UNO - Benvenuto all'inferno

—¡Per favore, señore Diablo! ¡Le prometo que le pagare, se lo juro! ¡Déjeme ir!

Suplicaba la voz asustada de un hombre amarrado.

El hombre frente a él no se inmutaba a sus lloriqueos, su atención se encontraba ocupada afilando un cuchillo. Era un hombre joven, de cabello y ojos oscuros, también resaltaba una cicatriz debajo de su ojo izquierdo.

—¡Por favor, tengo hijos! —Lloró el hombre agredido empapado en lagrimas.

—Yo les doy la noticia.

El joven que lo torturaba no era nada más ni nada menos que Leonardo Vindobi, de 20 años de edad al que muchos apodaban "El Diablo".

Creció en la ciudad italiana de Nápoles y fue criado para convertirse en un sicario profesional. Lo moldearon para ser un bloque de hielo incapaz de sentir pena, lástima u compasión así fuese por un familiar. Nunca le demostraron amor, afecto o cariño. Nada. Lo único que importaba era entrenarlo con el fin de que fuese inquebrantable.

Cuando Leonardo era pequeño y fallaba en algo, lo castigaban dejándole varios moretones en el cuerpo. Al principio no había momento del día en el que no llorara, pero con el pasar del tiempo los golpes y las lágrimas fueron menos y la experiencia junto a la fuerza más, al punto en que se volvió un sicario profesional al que contrataban semana a semana.

En este momento, el joven Vindobi fue contratado para torturar a este hombre por no haber pagado una deuda de aproximadamente un millón de euros en negocios ilegales en trata de blancas. La ideología de Leonardo era que si no cumplías todo a su tiempo, tu mismo pagarías el precio.

Ahora que todo fue aclarado, sigamos.

—¡Per favore, no! ¡Juro que pagaré, solo deme más tiempo! —Gritaba el hombre atemorizado.

—¿Tiempo? ¡Ja! Es lo que menos tengo...

El sicario agarró la mano del hombre y con el cuchillo le cortó sus manos en un ligero corte, el hombre gritó hasta que su garganta se desgarró, y eso que Leo apenas estaba empezando.

A su lado había una taza que contenía sal marina, Leo tomó las manos del hombre y roció la sal sobre los cortes de las manos, como si la estuviese condimentado. El desquiciado dolor le devolvió la voz al hombre, gritando debido al sufrimiento infernal.

—¿Qué? ¿Te duele? —Preguntó Leo con falsa impresión.

El hombre apretó los dientes antes de gritar:

—¡¡AH!! ¡Hijo de Puta! —El hombre por inercia le escupió a Leo en la cara. —¡Eso es lo que te mereces, rata asquerosa!

Leo solo procedió a limpiarse la cara con un pañuelo perfectamente doblado, mientras se volteó para buscar sus últimos dos juguetes: una ojilla y una especie de pecera con pirañas. El sicario tomó la pecera y se la enseñó al torturado.

—Tranquilo, las pirañas son inofensivas... A menos que vean sangre. —Dijo Leo en un tono siniestro. —Cuando la ven, entran en un estado de desenfreno y comienzan a comerla hasta que no quede nada de ella.

—O-Oye... —Habló el hombre, el temblor de su cuerpo perjudicaba también su voz. —Po-Por favor pe-perdóname... Ju-Juro que aprendí mi lección, ¡Enserio! Prometo que no volverás a verme nunca mas...

—No te preocupes, sé que nunca te volveré a ver. Porque estarás muerto.

Leo acercó la pecera hacia los pies del hombre, antes de meterlos tomó la ojilla y realizó una carita sonriente en los dos pies. El hombre intentó forcejear para escapar, lo cual no funcionó y en cambio empeoró las cosas ya que estaba sujetado a la silla con un alambre de púas, con el motivo de que cualquier movimiento que hiciera le causará más daño.

Cuando terminó los cortes procedió a meter los pies en la pecera, del que las pirañas se dieron un banquete. El hombre comenzó a gritar y a forcejear nuevamente, sin importarle ser lastimado por los alambres, pues el dolor era bastante infernal. Ahora solo quería morir, que acabará esa tortura y dejar de sentir dolor.

Las pirañas dejaron de comer, el agua de la pecera pasó de ser transparente cristalino a ser rojo puro. Leo retiró los pies de la pecera, o lo que quedaba de ellos, mostrando que sólo quedaban huesos.

El hombre de alguna forma seguía vivo, rezando mientras esperaba que lo peor ya hubiese pasado, pero estaba equivocado. Leo lo soltó de la silla y lo cargo hacia un tanque profundo. Todo estaría bien, de no ser porque el tanque contenía en su interior vidrios rotos en lugar de agua. Leo dejó caer al hombre, quien al impactar ahí comenzó a gritar nuevamente. Esta vez sin salida debido al dolor de su piel siendo perforada por miles de cuchillas.

—Yo perdono al que se lo merece, y castigo al que se lo gana. —Pronunció Leo, sacando tranquilamente un cigarrillo de su bolsillo, lo encendió y comenzó a fumar. —Recuerda mi nombre, te servirá de mucho en el inferno.

Leo se retiró en paz, dejando al hombre morir desangrado en sus propios crímenes.

Todo ocurrió en una bodega en medio de la nada, lejos de la ciudad en un terreno que lleva años abandonado.

Leo dejó el lugar subiéndose en un helicóptero, el mismo que lo había traído hasta ahí y el mismo con el que se iría por los aires de vuelta a su casa.

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Comments

Dayma Sánchez Pérez

Dayma Sánchez Pérez

pobre/Grimace/

2023-12-07

1

More more ❤️❤️

More more ❤️❤️

Dios mío que capitulo, me dió cosa

2023-11-18

1

Jamerlin Leon

Jamerlin Leon

uuhyy en serio autora esta genial hasta ahora la historia muy diferente a lo ya leído de mafia, me gusta como relatas/Casual//Casual//Casual//Casual//Casual/

2023-11-12

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