CAPITOLO DUE - Napolitano

Nápoles era una ciudad italiana, demasiado pintoresca en la costa suroeste, por lo que fue fácil para Leo llegar.

Después de dejar el helicóptero en una pista clandestina que pertenecía a su familia, se dirigió a su casa conduciendo una moto y así finalmente introducirse en la ciudad como tal. 

Llegó a casa, una mansión en el barrio más fino de la ciudad. Esperaba encontrar a sus padres, quienes a la vista de todos eran simples emprendedores, pero que en realidad, eran dueños de una red de sicarios profesionales. 

Y su hijo no fue la excepción a la tradición familiar. 

En su casa predominaba una atmósfera fría y tétrica, para nada hogareña. Aunque era normal para él. Se dirigió a la oficina de su padre con tal de comunicarle que había cumplido su misión, pero lo único que hizo fue confirmar que la casa se encontraba totalmente sola.

En el escritorio de su padre divisó un documento, y por curiosidad lo leyó para detallar lo siguiente:

Nombre: Andrea Ricconi.

Edad: 35.

Género: Masculino.

Familia: Desconocida.

Crímenes cometidos: 35 cargos. (entre ellos narcotráfico, robos, estafa y tráfico de armas.)

Asesinatos: 10.

Datos adicionales: Este señor ha sido un estorbo para mi y requiero que alguno de sus sicarios lo asesine. Necesito que esté muerto. El pago se les dará después de que lo maten.

Ubicación: El sujeto estará en un restaurante hoy en la noche ubicado en Sorrento. Desconozco la ciudad, pero conozco el restaurante: "La Pizza de Pani".

Atte: Don Giovanne.

Leo sospechó que sus padres fueron a cumplir con la misión encomendada en el documento. Sin más, lo dejó en su lugar y salió de la casa rumbo a una cafetería donde tomaría algo para relajarse.

Fue en su moto a pesar de que la cafetería quedaba a unas 5 cuadras. Al entrar en el local, la atmósfera era completamente opuesta a la de su casa: cálido y acogedor, con gente riendo y disfrutando.

Era un ambiente bastante diferente al que estaba acostumbrado, pero no menos incómodo. Leo caminó hacia la barra, donde fue atendido por una joven camarera.

—¡Bon Giorno, Leo! ¡Que bueno verte otra vez por aquí! —Saludó sonriente la chica. —¿Qué se te ofrece hoy?

—Lo de siempre. —Respondió Leo, frívolo. 

—Uy…¿Tan frío cómo siempre, eh? —Comentó la camarera entre risas, mientras fingía sentirse aterrada. —Está bien, ya te lo traigo.

La muchacha se fue a prepararle su pedido, y justo en ese instante Leo recibió una llamada anónima. Pudo hacerse la idea de que se trataba de un nuevo encargo, así que contestó.

—¿Hablo con Leonardo Vindobi? — Pronunció una voz masculina distorsionada.

—¿Quién habla?

—No tengo tiempo para explicaciones, necesito que venga conmigo de inmediato al lugar que le voy a enviar. Aquí le explicaré todo. 

Luego de decir eso, cortó la llamada.

Leo no era ingenuo, sabía que algo malo pasaba. De manera casi inmediata a cuando se colgó la llamada, recibió la dirección a la cual debía ir. 

Antes de irse a investigar, decidió esperar su bebida que llegó después de unos minutos: un café negro recién hecho. 

Pagó por la misma y comenzó a beberla lentamente, saboreando cada gota. No obstante, en medio de su disfrute, algo irrumpió su paz. 

Detrás de él, un hombre inició un escándalo, gritando e insultando a una chica. Las personas se quedaron viéndolos, hasta que el chico llegó a darle cachetada que la tumbó al suelo. 

Leo no era un héroe, eso era más que evidente. Pero si había algo que odiaba era que agredieran a alguien indefenso, como aquella chica que apenas pudo volver a levantarse después del golpe. 

-¡Hey! —Se levantó y encaró al hombre. —¿Por qué le pegas, animal? 

