¡Me encantará aprender a cocinar contigo Mariângela!
Gilberto mira para su reloj de pulso, ja está la marca das sete y quince da mana, ele quera ficar con ella más tempo más no puede, ele ten que ir a trabajar y ver sé su amigo Uilian seguía su consejo para facilitar a ministración de remedios para los niños.
- Mariângela tengo que ir a trabajar ya, hoy llegaré como a las seis de la tarde, no necesitaré estar de guardia. Hoy quiero cenar en casa y probar tu maravillosa cocina.
Mariângela se sonroja modestamente porque entendía de cocina y en su adolescencia intentó tomar muchos cursos enfocados en el área, pero cuando terminó la secundaria, optó por estudiar enfermería para cuidar a los niños. Y así siguió y como las clases de enfermería son extensas, muchos libros que estudiar, trabajos que hacer y tesis que defender, terminó sin tiempo para mejorar sus conocimientos en cocina y terminó dejando el arte de cocinar en el cajón, pero eso no mató su inspiración y siempre que puede poner en práctica lo aprendido en los cursos que tomó y compra un nuevo recetario o revista.
- Gil, ángel mío, cuídate.
- Puedes dejarlo amor, yo me cuidaré y cuidaré de los niños que están hospitalizados y me necesitan.
Gilberto besa tiernamente los labios de Mariângela y ella le devuelve el beso.
- Nos vemos esta noche, ¿vale? Gilberto le lanza un beso y sale de la cocina. Todavía tiene hambre, bebe otra taza de café con leche y come otra rebanada de queso con pasta de guayaba.
"Mmm, yo y mis combinaciones raras, pero me gusta este dulce y Gilberto hizo un café un poco más fuerte y delicioso".
Ha terminado de comer cuando alguien se acerca detrás de ella y le bloquea la vista.
- Adivina quién es.
Mariângela escucha la dulce voz de Bryan y bromea:
- Mmm, quién tendrá patitas peludas, Judit y Baltho, y esas manos son suaves, mmm, voy a patear a ver si acierto: el que me está vendando los ojos es un niño pequeño al que quiero mucho. :
-¡Brian! ¿Lo entendí bien?
- Por supuesto que lo tienes aquí en casa, somos solo tú y yo.
Bryan se sienta en la mesa y la mira:
- Mariângela, ¿puedo llamarte mami?
Mariângela quedó sorprendida por el pedido, en tan poco tiempo se ganó el respeto, la admiración y sobre todo el amor del niño.
- Angelito, claro que puedes, si me sientes en tu corazón, puedes llamarme mami por ahora, soy la sustituta, quién sabe, en el futuro podría ser tu madre.
Bryan abrazó a Mariângela:
- No existe una madre sustituta, y mi mamá y listo, te amo.
- ¡Yo también te amo, pequeña!
- Mariângela tengo hambre, ¿qué hay para desayunar? Vi que el doctor Gilberto Navarro se arriesgó a hacer café.
- Sí, aventuró cuando entré a la cocina, él ya estaba aquí, tomamos café con leche y comimos pan con queso y luego tomé otra taza de café con leche y comí queso con guayaba. ¿Qué te gustaría desayunar?
- Primero un zumo de naranja natural para desayunar, luego cereales y leche.
- Voy a buscar a Baltho de su habitación y a Judit de su habitación y bajo a desayunar.
- Les prepararé el desayuno y les pondré una bolsita a los dos.
Bryan fue hacia las escaleras y se detuvo y admiró su belleza, nunca antes se había detenido a notarlo, cuando era pequeño su padre y su padre solían subir las escaleras con él en su regazo y después de crecer un poco subió porque necesitaba ir a su habitación, y después de que se debilitaba, su padre lo subía a su regazo y la mayor parte del tiempo cerraba los ojos para evitar sentirse mal debido a la medicación, solo abría los ojos cuando estaba en su cama y la mayor parte del tiempo con una palangana o un balde al costado para vomitar, la medicación que le aplican durante la quimioterapia es muy fuerte y hasta que el cuerpo se acostumbró fueron varios meses de náuseas y vómitos. Pero ahora estaba bien y ese es mérito de su padre Baltho y especialmente de Mariângela que en pocos días lo hizo sentir cuidado y amado, lo cuidó como si fuera su verdadera madre y en su corazón es su madre, ya no por su barriga, por el amor que se genera en el corazón.
