El anillo

Francisca

Veo como el idiota de mi primo se desangra frente a mis ojos. Sonrío satisfecha. Los anillos que me regaló mi papá cuando comencé a salir con Daniel no han perdido su efecto.

Sabía que algo pasaría, por eso le pedí a Inés que me enviara su ubicación en tiempo real y que me avisara cada cinco minutos si todo iba bien. Parece una exageración, pero mucha gente quiere matarme o hacerme daño, y saben que mi hermana es mi punto débil. Como nosotras lo éramos de papá.

Levanto la mirada buscando a mi hermana mientras quito los anillos de mis dedos, y quedo paralizada al ver a un hombre muy atractivo, alto y musculoso, mirándome fijamente con unos ojos grises y penetrantes.

Miro su cuerpo y niego con mi cabeza. Es una lástima, pero tendré que matarlo, no puedo dejar testigos. Será una gran pérdida para el público femenino.

Saco mi arma y apunto directo a su cabeza.

–Lo siento, amigo, día y lugar equivocado –le digo. Papichulo merece al menos una explicación.

Se ríe sorprendiéndome. Pero claro, quizá no habla español. Todo en él grita gringo. Desde su tez clara hasta su cabello castaño claro, casi rubio.

–Creo que es el momento perfecto –responde en un perfecto español.

¿Será mexicano?

–Fran, no.

Me giro y mi corazón se aprieta al ver a mi hermanita lastimada. Debí haber prolongado el sufrimiento de estos idiotas.

–Él me defendió –dice Inés.

–Vio demasiado.

Inés sabe cómo funciona esto. No sé por qué está pidiendo por su vida, quizá se encandiló. Papichulo definitivamente tiene algo que atrae.

–Al fin nos conocemos, Francisca. Soy Dante Messina  –dice con una sonrisa engreída, enseñando unos perfectos hoyuelos en sus mejillas.

Levanta su mano en señal de saludo. La miro unos segundos antes de tomarla, pero la suelto de inmediato al sentir como si hubiese tomado un cable de alta tensión.

Dante mira su mano, sorprendido. Quizá él también lo sintió.

–Eres el italoamericano que no me ha dado un respiro.

Ríe. –Americano está bien. Nací en Nueva York. Y podría decir que eres tú la que no me ha dado un respiro.

–¿Se conocen? –pregunta mi hermana, acercándose a mi lado.

–No precisamente. Papá estaba cerrando un negocio con él, pero le dejé en claro que no aceptaría ningún negocio sin estudiarlo primero. Y por supuesto, bajo mis condiciones.

Dante sonríe. –Tu hermana es un hueso duro de roer –le dice a Inés mientras toma su mentón en su mano. Enfurezco de inmediato. No conoce a mi hermana, no puede tocarla con tanta familiaridad–. Necesitarás hielo, pequeña.

–Duele como si lo necesitara –devuelve Inés–. ¿Ellos son los de la mafia italiana? –pregunta en un susurro haciéndome sonreír. No hay nadie que pueda escucharla. Todos están muertos, menos nosotros tres.

–El mismo –responde Dante por mí–. Y no me iré sin cerrar el trato, Fran.

–Solo mi familia y amigos me llaman así. Para los demás soy Francisca Guzmán –siseo.

Maldito gringo engreído.

–Hemos hablado tantas veces por teléfono que ya siento que somos amigos.

–No lo somos –digo cortante–. Y tampoco he accedido a una reunión personal. Te estás tomando atribuciones que no deberías, americano.

Guiña un ojo en dirección de mi hermana, haciéndola reír. –Y lo seguiré haciendo, mexicana –devuelve–. Me tomaré todas las atribuciones hasta conseguir lo que quiero.

–Persistente.

–No has visto nada aún –amenaza mientras se saca la chaqueta.

Me tenso y aferro el arma con más fuerza en mi mano. Se mueve lentamente, dejándome ver que no está armado.

