—Dime una cosa Alec, ¿cómo llegaste aquí? … ¿Alec? —pregunta Liam, preocupado por su viejo amigo.
—¿Qué? ¿Qué dijiste? —El joven príncipe seguía perdido entre distintos pensamientos aleatorios, todos lejos de este nuevo problema al que se enfrenta repentinamente.
—¿Cómo llegaste a Tobelius Alec? No es normal que un Príncipe viaje solo. Por más bajo que fuera tu rango antes de irte, debiste haber traído al menos uno o dos soldados contigo —comenta Ada.
—Me da vergüenza decirlo, pero me escapé…
—¡¿Por tu cuenta?! —le pregunta Loïc, sorprendido por las habilidades que se debe tener para lograr escapar de la guardia del Rey por cuenta propia.
—¡Claro que no! Soy bueno, pero no tanto… Los hombres de mi cuñado me ayudaron a llegar hasta la ciudad, pero entre el gentío me perdí, y bueno, lo demás es historia —responde con absoluta calma, aún sin caer en cuenta de todo el peligro que lo rodea.
—...¿Qué sucede? ¡No me vean así! —le insiste a Liam y a Ada, quienes lo ven sospechosamente como si ya hubieran entendido todo lo que sucedió con Alec y su familia.
—¿Así, cómo? —le pregunta Liam.
—¡¿Crees que no sé lo que piensan?! ¡Es el esposo de mi hermana! Las niñas no se meten en conflictos políticos, no ganaría nada al deshacerse de mí…
—Déjame preguntarte Alec —interrumpe Liam—... Esta hermana tuya, ¿tiene un hermano con el que comparte la misma madre?
—Hmm, sí. De hecho mi segundo hermano y ella… —Las miradas ansiosas de los hermanos se posan sobre el joven Príncipe, haciendo que comience a dudar sobre las verdaderas intenciones de su hermana y su esposo.
—No, no puede ser… Para que en verdad fuera parte de sus planes, debieron saber de antemano lo que sucedería con mi hermano ma…yor.
—¿Qué sucede Alec? ¿Por qué te detienes a la mitad? —insiste Loïc.
—Lo descubrió —suspira Liam, dejando caer su espalda contra una de las columnas del estudio, cruzado de brazos, entristecido por la difícil realidad a la que se debe enfrentar su antiguo camarada.
—Alec… —Llama su nombre Ada, quien dudando sobre cómo consolarlo, apenas llega a tirar levemente de las prendas de su amigo.
—Estoy bien, no te preocupes —le responde con voz temblorosa, mientras palmea su mano para que esta lo suelte.
Caminando hacia la pequeña ventana redonda que alumbra las estrellas, Alec traga saliva e intenta recobrar la compostura, fijando su mirada en el águila que se reposa sobre el marco.
—... El esposo de mi hermana, mi buen cuñado —dice riendo—... No es nadie más que el único hijo varón del Primer Ministro, un inútil que solo puede depender de sus conexiones, si es que quiere un futuro dentro de la corte. Sin dudas su padre debió haber sabido todo lo que sucedería desde un principio…, no tengo la menor duda.
—¿Y entonces, qué harás ahora? —le vuelve a preguntar Liam tras enderezarse.
—¡¿Y qué va a hacer?! Si vuelve a Aurum es carne muerta, será mejor que se quede aquí… ¡Veremos quién se atreve a tocarlo en nuestro territorio! —alega el menor de los hermanos.
—Gracias por el voto de confianza, Loïc —responde Alec.
—No te preocupes hermano, nosotros te protegeremos —presume el pequeño Saltamontes, y con absoluta seguridad, sin entender el tono sarcástico de su amigo, le da una fuerte palmada en la espalda.
—¡Capitán! —irrumpe Amanpal, quien cansado de tanto correr tropieza con el umbral del estudio.
—¡¿Primo?! —exclama Loïc, y luego trata de ayudarlo a levantarse, lo cual este niega quedando casi arrodillado frente a su segundo primo mayor.
