Capitulo 18

Mientras su señora absorbía los conocimientos de este nuevo mundo, tanto Xerxes como Seniatta, se encontraba en lo alto del edificio más grande de toda la ciudad.

Con sus piernas colgadas al vacío, Seniatta, dibujaba a carboncillo los planos de cómo quedaría la ciudad después de sus remodelaciones, al mismo tiempo que iba haciendo una lista de los materiales y los costes de la operación.

Xerxes por su parte, encorvado y con su cuerpo bien oculto en su capa, miraba la ciudad, y vigilaba que todo estuviera en orden.

– ¿Por qué crees que a nuestra señora le importa tanto la ciudad?

Preguntó Seniatta mientras sus ojos y sus manos, seguían fijos en el plano.

– le importa y punto.

Declaró el ejecutor con su tono metálico.

– nuestro trabajo no es cuestionar sus órdenes.

Con un largo suspiro, Seniatta detuvo su mano un momento, y miró de reojo a Xerxes, ya había pasado varios días a su lado, y ya se había convencido de que no la iba a ser castigada (siempre y cuando no cometa otro error) y por eso ya podía estar cerca del ejecutor sin ponerse nerviosa.

Intentando obedecer las palabras de Xerxes, Seniatta quería quedarse callada pero no podía, tenía tantas preguntas rondando su cabeza, y no tenía con quién hablarlas.

– Xerxes…

Comenzó a decir Seniatta llevando su interrogatorio por otro rumbo.

– ¿recuerdas la caída de los 7 Magos Rojos?

– si.

Le respondió el ejecutor sin mirarla, y solo concentrado en la tarea que le habían encomendado.

– ¿y el asedio a la ciudadela de obsidiana?

– perfectamente.

– ¿y la resurrección de los 5 señores de la muerte?

– nunca lo olvidaría, se me encomendó cuidar las catacumbas, y matar a todos los jugadores que traspasen la pared de la arboleda negra, saltando así al 3ro y al 4to de los señores de la muerte, y llegando frescos su batalla con el 5to.

– ya, ¿pero recuerdas que pasó en medio de todos esos eventos?

Sin una respuesta inmediata, Xerxes estuvo apunto de quitar su mirada de la ciudad, incumplimiento así la orden de vigilarla. Sin embargo, una vez pasado el golpe inicial, el ejecutor terminó por decir.

– cazaba jugadores. Me transmitías la orden de vigilar un lugar, y ahí esperaba hasta que un jugador se acerque.

Dando un largo suspiro, Seniatta dio un par de trazos finales, y dejó su plano a un lado.

– entonces me alegro de ser yo la del problema. Tengo estos "espacios en blanco" donde no es que tenga borroso lo que ocurrió, si no que en ese tiempo no hay nada, y eso contrasta con mi memoria de los hechos importantes, donde soy capaz de recordar hasta el mínimo detalle de ese día, haciendo todo más confuso.

Solo con el rabillo del ojo, Xerxes miró a su compañera, y debido a que él tenía un dilema similar, decidió comentarlo.

– ¿También te haces preguntas?

– ¿Ehh?

Preguntó Seniatta por las siempre mal redactadas preguntas de Xerxes.

– si…

Terminó por decir cuánto comprendió a que se refieria el ejecutor.

– siento que antes era incapaz de cuestionar, como si no fuera dueña de mis actos y viviera atrapada en mi propio cuerpo. Sin embargo, desde que llegué aquí, soy libre… aunque no estoy segura si esa es la palabra. Viva quizás, pero es difícil definir cómo me siento.

Abajo en la ciudad, una pequeña conmoción se libraba, con los poderosos ojos de Xerxes, este había visto como una persona había robado una manzana de un puesto del mercado, y había sido visto por el tendero. Actualmente, solo parecían estar discutiendo, la guardia aún no había sido llamada, y él tenía la orden de solo intervenir en casos donde el criminal escapase, y para evitar una muerte. Por ahora, vigilaría como se desarrollaba ese evento para saber si debía intervenir.

– ¿Por qué la gente no me teme?

Repitió el ejecutor la pregunta que ya le había hecho a Seniatta en el pasado, está por su parte, que ya había visto las intervenciones que tenían Xerxes y los habitantes de la ciudad, respondió.

– porque mantienes el orden.

