otra opción de tranquilizarse y no hacer nada, a lo cual acepta. Aunque siente que muere por dentro, quiere estar al lado de su mujer, sabe que lo necesitará, ya que lo que se viene es fuerte.

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Mientras tanto, en otro lugar del mundo.

Después de andar por media ciudad con excusas de sus tíos, Eylin al fin llegó a su casa y en su corazón siente que las cosas no están bien. Las miradas de vez en cuando lastimeras de Mar le avisan que algo sucede.

Al ingresar a su hogar, la está esperando su padre, el cual tiene un semblante triste y agotado. Sus tíos y su primo se despiden, dejándolos solos. 

Se aproxima a su padre y lo saluda con un beso en la mejilla y la abraza muy fuerte.

—¿Cómo estuvo el viaje? 

—¿Papá, dime qué pasa? ¿Dónde está mamá? Quiero verla—. Stefano respira profundo, sabe que esto será duro para su Princesa.

—Ven, Princesa, vamos al despacho —ir a la oficina siempre ha sido símbolo de que algo serio está sucediendo. Eylin siente sus piernas temblar, sus manos sudan y sus ojos comienzan a humedecerse. 

—Dime la verdad, ¿qué pasa con mamá? —ingresan al estudio, se sientan en el sofá y Stefano toma las manos de su pequeña Rubia.

—Tu madre está muy enferma —Los ojos antes cristalizados de la Princesa ahora derraman lágrimas. Con su mirada, interroga a su padre, quien siente que esta situación lo está sobrepasando. —Ella tiene Lupus, el cual está avanzando rápidamente, atacándola de manera agresiva y requiere un trasplante de riñón.

—Papi, yo puedo ser su donante —él niega con la cabeza y no puede evitar que una lágrima traicionera ruede por su mejilla al pensar que su hija también puede ser víctima de ese mal. —¿Por qué no? —indaga la pequeña Rubia.

—Esta enfermedad la sufrió tu abuelo, no hay estudios que aseguren que es hereditaria, pero tampoco que lo nieguen, por lo tanto, tú también la puedes padecer. Debes realizarte un chequeo—. Siente ante las palabras de su padre correr el miedo por su cuerpo. Stefano la abraza y continúa hablando. —Has sido descartada como donante por ese motivo estamos en la búsqueda de un donador.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando? —interroga Eylin, con su voz entrecortada.

—No lo sé, tu abuela dijo que era relativo, qué gran parte dependía del estado de ánimo que ella tuviese—. La Princesa gimotea y su padre la acerca a su pecho. —Tenemos que ser fuertes, tu madre nos necesita—. Ella asiente.

—Quiero verla—. Él asiente. Pero antes debe preparar a su hija para el escenario.

—Tu madre tuvo una sesión de diálisis el día de hoy, por lo tanto, está muy demacrada y ahora está descansando, pero vamos.

Stefano toma a su hija de la mano para dirigirse a la habitación donde está Sol.

Al llegar la suelta y Eylin se acerca a la cama de su madre, observando el rostro pálido, sus labios resecos y las ojeras alrededor de sus ojos. Se encuentra dormida. Pero la impresión de verla en ese estado la desarma, lleva sus manos a la boca, tratando de contener sus alaridos de dolor. Stefano la toma entre sus brazos y salen.

— Papi, por favor, no dejes que mamá muera —la voz de la Princesa se escucha quebrada. —Necesito pedirle perdón y decirle que la amo.

Las lágrimas de Eylin hacen que su padre sienta que no es tan fuerte como creen, siente que se derrumba; sin embargo, necesita tener fe.

—Nunca permitiré que tu madre nos abandone.

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