El anciano nos hizo pasar a una especie de laboratorio donde había otras dos personas, un hombre de unos cuarenta y tantos, una mujer joven de quizá unos veinticinco años o tal vez menos.
El lugar olía a desinfectante y estaba a una temperatura más fría que en el exterior, mire en todas partes no porque no supiera dónde estaba él, sino porque todo ahí despertaba mi curiosidad.
Además, estaba encerrada en un congelador que al parecer solo se abría desde dentro, ya que no le había visto manija alguna en el exterior, atrapada con personas que no conocía y que además una ya me había amenazado de muerte.
-Los días pasados estuvo de lo más tranquilo, pero hace unos minutos comenzó a dar vueltas por todo el lugar en busca de una salida, a Estela le gruño un par de veces cuando se percató que lo observaba...
-¿Ha intentado escapar?- escuché la voz de Rodrigo algo nerviosa mientras interrumpía al doctor.
-No, claro que no...
-Pero acaba de decir que está buscando una salida- atacó Olivia.
-Bueno, sí... Eso creemos, en realidad no estamos seguros.
Mientras ellos hablan yo observo las cosas que hay ahí, anteriormente no se me permitía estar en lugares como ese, pues un indigente como yo no era atendido o llevado a los hospitales.
Generalmente, moríamos solos a mitad en la callé.
Sobre una de las largas mesas había una máquina pequeña y redonda que estaba dando vueltas con mucha rapidez, me causa a gracia la forma en que se movía, además tenía algo dentro de ella y yo estaba esperando haber cuando comenzaba a lanzarlos.
Un gruñido se escuchó al fondo de la habitación y me gire para ver, al parecer ya se había impacientado con mi retrasó pues el sabía que yo estaba ahí.
Me dirigí rápido a su encuentro pues no quería que se enojará y comenzará a destruir todo a su pasó, yo quería saber más sobre esas personas paradas aún lado mío.
-¡Oye!- escucho decir.
-No, está bien- dijo alguien más.
Había una especie de pared, pero suponía que en algún punto oculta a la vista estaba una puerta. Lo único que saltaba a la vista era una ventana de unos veinte centímetros de ancho por unos cuarenta de largo.
Me mofe de esa estupidez, el no necesitaba verme en realidad así que no me asome por ella, no me parecía correcto tener que verlo como si fuera una rata de laboratorio.
Levanté mis manos poniéndolas sobre la pared, pronto sentí la vibración del golpe del otro lado, eso me hizo sonreír para mis adentros. Pegue mi frente al metal y hubiera jurado que el hizo lo mismo.
De pronto me sentía más tranquila, así que me permití respirar con serenidad. Sonreí porque esas emociones no eran mías en realidad, sino de él.
Estaba preocupado y por alguna razón eso me hacía sentir feliz, porque siempre estábamos en guerra y de pronto parecía valorar mi existencia.
En esos momentos, no quería asesinarme, sino más bien protegerme y eso hacía que mi corazón se llenará de ternura. Lo escuché gruñir del otro lado y sentí una paz que no sabía que podía experimentar.
-Suficiente de encuentros amorosos- escuché decir y abrí los ojos para girarme a ver a Iván.
Lo vi apretar un botón y luego sentí en el cuerpo una especie de descarga eléctrica que lo hizo a él gritar. Yo me abrace en automático y sentí el enojo de él crecer en su interior para luego golpear del otro lado.
-¿Qué pasa, no te gusto monstruo?- dijo volviendo a apretar el botón.
Gemí al sentir su dolor mientras él gruñía, la descarga fue más fuerte cosa que me hizo temblar las piernas.
Mire que Iván iba a volver apretar el botón y cogí una botella de cristal que estaba en la mesa más cercana a mí, se la lancé directo a la cara.
La botella se rompió en varios pedazos al chocar con su rostro, cosa por la que se giró para verme con evidente molestia, pero al menos lo había detenido.
-¿Qué demonios crees que haces estúpida?- gritó y vi que algunos retrocedían, excepto el pelirrojo quien le decía que se calmará.
-Si vuelves apretar ese botón, quien te asesinara seré yo- dije tajante y decidida.
-Mi nombre es Doluma, no estúpida- mascullé fulminándolo con la mirada.
Todos se me quedaron viendo con la boca abierta y alguno de ellos murmuró algo como "si habla" como si fuera lo más raro del mundo.
-Esa cosa asesino a mi hermano y su mejor amigo- dijo Iván apretando los dientes, mientras señalaba con la mano en dirección a él.
-Pues ya supéralo, ellos están muertos y no vas a cambiar eso. Tú estás vivo y es lo único que debe importarte- respondí con frialdad.
-¿Cómo dices maldita?-gruño.
Él gruñó con más fuerza desde el otro lado y de pronto vi su mano atravesar el pequeño cristal de la ventana, algunos gritaron y sacaron rápidamente las armas que portaban.
Iván se acercó al botón nuevamente y lo presionó con toda la rabia contenida que llevaba dentro, por mi parte solo atiné a gritar un ¡no!, pero ya era tarde.
Sentí la descarga recorrer mi cuerpo sin detenerse está vez, él gritó dentro de la jaula donde lo tenían prisionero, mientras yo solo me limité abrasarme y quedar hecha un ovillo en el suelo.
Apretaba los dientes conteniendo los gritos que amenazaban con salir de mi boca, podía sentir a mí yo asesino queriendo emerger, sin embargo, trataba de mantenerlo a raya, una vez que lo dejaba salir no me detenía hasta que ya no hubiera nada con vida frente a mí.
Así que lo mejor que podía hacer por esas personas era no transformar me.
-Basta- escuché decir a alguien y las descargas cesaron de inmediato.
-¡Sorprendente!- dijo otra voz y sabía perfectamente por qué lo decía.
Era más que evidente que esas personas ya se habían dado cuenta de que él y yo estábamos conectados de alguna forma. Respiré entrecortada intentando recuperar el aliento, sentía en el cuerpo cientos de hormigas caminando de un lado a otro, las piernas me fallaron al intentar levantarme.
Sentí los brazos de alguien ayudarme a sostenerme, los miré a todos y entendí la más simple de las cosas.
-¿Estás bien?- preguntó la persona que me ayudaba.
-Te dije que debíamos matarla Miguel, algo en ella...
-Nadie va a matarla y si alguien más lo intenta se las verá conmigo, ¿Quedó claro?- dijo la voz interrumpiendo.
-Esta niña es un peligro Miguel- alegó Olivia.
-Nada a cambiado- dije más para mí que para ellos- El mundo era mejor allá afuera cuando no sabía que ustedes existían- murmuré.
-Y pensar que viajaba de ciudad en ciudad con la esperanza de encontrar algún sobreviviente- dije y entonces me desmayé.
Pero no era yo, quien se había desmayado, sino él a quien habían puesto a dormir y ambos perdimos el conocimiento.
Ahora éramos unas simples ratas de laboratorio, nos habían capturado y éramos sus juguetes con los que podrían experimentar y eso me molestaba enormemente.
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