Los recuerdos de Anmary

Anmary

Magisterio en el pueblo y cruzaban en diagonal la linda plaza, la hermosa y cuidada plaza de mi pueblo, los lustrabotas y los vendedores de diarios y caramelos sus alumnos en los diferentes colegios, se gritaban unos a otros .

"¡Ojo! Pibes, que ya viene cerca el escuadrón de seguridad". Y era lindo verlas, todas al mismo paso, todas con sus guardapolvos blancos con sus madres junto a ellas. Eran un mundo aparte dentro del mundo aparte de mi pueblo...

Recuerdo mi pasado

Bajo la mirada de mi abuela, en las largas siestas de verano, las tías cosían y bordaban. Cuando de los tapiales vecinos los chicos nos llamaban para jugar, ellas se inquietaban mucho. Un ¡no, mil veces repetido, salía de sus labios: -"Ustedes juegan aquí."

A veces pienso qué rara intuición, qué hado increíble, que laberínticos y oscurecidos pensamientos las obligaban a protegernos. ¡Pobres tías! ¡Qué miedos! ¡Qué tontos miedos debieron ensombrecerlas entonces! Miedos inútiles que el destino se había encargado de borrar en un instante de mi vida, hacía apenas un rato.

A las cinco de la tarde, a las cinco en punto de la tarde, a las cinco de García Lorca, las tías, como cumpliendo un rito ineludible iban a sus dormitorios. Regresaban al patio luminoso y oloroso de diosmas y limones trayendo sus cajas de cosméticos y empezaban a maquillarse.

¿Las ves? Allí están, una cerca de la otra, sentadas en banquillos con los espejos puestos de manera que la luz se reflejara en sus caras. Entonces el aire se embalsamaba con polvos de rosa y de arroz, con esencias de Chela y de Coty. Mil pinceles locos saltaban sobre las hojas del parral y las flores de los paraísos. . De vez en cuando la abuela gritaba:

-¡No se pongan tantos pastichos negros en las pestañas, locas de mierda; van a volver llorando negro, como payasos, con el viento y la tierra!

Y era verdad. Las tías salían de dos en dos para la retreta a las siete de la tarde y muchas veces tenían que volver antes pues el viento y la tierra las hacían llorar negras lágrimas de mercurio sobre las mejillas coloreadas de durazno.

Y las tías iban a la plaza un verano y otro verano y un año y otro año, siempre bien vestidas, siempre de dos en dos. Con sus zapatos de tacón alto, con sus lindos vestidos de viole y de espumilla, con sus medias de color carne con cuchillas bordadas y sus pulseras de vidrio de mil colores. Y todos los años para Carnaval, se vestían todas iguales con grandes capelinas, se subían al enorme Buick convertible para ir al corso. Colgaban en su brazo derecho canastitas de mimbre con ramitos, muy iguales, de nardos y de helechos, de diosmas y jazmines.

Pero los años pasaban y las tías no se casaban. Sus flirts duraban lo que un lirio. La abuela decía: -No, no se casarán. Son muy gritonas, muy orgullosas, muy peleadoras.

Y agregaba: -Solamente alguien que no sea del pueblo y venga directamente de la estación a casa y no encuentre algún buey corneta que le diga lo bravas que son. O algún extranjero que no hable palabra de castellano. O alguien que las conozca por carta. Alguien que esté muy solo y las necesite. Pero todo eso es muy difícil. No, no se casarán...

En el fondo ella, dominante y faraónica, era feliz. Yo creo que nunca le importó verlas marchitarse días tras días. Era tan sensacionalmente moderna que ya en aquella época y en aquel pueblo no le importaba el oscuro fantasma de la solteronería que se cernía, sórdido y amenazador en todas las otras casas donde había chicas casaderas. Por eso, a costa de mil sacrificios, de continuas privaciones, dio a sus doce hijos, mujeres y varones, carreras y elementos para defenderse solos en la vida.

