Conversación Interrumpida

Francisca

–¡¿Lo viste desnudo?! –pregunta Inés en un grito.

–Cállate –le ordeno–. Daniel puede llegar en cualquier momento –agrego mientras me levanto del sillón y camino hacia la puerta–. Aun no llega –digo aliviada–. Un día de estos me meterás en un gran problema, Nessy.

–Cierra esa puerta y explícame todo de nuevo –ordena–. No me iré de aquí sin saber hasta el último detalle.

Cierro la puerta y vuelvo resignada a mi asiento. –Tenía que recuperar mi anillo antes que llegara Daniel de su viaje –empiezo nuevamente–. Así que averigüé dónde se está quedando y simplemente entré.

–Y lo viste desnudo –insiste.

–Bueno, sí. Estaba durmiendo, pero despertó en cuanto entré a su habitación. Tiene un sueño muy ligero.

–Y lo viste desnudo –repite moviendo la cabeza en negación–. Maldita sea, que suerte la tuya.

–¿Suerte?

–Por favor, Fran, Dante es el hombre más atractivo que he conocido en mi vida.

–No es para tanto –digo por decir algo.

–Sí que lo es. Mataría por haber estado en tu lugar. ¿Cómo lo tiene?

–¡Inés Guzmán! –exclamo tratando de lucir escandalizada.

Sonríe. –No seas mala, dime algo, aunque sea un detalle.

–No sé qué decirte.

–¿Lo tiene grande? –pregunta casi saltando.

Pienso en Dante y asiento. –No he visto a muchos hombres desnudos –Callo al darme cuenta que aparte de mi prometido solo he visto a Dante–. Maldita sea, me voy a casar con el único hombre con el que he tenido sexo. ¿No es algo triste?

–Muy triste –responde inmediatamente–. ¿Es mejor que Daniel?

–No voy a contestar eso.

–Entonces es mucho mejor que ese pelele. Si no lo fuera me lo hubieras dicho. Ay, hermana, de lo que te estás perdiendo por casarte tan pronto.

–Amo a Daniel.

–Sí, tú síguete repitiéndote eso, quizá algún día te lo creas.

Arrugo el ceño. –¿De verdad crees que me casaría con un hombre al que no amase?

Inés se acerca a mi lado y pone sus manos sobre mis hombros. –Creo que crees estar enamorada de él, pero es costumbre.

–No lo es.

–No hay peor sordo que el que no quiera oír –musita.

–Estás comenzando a sonar como papá –la molesto.

–¿Y cuándo vendrá Dante?

–¿Quién dijo que vendría?

–Te pidió una reunión, ¿no? Eso fue lo que me dijiste antes de que mi cabeza se nublara cuando mencionaste que lo viste desnudo.

–Sí, lo dijo, pero no quiero darle una reunión.

–¿Por qué no?

–Porque no. No tengo tiempo. Además, si cree que con amenazas va a conseguir lo que quiere, se decepcionará.

La puerta se abre y entra Daniel con una enorme sonrisa.

–Hablando de decepciones –empieza Inés y le doy un golpe con mi pie–. Me voy, el ambiente de pronto se puso pesado –agrega y pasa al lado de Daniel sin saludarlo.

–Es una malcriada –dice cuando mi hermana cierra la puerta–. ¿Hasta cuándo tendré que soportarla? Espero que cuando seas mi esposa entienda que tiene que obedecerme.

–¿Obedecerte? –pregunto sin entender.

–Claro, seré el hombre de la casa, y si esa malcriada quiere vivir bajo mi techo tendrá que aprender a obedecer.

Me levanto del sillón y me cruzo de brazos. –Vamos a vivir en la casa de mi familia, la casa de Inés.

–Tecnicismos, cariño. Seré el hombre de la casa y tendrá que aprender a obedecer.

Suspiro cansada. –No nos vemos hace semanas, y lo primero que tengo que escuchar de ti son tus quejas sobre mi hermana.

Se acerca y me abraza. –Lo siento, princesa. Esa malcriada arruina mi humor.

Miro sus ojos verdes y decido no seguir discutiendo.

–¿Cómo está tu familia?

–¿Mi familia?

–Sí, dijiste que irías a visitarlos.

Toma mi mano y besa mis nudillos. –Lo hice. Están bien. Ansiosos por la boda. De hecho, mamá está muy enferma, me pidió que adelantáramos la boda.

