Promesa

Dante

–Nona, tranquilízate –le ruego con el pecho ardiendo. Mi nona es una mujer fuerte, una mujer que no le teme a nada y escucharla llorar a través del teléfono me está matando–. Por favor –insisto.

–Oh, Dante, me rompió el corazón verlo llorar.

–¿Pero Sofía está bien? –pregunto mientras ordeno las cosas para correr al aeropuerto.

–Ahora sí, pero por unos minutos pensamos que moriría –dice y me relajo de inmediato–. Nunca vi a mi Gabo sufrir tanto. La ama, cariño, realmente Gabo ama a su esposa.

–Lo hace. ¿Qué pasó?

–No lo sé, estos médicos y sus cosas. Sofía estaba bien y casi me la matan con ese gas que ponen.

–¿La anestesia?

–Eso. Casi muere por culpa de la anestesia.

–¿Están seguros que está fuera de peligro?

–Sí, lo está. Ahora está durmiendo, pero fuera de peligro. Quería verla, pero ya tengo que irme.

Me siento en la cama, aliviado. –Mañana la verás. ¿Mi ahijado?

–Oh, Dante, es precioso, igual a su padre –dice con voz dulce–. Frente amplia y manos fuertes. Será muy inteligente.

–Llamaré a mi amigo.

–No sé si te conteste ahora, cielo, pero deberías intentarlo. Debo dejarte, Ricardo ya viene por mí –me avisa–. Y ya sabes lo impaciente que es –agrega con una risa.

Sonrío, Ricardo es su guardia personal y mi nona disfruta sacándolo de quicio.

–Hablamos, nona. Te amo.

–Y yo te amo a ti, mi Dantecito –dice antes de colgar.

Sonrío y marco a Gabriele.

–Hola –saluda con voz cansada.

–Nona me llamó, ¿cómo estás?

–Agradecido. Pensé que iba a perderla –susurra con la voz rota.

–Pero no lo hiciste. La hermosa Sofía está bien, y mi ahijado también.

–Es precioso, tiene su cabello.

–Nona me dijo que era igualito a su Gabo.

–María y sus cosas. Sofi todavía no despierta, pero los médicos me aseguran que está todo bien, que debemos dejar que despierte sola.

Sonrío. –Sofía debería aprovechar de dormir, imagino que con Leo no podrá hacerlo en el futuro.

–Es un bebé muy tranquilo –defiende a su hijo–. Lo acaban de llevar para bañarlo y cambiarle el pañal.

–Aprovechen de descansar mientras otras personas hacen el trabajo sucio por ustedes –lo molesto.

–Lo haremos. Gracias por llamar.

–Lamento no estar contigo, pero espero viajar pronto.

–¿Ya aceptó el trato?

–Casi –miento–. Te avisaré en cuanto esto esté terminado.

–Sé que lo harás. Debo dejarte, Sofi se está moviendo, creo que va a despertar –dice y cuelga sin que me alcance a despedir.

Sonrío al pensar en mi amigo. El amor lo cambió completamente, pero creo que lo hizo un mejor hombre.

Sofía es una poderosa y hermosa bruja que hizo lo imposible. Lo volvió humano.

Mi IPad suena y lo tomo. Sonrío al ver en la pantalla el correo que estaba esperando. La Triada aceptó el contrato.

Ganaremos una fortuna.

Tomo mi chaqueta y salgo disparado. Debo avisarle a Fran, tiene que tener lista la mercadería.

Me subo a la moto y acelero hacia su hacienda. Sé que es tarde, pero no puedo esperar para decirle.

Por favor, que no estés dormida.

*****

Agradezco a su guardia, quien me dice que Fran está esperándome en su oficina.

Entro y le sonrío a la hermosa mujer que está frente a mí. No lleva maquillaje y su pelo está suelto, seguramente ya se preparaba para dormir porque lleva una camiseta delgada y unos pantalones de tela que llegan a sus rodillas. Lo siguiente que noto es que no lleva sujetador, puedo ver sus puntas apuñalando la tela, como lo hicieron esa noche en el bar.

Maldita sea, esa mujer tiene que ser mía.

–Me dijeron que era urgente. ¿Pasó algo con la última entrega? –pregunta preocupada.

–No. Todo está bien. Los chinos acaban de aceptar el contrato.

–Oh, mierda –dice con una sonrisa.

–Lo sé. Quieren cincuenta toneladas por mes.

–¿Cincuenta? –pregunta acercándose.

–Sí.

Se lanza a mis brazos con una enorme sonrisa.

–Lo logramos, Dante –susurra en mi pecho.