Sigue mirando y admirando esa escalera, blanca que se curva, admira el color blanco que le da paz y comodidad.
El color del pasamano que rompe el blanco y hace más bonita y alegre la escalera de caracol.
"Esta escalera es hermosa, voy a subir cada escalón lentamente y me voy a sentir en lo alto".
Bryan subió las escaleras y se dirigió a su habitación donde estaban Bhalto y Judit. Judit con una bola roja en la nariz, una roja y blanca y Baltho estaba en otro rincón del salón mirando a su madre tratando de enseñarle a jugar con una pelota.
Pero al parecer Baltho no quería saber, al parecer a Baltho no le importaba en absoluto la pelota que su madre tiene en la nariz. Se entretiene con los coloridos trozos de cuerda que tiene delante.
Bryan llama a Baltho y el perro lo mira:
- Oye grandullón, vamos a desayunar, tú también, Judit, dice el niño volviéndose hacia ella.
Bryan se acerca a Judit y le quita la pelota de la nariz.
- De nada servirá Judit si intentas enseñarle a Baltho a jugar con pelotas aquí, nosotros jugamos con pelotas en el patio trasero.
- Vamos mamá, comamos.
Llama y los perros lo acompañan hasta las escaleras y juntos bajan lentamente los tres.
Cuando Bryan llega a la cocina, ve la mesa puesta con su cereal favorito, una jarra de cristal con leche y su jugo de naranja listo en un vaso esperándolo.
- Cariño, tardaste un poco, iba a subir a ver si todo estaba bien contigo.
- Sí, mamá, estaba mirando las escaleras admirando su forma y belleza, luego subí cada escalón lentamente y cuando llegué al salón vi a Judit tratando de enseñarle a Baltho a jugar pelota, y tuve que explicarle que puedes jugar pelota en el patio trasero, así que bajé con ellos dos para que pudiéramos comer.
Mariângela encontró interesante la historia del niño, ya había notado que las escaleras de la casa son realmente hermosas, ya que a julio le gusta mucho una pelota y no es de extrañar que encontró una de Bryan debajo de la cama y la recogió para jugar. Baltho, Mariângela cree que los animales se comunican entre sí y quizás Judit intentaba enseñar a su hijo a jugar con una pelota.
- Bryan se sienta a la mesa a beber su jugo de naranja mientras Mariângela le da una bolsita a Judit, una bolsita de cachorros a Baltho.
Al ver a Bryan desayunar con tanto entusiasmo, se sirve otra taza de café con leche para acompañar.
Después de mudarse a la casa de Gilberto para trabajar, ha sentido más hambre que de costumbre, tal vez fue porque vivir sola en ese lugar la dejó sin hambre, podría ser porque odia comer sola sus comidas diarias. Entonces tal vez eso haría que ella no tuviera hambre.
- Te gustó mucho el café de papá, ¿no mamá?
- Sí, amaba a Bryan.
- Eres valiente.
- No te preocupes, tengo la intención de enseñarle a cocinar a tu padre cuando tenga tiempo libre.
- Espero que sea un alumno ejemplar, porque si no presta atención a lo que enseñas, perderá el tiempo. Como cocinero, mi padre es un excelente médico.
Mariângela se rio de la lógica del niño, pero todavía quiere ayudar a Gilberto a ganar interés y amor por la cocina.
Bryan terminó su café, ayudó a Mariângela con la cocina y se fue a jugar con Baltho y Judit a la sala.
Los perros realmente hacen al niño más feliz y quiere vivir y vencer la leucemia, y Mariângela siente en su corazón que lo logrará y traerá mucha alegría a ella y a su padre.
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