Me suelto de su agarre. –No podemos, ya tenemos todo pedido, la iglesia, el salón donde se celebrará la fiesta… Lo siento, pero no se puede.

–Amor mío, somos los malditos reyes de este lugar. Se hará lo que queramos –dice sosteniendo mi rostro en sus manos–. Pero no te preocupes, si no se puede, lo entiendo. Hablaré con mamá.

Sonrío y Daniel me besa.  Enreda sus dedos en mi cabello y comienza a deshacer mi trenza.

–Sabes que no me gusta –masculla–. Pareces una niña.

–A mí me gusta, Daniel. No cambiaré mi peinado por ti.

Suspira y besa mi cuello. –Amo tu carácter, princesa. Te extrañé.

–Yo también –digo y acaricio la piel de su rostro que está mucho más morena de lo que acostumbra–. Tomaste mucho sol.

–Sí. Estuve revisando los terrenos de mi familia. Están muy descuidados, voy a tener que contratar más personal, pero papá no quiere invertir más dinero en la hacienda.

–Hazlo tú –lo apoyo–. Sé que lo harás bien.

–Lo haré, después de casarnos. Ahora lo único que me importa eres tú y nuestra boda. ¿Qué te parece Dubái?

–¿Dubái? –pregunto sin entender.

–Nuestra luna de miel, mi amor. ¿Qué te parece Dubái?

Me apoyo en él y suspiro. –¿No te parece un poco ostentoso? Pensé que iríamos unos días a una playa cercana.

–No, princesa. Nos merecemos más que una sosa playa. Anímate.

–Daniel, lo de papá pasó hace muy poco. Mis tíos y primos están sobre mis hombros, esperando que me equivoque para tomar su oportunidad. No puedo abandonar Sinaloa.

–Princesa, una vez que nos casemos tus tíos y primos dejarán de molestarte, yo te ayudaré a dirigir todo. Ya verás como a mí sí me respetarán.

Se remueve y saca una pequeña bolsa de plástico.

–Probé una mercancía que es muy buena, debemos comenzar a venderla. Hablé con los productores me ofrecieron un buen precio.

Prepara una línea sobre el escritorio de mi papá y mi estómago se revuelve.

–Daniel, no –ordeno y boto el polvo al suelo–. No te permito que consumas esa porquería sobre el escritorio de mi papá.

Sus ojos me miran furiosos. –Pensé que era tu puto escritorio ahora –devuelve en un gruñido–. ¿Tienes una idea cuánto me costó?

–No me importa. No quiero que sigas consumiendo. Menos ahora que dirijo el Cártel.

Pasa la mano por su cara, frustrado. –Volvemos con lo mismo, ¿no? Pensé que olvidarías esa estupidez. No veo en qué puede perjudicarte.

–Se ve mal, lo sabes. Además, es malo para el negocio.

–Por favor, tienes toneladas de cocaína, compartir unos gramos conmigo y mis amigos no te dejará en la ruina –dice elevando la voz.

–No son solo unos gramos. Tú y tus amigos nunca están satisfechos con nada.

–Princesa, no seas mala –empieza–. Vamos, nena, no peleemos por tonterías. Hablaré con mis amigos, nos comportaremos.

Acuna mi rostro y pasa su nariz por mi cuello y luego me besa bajo mi oreja, dónde está mi punto débil.

La puerta se abre de golpe.

Miro furiosa a mi hermana que viene con Dante, tomados del brazo como si fueran los mejores amigos del mundo.

–Tu reunión acaba de llegar –dice Inés y juro que quisiera matarla con mis propias manos.

No necesito más problemas en este momento, pero sé que los tendré.

–Imagino que tú eres el que regala baratijas como anillo de compromiso –dice y veo como Daniel enfurece. Las puntas de sus orejas se tornan rojas–. Dante Messina –se presenta.

–¿Quién mierda es este imbécil? –pregunta Daniel en un gruñido.

–El nuevo mejor amigo de mi hermana –dice Inés con una sonrisa de suficiencia.

La mataré, juro que lo haré.

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Comments

katius

katius

y aquí estoy con la siguen historia

2024-05-06

1

Anonymous

Anonymous

jajajaja Dante y Daniel o como se llame ya se aman /Facepalm/

2024-03-24

2

Momys.rub

Momys.rub

Jaajajajajajaja..
Nessyyyyy eres genial manaaaa!!!!!!
Quitale ese pendejo a tu hermana de encima!!!!

2024-03-14

1

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