QUATTRO - Sentimientos Encarcelados

Luego de un largo camino llegó hasta la prisión.

De forma discreta, Leo entró e inmediatamente atacó a un guardia que estaba haciendo su vigilancia dejándolo inconsciente, lo que aprovecho para quitarle las llaves y su identificación, que era lo que bastaba para infiltrarse.

Pasó desapercibido por odo el establecimiento, hasta llegar al área de las celdas, donde un policía le llamó la atención.

—Oiga, ¿Qué hace por aquí? No es día de visitas.

—No vengo de visita, soy policía y vine a interrogar a Marco Toreno. —Encubrió Leo mostrando la placa del policía que había robado.

—No recibi ningún aviso sobre eso. — Objetó el guardia mientras movía su mano a su arma.

—Es porque fue algo de último momento, necesito hablar con el cautivo urgentemente. —Insistió.

El policía se quedó inspeccionandolo con la mirada. Agarró su radio con la cual sw comunicó con otro guardia.

—Preparen a Toreno, llevenlo a la sala de interrogación. —Avisó el policía por radio. Leo sintió alivio, seguramente le transmitió confianza. —Bien, ya puede pasar.

Se hizo a un lado dándole paso a Leo, donde se encontró con otro policía que lo llevaría a la sala de interrogación. Lo que no contaba, era que pasarían por las celdas donde los presos vivian hostinados de no ver nada interesante, hasta que llego él.

—¡Miren nada mas, El Diablo ha venido a visitarnos! —Habló uno de los presos acercándose a la reja.

—¡No existe infierno sin Diablo! ¡Y él nuestro acaba de llegar! —Rió otro de ellos.

Los presos gritaban su nombre y golpeaban las rejas haciendo un escándalo. Leo contaba con que más de uno lo reconocería, y eso que evitaba hacer contacto visual.

—¿Se han vuelto locos? ¡Callense! —Exclamó el policía golpeando cada reja con su batón.

Finalmente llegaron a la sala de interrogación, ahí el policía lo dejó solo. En esa sala había una mesa y dos sillas, sentado en una de ellas se encontraba un hombre esposado, con tatuajes asomándose por su uniforme y una barba.

El cautivo al escuchar la puerta cerrarse levantó la mirada, viéndose así, Vindobi y Toreno por un largo rato.

—Así que tú eres Marco Toreno.

—¡No, que va! Soy el ratoncito Miguel. —Se burló el preso, sonriendo mostraba sus dientes amarillentos.

Leo decidió dejar pasar ese comentario y comenzar con el interrogatorio.

—¿Quién te metió en este lugar? ¿Quién te inculpó?

—¿A usted que le importa? —Dijo con desdén. Quizá recordarlo le hacia mal. —¿Qué mierda está pasando como para que un bastard se interese en mi caso?

—Yo soy el que hace las preguntas. —Lo calló Leo, analizando un poco la situación. —Creo que me han mandado a matarte.

—¿Qué? ¡¿A matarme?! ¡¿Y me lo dices así sin más?!

—Nada tiene sentido, ¿cierto? Por eso vengo a buscar respuestas. —Leo se afincó en la mesa, transmitiendo intimidación. —¿Quién te inculpó?

Toreno se quedó anonadado sin saber que hacer. Al pensar en una estrategia, le sonrió.

—¿Y qué gano yo, ayudándote?

—Si tu me ayudas yo te ayudaré a ti con lo que sea.

—¿Y qué me asegura que así será? Ni siquiera te conozco. ¿Quién eres tu? —Cuestionó Toreno.

—¿Sabes? No te lo diré yo, mejor que te lo digan ellos.

Leo salió de la sala llevando a Toreno detrás de él. Ahí se encontró con el policia que lo acompañó peleando con los presos, cuando lo miró acompañado del preso se exaltó.

—¿Qué está ocurriendo? ¡El preso no puede salir de la sala!

—Se lo dije, ¡El no es un policia! ¡Es Leonardo Vindobi! —Exclamó el preso que estaba encerrado frente a ellos.

—¡El Diablo que ha venido a salvarnos de nuestros pecados!