—¿Qué sucede Teniente? —responde Liam, al entender la seriedad con la que viene en busca de él.
—El General Kane ordenó que esconda a su invitado, para luego ir en busca de los miembros del Consejo.
—¿Una reunión del consejo a esta hora? ¿Pasó algo malo? —le pregunta Ada, pero Amanpal se queda en silencio.
—Puedes adelantarte —le señala Liam a su primo, lo cual obedece sin titubeos.
—Iré contigo Liam —le dice Loïc.
—Tú no tienes un lugar en el consejo aún —les responde con voz seria, pero al ver su rostro entristecido intenta persuadirlo de otra manera, sin lastimar sus buenas intenciones—: ¡Sargento!
—¡Capitán! —responde su hermano menor, cambiando su actitud rápidamente.
—Hasta que alguien tome su lugar, estará a cargo de la seguridad del Príncipe Heredero de Aurum, y de la única hija del General.
—Pero…
—Vamos Loïc, sin peros. Sabes lo que debes hacer.
—¡Sí, Capitán!
Tras dejar a Loïc a cargo verbalmente, Liam le hace una señal a Ada para que vigile al menor de los hermanos y luego se va corriendo detrás de Amanpal.
—¿Sargento, no sería mejor que nos lleve a la habitación secreta del Patriarca? —le pregunta Ada a Loïc, al ver que este se quedó inmóvil viendo la partida de su hermano mayor.
—Tienes razón, vengan por aquí —responde tras volver en sí.
Luego de encaminarlos hacia la parte trasera del estudio, al llegar al final de la sala, Loïc activa la puerta trampa.
El mecanismo hace que la pared en la que está adherido el último estante, se corra de izquierda a derecha dejando una estrecha abertura.
—... Quédense aquí, yo haré guardia afuera —les dice antes de activar el mecanismo nuevamente, quedando fuera de la habitación
—¡Loïc! —exclama Ada, mientras trata de evitar que la puerta se cierre inútilmente.
—¿Qué sucede? —le pregunta Alec.
—Estamos encerrados aquí, eso sucede.
—¡¿No debería haber alguna palanca o botón oculto que abra la puerta?! ¿Cómo le hace tu padre para salir de este lugar? —insiste Alec, palmeando la pared en busca de alguna señal escondida que los pudiera ayudar.
—Es inútil —le dice Ada, quien resignada prende la lámpara junto a la entrada—. Una vez se cierra por fuera, no hay manera de abrirla por aquí. No es solo un escondite para salvaguardar vidas, también es una trampa para los curiosos. —Sopla su encendedor.
—¿Y ahora, qué haremos?
—Nada, lo único que podemos hacer es ponernos cómodos y esperar —responde Ada, y luego comienza a frotar sus pies sobre un pequeño sector del piso, con el fin de limpiarlo para sentarse allí.
—Aguarda… Usa esto —la interrumpe Alec, mientras intenta desatar su capa para que Ada la utilice como asiento.
—No es necesario, tengo la mía —le responde sonriendo, señalando la capa que está entre sus manos.
Tras un breve momento de risas, ambos se sientan uno al lado del otro sin emitir ni un sonido, nerviosos por estar a solas en esta sombría habitación.
Puede que en un principio se hayan aceptado como hermanos, sin otras segundas intenciones, pero entre más conoce el joven Príncipe a Ada, más consigue enamorarse de ella perdiendo el control de sus emociones.
—Tienes las manos frías —le dice Alec, sosteniendo sus manos entre las suyas para compartirle un poco de su calor.
El nuevo Príncipe heredero ya no puede ocultar sus sentimientos hacia ella, lo que le dificulta a Ada la tarea de aparentar que no es consciente de sus acciones obvias.
—Ada… ¿tú…, qué crees que debo hacer a partir de ahora? —le pregunta Alec, mientras sigue frotando sus manos con cautela y delicadeza.
—Yo…
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