Cuando los pretendientes comenzaban a rondar a las tías, la abuela averiguaba su condición de fortuna. Alguno de ellos, inevitablemente, era pobre. Un día, Priscila apareció con noviazgos con un muchacho que estaba en la construcción y era algo más que albañil. La abuela, a quien no solamente le gustaba el dinero, sino que quería lo mejor para sus hijas comenzó a cantarle un tango. Dentro de su gran valentía no se animaba a decirle su opinión sobre el candidato. ¡Mientras regaba sus plantas iba y venía cantando:Zonza, no tendrás la voiturette Recuerda que tu vida será pobre y que no tendrás un cobre pá' gastarlo en un vestido pa' lucirlo en un collar...!

Mis tías se miraban entre ellas y sonreían. Pero una sombra de amargura les velaba la mirada: comprendían que la abuela se oponía al noviazgo. Siempre decía:

-La pareja no existe. Me cago en la pareja. Alguna vez nos contó que a ella la habían casado a la fuerza a los 16 años con el abuelo. Cuando el abuelo Vicente llegó a Obera recién

Casado, en obera solo había una estación, un almacén el suyo, y un tambo. Han pasado muchos, muchos años. Sus hijos y los hijos de sus hijos, y los hijos de los hijos de sus hijos, andamos sueltos por el mundo. Pero su familia sigue siendo un clan, el clan que la abuela fundó y cimentó. El abuelo se quedó falleció. Tras el primer parto, la abuela y fue cuando ella tuvo a mi madre y Vivió allí y con los años se casó con mi otro abuelo de corazón que también falleció poco después de tener a mis tías ya crecidas que no tardaron en casarse e irse lejos de mi abuela, a esa casa que ya nunca abandonó. Ella decía del abuelo era un hombre bueno. El abuelo la miraba dulce y mansamente. La abuela no lo quería según ella. El abuelo venía al pueblo todos los sábados; tuvieron dos hijas. "Pero abuela, tan mal no anduvo la pareja" Le decía por qué le llamaban la viuda negra.

Yo ya desde chiquilina era muy preguntona y siempre Massimo me hacía la segunda. Ella se ponía muy seria: "¡Nada tiene que ver el culo con las témporas, mocosos atrevidos!

De vez en cuando mamá nos llevaba a ver al abuelo. Nos encantaban los preparativos. Llenábamos una canasta de mimbre, pintada con grandes ramos de flores de colores, con sandwiches que ella misma preparaba, huevos duros, fiambres, y gaseosas. Nos hacía caza mariposas con un tul atado a largos palos de mimbre y se despedía de Gerardo como quien emprende un largo viaje. Era la fiesta más grande que podía ofrecernos.

El abuelo nos esperaba. Sobre su frente ponía su mano como una visera para que el sol no le molestara los ojos.

Lo recuerdo parado en medio de aquel patio, con su inseparable chambergo de ala levantada: era la estampa misma del gaucho.

¡Cómo disfrutábamos aquellas horas! Corríamos como lo. Contra las mariposas bajo los sauces, a la orilla del angosto riacho. Para los tres, ir era más emocionante que ir a Europa. Mamá se sentaba a la sombra de los árboles y charlaba horas y horas con el abuelo. Era la única de sus hijas que tenía diálogo con él siendo hija de corazón. Cuando regresábamos el abuelo nos besaba, larga, interminablemente y se quedaba parado hasta que el viejo coche arrancaba. Parecía una figura del más allá, cuando lo veíamos perderse tras la nube de polvo que levantaba el auto. Nosotros traíamos del viaje flores, mariposas, gusanos, piedras. Mamá, con su traje de voile azul estampado, con sus grandes volados en el cuello y las mangas, y su enorme sombrero de paja, nos parecía preciosa. Siempre lagrimeaba un poco al decir adiós al abuelo.

