La verdad que Rosa no conto

Rosa

Anmary se fue y doña Martha me estiro el pelo, y llevo a empujones para qué limpié, ella tenía hijas, desde que llegué aquí ella me hace hacer todo, Rafael no entiende mi cansancio y golpes que a veces tengo pero me da miedo que no me crean. Ellas van a la plaza, a los bailes o al cine. Mis amigos se iban. No sé si estaba sola o si entonces me sentía sola pero muchas veces me contuve para no gritar.

"Quiero, quiero ir con ustedes". Y me recostaba contra la puerta y miraba el cielo, el cielo que es grande y de colores. Soñaba ahora me ruboriza un poco el pensar que Rafael y yo íbamos con chicos a todas partes y ahora tengo que pensar en un hogar, con hijos. Quizás no supe escuchar a Anmary. Ella lo hacía y se divertía; pero Massimo era muy especial. Ante su risa y su encanto, heredado sin mezcla de papá,él rendía el mundo a los pies de Anmary y, sin embargo, Rafael resultó ser un niño de mamá.

Fue fea, muy fea mi decisión. Cada día me quedaba más en casa. Los sábados ¡cómo los recuerdo!

Anmary

Debería hablar con Rafael no me gusta como es su madre, con Rosa. Entre al apartamento y puse la radio en el comedor dibujaba modelos mientras escuchaba tangos. Modelos que imaginaba para Mecha Ortiz, para Amelia Bence, para Libertad La marque, Zully Moreno, Fanny Navarro, Mirtha y Silvia Legrand. Luego doña Teresa venía con mate y contemplaba y ella era buena dibujando así que hacíamos concursos de belleza con mis dibujos.Mi manera de ser me separó de todo el mundo. En la escuela tuve amigos, amigos de verdad entre mis compañeras y quizás alguno me estimó. Como con miedo, se paraban algunas veces a hablar conmigo. Ahora, mil años después me doy cuenta que lo hacían casi ocultándose.

Recuerdo

Mamá siguió siendo la misma después de su enfermedad, solo que apenas se valía por sus propios medios. Parecía mentira que aquella mujer elegante y movediza, siempre cuidadosa en cada detalle. Ni una queja, ni un lamento contra Dios. Se apoyaba en mí que cada día la quería más. Su vida no cambió. Me hacía sacar a la calle los sillones sentábamos horas y horas con ella de tarde y de noche, hablamos de mil cosas. Eran los clásicos sillones de madera lustrada de esa época que yo retiraba del living todas las tardes a la hora del vermouth, y los ponía en la vereda. Caminaba con su pierna ortopédica dos bastones pero cuando bajaba el escalón del zaguán yo corría a sostenerla hasta que ella apoyaba su pierna sana y luego la enferma. Gerardo fue el responsable de que ella esté mal de su pierna, él se quedaban tomando en el pueblo y cuando llegaba siempre estaba borracho. Nosotras dos comíamos pan con queso y salame, hasta entrada la noche.

Yo decía: "Nunca pasaré por esa puerta. Esos viejos chanchos se juntan para mirarle el trasero y las piernas a las mujeres que caminan por la calle. Prefiero dar la vuelta a la manzana"

"Ya Anmary yo cuando conocí a tu padre iba por allí, era tan delgada y mira ahora 70 kilos..." dijo mi mamá con tristeza

Creo que cuando la gente menos conoce, más intuye; cuanto menos sabe, más presiente. La gente de pueblo sabe cuándo una criatura es buena o mala la cargan de tantos fluidos que a los doce años ya lo es.

A mí me cargaron. Me cargaron con una adolescencia de soledad, de rechazo. Sólo la pena de ver a mi madre trabajar de sol a sol para darme lo mejor, o tenerme bien vestida como en los buenos tiempos pudo hacer que yo postergara mis deseos de huir, de apartame de todo aquello.

Yo supe del miedo a pasar por una esquina en donde había dos o tres muchachos juntos, por conocidos que fueran. Supe del miedo al grito de burla desde los autos. Supe del miedo de la película que se cortó y de las luces que se encienden y los gritos de los muchachos desde el gallinero "ahora le dicen pullman". Supe del asco de las propuestas apenas entendidas en las sombras de la noche, supe de la bronca de la voz atiplada al verme pasar, de los codazos, de las sonrisas sobradoras. Pero me sentía pura; queria gritarlo pero la voz me clavaba mil agujas en la garganta. Por eso, sin pensarlo dos veces, al despedir al Massimo el hombre que robo mi ser él de ojos claros y piel de seda que había dormido junto a mí en la angosta cama de la pensión de mi abuela me sentía feliz, feliz. Ahora sabía que la definición, en cualquier aspecto de la vida, es la base de la felicidad, o de lo que más se le parece: la tranquilidad eso solo duro un poco porque de tanta felicidad, ese día mi abuela falleció.

