Tan solo al acercarse hasta la salida que da al patio principal, se alcanza a ver a varias personas corriendo de un lado al otro apoderados por el pánico, o revisando con miedo a todos esos invitados que yacen en diferentes partes, tanto en el piso como en las mesas.
Incluso frente a ellos, a unos cuantos pasos de la entrada, hay dos mujeres y un hombre vestidos como ayudantes, tirados sobre las pasturas con sus cuerpos apuntando hacia la segunda casa.
—Ge… Gene… ral —se escucha con voz muy suave.
Una joven, quien al parecer es la que llamó a la puerta anteriormente, está sentada a un lado de la entrada medio desparramada.
—Doctor, por favor —le indica al médico del ejército, señalando hacia la mujer que parece estar agonizando.
Asustado por lo que posiblemente descubrió, se apura en revisar los otros cuerpos frente a ellos antes de anunciar sus supuestos, deseando estar equivocado. Pero lamentablemente no fue así, el resultado es el mismo.
—Están envenenados, General —informa formalmente el doctor, tras confirmar lo que suponía.
—¿Todos ellos… están muertos? —pregunta Loïc aturdido, mirando hacia la enorme cantidad de cuerpos regados por la zona del banquete.
—No, Sargento, no creo que lo estén todos —le responde el doctor.
—¡Hable claro oficial! —le ordena Duncan, impaciente.
—El veneno fue aguado, al menos que se tome en grandes cantidades no llega a ser mortal.
—¿Entonces se los puede salvar? —interrumpe Ada.
—Creo que sí, señorita Ada, pero el costo será enorme.
—No importa el dinero, podemos usar nuestro capital privado si es necesario…
—Puede que no se trate solo del dinero General —le advierte al Patriarca—. El tratamiento deberá ser realizado de inmediato para aumentar las posibilidades de una buena recuperación, pero una vez se de inicio deberán mantener un reposo absoluto. Cualquier esfuerzo por mínimo que fuera este, podría dañar sus órganos, lo que provocaría un sangrado que nadie podrá controlar, y finalmente la muerte, una trágica y dolorosa muerte… Ninguno de los afectados podrá irse en lo que dure el tratamiento, ¿entiende las consecuencias de ello General?
—Con los principales líderes aquí, la seguridad de toda la provincia está en riesgo —acota Duncan.
—¿Qué debo hacer General? —le insiste el médico a Kane.
—Me temo que esta decisión está en tus manos, no hay tiempo de reunir al Consejo —le anuncia Duncan al Patriarca, dando un par de palmadas en su espalda que lo hacen volver en sí.
—Ada, ve con el doctor y dale todo lo que necesite para preparar la cura. Luego reorganiza a los ayudantes que quedan ilesos y alista las habitaciones para todos los afectados…
—Si, padre —le responde su hija, y rápidamente se va junto al médico hacia el depósito de la familia.
—Loïc, ve y revisa la situación general. Encuentra a todos los oficiales que no hayan sido envenenados, y luego ve junto a ellos a ayudar a Ada a asentar a las víctimas que aún tengan pulso.
Sin decir ni una palabra, el pequeño Saltamontes se inclina ante su padre, y de inmediato corre en busca de los sobrevivientes.
—Esto es muy extraño Kane, jamás había pasado algo así en nuestra familia… ¿Quién estuvo a cargo de la seguridad? ¿Cómo pudieron introducir el veneno en nuestro hogar? —le pregunta Duncan.
—Tío…
—¿A qué esperan allí parados? ¡¿Se olvidaron de la representación?! —les grita Stela, quien escuchó lo sucedido detrás de ellos sin ser notada.
Cada cena de la Tercer Primavera, es un clásico representar las mejores batallas de Tobas, entre los Capitanes y Generales del ejército para los más jóvenes, en cualquiera de los patios disponibles dentro de la casa de los anfitriones. Tales anécdotas pasaron de generación en generación, desde la época en que los mismos camaradas de Tobas lo hacían frente a él, a modo de molestarlo, dado que durante esta era la única vez que lograban hacer reír a su amigo.
Tras escuchar a su tía, Kane corre a advertirles que no consuman nada del banquete, pero resultó que era demasiado tarde para ello. Al llegar a la zona que eligieron para llevar a cabo su ritual homenaje, todos esos soldados activos de mayor rango que estaban actuando las hazañas, comenzaron a caer frente a sus ojos, sin que el General pudiera hacer nada al respecto.
Parado frente a la multitud, completamente ido y sin poder creer todo lo que estaba pasando en su hogar, en el centro de la seguridad de Tobelius, Kane se dice a si mismo una y otra vez que es una estafa como Patriarca de Aquila, una gran mentira andante que no puede ni garantizar que todos los presentes sigan con vida el día de mañana.
—¡Tío! —le grita Amanpal, ayudando a que el General despierte de su trance.
Al volver en sí, lo impactan las infinitas miradas de preocupación puestas en él, de todos esos jóvenes que le van abriendo el paso lentamente, dejando expuesto a su querido sobrino, quien está de rodillas llorando junto al cuerpo de su hermano menor.
Desesperado ante semejante escena, corre hacia ellos, y a unos pasos antes de llegar, tropieza con una cantimplora de cuero que estaba en su camino, y como consecuencia cae sobre Ansel, pero este no reacciona. Por lo que lleno de miedo por lo que pudiera descubrir, y con sus ojos aguados, se dispone a verificar la situación antes de dejar fluir sus lágrimas.
Las manos de Kane tiemblan todo el camino desde el piso hasta la yugular de su hermano, pero una vez siente su pulso, aunque algo débil, el Patriarca respira aliviado, y haciendo su cabeza hacia atrás deja correr dos líneas de agua tibia por sus mejillas.
Tras calmar sus nervios, y sin decir ni una palabra, el General se levanta cargando a Ansel con un rostro inexpresivo, con la intención de llevarlo a descansar cómodamente mientras espera por su tratamiento, pero antes de irse se detiene unos segundos sin darse la vuelta.
—Todos ustedes… Vayan por Loïc y Ada, ellos les dirán qué hacer —les ordena el Patriarca, y luego continúa caminando.
—¡Si, General! —le responden todos al unísono, y guiados por Amanpal se van en busca de sus primos.
—¿Él está? —pregunta Duncan, horrorizado con la posibilidad de que el menor de sus sobrinos haya perecido.
—Vivo, tío, mi hermano está vivo —le responde sonriendo enormemente, antes de seguir rumbo a la casa principal.
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