—¡¿A ti qué te importa, idiota?! —Exclamó el hombre, dándole un empujón. —¡No te metas en lo que no te incumbe!

—Grave error...

Leo enfocó su atención en las manos del agresor, las mismas que se atrevieron a tocarlo, y con toda su fuerza lo atrajo hacia él para golpearle la cabeza. El muchacho perdió el equilibrio, y Leo terminó echándolo a rastras de la cafetería, no sin antes darle otra golpiza.

El hombre quiso defenderse en más de una ocasión, siendo totalmente inútil. No sabía con quién se metía. 

Cuando Leo se cansó de golpearlo, lo noqueó contra el suelo y lo dejó inconsciente sobre la acera. Como si nada, Leo entró nuevamente al local sin prestarle atención a los presentes y fue a ver a la muchacha que había sido agredida.

Por suerte el golpe no le dejó secuelas graves. A su vez, Leo buscó dinero en sus bolsillos y se lo dió, pero ella dudó en aceptarlo. 

—¿Por qué me da esto? —Preguntó ella. 

—Cuando golpee a ese idiota derramé su bebida, es para que se compre otra.

—Oh, pues... ¿Gracias? —La chica tomó el dinero, insegura. 

Pero Leo se retiró hasta la barra, donde se sentó nuevamente a tomar su café. El ambiente que antes era acogedor, pasó a ser tenso en unos segundos. Aunque después de un rato y gracias a la música que puso Lía, todo volvió a la normalidad. 

Leo continuó tomando su café cuando de repente una voz lo interrumpió, otra vez. Pero en esta ocasión se trataba de la chica de hace rato, quien se sentó junto a él.

—Hola… —Saludó la chica, tímida. —Disculpa si te molesto, pero... ¿Por qué me ayudaste?

Leo le dio un sorbo a su taza antes de responder:

—Porque no podía permitir que ese cobarde se metiera con alguien indefenso. Tenía que enfrentarse a alguien de su propio tamaño. —Contestó cada palabra de forma intimidante. —Ahora, si no te molesta, quiero beber mi café en silencio.

—Usted parece ser un hombre muy reservado... ¿Por qué? 

Leo no supo cómo responder esa pregunta, por lo que sólo se dignó a ignorarla y seguir bebiendo su café. 

—O-Oh, lo lamento... no quise incomodarlo con mi pregunta. Mejor ya no lo molesto. —Dijo la chica, a punto de irse.

—Porque es como sé tiene que ser... —Habló Leo, mientras agachaba la mirada. 

—¿Eh? —Dudó la muchacha, para sentarse de nuevo. —¿A qué se refiere con eso?

—En un mundo donde todo te puede hacer daño, no hay lugar para los sentimientos blandos. —Añadió Leo, mientras jugaba con su taza.

—Si lo hay. —Afirmó ella, con la intención de animarlo. —La vida nos hará sufrir y enfrentaremos situaciones complejas, pero eso no es nuestra culpa. Cuando la vida se pone ruda, nosotros no podemos dejarnos doblegar por ella. 

—La vida te acaba de llevar a ser golpeada por un hombre...

—Quedará como una lección, tanto para mí como para él. 

Leo dejó de mirar su taza para prestarle atención a la chica. La analizó con detalle:  cabello largo y rizado, de color castaño, piel clara y pecas que resaltaban sus ojos avellana. El joven mafioso dió un último sorbo a su café, para preguntar:

—¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? 

—Me llamo Alessia, ¿Y tú? —Se presentó, sonriente de oreja a oreja.

—Leonardo. 

Alessia le extendió su mano para formalizar la presentación. Leo, a duras penas, le correspondió. 

—Que bonito nombre tienes... Oye, me debo ir, pero me gustó mucho hablar contigo y si quieres... —Alessia tomó una servilleta y con un bolígrafo anotó su número. —Podemos hablar otro día.

Alessia dejó la servilleta sobre la mesa y luego se fue. Leo agarró el papel con el número entre sus dedos y debajo de este decía "llámame". 