Bajo mi nariz a la cima de su cabeza, y aspiro con fuerza. Huele a caramelo. Tan malditamente dulce que quiero enterrar mis dientes en cada centímetro de su cuerpo.

–Lo hicimos –digo.

–¡Así te quería encontrar, puta!

Me giro y veo al imbécil tambaleándose hacia nosotros.

–Por este imbécil terminaste nuestro compromiso, ¿verdad? –le pregunta con tanta rabia que saliva cae de su boca.

Fran se aleja de mí y me mira con vergüenza.

–Lo siento, Dante.

Quiero decirle que no tiene que sentirse avergonzada por este idiota, y también quiero preguntarle si es verdad que ya terminaron, pero no alcanzo hacerlo antes que se aleje de mí para acercarse a él.

–Debes irte, Daniel. Hablaremos cuando estés lúcido.

–Estoy lúcido –masculla–. Eres una puta asquerosa. Ya se la chupaste, ¿no? Te encanta chuparla igual que una golfa lo haría por unos cuántos dólares.

Me acerco en dos pasos y lanzo un golpe contra su horrible cara.

Cae al suelo, pero se levanta de inmediato sacando un enorme cuchillo debajo de su camiseta.

–Vete –le ordeno a Fran cuando la veo intentando alcanzar a Daniel para quitarle el enorme cuchillo–. ¡Vete ahora mismo! –exijo. No quiero que este pedazo de basura la lastime.

–Llamaré a los guardias –dice e intenta pasar a su lado, pero Daniel la agarra del cabello.

–¿A dónde vas, mi amor?

–¡Suéltala! –le grito cuando veo que acerca su horrible rostro al de ella.

–¿Crees que puedes llegar y anular nuestra boda? No, preciosa. Eres mía, cada pedazo de tu cuerpo me pertenece, no me importa a cuántos se las has chupado.

Fran se mueve tan rápido que antes de darme cuenta Daniel está en el suelo, y ella tiene el cuchillo.

Me subo sobre él rápidamente para inmovilizarlo, y retuerzo sus brazos detrás de su espalda.

–Ve a buscar a los guardias –le digo y Fran asiente antes de salir corriendo.

–Esa perra se va a arrepentir –masculla contra el suelo.

Sonrío. –Haz un solo movimiento hacia ella y te haré tragar tu polla.

–Te gusta –dice–. Cada vez que la toques recuerda que fui yo quien la tocó primero, quien la hizo mujer, quien disfrutó de esa boca y de lo que hay entre sus piernas. Usé demasiado bien a esa perra por ocho malditos años.

Golpeo su cara contra el piso. –¿Crees que me importa quién estuvo antes?

–Es mercadería usada.

–Mal usada, quizá. Lo importante no es quién estuvo primero, es quién estará al final y ese seré yo –le juro–. Y yo sí la usaré bien, yo sí le enseñaré lo que es el verdadero placer. En cuanto la toque borraré cada maldito recuerdo que pueda tener de ti. Es una promesa.

Comienza a moverse con fuerza. –No la tendrás –gruñe.

Me río. –Lo veremos –digo y lo obligo a ponerse de pie cuando Fran vuelve con los guardias.

–Llévenselo de aquí. Desde ahora en adelante tiene prohibida la entrada en esta casa –le ordena a sus guardias, quienes asienten y se llevan al imbécil que sigue gritando.

–No sabía que habías terminado con él –digo en cuando ya no escucho a su ex.

–Tenías razón –masculla sin verme–. Y lo odio. Debes pensar que soy idiota.

Tomo su mentón y la obligo a mirarme. –Eres la mujer más hermosa e inteligente que he tenido la suerte de conocer.

Sus ojos marrones se clavan en los míos. Todo mi cuerpo quiere acercarse, pero no lo hago. Todo ha sido muy reciente y no quiero presionarla.

–Gracias –susurra–. ¿Podemos posponer esta reunión para mañana? –Asiento–. Lo único que quiero hacer es acostarme y olvidar este día.

Sin poder resistirme acaricio su mejilla con mis nudillos, sintiendo el calor de su piel. –Descansa –le pido–. Mañana será otro día.

Sonríe antes de tomar mi mano entre las suyas y alejarla de su rostro.

–Nos vemos mañana, Dante –dice antes de salir de su oficina, dejándome solo y con ganas de seguirla a su habitación para demostrarle que acaba de tomar la mejor decisión de su vida.

Pero no lo hago. La paciencia es una virtud. Hoy la dejaré irse a la cama sola, pero llegará el día en que solo se vaya a la cama conmigo.

Es una promesa.

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