Con su Emperatriz y las princesas en el que supuestamente era el mejor restaurante de la ciudad, Xerxes se encontró a sí mismo sin nada que hacer, o una orden que seguir. En una situación normal, simplemente se quedaría esperando la salida de su señora sin importar cuánto tiempo lleve, pero en está ocasión, un extraño pensamiento invadía su mente.
Revisando su capa, encontró un par de monedas de plata y cobre, lo que es más, tenía una buena cantidad de esas debido que su Emperatriz y la princesa Charlotte, siempre lo mandaban a hacer compras, haciéndolo pagar con monedas de oro, y aunque él nunca lo solicitaba, debido a que tampoco sé lo pedían, junto a su compra le solían entregar algo que la gente llamaba "cambio".
Observando las monedas en su mano, sin entender su valor, ni tampoco el extraño ritual de intercambiar trozos de metal por bienes y servicios. Cerrando su puño, y recordando que los seres de carne tenían necesidades tales como comer y dormir, empezó a caminar lejos del restaurante donde se encontraba su señora.
Caminando encorvado, recorriendo las calles iluminadas por farolas de aceite, todos quiénes lo veían pasar reaccionaban al verlo, sin embargo, lejos del terror y el miedo que causaba su sola presencia en el pasado, ahora, la gente ponía rostros tranquilos y lo saludaba levantando las manos o quitándose el sombrero.
Llegando a un lugar que frecuentaba, lugar que la princesa Charlotte definía como "los mejores bollos de carne de la ciudad" apenas se acercó al puesto, el dueño del mismo levantó una mano al verlo.
– eyy, que gusto verte de nuevo. ¿Hoy te lo llevas todo o solo una orden?
Acercándose, ignorando la pequeña fila, de la que nadie parecía estar molestó por dejarlo pasar, con un dedo, señaló dos dibujos de un pequeño cartel de madera.
– enseguida.
Declaró el hombre mientras abría una gran olla de vapor, y hacía una señal a alguien a lado suyo.
Envueltos en una enorme hoja de una planta, el tendero le entregó media docena de bollos, y haciéndole una señal debajo de él, un pequeño niño sostenía un jarra de cerámica tapada con un corcho de madera. Tomando los objetos, estiró la mano donde tenía el llamado "cambio" y con una risotada, el tendero únicamente tomó un par de monedas.
– ¿Hoy no nos pagan con oro? Eso es bueno para variar, te sueles llevar todas mis monedas cada vez que vienes.
Con sus bienes a bien resguardo, empezó a caminar en dirección al lugar que los lugareños llamaban "palacio de cristal" cosa curiosa, ya que el edificio ni era un palacio, ni estaba hecho de cristal, pero lo mismo podía decir de muchas otras estructuras del lugar.
Una vez más, a su paso, mucha gente lo saludaba, y un pequeño grupo de guardias que pasaban de patrulla, le agradecieron por "siempre darles una mano".
Sacando sus manos de debajo de su capa, y tras comprobar que todavía conservaba sus 4 extremidades, miró alejarse al pequeño grupo hasta desaparecer a la distancia.
Llegando al llamado "palacio de cristal" ignoró a los empleados del mismo, y caminó hasta el lugar que su señora denominaba como "oficina" y abrió la puerta sin ni siquiera tocar.
Sentada en un escrito que claramente estaba pensando para alguien del doble de su altura, Seniatta contemplaba un mapa de la ciudad, mientras que con un trozo de carboncillo, hacía un montón de marcas y anotaciones en el mismo.
Observando que la mujer estaba tan concentrada que ni lo había escuchado enterar, Xerxes aprovecho para mirar a su alrededor. En poco más de una hora, que era el tiempo que llevaba encerrada, Seniatta había como mínimo ordenado toda la papelería en media docena de gabinetes, que hasta ahora se no habían llegado a ver debido a que el caos de documentos impedía la vista.
Aún en perfecto silencio, Xerxes se acercó sacando su compra del interior de su capa, a lo que al levantar levemente la vista, Seniatta dio un sobresalto.
– ¿Xerxes?
Preguntó aterrada la chica mientras casi caía al piso.
Colocando los "bollos de carne" y "la jarra de jugo" en una esquina del escritorio, con mirada atónita, Seniatta se acomodó los lentes y miro intermitente a la comida y su repartidor.
– ¿Es para mí?
Preguntó la mujer con tono de contener las lágrimas, y acto seguido, abrió el paquete y descorcho la jarra.
Apartando el mapa de la mesa, Seniatta empezó a comer con pequeñas lágrimas en sus ojos.