Él solo se quedó viéndolo fijamente sin pensar en nada, era como si el tiempo se hubiese detenido. 

—Alguien está feliz... —La camarera apareció cantando en tono pícaro, sacando a Leo de su trance.

Él la vió con una expresión seria, regañándola con una mirada que mostraba su disgusto. 

—No sobrepases la raya, Lía, me desagrada la gente chismosa. —Gruñó el chico.

—Uy si, uy si... si quieres puedes hacerte el chico rudo, igual se nota que estás feliz. —Rió la camarera de nombre Lía, mientras limpiaba un vaso. 

—Hasta luego. 

Leo metió la servilleta en su bolsillo y salió del lugar sin mirar atrás, dejando a la camarera riendo sola.

Apenas salió de la cafetería, notó que el chico con quien había peleado ya no estaba donde lo dejó. Pensó que al fin tomó conciencia de sus actos y se fue, por lo que partió en su moto rumbo a la dirección en la que, según la llamada, solicitaban su presencia.

Durante el viaje, no dejaba de pensar en Alessia y sus palabras. 

La verdad, hasta ese día la única mujer a la que solía hablarle era la camarera y su madre, a nadie más, y eso lo hizo sentir raro. No le tomó importancia y siguió con su camino.

Después de un largo camino, llegó a la ubicación del mensaje: una casa lujosa. 

Comenzó a indagar el motivo de su contratación, la mayoría del tiempo lo llamaban ricachones y empresarios para deshacerse de la competencia o de las piedras en sus zapatos, así que, se preparó para lo que sea que quería la persona que viviera ahí…

Capítulos
1 PREFAZIONE 1/2
2 PREFAZIONE 2/2
3 CAPITOLO UNO - Benvenuto all'inferno
4 CAPITOLO DUE - Napolitano
5 CAPITOLO TRE - Leyenda Alemana
6 CAPITOLO QUATTRO - Sentimientos Encarcelados
7 CAPITOLO CINQUE - Hermandad
8 CAPITOLO SEI - L'INIZIO
9 CAPITOLO SETTE - Artem.
10 CAPITOLO OTTO - No podía faltar la mafia rusa.
11 CAPITOLO NOVE - El patrocinador.
12 CAPITOLO DIECI - Alguien a quien amar...
13 CAPITOLO UNDICI - Un frío secreto.
14 CAPITOLO DODICI - El Renacer del Diablo
15 CAPITOLO TREDICI - El Adiós a una Madre.
16 CAPITOLO QUATTORDICI - La Recompensa.
17 CAPITOLO QUINDICI - La Guerra.
18 CAPITOLO SEDICI - Cicatrices pasadas.
19 CAPITOLO DICIASETTE - Querido yo: te amo y te odio
20 CAPITOLO DICIOTTO - El Búho.
21 CAPITOLO DICIANNOVE - El Veneno de la Miel
22 CAPITOLO VENTI - A la luz de las velas
23 CAPITOLO VENTUNO - Inexorable.
24 CAPITOLO VENTIDUE - Viuda Negra
25 VENTITRÉ - Palabras lejanas
26 VENTIQUATTRO - Torna a Casa
27 VENTICINQUE - Un café negro.
28 VENTISEI - Fantasmas y sombras
29 VENTISETTE - ZOO
30 VENTIOTTO - Control
31 VENTINOVE - Reencuentro
32 TRENTA - Cabernet Sauvignon
33 TRENTUNO - DOPE
34 TRENTADUE - CASIℕO
35 TRENTATRÉ - Lindroich y Vindobi: un solo objetivo
36 TRENTAQUATTRO - El Amor es un Pájaro Rebelde.
37 TRENTACINQUE - El Rey del Caos.
38 TRENTASEI - Lluvia de Fuego y Lamentos.
39 TRENTASETTE - La Torre Infernal.
40 ADIÓS CAOS, ADIÓS AMOR.
41 LEY Y CRIMEN.
42 CURIOSIDADES
43 CHARACTER CODE
44 Sígueme para más historias!
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7
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