Gustos

En el estacionamiento del Centro de convenciones empezó a atacarme con preguntas sobre mi otro trabajo.

—¿Ya llevó la carta de renuncia?

—Sí, Sr. Jasper. Por cierto, ayer no le había entregado las anotaciones que hice del peso de las modelos, por eso las traje en el día de hoy.

—Muy bien. Hoy le estaré mostrando cómo es el proceso de selección de las modelos. Es importante que lo sepa para cuando yo no esté. No olvide que debe anotar todo, así no se le olvida.

—Sí, señor.

Por dentro estaba el mismo movimiento de gente y reporteros, así que con la libreta de apuntes le tapé la cara como pude. Traté de hacerlo rápido y caminamos hacia la pasarela. Él me sujetó la mano con la que sujetaba la libreta y me asusté por su repentina acción.

—¿Pensaba incrustar esa libreta en mi rostro, Srta. Nichole?

Al darme cuenta de que le había pegado con ella y que su mejilla estaba un poco roja, la quité inmediatamente.

—Lo siento tanto, reaccioné tan rápido tratando de evitar que sucediera lo mismo de ayer, que no me di cuenta. Perdóneme, Sr. Jasper.

Soy una idiota. Ahora me hará correr como si fuera una atleta.

—Tenga más cuidado la próxima vez— me soltó, y no se veía molesto.

—Tendré más cuidado.

Con este hombre solo me ocurren cosas incómodas. Subimos a la pasarela y todas las modelos se pusieron en fila. ¿No me digas que le va a agarrar el trasero otra vez?

—¿Cómo les fue con el instructor? — les preguntó en voz alta.

—Bien, Sr. Jasper.

—¿Están siguiendo las instrucciones y rutina que les di?

—Sí, Sr. Jasper.

—Hice un espacio para el proceso de selección. Hoy escogeremos tres candidatas para cubrir el puesto de las tres compañeras problemáticas que se fueron. Espero que a las que escoja, ninguna de ustedes me dé problemas. Estamos a poco tiempo del evento y no quiero tener que seguir eliminando a nadie más. Espero se concentren en esto como se debe.

—¡Jasper! — se escuchó una voz gruesa y todas miramos a la persona.

Era un señor algo mayor, tez blanca, sobrepeso, de estatura baja y con bastante barba. Se podría decir que parece a un Santa Claus moderno.

Jasper sonrió y lo abrazó.

—¿Qué haces por aquí, papá? ¿Te mandó mi madre?

—Ya sabes que esa amargada celulítica de tu madre no me hace caso. Quería ver cómo iba todo por aquí— me miró y sonrió —. ¿Y esta hermosura quién es? — preguntó, mirando hacia mí, y miré detrás pensando que podría estar hablando de otra persona.

—Ella es mi nueva asistente, padre. Su nombre es Nichole; él es Preston, mi padre.

Él extendió su mano para saludarme.

—Que chica tan distinta a tu otra asistente. ¿Cómo era que se llamaba? ¿Harina, farina, tu tía, la mía?

—Karina.

—Aquella fea no saludaba. Hablar con la pared era más entretenido que hablar con ella — rio, y no pude evitar reír—. Deberías tener cuidado con mi hijo, porque le gustan las chicas como tú.

—Deja de decir ridiculeces, padre — añadió Jasper, desviando la mirada.

—Cuando dice como yo, ¿a qué se refiere?

—Con carnecita, por supuesto. Lo ve delgado, pero le gusta comer mucho. Es todo un glotón, salió al padre.

Al mirar a Jasper, su rostro y orejas se veían rojas.

—Será mejor que te vayas, padre. Estás incomodando a mi asistente.

Se lo tenía bien guardado el hombre, ¿eh?

—¿Te incomoda lo que digo, señorita? — preguntó el Sr. Preston.

—Claro que no. Es bueno saber que aún quedan personas que le gustan las mujeres gorditas.

—A mí también me gustan, lástima que terminase casado con una tabla — rio, y su risa fue muy contagiosa.

Quería reírme tanto, estaba a punto de explotar como siquitraque, pero de la risa. Traté de controlarme. Está hablando de la madre de mi jefe y puedo hacerlo molestar, o terminar siendo despedida.

—Creo que tú y yo nos vamos a llevar bien. Tienes cara de que te gusta esto de pasarla bien, reír, el vacilón y todo eso. No me equivoco con las personas. Puedes sentirte en confianza conmigo. No muerdo, a menos que tenga una buena razón— rio.

—Ya basta, papá.

—No te sientas incómodo. Te gustó su cuerpo y por eso la contrataste, ¿cierto?

—Deja de hacer ese tipo de comentarios raros. Vas a hacer que ella piense mal de mi — me miró—.  No le hagas caso a lo que diga. ¡Está loco!

—Te encargo a este orgulloso. Espero no te dé problemas y, si lo hace, avísame, que me hago cargo personalmente del asunto.

—Gracias por avisarme, Sr. Preston. Lo tomaré en cuenta— sonreí.

Claro que lo tomaré en cuenta. Todo sea por evitar esos castigos crueles que da.

—Ya me tengo que ir. Espero nos volvamos a ver otro día y que mi hijo se comporte. Si trata de propasarse contigo, no dudes también en avisarme.

—¡Ya basta! — tartamudeó Jasper, sujetando el hombro de su padre y alejándolo.

Jasper

—No vuelvas a hacer esto, padre.

—¿Qué? Solo te estoy ayudando.

—Eso no es ayuda. Deja de hacer estos espectáculos vergonzosos frente a mí. ¿Qué crees que va a pensar ahora mi asistente?

—Hija linda, ya te conozco. Se te nota por encima lo que te gustó la niña. Incluso tu madre me dijo que la andas defendiendo. Apenas comenzó a trabajar contigo ayer, y ya te trae blandito como un tres leche. Espero que las cosas te salgan bien. Estaré más a menudo por aquí. Si puedo ayudarte en algo, avísame, sabes que me gusta ayudarte.

—Gracias, papá. Te avisaré.

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