Comiendo, casi devorando, Seniatta no se había dado cuenta cuánta hambre tenía, era casi como si llevara años sin probar bocado, cosa que era posible debido a que no sabía cuánto tiempo estuvo muerta.
Con muchas preguntas que hacer, más que nada sobre que era este mundo y como o porque habían llegado aquí, Seniatta estaba por preguntar, pero Xerxes tenía sus propias preguntas.
– ¿Por qué no me temen?
Preguntó el ejecutor, mirando en dirección a dónde estaba la ciudad.
– ¿Ehh? ¿A qué te refieres?
– la gente, ¿Porque no me temen?
Con la cabeza dándole vueltas, no solo por el trabajo inhumano que había tenido que afrontar sola, si no también por lo extraño de la pregunta, Seniatta se contuvo de gritar "¿cómo quieres que lo sepa? Literalmente acabo de llegar" Y se limitó a decir.
– pues… ¿Qué has hecho últimamente?
– lo que siempre he hecho.
– ¿y eso sería?
– obedecer.
Exprimiendo su cerebro para buscar una respuesta, Seniatta estaba por pedir que le contara todo lo que había ocurrido desde que llegó a este mundo, sin embargo, antes de que pudiera abrir la boca, Xerxes ya había salido por la puerta.
Suspirando, ocultó la cabeza entre sus brazos y se preguntó si no me era mejor haberse quedado muerta.
...****************...
Derrotada, abatida, pero curiosamente satisfecha, Sazshen había probado el amargo sabor de la derrota, sazonado con finas hierbas, y cocinada en su propio jugó.
Había tenido sin exagerar, la mejor cena de toda su maldita vida, pero lo había pasado tan mal, que no lo había disfrutado.
Encontrar un solo error, un solo fallo, sería no solo imposible, sería ir en contra de la misma realidad.
Todo era perfecto, desde la luz que iluminaba la habitación, que hacía resaltar los brillantes y coloridos platillos, hasta la suave música ambiental tocada por una orquesta a la que no podía ver pero si escuchar. En la atmósfera, era imposible siquiera imaginar algo mejor, y eso que todavía no había entrado en la comida.
No importa que pidiera, no importa la cantidad, no importa la complejidad o la disponibilidad, cualquier platillo que ordenará, era preparado al instante, al punto que pareciera que todo ya estuviera hecho con anterioridad, sin embargo, al llegar frente a ella, la comida siempre estaba a la temperatura perfecta, y ni siquiera era necesario soplar.
Aunque esa era por mucho la mejor comida del mundo, estaba tan abatida por el hecho de que una vez más, las hermanas se habían salido con la suya, que no comió tanto como le hubiera gustado, y después de tirar una montaña de monedas de oro, prácticamente huyó a su carruaje, y se dijo que quería volver a su habitación para alejarse de todo.
En el camino, para su suerte, sus hijas (temporales) no dejaban de hablar de lo mucho que habían disfrutado su cena, y eso la reconfortó y casi le sube una vez más el ánimo, pero apenas se hubo bajado del carruaje, y se disponía a encerrarse y pedir a Xerxes que le trajera cualquier cosa dulce que pudiera encontrar. La bruja amarilla, hizo su aparición.
– ¿Disfrutó su cena?
Preguntó la mujer, comentario que Sazshen prefirió ignorar, e iba a seguir de largo cuando…
– disculpe que la moleste señora, pero tengo una duda con su "reservación".
Quedándose quieta, pero sin dignarse a dar media vuelta y mirar a la mujer a la cara, simplemente escucho que tenía que decir.
– ¿usted tiene planes para permanecer más tiempo en la ciudad? Se que su tiempo termina en 3 días, pero entenderá que nuestro hotel funciona con reservaciones y necesitamos saber si va a prolongar su estancia para volver a aceptar reservas.
Demasiado cansada hasta para quejarse o reclamar, se limitó a meter su mano en su inventario y dejar caer una veintena de monedas de oro, pero cuando se disponía a continuar caminando…
– lamento que la vuelva a interrumpir, pero...mi hermana me dejó la cuenta del vestido que la señorita Valëntia y…
Observando como la impresentable a la que había comprado un vestido, e invitado a cenar a un sitio horriblemente caro, solo seguía caminando como si la conversación no tuviera nada que ver con ella, volvió a meter su mano en su inventario, y dejó caer más monedas.
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Comments
lechuza 🦉
pobre el único que se preocupo por ella fue xerkes
2024-01-06
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