—Ah, este niño es —dijo Eden, tratando de presentar al discípulo que el Patriarca estaba examinando seriamente…
—Príncipe Alec —interrumpió Kane, saludando formalmente al joven con un gesto estándar para la nobleza extranjera.
—¡¿Príncipe?! —preguntó el anciano sorprendido, sin entender la situación frente a él.
Su admiración y orgullo siempre lo llevó a prestarle más atención a Liam que a Alec, y debido ello no le interesó indagar sus origenes ni una sola vez, razón por la que no supo que era un Príncipe hasta ese preciso instante.
—Sí, es el hijo menor de Aeda —respondió Liam, nombrando a la Reina de Aurum con total naturalidad.
Inmediatamente, después de entender que tenía frente a él al hijo de Dustin, Eden se apresuró en arrodillarse delante del joven Príncipe para pedirle perdón por sus ofensas previas, y por el hecho de no reconocer su estatus desde un principio.
—No sea así anciano, levántese por favor —respondió Alec, mientras le extendía su mano para que este se pudiera ayudar de él para levantarse—. Además, no es culpa suya, yo mismo…
—Me temo que ya no queda tiempo para otras formalidades —interrumpió Kane nuevamente.
—¿Qué quiere decir General? —preguntó Eden, ansioso por saber todo lo que sucedió en su país durante su encierro.
—La Reina Aeda está gravemente enferma, debemos llevar al Príncipe Alec con su madre antes de que sea tarde —confesó, preocupado por los conflictos que su muerte acarrearía.
Un día después de que Liam desapareció, a Kane le llegó una carta de su madre pidiendo que le ayude a dar con él. Casi al mismo tiempo que fue visitado por un emisario, el cual trajo consigo una orden secreta del Emperador de Fortis, que lo designaba a salvaguardar el retorno de Dustin, el hermano de la concubina favorita de Alexander.
Rumbo al palacio en la capital de Aurum, viajando de incógnito junto al Rey y sus hombres, Kane se enteró por Dustin y sus allegados que no pudieron dar con el paradero del pequeño Príncipe, quien coincidentemente se había perdido en el mismo bosque que su hijo.
Teniendo a ambos niños deambulando por la misma área, Dustin y Kane quedaron en buscarlos a la par; cada uno en su lado de la frontera para evitar ataques y sospechas innecesarias.
Con el fin de poder reconocerlos si los veían, compartieron descripciones generales de sus hijos, junto a algunos otros detalles que solo ellos conocían de los niños, como marcas de nacimiento y accesorios personales, entre los cuales se mencionó el collar que el Patriarca vio en Alec, una especie de garra de un animal mítico que le había dado su padre al nacer.
Apenas estaban llegando sanos y salvos a la capital de Aurum, la Reina Aeda, quien los estaba esperando en la entrada preocupada por la seguridad de sus hijos y su esposo, corrió a su encuentro dichosa de volver a verlos con bien. Pero en cuanto se enteró que Alec aún estaba desaparecido, se desmayó de los nervios, y desde entonces su salud fue empeorando a medida que el tiempo seguía pasando, sin recibir noticia alguna de su hijo menor.
En cuanto Eden supo de la situación de Aeda, le pidió prestado un par de caballos al General para ir hacia la Capital de inmediato, quien sin pensarlo dos veces decidió unirse a ellos para proteger al joven Príncipe; de llegar a pasarle algo luego de que se difundiera la noticia de que estuvo en Fortis, las consecuencias pudieron haber sido graves para la familia Aquila, por lo que tras dejar a su hijo con uno de sus subordinados, se fue junto al anciano y a Alec rumbo al palacio de Aurum.
El pequeño grupo ni siquiera pudo terminar de cruzar la entrada de la Basis de Liba antes de separarse, ni tampoco tuvieron la oportunidad de contactarse nuevamente después de ese día; esa fue la última vez que Liam vio a su, hasta entonces, único hermano y a su padre hasta ser llevado a Tobelius por decisión de su madre.