"¡Está tan solo, pobrecito! Lo vendremos a ver más seguido si te portas bien, claro. ¡Cómo te has ensuciado! ¡No, un sapo no! Por más chiquito que sea. ¡Pare el coche, Tironi! ¡Anmary, deja ese sapo en el suelo!"Me gritaba mi madre

"Es tan bonito, mamá, mira que lindos ojos tiene," claro yo creía en los príncipes azules que no contaban la maestra de la escuela.

"¡No, he dicho que no; deje ese bicho en el camino!" Nunca supieron cómo me las arregla pero el sapo aparecía siempre en casa y se quedaba.

"¡Anmary, no comas más galletitas! Esta noche estarás descompuesto. ¡No, no vendrás nunca más conmigo, la próxima vez vendré sola!"

"Mamá ¿por qué me quieres dejar con ese hombre malo?" Musitó y ella negó con la cabeza "Ya Anmary deja de decir tonterías" para mi madre era tontería y para mí era horrible.

No sé por qué vi que el auto de mi abuelo se detuvo y que allá a lo lejos, la figura del abuelo se había desvanecido entre en el suelo colorado. En Obera solo sigue habiendo una estación, un tambo y un almacén... Fue un dolor muy grande mis tías estaban grandes 18 y 23 años

La primera actriz era la señora de Méndez que se parecía Todos los años llegaba al pueblo el circo de Méndez. Un poco a Libertad La, Marque. A mí y a mi madre nos emocionaba mucho ver llegar los carromatos cargados de baúles. Como el circo se levantaba en un gran terreno balde una mujer que era una perdida por cualquier macana Encontrada sería ahora, no perdida.

Representaban una pieza muy de la época, La Virgen de la Pureza en la cual, la señora de Méndez, también cada año más vieja, al final se pegaba un tiro. Yo no me daba cuenta que ella sacaba un papel colorado y se lo pegaba en la sien antes de darse el tiro y mis hermanos se reían. Pero yo lloraba como loco por la muchacha que se mataba porque había perdido la pureza. También representaban, El rosal de las ruinas de Belisario Roldán. A la hora de la comida le contaba a mi madre obra que mi madre conocía de memoria pues Belisario Roldán ya había pasado en esa época y le contaba que la mujer tenía un amante porque me parecía impresionante que una mujer que tenía su marido, tuviera otro hombre.

El circo me tenía muy mal, y cuando se iba me dejaba enfermo dos o tres días. Siempre fui como los gatos, y creo que es propio del signo de Virgo olvidarse de todo al poco tiempo. Después de dos o tres días me olvidaba del circo, de la leona y de la virgen que se pegaba un tiro.

Al día siguiente de la partida de los cómicos, las dos sabíamos las lecciones y éramos buenísimos alumnos.

"Es inútil" decía la maestra, mientras el circo esté

Los Jamandreu serán muy malos alumnos. Nunca me olvido de esa maestra. Se llamaba Blanca. Nos decía que debíamos lavarnos las manos antes de comer y por lo menos veinte veces al día. Me llegó a crear un complejo: vivía pensando en que debía lavarme las manos.

"El tifus, la tisis, la viruela"nos repetía se evitan lavándose las manos. Y yo me las lavaba a cada rato.

"Era solterona la pobre era solterona a los 30 años" pero después se casó y tuvo un hijo.

Hace poco tiempo se lo mató un coche. Yo me acordé de todo lo que nos había hecho lavar las manos. En cambio, a la pobre se le murió el hijo por algo que nada tenía que ver con el contagio, ni con el lavado para evitarlo.Cuando no sabíamos la lección, nos decía: "El día en que se vaya el circo me van a dar las diez lecciones juntas." Era solterona mala ganas.

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Comments

Cris Tina

Cris Tina

hermoso, con algunas situaciones reviví momentos míos gracias

2023-06-27

1

Elizabeth🌻

Elizabeth🌻

Que hermosos recuerdos de ella, los viví a cada palabra!!
Muy hermosa escritura y todos esos detalles de época me encantan😍🔥

2023-06-27

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