Me incorporo sobre mis piernas, empacó rápido lo poco que había sacado de la mochila y hecho tierra sobre el fuego crepitante, monto la bici y comienzo a alejarme de aquel lugar.
A lo lejos escucho su grito cuando él se percata de mi huida, aunque en realidad es más como un gruñido, pero no me importa que haga una pataleta, se que debo irme.
Es lo mejor para ambos, pero él es incapaz de comprender que me alejo por el bien de ambos, lo escucho gritar con rabia, puedo sentir su enojó así que pedaleo con todas mis fuerzas para alejarme de él.
Está situación se ha vuelto una especie de juego para él, al menos eso creó pues no siempre logro descifrar sus alocadas emociones.
Se enoja mucho cuando siente que me alejo, pero es lo más sensato que puedo hacer.
Pues verán...
Después de despertar, comencé a deambular por las calles de la pequeña ciudad donde vivía, luego de algún tiempo y tras haber comprendido un poco de lo que pasaba en el mundo, empecé a viajar de ciudad en ciudad.
Obviamente que entre más grande es la ciudad, más de esas cosas hay, la primera vez que él y yo nos encontramos, ya habían pasado los primeros cien días desde mi despertar.
Cómo ya dije, mi corazón golpeó con mucha fuerza en mi interior, me quedé tirada sobre el asfalto por un par de minutos, no fueron muchos, quizá dos o tres, pero al final de cuentas me quedé tirada a media calle.
La sensación es como la de un infarto, más o menos.
Primero pensé que era un espejismo o algo así, ellos, esas cosas no tienen el mismo aspecto que él.
De hecho, si hago una comparación, él resulta ser hermoso, pero más aterrador que todos ellos juntos.
Esas cosas se están pudriendo, un cuerpo muerto tiende a descomponerse con el tiempo, lo normal ya saben, huelen mal e incluso aunque allá uno de ellos a varios kilómetros de distancia, su putrefacto olor es arrastrado por el viento y logra revólver le a uno el estómago.
Entre más pasa el tiempo más feo huelen, ha algunos se les caen trozos de carne cuando peleó con ellos. Se les ve el hueso en algunas zonas, no tienen cabello, no he encontrado alguno que conserve aún algún pedazo de piel o su nariz completa.
Solo tienen los dos orificios dónde alguna vez estuvo su nariz, sus orejas se cayeron y del agujero del oído escurre una especie de baba negra viscosa que alguna vez fue sangré.
La mayoría no tiene dientes, de hecho ni siquiera tienen quijadas y aquellos que aún los conservan, son puntiagudos y afilados.
Las cuencas de sus ojos están vacíos, aunque hay sus excepciones, pero son de un color rojo sangre el iris, mientras el resto es de un color negro y por sus lagrimales también escurre sangre negra.
Seguramente, creerán que por no tener ojos, resultaría fácil pasar desapercibidos cerca de esas alimañas, pero la realidad es que a falta de un sentido, los demás se agudizaron a su máximo nivel.
Perdieron las orejas más no los tímpanos, escuchan a kilómetros de distancia incluso el más leve suspiró, son capaces de sentir la vibración que produce en la tierra nuestras pisadas y gracias a esa vibración son capaces de saber exactamente en dónde te encuentras.
Su velocidad es igual o mayor a la de un leopardo en plena caza y aquellos que ven, son aún peores, pues tienen una vista de Halcón, además de poder ver perfectamente en la oscuridad.
Para ser muy honesta, esas cosas son oponentes medianamente buenos, claro que al principio me costo entender todo lo que pasaba, aprender sus roles y a volverme silenciosa.
Es gracias a qué comprendí todo esto, que no me sorprende realmente no haber encontrado a otro ser humano con vida todavía, seguro que hay, pero están siendo cuidadosos.
Al menos eso me digo a diario, me aferró con todas mis fuerzas a esa idea, de lo contrario no se cuánto tiempo sobreviviré yo sola.
-No quiero estar sola- digo sin emitir sonido alguno, pues ya sentí a varios caminando en mi dirección.