Luego de llamarse uno al otro por aquellos apodos que se dieron durante sus horas de hambruna, nuevamente invade el silencio en la sala privada de Alina, a los cuatro jóvenes les toma por sorpresa las vueltas que da el destino.
Por varios años desearon tener la oportunidad de volver a verse aunque sea solo una vez más, algo que no pudieron hacer por diversas razones ajenas a ellos. Pero ahora, sin siquiera buscarlo, aparecen frente a frente inesperadamente, por lo que aún les cuesta creer tanta casualidad.
Los dos viejos amigos tienen muchas cosas que quieren preguntarse mutuamente, o de las cuales desean seguir hablando como lo venían haciendo durante la cena. Sin embargo, a ninguno de ellos le sale palabra alguna, solo se quedan viendo con alegría y nostalgia lo cambiados que se ven.
—¿Entonces, Alec es nuestro hermano Panqueque? —le pregunta Loïc a Liam, quien asiente con la cabeza sin quitar su mirada de su querido camarada.
—¡Al fin puedo conocerte! —exclama alegremente el pequeño Saltamontes, mientras se dispone a abrazarlo como si se estuviera reencontrando con otro miembro de su familia—. Liam nos contó todo sobre ti…
Antes de que Liam y Alec se conocieran, ninguno de los dos tuvo la oportunidad de disfrutar de un ambiente familiar sano, ni mucho menos de una verdadera hermandad; ambos se sentían solos dentro del vasto mundo, y esa fue una de las razones por las que les fue muy fácil congeniar pese a la enorme diferencia social que había entre ellos.
Desde que tienen memoria y uso de razón, ninguno de los dos pudo contar con un cálido apoyo en sus hogares, o con alguna persona que los amara sin reservas.
El joven Príncipe vivía en la opulencia, sobreprotegido por una madre que le negaba el cariño con el fin de salvaguardarlo de sus propios hermanos y hermanas. Y con respecto a Liam, él vivía en una ciudad lejos de su padre, con una madre que solo lo utilizaba para llamar la atención de Kane, a quien solo veía ocasionalmente sin saber el por qué.
Los años que pasaron juntos en el bosque los ayudó a mitigar ese dolor, dando consuelo a sus pequeños corazones, lo cual dio paso a una buena amistad que se mantuvo en el tiempo y el espacio.
—Me alegra conocerte al fin, hermano —le dice Ada sonriendo dulcemente, después de que Loïc lo suelta.
—¿Hermano? —pregunta Alec, sin terminar de entender por qué recibía tanta calidez de los hermanos de su amigo.
Cuando Liam le contó a sus pequeños hermanos sobre la vida que llevaba antes de ser recibido en el Clan, también les habló sobre la familia que dejó atrás, su buen hermano Panqueque.
—Nuestro nuevo hermano estará bien, no te preocupes. —Solía decirle la pequeña Ada, tratando de calmar su dolor y pena para con su amigo; acompañado de un: “Ahora también nos tiene a nosotros al igual que tú”, que lo hizo sentir parte de una verdadera familia.
Luego de que Loïc y Ada terminan de contarle a Alec, sobre por qué lo llaman hermano con tanta naturalidad, su mente se queda en blanco, temiendo que ese cálido sentimiento se extinga al descubrir que todo es parte de su vívida imaginación.
Ser parte de esta hermandad así como si nada parece ser muy bueno para ser verdad, por lo que se le queda viendo a Liam como si le estuviera preguntando si es correcto aferrarse a este sentimiento; no solo estaría recuperando a su viejo camarada Pancito, sino que también estaría recibiendo a dos nuevos hermanos junto con él.
—Bienvenido a casa Alec —le dice Liam, al ver que todavía no puede creer lo que está pasando.
—Es bueno estar de vuelta —responde el solitario Príncipe, tragando saliva mientras una lágrima rueda lentamente por su mejilla.
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