...NÁPOLES, ITALIA....
Leo llegó a Nápoles al mediodía, estaba dispuesto a ir directo a su casa y enfrentar a sus padres. No obstante cuando bajó del helicóptero escuchó una vibración extraña a lo cual se puso alerta sacando su pistola.
Hasta que se dio cuenta de que era su celular, guardo su arma y noto que era una llamada de Alessia. Venía de un viaje largo por lo que pensó rechazarla, pero una voz en su cabeza lo incitó a contestar para saber que pasaba, y sin más le obedeció. Hubo unos segundos de silencio, hasta que Alessia habló.
—¿Leo? ¿Estás ahí?
—Si.
—¡Ah, que bueno! Oye quería decirte que no podré verte por un tiempo, me iré de viaje con mis padres y pensé en avisarte desde antes.
—Oh, es una pena. ¿Cuándo te irás?
—Hoy, de hecho estoy de salida. Tengo que colgar, ¡Ciao!
—Ciao, te quiero...
La llamada se colgó, y Leo se quedó en un raro silencio procesando lo que le había dicho...
¡Espera un momento! ¿De verdad le había dicho "Te quiero"?
¿Por qué? ¿Él siquiera sabía lo que era querer?
El chico no pudo evitar sonrojarse de la vergüenza. Apenas llevaba unos días de conocerla, ¿Cómo iba a decir que la quería? Era ridículo.
Pensó en llamarla y aclarar las cosas, pero la llamada simplemente no cayó. Recapacitó, convencido en que el daño ya estaba hecho. Se subió en su moto que había dejado aparcada por ahí y salió a su casa a toda velocidad.
Al llegar, para la suerte de sus padres ellos no se encontraban en casa. Leo dejó sus pertenencias en su habitación, tomó una ducha y salió nuevamente esta vez en dirección a la cafetería donde esperaba pasar el rato hasta que llegarán Alonso y Alessandra.
Cuando entró en la cafetería su mente comenzó a jugarle sucio, pues más de una vez lo ilusionó mostrándole la presencia de Alessia en alguna mesa, para luego mirar con detalle y darse cuenta que se trataba de otra persona. Esto lo hacía sentir extraño, la tranquilidad e indiferencia que sentía cada día fue reemplazado por un nuevo sentimiento que no sabría descifrar.
—¡Leoo! ¡Estás vivo!
Leo se había sentado en la barra, perdido en su mundo mental. Frente a él estaba nuestra querida Lía exigiendo un poco de atención.
—¿Eh? —Leo se sobresaltó, al ver que se trataba de Lía simplemente bajó la guardia. —Ah Lía, eres tú.
—Si, soy yo ¡Yuju! Es un avance al menos. —Lía río levemente. —¿Todo bien contigo? Te noto raro, y no un raro precisamente bueno.
—No lo sé... me siento extraño. —Dijo Leo apoyando la mano en su cabeza.
—¿Extraño como?
—No sé, igual no importa... seguro solo es algo estúpido y ya. —Expresó irritado.
—Mm... vale, lo que tu digas ¡Seguro un café te animará! ¿Te traigo lo de siemp-
—¡No! —Interrumpió. —Sirveme un mocachino.
—Okey, va saliendo un moca... ¡¿Qué tu qué?! —Gritó Lía sin creerlo, llamando la atención negativa de los otros clientes. La mesera carraspeó la garganta, bajando la voz. —Pero Leo... tú nunca has pedido eso ¿Siquiera sabes si te va a gustar?
Leo no respondió, solo desvío la mirada. A Lía no le quedó de otra que ir a preparar su pedido con mucha confusión. Leo se avergonzaba de si mismo, tenía una actitud muy poco propia de el, trató por un momento de retener sus sentimiento y volver a ser el mismo de antes, o eso pretendía.
—Volviste a ser el mismo, ¿Eh? —Lía volvió con el pedido, y al ver su porte intimidante sonrió de lado. —Escucha, sé que no me incumbe pero... si Alessia te hizo algo, no tengo problema con ir a pegarle y lanzarle huevos podridos a su ventana.
Leo soltó una risa nasal.
—No es necesario, igual gracias Lía.
—No me agradezcas, Leo. —Añadió Lía borrando su sonrisa, intrigando al joven. —"Agradecerme" es poco propio de ti, con mandarme al diablo esta bien.
Leo alzó una ceja ante la absurda pero divertida situación.
—Vete al Diablo, Lía.
—¡Ese es el Leo que conozco! —Sonrió la mesera satisfecha.
Lía se retiró a atender otra gente, mientras Leo bebía lentamente el café con chocolate, algo que nunca había probado debido a que tenía fama de ser muy dulce. Y no estaba equivocado, era dulce, y sabroso, una textura tan suave que lo hizo olvidarse de todo lo que lo perjudicaba, en menos de lo que se esperaba ya se lo había tomado todo. Dejó propina en el mesón y se fue de la cafetería.
Una vez afuera se sentó unos minutos en su moto y se puso a pensar en todo por lo que estaba pasado en su vida, y en lo que estaba por pasar.
Toda su calma interior caía a pique, y cada vez que intentaba volver a la calma, el caos crecía volviéndose cada vez más grande.
De repente sintió que alguien le tocó la espalda, se trataba nuevamente de Lía.
—Llevas aquí afuera un buen rato, ¿En qué piensas? —Cuestionó la mesera preocupada.
—Realmente no lo sé. —Leo suspiró atareado, más tomó la compostura. —Pero lo voy a averiguar.
Luego de esto se puso su casco, encendió su moto y se fue despidiendo de Lía.
La chica se quedó ahí sola, viendo como el joven se desvanecía en la lejanía.
—Ay Leo... a veces asustas más de lo normal. —Comentó Lía, para si misma.
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