–Vaya –susurra Inés mirando con la boca abierta los tatuajes que suben por sus enormes brazos.

Son tan grandes que estoy segura que debe levantar pesas todos los días.

Levanta sus manos, mostrándome que no es un peligro y se gira. Mis ojos se van a su trasero de inmediato.

Inés golpea mis costillas con su codo, sin despegar sus ojos de ese trasero.

–Vengo en son de paz. Pero eso no quiere decir que me iré sin lo que deseo, mexicana –advierte. Toma su chaqueta y camina hacia la puerta–. Nos veremos pronto, señoritas.

En cuánto se va mi hermana golpea mi brazo.

–¡Qué hombre! ¿Viste ese trasero?, ¿ese cuerazo? Lo que daría por tener uno de esos.

–Es un engreído.

–Tiene con qué serlo. Dios santo, que cuerpazo.

Cojo su rostro en mis manos. –¿Estás bien?

–Ahora estoy perfecta.

–Sabía que era una trampa.

–Sí, está bien, tenías razón –admite–. Podrías aceptar el trato con Dante y agregar una cláusula que diga que él me pertenece, por favor –pide arrodillándose en el suelo con las manos en posición de rezar.

–¡Estás loca, Nessy! –digo riendo–. Es muy mayor para ti.

–Por favor –insiste y me persigue por el bar arrodillada–. Si no me lo das, deberías dejártelo para ti.

–Me voy a casar –digo enseñándole mi anillo, pero no hay nada en mi mano–. Mierda, mi anillo no está. Estaba hace unos minutos –me quejo y me arrodillo al igual que mi hermana y comienzo a buscarlo por todo el bar–. Daniel me matará. Tuvo que haberle costado una fortuna.

Mi hermana pone los ojos en blanco. –Lo dudo, Fran.

Busco entre los cuerpos que yacen en el suelo del bar, pensando en mis movimientos. Sé que los tenía cuando me estaba sacando los anillos que me dio papá y ahora no está.

No pudo haber desaparecido, lo tenía cuando saludé a Dante.

–Maldito americano –gruño enfurecida–. Él lo tomó.

–No puedes estar segura.

–Lo estoy. Me distraje cuando tomó mi mano porque…–Callo al recordar la corriente que sentí–. No importa por qué. Solo sé que él lo tiene.

Nessy se levanta del suelo. –Bueno, él no se irá hasta conseguir lo del contrato. Imagino que si tanto quieres recuperar el anillo, podrás hacerlo. Aunque si yo fuera tú me lo pensaría mejor. Quizá que pierdas el anillo es una señal.

–Sí, es una señal. No debo bajar la guardia con él nunca más. Esta vez yo lo encontraré y recuperaré mi anillo, ya lo verás.

–Lo que digas, hermanita –devuelve Inés–. Vamos a casa. Tengo hambre. El imbécil ni siquiera me invitó a comer un helado –agrega mirando uno de los cuerpos con desagrado–. Karma instantáneo –murmura antes de darle una patada al chico, que imagino es quien la invitó a salir.

Pobre del hombre que alguna vez se enamore de mi hermana.

Salimos y está Dante sentado en la moto con mi anillo en su mano.

–Si quieres recuperar este pedazo de porquería, imagino que nos veremos pronto –dice antes de acelerar y perderse en la carretera.

–¡Maldito cabrón! –grito disgustada.

Recuperaré mi anillo aunque sea lo último que haga.

Más populares

Comments

Leonor Vizicontti

Leonor Vizicontti

jaja me da risa la foto de la protagonista ,las Mexicanas no vestimos asï ,parece que va a salir en un bailable

2024-05-09

0

Yailenis Fortun

Yailenis Fortun

Dante es todo en uno.divertido sarcástico .peligroso y guapísimo.necesito más material gráfico por favor las fotos son siempre las mismas🙏

2024-03-26

2

Kattia Esquivel Montero

Kattia Esquivel Montero

porsupuesto

2024-03-21

2

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play