Aún preocupados por el viaje que emprendieron Liam y Alec, todos en el hogar se concentraron en sus propios deberes para ayudar a que el tiempo pase un poco más rápido. Lo cual pareció funcionar, dado que en un pestañeo ya anocheció, llegando la hora de recibir a los líderes de las sectas y clanes nativos de Tobelius, quienes hoy en día son la fuerza principal de la provincia junto a la familia Aquila.
—¡Llegaron! —exclama uno de los invitados, al ver a Ada y a Loïc acercarse a una de las mesas principales.
—¡Edus! Tanto tiempo sin verte —lo saluda Ada, feliz de volver a ver a su viejo amigo…
—Ven, te guardé un asiento aquí —le dice a Ada, señalando la silla junto a él—. De haber sabido que ibas a participar en la Escala de Virtudes, hubiera hecho hasta lo imposible por regresar antes —continúa, luego de que esta termina de acomodarse.
Edus es miembro de la familia Rattus, descendientes de Salim, quien se unió a Tobas como su consejero personal, aquel año en que el Gran General derrotó al gobernador del antiguo Imperio del sur, permitiendo que Fortis consiguiera acceso directo al mar.
Él, al igual que los demás niños de las otras familias aliadas sentados en esa mesa, se criaron junto a los hermanos Aquila formando fuertes lazos de amistad y cariño entre todos.
—Por más que te lo hubiera dicho, es probable que no hubieras llegado… Lo decidimos a último minuto. Pero mejor cuéntame sobre ti, ¿qué has hecho? ¿A dónde te llevaron esta vez?
—No lo vas a creer, pero…
—¿Y yo? ¿Dónde me sentaré? —los interrumpe Loïc, al no encontrar ningún espacio libre después de mirar alrededor.
—Por eso debiste llegar antes —responde otro de sus invitados, solo para molestar al pequeño.
—¡¡Estaba trabajando!! —exclama frustrado.
El futuro Patriarca de Aquila se tomó muy a pecho el encargo de su hermano mayor, por lo que, hasta que el último de los visitantes se retiró con bien de la ciudad, siguió realizando patrullajes por todo el territorio de su familia.
—¡En el sector de los niños hay espacio de sobra! —le grita otro de ellos, quien se encuentra sentado en uno de los bordes de la larga mesa.
Con el rostro serio y colorado de la vergüenza, Loïc se sienta junto a Clovis en una de las pequeñas mesas preparadas para los más chicos, lo cual provoca que sus amigos y su hermana se rían a carcajadas.
"Tin, tin, tin"… se escucha unos minutos después, haciendo que los invitados guarden silencio casi de inmediato.
—Para empezar, me gustaría agradecer a todos los presentes por su apoyo durante estos días ajetreados. Todos hicieron un gran trabajo —dice Kane, seguido de una fuerte ronda de aplausos.
—¡Qué los próximos tres años…
¡Plaf! ¡Puf! ¡Crash!, se oye a un lado de ellos, interrumpiendo el brindis del Patriarca.
La tan esperada cena de clausura, se ve opacada por una incómoda ola de silencio, luego de que el ruido de los platos impactando contra el piso arruinaran su inicio. Pero después de unos segundos, el llanto escandaloso de uno de los niños, seguido de las risas agudas de los demás pequeños, hace que todos vuelvan en sí.
El tierno Clovis, junto a sus nuevos amigos, provocaron hasta el cansancio a su agotado y poco paciente primo. Por lo que, con el fin de evitarse problemas, a Loïc no le quedó más que irse.
Al tratar de levantarse, en un flaqueo de sus piernas acalambradas por estar el día entero cabalgando, terminó chocando contra el último descendiente del abuelo Duncan. Gracias a sus rápidos reflejos, el heredero de Aquila logró evitar que Clovis se golpeara la cabeza contra el piso, pero en el afán de salvarlo, arrastró consigo el mantel de la mesa junto a todo lo que tenía encima.
Tras escuchar el llanto desconsolado de su nieto, Stela y Duncan corren en su auxilio, llamando la atención de todos los demás presentes, quienes se quedan perplejos sin saber qué hacer.
—Tranquilos, tranquilos —dice el General, haciendo sus manos de arriba a abajo repetidamente, como si les pidiera a los invitados que vuelvan a sus asientos.
—... ¡Traigan los platillos! —le ordena a los ayudantes, para luego irse rápidamente detrás de sus tíos.
—Iré a buscar al médico, padre—le dice Ada, cuando este llega a dónde lo estaban esperando sus dos hijos.
Sin decir ni una palabra, el Patriarca asiente con su cabeza, a lo que la pequeña Princesa se va por él de inmediato.
—Tú, ven conmigo —le indica a Loïc unos segundos después, en voz baja, tratando de disimular su enojo y preocupación frente a los demás.
En cuanto Ada llega junto al médico del ejército, quien asistió al banquete como de costumbre, los cuatro ingresan a la habitación del pequeño travieso para conocer sobre su condición. Mientras que los demás invitados y miembros de la familia se divierten, comiendo y charlando animosamente en los diferentes patios de la casa.
—Afortunadamente no fue más que un susto —responde el médico—, este pequeñín se encuentra en perfecto estado.
—Lo siento abuelo Duncan, lo siento Clovis —se disculpa Loïc formalmente, con la cabeza baja.
—¡Estoy bien, soy un hombre fuerte! —responde Clovis lleno de orgullo, olvidando lo mucho que lloró hace poco menos de una hora.
—No te preocupes Loïc, en realidad es este hombrecito quién debería pedirte disculpas a ti —le dice Duncan, mientras soba la cabeza de su nieto.
—... Si no hubiera estado haciendo de las suyas, no te habrías lastimado de esta manera —continúa, señalando los raspones que tiene en sus manos, los cuales vio cuando Loïc se inclinó frente a él.
Preocupado, Kane le revisa los brazos rápidamente, descubriendo que su amado hijo está mucho más herido de lo que su tío notó a simple vista.
—¡¿Por qué no dijiste nada?! —le pregunta su padre, enojado con él por no cuidarse.
— ¿Qué? ¿Por esto? —le replica el pequeño Saltamontes, levantando sus antebrazos desnudos para que vieran que solo eran heridas superficiales.
—... Yo también soy un hombre fuerte —continúa, imitando los gestos que había hecho su primo.
Finalmente la asfixiante tensión es cortada por las risas de sus mayores, quienes se sienten aliviados de que los dos miembros más jóvenes de la familia estén bien.
—¡General! ¡General! —grita una mujer, golpeando desesperadamente las puertas de la segunda casa.
—Ve Leola —le dice Stela a su ayudante, quien obedece en silencio tras inclinarse levemente.
Unos minutos después, la ayudante de confianza de Stela, vuelve corriendo horrorizada hacia la habitación de la que salió.
—¿Qué sucede Leola? ¿Por qué traes ese aspecto? —le pregunta Duncan, sorprendido por verla tan desalineada.
—Afufu… —Tartamudea.
—¡Leola! —grita Stela, preocupada e impaciente.
—¡Afuera Señora! ¡Afuera! —es lo único que alcanza a decir antes de desmayarse.
Kane y Duncan se miran entre sí, y casi de inmediato salen corriendo a ver lo que estaba sucediendo, seguidos de Ada y Loïc; Clovis también tenía intenciones de ir, pero es detenido por su abuela, quien prefiere resguardar la seguridad del pequeñín.
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