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—¿Y si fuera así qué? Parece que busca llamar mi atención a como dé lugar. No me gustan los hombres presumidos. Por más bueno que esté, eso lo hace ver horrible.

Estoy insultando a mi jefe. ¿Qué demonios estoy haciendo? De esta, no creo que pueda evitar un despido.

—Es la primera chica que se atreve a decir semejante cosa. ¿Qué debería hacer contigo? — llevó su mano a la barbilla y cerró los ojos, fingiendo estar pensando —. Quiero que de 30 vueltas al escritorio, y agradezca que no estamos afuera, o de lo contrario, sería a la agencia completa.

—Me rehuso. Usted comenzó, debería darlas conmigo también.

—¿Prefiere hacerlo afuera?

—Esto es abusivo.

—¿Prefiere que me desquite de una mejor forma?

—¿Eso qué significa?

Miró el reloj y me le quedé viendo.

—Bien, ahora sí se puede.

—¿Si se puede qué?

Entrelazó su mano en mi pelo y la otra la colocó suavemente en mi cuello, acercó sus labios a mi cuello y dio un pequeño beso; aunque no fue mucho tiempo, sus labios se sintieron muy suaves. Todo fue tan rápido, que no salía del asombro, cuando se detuvo y retrocedió.

—Esto es acoso— tartamudeé.

—No es acoso si lo disfruta.

—¿Cómo se atreve?

—Es más fácil pedir perdón, que permiso; así que lo siento, Srta. Nichole. Si no le gustó como dice, puede ir a reportarme, de lo contrario, puede tomar asiento y continuar con el trabajo— se sentó en el escritorio—. Por cierto, me gusta su perfume.

¡Maldito descarado! Deja que nos veamos fuera del trabajo. Juro que le borraré esa sonrisa burlona de su cara.

Me senté en el asiento y luego continuamos con lo del discurso. Me sentía algo incomoda al volver a tenerlo cerca. Solo estaba pensando en eso que ocurrió. Es la primera vez que un hombre se atreve hacer algo así de la nada y que sea mi jefe es incómodo. No puedo negar que se sintió bien. Para él eso debe ser algo normal, pero para mí no. He sido yo la única que he estado pensando en eso, él se ve muy tranquilo.

Estuvimos toda la mañana realizando el discurso. A la hora de almuerzo, se levantó de la nada.

—Bueno, ya terminamos por hoy. La tarde la cogerá libre. Mañana a primera hora, pasaré a recogerla a su casa. Ya sé dónde vive, será más fácil.

—¿Por qué debe recogerme?

—¿Piensa dejar su auto aquí en la agencia por tres días? El viaje lo haremos en mi auto.

—¿Es en auto?

—Sí, las modelos irán en una guagua con Keyla. Son 3 horas y media, no es para tanto. ¿Acaso le da vergüenza ir conmigo? No sé preocupe, no voy a morderla.

—¿Seguirá burlándose?

Jasper rio.

—Se ha convertido en un buen pasatiempo.

—¿Pasatiempo?

—Esa es una buena expresión la que me está dando. Puede molestarse si desea. Quiero decirle que si sucede algo parecido a lo de esta mañana, lo volveré hacer otra vez, y no soy de hacer lo mismo todo el tiempo, por si puede comprender a lo que me refiero. — me hizo un guiño, y sonrió.

—Quiero que le quede claro que no me gusta que jueguen conmigo.

—¿Y quién dijo que estoy jugando?

Cogí mi cartera y la puse en mi hombro.

—Que tenga una linda tarde, Sr. Jasper.

—No se olvide de mañana.

—No lo haré, Señor — salí de su oficina.

Ese hombre me pone muy nerviosa y de mal humor. Quisiera hacerle lo mismo que me hizo, para darle a probar de su propia medicina.

Llegué a mi casa para hacer mi maleta y asegurarme de no dejar nada. Claudia estaba trabajando, y aún no había llegado. Estar sin hacer nada, es desesperante.

Al terminar, fui a la cocina y saqué una cerveza, me senté en el sofá y me la tomé. Ni siquiera mis padres me han llamado. Deben estar teniendo un buen viaje. Que envidia.

A la mañana siguiente:

Anoche Claudia no vino a dormir a la casa. Me estuvo muy raro, pues normalmente regresa después del trabajo. La llamé, pero no respondió. No le conté del viaje, así que será mejor que le deje una nota.

Le escribí una nota y escuché una bocina. Debía ser Jasper. Me asomé por la ventana y efectivamente era él. Busqué la maleta y apagué todo lo que había encendido. Ella tiene sus llaves, no tengo que dejarla abierta. Mientras cerraba la puerta, escuché que Jasper cogió la maleta.

—Yo puedo hacerlo— le dije.

—Termina de cerrar la puerta— siguió caminando con la maleta y la subió a su auto.

—¿Y la guagua?

—Ya se adelantaron. Las alcanzaremos luego — me abrió la puerta del auto y subí.

Al subirse, me miró.

—Ponte bien el cinturón.

—No se atreva a manejar como un demente, o me bajo y me voy en taxi.

—No creo que un taxi la lleve, y menos a tan lejos — sonrió, y cerró el seguro de la puerta.

—Pensaré que piensa secuestrarme.

—Me gustaría hacerlo, pero no, solo quiero evitar que vaya a saltar por mi exceso de velocidad.

Aceleró el auto y me puse el cinturón.

—Que obediente— rio.

—No se le ocurra.

Aceleró un poco más el auto y me puse nerviosa.

—No haga esto, Sr. Jasper.

—Entonces diga que le gustó mi beso.

—¿Qué?

—De lo contrario, voy acelerar más. La velocidad a la que vaya, depende de usted— rio.

—Se va a tener que quedar con las ganas— reí—. Jamás diré eso, presumido.

—Ok — aceleró más —. Que lástima. Tendré que pasar la luz roja.

Efectivamente la luz estaba roja y los autos estaba pasando. ¡Este tipo está loco!

—¡No me volveré a subir con usted! ¡Está loco!

Ya no estaba pensando en que fuera mi jefe, estaba tan nerviosa que no podía pensar en nada. ¿Cómo se atreve hacerme esto?

—Si me gustó, ¿Satisfecho?

Jasper disminuyó la velocidad, doblando a la derecha, antes de llegar a la luz. Me miró de reojo, y rio.

—Ni siquiera tenía que pasar por ahí, pero fue entretenido ver su expresión de susto.

—¡Eres un idiota! ¡Solo usted lo considera gracioso!

—Un idiota que le gusta. Debería irse preparando, porque cuando lleguemos, deberá cumplir con su castigo. No olvide lo que le dije en la oficina.

¡Es un maldito cretino!

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