– yo mantenía el orden en nuestro viejo mundo. Mantenía a raya a esos "jugadores". Hacía cumplir las órdenes de nuestra señora, y las cumplía siempre al pie de la letra tal y como hago ahora, entonces ¿Porque la gente no me teme?

Mirando hacia abajo, Seniatta miro en la misma dirección que Xerxes, y aunque sus ojos no eran tan buenos como los suyos, podía ver una pequeña conmoción que estaba creciendo lentamente, primero había dos hombres discutiendo, de ahí se sumó un tercero, y ahora un cuarto, y la discusión todavía parecía querer hacerse más grande.

Juntando sus manos, Seniatta pensó a fondo en la pregunta de Xerxes, y aunque no le gustaba responder una pregunta con otra, en este caso, su pregunta encerraba la respuesta.

– ¿tu crees que nuestra señora es "diferente"?

Declaró Seniatta con un leve miedo de que Xerxes pudiera enojarse, pero este permaneció callado.

– nunca ha sido la persona más habladora, además de que ella nunca se dejaba ver, ¿por que? No lo se, pero en este mundo, no es que quiera hacerse conocida, sino más bien que no le importa que lo hagan. Nuestra señora es diferente, no es solo por esa niñas que parece haber adoptado, ella ya hacía eso en el pasado, sino que su forma de actuar, e incluso el como habla es… diferente…

Abajo en la calle, la conmoción había crecido al punto que la guardia ya estaba en camino para detener una pelea o un linchamiento. Al regañó del primer tendero, varios más se habían unido, dando a entender que el ladrón solía robar con frecuencia de los puestos, y que nunca había sido castigado por eso. Y al observar que el ladrón pateaba una de las mesas, creando así una distracción para echar a correr, Xerxes supo que era momento de actuar y se puso de pie, sin embargo, antes de saltar, declaró.

– no me opongo al cambio de nuestra señora.

Y con esa palabras, saltó de aquel edificio de más de 30 metros, y aterrizó justo delante del ladrón, que no pudo evitar chocar con él.

Mirando hacia abajo, Seniatta pudo ver cómo la guardia llegó al poco tiempo, y tomaron al ladrón en custodia, a la vez, que tanto la guardia como los tenderos del mercado, parecían agradecer a Xerxes por siempre darles una mano.

Sonriendo, Seniatta miro a la ciudad, como siempre, le era imposible saber qué pasaba por la cabeza de su señora, pero al menos tenía la seguridad de que ella sabía lo que hacía.

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Roja como un tomate, Sazshen no sabía cómo sentirse por lo que acababa de leer.

La novela trataba de una loca millonaria que había atrapado a un muchacho que por equivocación, había entrado a su mansión y lo había acusado injustamente de intentar robarle. Durante dos meses enteros, lo tuvo encerrado e incomunicado del mundo, sometiéndolo a torturas sexuales y sicológicas.

Era un libro horrible, terrible, asqueroso, repugnante, cruel, y lo había leído en cabo a rabo sin apartar la vista del mismo, salvó para comprobar por vez número mil, que nadie le estaba viendo.

Sin una razón o motivo en particular, empezó a revisar sus páginas, buscando una editorial o cualquier señal de que este libro sea parte de una serie, o que no sea el primer libro de la autora, y fue ahí que notó, que en el lomo del mismo, había un dibujo de una rosa negra cubierta de espinas.

Mirando alrededor de las estanterías, pudo notar, que siempre en los estantes de más arriba, y dejando mucho espacio entre cada uno, había más libros con el mismo dibujo de la rosa negra.

Poniendose de pie, fue a los estantes y empezó a tomar libros y leer sus títulos…

"Chicos descarados" "El festín de las ciento trece noches" "El joyero de la madame" "Siete pecados, Siete noches" "Juguetes rotos"

Mirando a su alrededor, atenta a cualquier sonido por tenue que sea, vio que la gente de la biblioteca seguía en la pequeña recepción dándole espacio para no molestarla. Y mirando los libros en su mano, pudo ver al menos una treintena más, repartidos por toda la biblioteca, todos como siempre, en el estante de más arriba, y solo con una rosa negra como marca distintiva.

Agradeciendo que sin querer, había reservado la biblioteca solo para ella, y sabiendo que no tendría cara para ir a la recepción, y solicitar pedir prestado dichos libros, tomó varios libros más de los estantes solo para hacer bulto, y volvió corriendo a la mesa.

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