El policia reaccionó asustado, agarsó su arma y apuntó a Leo. El joven Diablo se la arrebató de un movimiento, y cuando el policia estuvo a punto de sacar su porra Leo lo atacó dándole varios golpes en la cara y estómago. Lo agarró del cuello y le arrebató de sus bolsillos las llaves de todas las celdas con las que abrió la del preso que lo había delatado, quien miraba fascinado como maltrataban al policia.

—Acabalo. —Rugió Leo, a lo que el preso salió de la celda para seguir maltratando al policia.

El oficial terminó incosciente en manos del preso, quien le gritaba y lo golpeaba con toda su fuerza contenida logrando deformar su cara. Cuando el policia dejó de moverse el preso miró sonriente a los dos hombres frente a sí.

Leo le devolvió la sonrisa para después cambiarla por una cara de frialdad, y con la misma arma del guardia, le disparó. El cuerpo del preso cayó al suelo sobre el del policia.

Merecido por soplón, y Leo odiaba los soplones.

El ruido de los disparos fue camuflado por el escándalo de los presos, los cuales se callaron al ver que Leo había matado al preso también.

—Si siguen chillando, terminarán igual o peor... ¿Entendido?

Todos los que estaban tras las rejas se callaron y solo lo vieron. Leo provocaba un miedo que no era normal y los presos sabian que si hablaban morirían  al tiempo.

En ese momento Toreno carraspeó su garganta, capturando la atencion del Diablo.

—El Diablo Vindobi. —Dijo Toreno con una pequeña risa, mientras volvia a entrar a la sala de interrogacion para sentarse. —Está bien, responderé tan solo tres preguntas si cumples con una petición, ¿Trato? —Toreno extendió sus manos esposadas para cerrar el trato.

—Eso es mas que suficiente. —Leo ni siquiera estrecho su mano, solo se sentó en el otro lado de la mesa y comenzó con el interrogatorio. —Empiezan mis preguntas... ¿De dónde eres?

—¿Perdón? —Expresó Toreno confundido por aquella pregunta, incluso pensó que no era enserio, aunque la mirada de Leo se lo negó. —Bueno, bueno... soy alemán, si es lo que quieres saber.

—¿Conoces a Roth Volker?

—Por supuesto, lo conozco muy bien. El mismo me metió no tan solo en este cuchitril, sino en el mundo del crimen. —Tragó saliva. —Él es mi hermano.

—¿Tu hermano?

Había leyendas sobre el origen de Volker, y en algunas decía que había asesinado a toda su familia menos a un hermano, pero se asumía que el escapó y formó una vida lejos del crimen y de su hermano asesino. Al parecer no fue así.

—Él es leyenda gracias a mi. Yo era la mente, él la fuerza, y con el tiempo me cansé de que se llevara todo el crédito. El plan original era que yo lo traicionaría a él, pero al parecer se me adelantó, y aquí estoy.

—Última pregunta: ¿A quién le diste tu casa? ¿Quién la habita actualmente?

—¿Mi casa? ¿Alguien tiene mi casa?

—En la información que me mando Volker, dice que alguien más posee tu casa. —Eso decía el mensaje, diciendo también que no se molestara en pasar por ahí.

—Eso es imposible. Mi casa tiene un sistema de seguridad que hasta la misma Casa Blanca se queda tonta. Nadie más que yo sabe como ingresar, ni siquiera mi hermano. No sé a que clase de casa se refería, pero la mía no es jamás.

—Bien, eso era todo lo que necesitaba escuchar. —Leo se levantó del asiento, dispuesto a irse.

—¡Espera! —Toreno se levantó. —¿Y mi petición?

—Sé cual es tu petición, todos piden lo mismo. —Dijo Leo, suspiró antes de salir de la sala. —Haré lo que pueda.

Leo salió de las celdas y se encontró con el policia que custodiaba la puerta.

—¿No había otro policia contigo? —Dudó el policia confundido.

—No.

El policia no se confío, cuando Leo se retiró fue adentro a revisar que pasaba. Cuando entró no había nadie por ningún lado y eso se le hizo extraño, pues juraba que los dos estaban dentro, quizá solo fue su imaginación... o eso pensó hasta que vió algo extraño salir de una de las celdas.

El policia se acercó, y al llegar vió la horrible escena en la celda. El oficial de policia y un preso, ambos muertos y desangrando todo el suelo. No obstante, en las paredes de la habitación estaba escrito un mensaje con sangre que decía:

"La muerte es mejor si estás con alguien"

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