Alessandra desembarcó de la naviera, después de haberle contado a Leo la verdad necesitaba estar sola y reflexionar. De un minuto a otro su vida ya no tenía sentido, pero siendo sincera, su vida nunca tuvo sentido.
Ella siempre sobro desde que nació. Su familia se dedicaba a la condenada mafia, una labor que cargaba con una vida llena de adrenalina y caos que ella no quería experimentar. Por eso siempre fue la defectuosa, un error que no hacía más que estorbar.
Sasha nunca tuvo intenciones de aprender a usar armas o de pelear, pero el ser parte de una familia con muchos rivales y el eslabón más débil la hicieron blanco fácil de secuestros y extorsiones. Esto se hizo tan habitual que todos se cansaron y nadie se dignó a apoyarla durante los últimos veinte años que estuvo bajo el cautiverio de Alonso.
Caminó al borde de un barranco, y al ver como las olas chocaban contra las rocas empinadas, recordó a Federico. A ese hombre siempre le faltó un tornillo, quizá esa fue la razón por la que terminaron juntos, y la razón por la que había muerto.
Cada noche, recordaba sus conversaciones de horas, sobre todo en las que hablaban de su futuro, y al final, lloraba hasta dormirse. Era como un sueño, un sueño roto en el que si te adentrabas se volvía pesadilla.
El sonido de su teléfono la hizo reaccionar, la mitad de sus pies estaban al borde del barranco. No lo negaría, tirarse no parecía ser mala idea, pero ahora no era el momento, debía llevar a Leo a Rostov del Don y después de eso, su vida no tendría valor.
Sacó el teléfono de su bolsillo y se extrañó de ver un número desconocido, al final decidió contestar por mera curiosidad.
-Los años te favorecen, Alessandra. -Dijo una voz masculina al otro lado de la línea.
Sasha frunció el ceño, miró a su alrededor pero no había un alma más que la suya presente en aquel sitio.
-¿Quién es?
-Alguien que le puede dar sentido a tu vita. -Contestó la voz. -No has hecho nada malo, el único error que cometiste fue nacer en la familia equivocada.
-¿Quién es usted? ¿Por qué habla como si me conociera? No sabe nada de mí.
-Te conozco bien Sasha, y sé que no eres una persona rencorosa, y mucho menos vengativa, no como los animales con los que has vivido toda tu vida. Y eso, nos hace más iguales de lo que crees... -Argumentó la voz de forma suave. -Lamento no decirte quien soy, eso es confidencial, pues si se llegase a revelar todo saldría de control. Bueno, tu entiendes.
-¿Usted quiere ayudarme?
-Por supuesto, te daré lo que tanto quisiste: la libertad. -Alessandra frunció el ceño, sospechando de aquella oferta. -Tranquila, si tengo un precio, uno realmente barato. Si lo logras, te borraré de este mundo. Alessandra Vindobi desaparecerá del mundo criminal, así podrás iniciar desde cero y tener la vida que siempre quisiste.
-¿Qué clase de precio? -Demandó Alessandra. Una oferta tan buena no debía traer algo bueno.
-Primero necesito que te alejes del barranco. -Alessandra se estremeció, se alejó del borde y miró a sus alrededores nuevamente. -Necesitas vivir para esto.
-¿Có-Cómo? ¿Dónde estás?
Hubo un silencio en la línea, Sasha hablaba sin recibir respuesta hasta que finalmente la llamada se colgó.
-Detrás de ti.
Alessandra volteó encontrándose con un hombre todavía con el teléfono en la oreja y con una sonrisa que la hizo estremecer.
...✖...
...
...
...ROSTOV DEL DON, RUSIA....
Leo y su tía Alessandra llegaron a la ciudad rusa al anochecer, ambos iban tranquilos por la carretera en completo silencio. Leo tenía la necesidad de ver a su madre biológica cuánto antes, pero Alessandra dijo que seria mejor descansar y lo convenció de quedarse en un hotel a pasar la noche.
Sasha fue la que eligió el hotel donde ambos se hospedaron en la misma habitación con dos camas. Cenaron y luego se fueron a dormir, eran aproximadamente las 10 de la noche. Apenas su cabeza tocó la almohada Leo cayó en un profundo sueño, uno que sin darse cuenta le hacía demasiada falta.