Una noche, Massimo como no lo hacía casi nunca me invitó a salir con él. "Tienes que andar un poco la gente es mala en este pueblo y no sé por qué, se ensañan con vos. Mirá, vamos esta noche a la plaza en el centro, hay kermesse; vas a pasarlo bien, a mis amigos les va a gustar que vengas con nosotros".

Su invitación me alegró. Mi abuela me había mandado hacer un vestido de hilo blanco, blanco muy blanco, la moda de entonces. Para ella, nada era sacrificio y cambiando telas por avisos, hechuras por publicaciones, me hacía andar siempre bien vestida, siempre a la moda.

Además, los había hecho porque al ser yo la mejor alumna del colegio y al haber recibido a muy corta edad, el mejor promedio, me correspondía ser la abanderada en la fiesta de fin de curso. Así lo establecía el reglamento. Abuela no cabía en sí de orgullo pero el último día una nueva amargura me esperaba. El director me explicó que por ser yo muy baja y demasiado jovencita, sería la abanderada del tercer promedio (el segundo era una muchacha). Mi abuela se puso furiosa. Yo no tuve reacción alguna; ya aquel pueblo no podía amargarme más. Massimo insistió aquella noche y fuimos a la plaza del centro y a la kermesse. Quizás me sentía feliz entre las luces de colores, las tómbolas y los números de bailarines españoles y cómicos que llegaban de Buenos Aires. Al pasar, un grupo de chicas y muchachos como nosotros de los que dentro del pueblo eran la élite, todos, con la valentía de los muchos, me gritaron:" ¡ahí viene la prostituta!"

No lloré, nunca he llorado pero cuando Massimo, tratando de disimular, y aun con sus amigos hablaban y hablaban, yo les dije: "Me voy, mañana me voy, de este pueblo y no creo volver. Yo quería seguir estudiando, trabajar y, desde lejos, me resultaría más fácil, lejos de esta gente que tenía tanta maldad.

Estaba con doña Teresa, yo terminé mis diseños y ella hizo bizcochos de grasas para la merienda, cuando se abrió la puerta Rosa entro en un mar de lágrimas. Esa imagen suya no la olvidaré jamás, ella estaba con el cabello desarmado y sangre en sus labios. De repente me llamó la atención sus manos sujetaba su vientre, "Rosa pero que te paso niña!" Grito doña Teresa

"Doña Teresa el bebé, ayúdeme" dije sujetando a Rosa, doña Teresa salió corriendo en busca de su vecino, él fue el que nos llevó al hospital.

"Anmary , Rafael no me creyó su madre es venenosa" dijo Rosa llorando

"¿Quién te hizo esto?" Pregunte con enojo

"Fue doña Martha, le dijo a Rafael que yo le metía los cuernos que mi hijo no era de él, y que solo me daba mi merecido, Rafael no me defendió, me dejo en manos de esa vieja" dijo Rosa llorando se quejaba que le dolía mucho.

"Anmary que paso con Rosa" doña Teresa pregunto preocupada, ella no me dejo sola.

"No me gustan las monjas, no me gustan nada, pero si ves tres o cuatro parloteando macanas entre ellas. Es un buen presagio". Doña Teresa decía con mala cara

Y ahí estaban esas monjas de lata gris a las que el viento hacía conversar. Sí, era un buen augurio. No debía preocuparme, Rosa estaría bien.

Yo esperaba los médicos, en mi mochila siempre tenía algo para dibujar, abrí mi carpeta y puse mis dibujos en mis piernas mientras estaba sentada. Me gustaban mis dibujos; sabía que con ellos iba a triunfar. Además, tenía, por si me hacía falta, mi título de maestro.

Me canse así que me pare y mire por la ventana el campo. Me hizo acordar a mi pueblo quedaba atrás. Atrás quedaban mil cosas, más de lo que podía entender a los 16 años. En el fondo me apenaba dejar aquello pero no me dolía. Yo abriría mil senderos para mí. Me parecía que todo es lucha y que yo estaba preparada para luchar.

Doña Teresa se paró a mi lado, vio los dibujos y preguntó:" ¿Esto qué es? Diseños de moda. En Buenos Aires se pagan muy bien conozco un lugar Anmary, esto es diferente a lo que siempre hacemos" Ella comentó, no entendía nada porque podía ser chusma pero era más que la portera era parte de mi vida, doña Teresa tenía empatía.

"Doña Teresa, será que Rosa se puede quedar conmigo no quiero que la vuelvan a golpear, si usted quiere yo le pago más". Dije ella sonrió con tristeza, vaya a saber que se le cruzó en la cabeza.

"Que , no Anmary que te voy a cobrar si todo sale bien la cuidaremos, para que su bebé esté bien". dijo doña Teresa y me abrazó.

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Comments

Cris Tina

Cris Tina

maldita vieja ,lastimar a la pobre Rosa
y que poco hombre no defender a su mujer y permitir que la lastimen
vamos Rosa que todo tiene que estar bien ,si las monjas traen buen augurio así debe ser

2023-07-14

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