Napoles era una ciudad italiana ubicada en la costa oeste, después de dejar el helicóptero en una pista clandestina se dirigió a su casa conduciendo una moto y asi finalmente introducirse en la ciudad. Cuando llego a su casa esperaba encontrar a sus padres, quienes eran dueños de una red de sicarios profesionales, y su hijo no fue la excepción.
Entro en su casa, donde predominaba una energia fria y tétrica, cosa normal para el. Fue hasta una habitación con el objetivo de hablar con sus padres como siempre hacia, cosa rara pues nadie estaba ahí. Vio un documento que estaba sobre una mesa y por curiosidad lo abrió, leyendo lo siguiente:
Nombre: Andrea Riconi
Edad: 35
Género: masculino
Familia: Desconocida
Crímenes cometidos: 35 (entre ellos narcotrafico, robos, estafa y tráfico de armas.)
Asesinatos: 10
Datos adicionales: Este señor ha sido un estorbo para mi y necesito que alguno de sus sicarios lo asesine, necesito que este muerto. El pago se les será dado después de que lo maten.
Ubicación: El sujeto estará en un restaurante hoy en la noche en Sorrento. Desconozco la ciudad, pero conozco el restaurante: "La Pizza de Pani".
Atte: Don Giovanne
Leo al leer el documento sospechó que ellos fueron a cumplir con la misión encomendada. Dejó el documento en su lugar y salió de la casa rumbo a una cafetería donde tomaría algo para relajarse.
Fue en su moto, aunque la cafetería quedaba cerca. Al entrar en el local las energías eran totalmente opuestas a las de su casa; calido y acojedor con gente riendo y viniendo. Un ambiente muy diferente al que estaba acostumbrado, pero no menos incómodo. Leo fue a la barra dónde fue atendido por una joven camarera.
—Bon Giorno, Leo. Que bueno verte otra vez. —Saludó la joven camarera con una sonrisa. —¿Qué se te ofrece hoy?
—Lo de siempre. —Respondió Leo con frialdad.
—Uy, ¿tan frio cómo siempre, eh? —Comentó la camarera entre risas, fingiendo escalofrios. —Está bien, ya te lo traigo.
La muchacha se fue a traerle su pedido, en ese momento Leo recibió una llamada anónima. Pudo hacerse la idea de que se trataba de un encargo así que contestó.
—¿Hablo con Leonardo Vindobi? — Pronunció una voz distorsionada.
—Si, ¿Quién habla?
—No tengo tiempo para explicaciones, necesito que venga conmigo de inmediato al lugar que le voy a enviar. Aquí le explicaré todo. —Luego de decir eso cortó la llamada.
Leo no era ingenuo, sabía que algo malo pasaba. De manera inmediata a cuando se colgó la llamada recibió la dirección a la cual debía ir, pero antes de ir a investigar espero su café.
Después de unos minutos llegó su bebida: un café negro recién hecho. Pagó por la misma y comenzó a beberla lentamente disfrutando de cada gota. Sin embargo, en medio de su disfrute algo irrumpió su paz.
Detrás de él notó a un hombre que hacia un escándalo gritandole a una mujer con verdadera ira a la que le pegó. Leo no era un héroe, pero si había algo que odiaba era que agredieran a alguien indefenso, como aquella chica. Leo se levantó y fue hasta el hombre.
—¡Hey! ¿Por qué le pegas? —Preguntó Leo sin expresión.
—¡¿A ti qué te importa, idiota?! —Exclamó el hombre con rabia y acto seguido mpujaó a Leo haciendo que retroceda. —No te metas en lo que no te incumbe.
—Grave error...
Leo se volvió a acercar, pero esta vez agarró al hombre por la cabeza y la golpeó contra la mesa varias veces, terminó con un golpe en el estómago y lo sacó a rastras del lugar. El hombre más de una vez quiso defenderse, siendo inútil fallando todas las veces, no sabía con quien se metía.
Leo con un último golpe lo noqueó contra el suelo, dejándolo inconsciente sobre la acera dándole fin a la pelea. Como si nada, Leo entró nuevamente al local y fue junto a la muchacha agredida, buscó dinero en sus bolsillos y se lo dió, pero ella dudo en aceptarlo.
—¿Por qué me da esto?