Sentía que debía aprovechar a descansar, porque más adelante se enfrentaría a una tormenta de la cual no sabia con exactitud cuándo tendría fin.
De repente comenzó a escuchar sonidos extraños dentro de la habitación, al principio no les tomó importancia ya que podría tratarse de Alessandra buscando un vaso de agua o yendo al baño. No obstante, estos ruidos se hicieron más frecuentes, más cercanos, y el instinto de Leo comenzó a advertirle que algo malo estaba sucediendo.
En eso Leo intentó moverse, despertar o siquiera abrir los ojos, pero no podía, su cuerpo realmente pesaba y no tenía control sobre él.
Con un gran ardor en su mejilla finalmente pudo abrir los ojos. Su vista borrosa poco a poco pudo distinguir un desconocido cuarto oscuro, se encontraba amarrado de manos y pies en una silla con una cuerda que le daba comezón.
Frente a él había una mesa que portaba diversos intrumentos de cirugía; tijeras quirúrgicas, bisturí, jeringas...
Leo recapacitó en la posibilidad de que no era un sueño, por lo que intentó escapar moviéndose de un lado a otro. Sin éxito, pues alguien impidió su escape.
No estaba solo, alguien detrás de él lo tomó del hombro y lo dejó estático con su escalofriante roce.
-Ni se te ocurra.
La voz la reconoció perfectamente, pero no creyó que era ella hasta que se puso frente a él y lo confirmó con sus propios ojos. Alessandra lo miraba con un rostro serio lleno de superioridad, creyéndose la mismísima esposa de Satan. La mujer dió varias vueltas alrededor de su sobrino, y finalizó el recorrido posicionándose al lado de la mesa con instrumentos médicos.
-Cálmate, Leo. Será rápido si te portas bien.
-¿Qué estás haciendo, Alessandra? ¡Explícate!
-Aw... pobre Leo, no me digas que de repente te volviste fácil de asustar. -Comentó ella con risilla burlona. -Verás, puede que te haya dicho unas cuantas mentirillas. Yo si soy tu tía, y digamos que la persona que se hace llamar tu madre no siempre me ha tratado de forma grata. -Añadió con desdén. -No sé donde está, nunca me lo ha dicho, aparece cuando le da la gana, pero alguien me dijo que se encuentra cerca de Rostov del Don y te usaremos para atraerla.
-¿Qué pasa contigo? ¡¿Por qué lo haces?! ¡Traidora!
-¡Porque esto debe acabar de una maldita vez! -Exclamó harta. -Durante años aguante insultos, rechazos, desprecios, maltratos... desde que tengo memoria, maldecí cada día haber nacido en esta familia. Yo solo quería ser normal ¡Vivir en paz! Algo que a tu madre nunca le importó, ella estaba encantada con este estilo de vida, y a nuestros padres le fascinaba...
-¿Vas a matarnos? ¿A ella, a mí? ¿Entregarás a tú familia?
-¿Acaso eres tonto? Por supuesto, Lindroich quiere a todo sicario Vindobi muerto. -Alessandra agarró el bisturí. -Tu padre fue el primero, la siguiente será tu madre y por último... tú, querido sobrino.
-¿Pero, y los archivos que me mostraste? ¡Me afirmaste que mi padre estaba vivo! -Exclamó Leo con un resentimiento que lo carcomía por dentro.
-Ah eso, pues si, el archivo de tu padre era real. Solo que lo modifiqué y quité... -Alessandra sacó su celular y le mostró una foto a Leo. -Esto.
La foto era del cadáver quemado e irreconocible de su padre entre escombros. Lo único que quedaba de el era carne y cenizas.
-Entonces él... ¿Si murió? -Cuestionó Leo.
-No te preocupes, no valía la pena conocerlo. Lo único que se escuchaba de él es que era un gran hijo de puta. -Guardó nuevamente el teléfono. -Solo falta que nuestra dulce Mellea pague por sus crímenes, y te usaremos a ti para eso. Al parecer cuidarte todos estos años no fue tan malo Leo, ahora serás la llave de mi libertad.
-¿A qué te refieres con...? -Leo estaba afectado. -¿Me vas a torturar?