Ya deben haber sentido la vibración que producen las llantas de la bicicleta y el sonido de la cadena al avanzar, uno de los pedales rechina por falta de aceite.
Otra razón para no usar autos en estos tiempos, pues hacen mucho ruido, son pesados para cargarlos si intentas huir de ellos.
Pero... cómo dije antes, él tiene un aspecto diferente.
La primera vez que lo ví, pensé que era una persona "normal"
Cómo dije, él es hermoso comparado con esas cosas.
Su cabello es largó hasta las rodillas, castaño claro, sus ojos son grises, su piel morena hace que resalten aún más, su nariz es afilada y sus labios gruesos tienen muy marcada la línea en forma de corazón.
Es delgado, pero sin llegar a estar en los huesos, más bien es delgado con músculos pues tiene muy marcadas las abdominales, lo sé porque no usa camisa, únicamente lleva puesto un pantalón a la cadera, es más alto que yo.
Va descalzo, su piel es bastante dura y fría como mil demonios. Seguramente si te recostaras a un lado suyo te daría una hipotermia.
Pero ¿Quien en su sano juicio querría estar cerca de él?
Bueno como ya dije, el es hermoso, realmente bello comparado con esos bichos podridos, excepto porque el me provoca más miedo que el resto, sobre todo sus manos, no tiene dedos en ellas, no hay piel, es difícil de explicar.
Lo que alguna vez fueron dedos ahora son afiladas navajas, unas más grandes que otras, es como sí, los huesos hubieran crecido, se hubieran hecho más gruesos, eso debió doler mucho, lo sé.
Él no sangra, bueno si cuando lo hieren, pero no como las otras cosas, además herirlo es algo verdaderamente difícil más no imposible.
Pero, herirlo es realmente doloroso y saber esto, me costó realmente caro.
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No sé que fue eso, pero realmente me dolió, sentí como si el corazón se fuera a salir de mí pecho. Abro los ojos y me quedo sentada sobre el asfalto, me siento desorientada.
Escuchó un leve gruñido, cosa que me hace girar la cabeza a un lado, sus ojos son grises, sea quién sea me está mirando fijamente, sonrió algo nerviosa pues no he visto a nadie más desde que desperté.
Y aunque me alegra verlo, algo en mi interior me dice que debo estar alerta, de hecho me grita que corra. Me levanto con algo de torpeza sin perderlo de vista ni un segundo, no me había fijado en que él estaba de cuclillas hasta que se levanta.
Vuelve a gruñir mostrando esta vez sus dientes, doy un paso atrás. Quiero decir algo, pero no encuentro mi voz, sus gruñidos aunque suaves han logrado llamar la atención de varios de esos bichos feos.
Se acercan lentamente porque ninguno de los dos nos hemos movido, así que no saben con exactitud en dónde estamos, echo un vistazo detrás de él y afortunadamente solo hay de la clase sin ojos.
No les he puesto nombre a ninguno de ellos, hasta ahora solo me he topado con tres clases diferentes de esas cosas, cada una a su manera más peligrosa que la otra.
Él gruñe con más fuerza y en menos de lo que tarda un parpadeo le lanza hacia mí impulsado únicamente por la punta de sus pies, doy un brincó en mi lugar, quiero alejarme, pero ya es muy tarde.
Está frente a mí lanzando sus garras en mi dirección, todo lo que puedo hacer es dejarme caer de nalgas sobre el concretó y echar mi cuerpo totalmente atrás.
Lo veo pasar de largo tan solo unos pasos más allá logra detenerse y girar en mi dirección nuevamente, como puedo ruedo al ver que nuevamente se abalanza sobre mí, veo como sus garras atraviesan la capa de asfalto como un cuchillo a la mantequilla.
Abro los ojos tan grandes que me duelen, sus garras quedan atrapadas por un momento y eso me da tiempo de pararme de un brincó y emprender huída, no iba a desperdiciar tan valioso tiempo puesto que los otros corren en nuestra dirección ya que con todo el ajetreo, saben precisamente dónde estamos.
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