—Al golpear la mesa derrame su bebida, esto es para que se compre otra. —Explicó Leo.
—Oh, pues... grazie. —La chica agarró el dinero y Leo fue hasta la barra donde se sentó nuevamente a tomar su café.
El ambiente que antes era acojedor paso a ser extraño por unos segundos debido al escándalo de hace unos segundos, pero después volvió a la normalidad en menos de lo que se esperaba. Leo siguió bebiendo de su café, hasta que una voz nuevamente lo interrumpió, pero esta vez era la chica de hace rato que se sentó junto a el.
—O-Oye, disculpa si te molesto pero... ¿Por qué me ayudaste? —Dudó la chica.
—Porque no podía permitir que ese cobarde se metiera con alguien indefenso. Tenía que hacerlo aterrizar enfrentandose a alguien de su propio tamaño. —Contestó cada palabra con un semblante intimidante. —Ahora si no te molesta, quiero beber en silencio.
—Usted es un hombre muy distante... ¿Por qué?
Leo no supo como responder la pregunta, solo se digno a ignorarlo y a seguir bebiendo su café con la mirada baja.
—Oh, l-lo lamento, no quise incomodarlo con mi pregunta. Mejor ya no lo molesto. —Dijo la chica a punto de irse.
—Porque es lo que sé tiene que ser... —Intervino Leo bebiendo de su café.
—¿A que se refiere con eso? —Cuestionó la muchacha sentándose nuevamente.
—En un mundo donde todo te puede hacer daño, no hay lugar para los sentimientos. —Añadió Leo mientras veía su taza con expresión seria.
—Si lo hay. —Afirmó la muchacha con la intención de animarlo. —La vida nos hará sufrir y enfrentaremos situaciones complejas, pero eso no es nuestra culpa ni de la de nuestros sentimientos. La vida piede ser ruda, pero nosotros debemos serlo aún más y no dejarnos doblegar por ella.
—Eso te llevó a ser agredida por un hombre.
—Quedará como una lección, tanto para mí como para él.
Leo le prestó atención, mientras hablaba la analizó con la mirada. El joven dió un último sorbo a su café antes de enfrentarla.
—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? —Cuestionó Leo.
—Soy Alessia, ¿Y tu? —Se presentó sonriente, extendiendo la mano.
—Leonardo. —El chico estrechó su mano.
—Que bonito nombre tienes. Oye, me debo ir, pero me gustó mucho hablar contigo y si quieres... —Alessia tomó una servilleta y con un boligrafo anotó su número. —Podemos hablar otro día.
Alessia dejó la servilleta sobre la mesa y luego se fue. Leo agarró el papel divisado el número y debajo de el decía "llámame". El solo se quedó viéndolo fijamente sin pensar en nada, como si el tiempo se hubiese detenido.
—Alguien está feliz, ¿Eh? —La camarera apareció canturreando en tono pícaro sacando a Leo de su trance.
El la vió con una expresión seria, regañandola con la mirada y demostrando su disgusto.
—No sobrepases la raya Lía, me desagrada la gente chismosa. —Gruñó el chico.
—Uy si, uy si... si quieres haste el chico rudo, igual sé que estas feliz. —Rió Lía, sin saber con quien se estaba metiendo.
—Hasta luego.
Leo se metió la servilleta en el bolsillo, pagó la bebida y salió del lugar sin mirar atrás, dejando a la camarera riendo sola.
Cuando Leo salió de la cafetería notó que el hombre con quien había peleado ya no estaba donde lo dejó. Pensó que al fin tomo consciencia y se fue, por lo que montó en su moto y partió rumbo a la dirección en la que, según la llamada, solicitaban su presencia.
Durante el viaje no dejaba de pensar en Alessia y sus palabras. La verdad, hasta ese día la única mujer a la que solía hablarle era la camarera y su madre, nadie más, y eso lo hizo sentir raro. No le tomó importancia, siguió con su camino.
Luego de un largo camino, llegó a la ubicación del mensaje y vió que era una casa lujosa. Comenzó a indagar por el motivo de su contratacion, la mayoría del tiempo lo llamaban ricachones y empresarios para deshacerse de la competencia o de las piedras en sus zapatos, así que, se preparó para lo que sea que quería la persona que viviera ahí.
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