-Vaya, todavía te funciona la cabeza. -Masculló Sasha preparando una jeringa con un ácido. Ella notó la mirada fija de Leo en la jeringa y sonrió. -Tranquilo, es como anestesia, cuenta hasta diez y te dormirás... sólo que no despertarás nunca mas.
Alessandra se acercó a Leo, quien sólo bajó la mirada y apretó los ojos sin saber que hacer ante su abstinencia.
La cordura de Sasha se estaba descontrolado, por un lado se sentía una miseria por traicionar de esa forma al que fue su hijo por 20 años. No obstante, cada vez que lo miraba, la veía a ella, a su hermana Mellea, y cuanto más lo veía la imagen altanera de su hermana burlándose de ella y tratándola de la mierda... Alessandra no tenía intenciones de torturar a Leo, pero si a esa despiadada mujer.
-Madre... por favor.
Aquella suplica detuvo a Alessandra, Leo la vió suplicante, dejándola desconcertada.
-Podemos salir de esto juntos, madre... prometo que serás libre...
-¡Cállate, todos me han prometido lo mismo! ¡Y sólo sigo siendo su estúpida marioneta! Pero ya no más, ya no confiaré nunca más en esta familia. -Alessandra se lanzó sobre Leo y extendió la jeringa en dirección a sus ojos. -¡Si tengo que unirme al otro bando para conseguir lo que quiero, entonces lo haré!
Leo cerró los ojos esperando el pinchazo. Sasha lo tomó del mentón y lo obligó a abrir los ojos pero siempre se resistió.
-¡Quédate quieto joder! -Forcejeó la mujer.
-¡Reacciona, Sasha...!
-¡Cállate! ¡Ya no seré compasiva con ningún maldito Vindobi!
Alessandra agarró el bisturí y lo clavó en el muslo de Leo, soltando un quejido desprevenido de dolor. Sasha lo volvió a agarrar del mentón esperando ver esa mirada oscura llena de lágrimas. Las lágrimas de Mellea suplicando piedad.
Sin embargo, Leo no soltó sonido alguno, solo levantó la cabeza y su rostro macabro tomó fuerza dandole a la mujeres un escalofrío aterrador.
-Yo tampoco lo seré.
Tras decir eso Leo le brindó un golpe fuerte en la cabeza a Sasha tumbandola aturdida al suelo. Leo tomó con sus dientes el bisturí que aún seguía clavado en su muslo y lo dejó caer en una de sus manos, lo que le permitió soltarse de las cuerdas.
Alessandra trató de levantarse lo más rápido posible, y al ver que a Leo le faltaban las cuerdas de los pies intentó detenerlo, tomó las tijeras quirúrgicas y se acercó a su sobrino con un grito de furia. Leo cortó la última cuerda a tiempo y con la misma silla golpeó a Alessandra derribandola.
Leo tiró la silla y con ira se acercó a su tía, la agarró sin piedad de sus rubios cabellos para enfrentarla.
Y lo único que vió fue sangre.
El golpe ocasionado por la silla, ocasionó que la tijera de Alessandra se clavara accidentalmente en su seno izquierdo. Leo quedó paralizado, soltó el bisturí para sacar la tijera aún clavada en su pecho y detener el sangrado de alguna manera.
-Madre, no... ¡Joder! ¿Por qué hiciste esto? -Decía Leo mientras trataba de detener la hemorragia, pero era muy profunda.
-To-Todos son unos... -Trataba de hablar Alessandra, en el proceso tosió sangre. -A-animales...
-Alessandra... lo siento mucho por ti.
No obstante, Alessandra le sonrió, como si su situación fuese el momento que ansiaba desde hace mucho tiempo.
-Soy libre, Leo... -Alessandra sonreía, mirando el techo, sus ojos perdidos brillaron por las lágrimas. -Finalmente soy libre...
Esas fueron las últimas palabras de la mujer que habia sido su madre. A pesar de todas las cosas malas que ocurrieron por su culpa y de la reciente traición, fue la única figura materna y femenina que presenció durante toda su vida.
Leo soltó un sonoro grito lleno de frustración al momento de su fallecimiento. Alessandra además de ser la única familia que le quedaba, era el único camino que tenía para saber la verdad.
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